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5. Uniendo hilos

Unos minutos más tarde, los detectives Fox y Montgomery estuvieron de vuelta en la oficina, y los resultados de las autopsias se dieron a conocer; pero, antes de eso, reportaron sus hallazgos con Jenkins, quien se vio satisfecho con la labor que habían hecho. Si bien no era el resultado esperado, sabía claramente que por algún lado debían comenzar.

Linda St. Clair, criminalista y criminóloga que trabajaba en conjunto con la policía llegó con paso radiante hasta ellos dos, con su metro con cincuenta de estatura lograba cierta imponencia con su presencia; no se sabía a ciencia cierta si era sus ojos almendrados que adornaba con unas gafas cuadradas de marco azul o la melena negra recogida en una cola de caballo, o, que vestía como una mujer de los años cincuenta. De cualquier forma, lucía intimidante, pero tras conocerla un poco, podías darte cuenta que era mujer bastante alegre y divertida.

—Gusto en verlos, chicos —saludo Linda—, ¿qué tal las fiestas, Emmett?

—Mejor que nunca —respondió—, aunque te extrañaba. —Y le guiñó un ojo.

—Ugh —se quejó Brenda, ante el gesto de su compañero, sabía de primera mano que no perdía oportunidad de coquetear con cualquier chica que se cruzara en su camino—. ¿Qué nos traes hoy? —preguntó recayendo su atención en la recién llegada.

Ella se limitó a soltar una risa nerviosa y entregó dos carpetas para cada uno.

—¿Qué tal les va trabajando juntos? —preguntó Linda—. Debe ser complicado, sobre todo porque son muy diferentes y es la primera vez.

—Sí —contestaron al unísono e intercambiaron una mirada.

A Brenda se le ruborizaron las mejillas y Emmett fingió haberse dado cuenta de eso.

—El señor Wolf murió por la contusión producida por las piedras —indicó la criminóloga—, no sabría decir de dónde salieron las piedras, pudieron haber sido traídas de un bosque o compradas en una tienda de jardinería; pero, es claro que no le dio tiempo a la víctima de defenderse, en otras palabras, fue atacado por sorpresa. Según los análisis de sangre tenía cierto porcentaje de alcohol, lo que aduce haber sido consumida minutos antes del deceso; por otro lado, no hay huellas en las piedras o en el cadáver, lo que me lleva a pensar que es bastante meticuloso y muy fuerte, lo cual se constata con la segunda víctima.

—¿Qué hay con él? —preguntó Brenda.

—La asfixia producida fue causada por unas manos pequeñas con dedos largos y gruesos, esto se revela por la equimosis que presenta en el cuello, si observa las fotos podrán notar que fue atacado de frente...

—Eso quiere decir que la víctima vio a su atacante —le interrumpió Emmett, mientras revisaba los documentos.

—Bravo, genio —ironizó Brenda.

—Ustedes son muy divertidos —chilló Linda, emocionada—. Sí, vio a su atacante y quedaron un par de pelos de animal en sus dedos, eso ya está en examen, lo que quiero decir es que a diferencia del otro, este intentó defenderse.

—Es decir que el asesino tiene una mascota —habló Brenda, sin despegar los ojos de las fotografías del cadáver de Boris, quien realmente no se llamaba así y su hermano lo había confesado en la pequeña entrevista que habían tenido.

—Probablemente un gato por la textura del pelo —accedió Linda—, como dije, lo están analizando, un par de pelos quedaron pegados a la prenda del asesino y luego pasaron a los dedos de la víctima, en una de las fotografías se puede observar.

—¿Y el pez dorado? —preguntó Emmett.

—Buena pregunta, detective —dijo Linda con una sonrisa—. Efectivamente es un pez dorado que se puede conseguir en una tienda de mascotas. Será un trabajo extenso, pero podemos verificar en todas las tiendas de mascotas de la ciudad donde se haya comprado peces recientemente, exámenes realizados a perros o gatos, incluso comida comprada para estos, eso nos dará un gran número de personas, sin embargo, conforme avance la investigación podemos ir descartando sospechosos.

—Será una tarea titánica —se quejó Emmett, se sentía frustrado por tener tantas cosas y a la vez nada.

—Pero eso me hace pensar en otra cosa —indicó Linda, caminando de un lugar a otro—, el pez dorado puede ser la firma del asesino que, a diferencia de la primera víctima, su firma fueron las piedras con que fue atacado.

—¿Qué relación puede tener unas piedras con un pececito dorado? —preguntó Brenda, arrugando la frente.

—Eso se tendrá que pensar —respondió la criminóloga—. Por otro lado, tendrán que entrevistar a más personas, investigar las tiendas de mascotas e ir descartando sospechosos, sