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7. Una gran amiga

Un fin de semana más había llegado. El anterior lo había dedicado enteramente a él, había llamado a su familia, pero evitó a toda costa cualquier tipo de plan que involucrara salir de la comodidad de su hogar. Su mente ya era un revelo con aquellas muertes y dedicar un par de horas para su soledad, era justo lo que necesitaba.

Tomó aquella mañana la biblia y comenzó a leer en voz alta:

—Génesis uno, la creación —comenzó su lectura—; uno, Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra; dos, la tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios iba y venía sobre la superficie de las aguas; tres, y dijo Dios: "¡Que exista la luz!" Y la luz llegó a existir. Agh, esto es demasiado aburrido.

Cerró el Libro Sagrado y volvió a gruñir. Si realmente las muertes estaban relacionadas con la biblia, debía comenzar a buscar en un tema específico; sin embargo, era un texto tan extenso que le abrumaba pensar en algo más objetivo.

Con tanto estrés ocupando su cuerpo y mente, decidió salir de esa rutina de permanecer solo y encerrarse en la procrastinación. A sus pensamientos llegó una persona que podría brindarle una luz a la investigación; obviamente tenía la certeza de que ella no le daría la solución ni le indicaría exactamente quién sería el asesino, pero confiaba en su instinto, además, no recordaba la última vez que se habían visto.

Así, tomó su motocicleta y, sin importarle su vestimenta extremadamente casual, decidió visitar a su vieja amiga: Amalia Chavalier.

Una mujer casi tan alta como él le dio la bienvenida. Sus ojos verdes se abrieron de par en par ante la llegada de aquel hombre, su pelo negro estaba arreglado en una coleta alta y llevaba una blusa de tirantes y un pantalón de pijama.

—Detective Montgomery, ¡qué sorpresa! —le saludó la mujer.

—Es un gusto verte, Amalia —contestó.

—¿Qué te trae por acá un domingo en la mañana? —preguntó ella.

—Ya me conoces —respondió Emmett—. Soy un pajarito madrugador.

—No te conozco lo suficiente —refutó—, pero si estás acá es porque me necesitas.

Aquellas palabras habían sido un golpe a su ego, no obstante, dibujó en su rostro la sonrisa más sensata que pudo compartir y, ante sus palabras, asintió.

—Adelante —dijo Amalia y abrió la puerta completamente para hacerlo entrar.

Con anterioridad había sabido que su amiga estaba de vacaciones en la ciudad, de ahí que aprovechara el momento para hablarle del caso y pedir su opinión frente al tema. Una parte dentro de él le decía que se estaba tomando facultades que no le correspondían y que debía mantener la discreción, aquellas muertes ni siquiera habían salido en las noticias; sin embargo, confiaba en que ella mantuviese la discreción.

Ante sus ojos se desplegó un apartamento pequeño, aquel que había alquilado para descansar y, mientras entraba, se dio cuenta que había sido una indiscreción haber llegado sin avisar, sobre todo porque estaba a cientos de kilómetros de su hogar para que desconectarse del trabajo y él estaba ahí importunando.

—¿Sabes? Creo que ha sido una mala idea después de todo —dijo Emmett, regresando sobre sus pasos—, estás descansando y yo vengo a hablar de trabajo.

—Ya estás aquí —refutó ella—, dispara. ¿Quieres café? Estaba por preparar.

—De acuerdo —contestó con un suspiro.

Se acercó al pequeño sofá y se acomodó. Con la mirada inspeccionó todo lo que le rodeaba, para ser un apartamento de alquiler, era como si el encanto de Amalia estuviera en cada pequeño detalle, le daba la sensación que ella se había ocupado de la decoración antes de haber llegado. Seguramente había buscando un lugar que la hiciera sentir como en casa.

Luego se levantó, pues aquel silencio se sentía punzante. Caminó hasta la cocina y vio como la abogada maniobraba una cafetera que parecía sacada de un restaurante moderno o de un reality culinario.

—¿Todo en orden? —preguntó Emmett.

—Sí —contestó Amalia—, a veces alucino con tantos botones de este aparato, pero ya he aprendido a maniobrarlo, por momentos se me olvida cómo va.

—Bien... —Emmett tomó unos segundos para organizar sus ideas, no quería revelar mucho, solo lo más importante de los últimos sucesos—. Tengo un caso en estos momentos.

—Y quieres que te ayude a juntar las piezas —agregó Amalia, sirviendo el café en dos tazas de color azul.

En el pasado había trabajo con ella y no le sorprendía si el destino los volvía a juntar. De ahí que él buscara la ayuda de la abogada, no solo era bonita, sino que también muy inteligente. La mujer extendió una de las tazas a su amigo y lo invitó a que se sentaran en la sala de estar.

Él ocupó el sofá y ella se acomodó en un pequeño puf, quedando a su lado derecho.

—El asesino es muy astuto, muy limpio —continuó Emmett—. No deja huellas ni rastros de sangre, deja un objeto con el cadáver, lo que se interpreta como su firma, además, su forma de matar es diferente con cada víctima y aparentemente sus crímenes están relacionados con la biblia, ah, y también tiene una mascota, no sé qué tan relevante sea eso.

—A veces los pequeños detalles revelan bastante —indicó Amalia con una sonrisa, le dio un sorbo a su taza y continuó hablando—. ¿De dónde sacas que está relacionado con la biblia?

—En la última victima dejó un escapulario —respondió—, en las anteriores dejó un pescado dorado y unas rocas con las que mató al hombre. Sí, sus víctimas de momento son hombres.

—¿Crees que esté recreando escenas de la biblia?

—Descartado, tal vez se está inspirando en el Apocalipsis o en cualquier otra cosa, solo que no lo tengo bastante claro. —Emmett dio un sorbo a su taza y se concentró en la mujer.

—Probablemente sean muertes en nombre de Dios —expresó Amalia—, es posible que sea un esquizofrénico a quien Dios le dijo que matara a esos hombres.

—Brenda ya lo mencionó, así que no.

—¿Brenda? Vaya, vaya.

Emmett recayó en que se la había ido la lengua hablando más de lo permitido, no quería incluir en la conversación a su compañera de trabajo, aunque ya era demasiado tarde, ya había hablado. Ahí estaba uno de los grandes defectos del detective: ser imprudente a la hora de hablar. Suspiró pesadamente.

—Mi jefe asignó el caso a los dos, es mi compañera de investigación.

—Y seguramente no pierdes la oportunidad de ligar —dijo Amalia y le guiñó un ojo.

Amalia y Emmett se habían conocido en un simposio sobre psicología criminal y él no había perdido la oportunidad de ligar con ella, la abogada fue demasiado respetuosa rechazando sus intentos de conquista y dejó claro que no le gustaban los chicos. Con ese antecedente, sabía claramente que estaban destinados a ser grandes amigos.

—Es un hueso duro de roer —respondió Emmett—, casi como tú, pero eso ahora no es relevante. —Aclaro un poco su garganta carraspeando y retomó el hilo—. Acabo de recordar otro detalle, el lugar de los hechos no es aleatorio. —Sacó su teléfono celular y le mostró la foto del mapa de la ciudad—. Aparentemente también nos quiere dejar un mensaje, ahí ves simplemente dos líneas...

—Pero faltan más crímenes para tener la imagen completa —le interrumpió la mujer.

— Exactamente es lo que pensé, tal vez se trate de una estrella o algo relacionado con los astros, tengo esa sensación, ¿sabes?

—Son muchas cosas para... ¿Cuántas víctimas?

—Tres, de momento.

—Sin duda quiere dar un mensaje —indicó Amalia—, y quiere estar seguro de que lo entiendan, solo que sus pistas han sido un poco ambiguas, estoy segura de que irá de menos a más, es decir, en algún momento dejará una pista en la que quede bastante claro cuáles son sus intenciones. Está jugando con ustedes, de eso no hay duda, pero tiene un plan maestro que está ejecutando lentamente, como dejando partes de un rompecabezas, es muy inteligente, de eso tampoco tengo dudas, se está tomando el tiempo para actuar.

Amalia vio nuevamente la foto.

—Dame unos días para pensar un poco sobre el tema.

—Gracias —dijo Emmett, se levantó del sofá y envolvió a la chica en un abrazo—. Sé que estás de vacaciones, pero tu cerebro trabaja a mil por hora y..., no tenía otra alternativa.

—Eso significa bastante. —Amalia suspiró—. Llámame cuando aparezca la siguiente víctima y podré unir mis conclusiones con lo que encuentres.

Así, Emmett prometió volver, su amiga insistió en que, la próxima vez que regresara, esperaba que fuese para hablar sobre algo que no sea trabajo y, sobre todo, para hacer algo que les hiciese despejar su mente de la rutina por un par de horas.

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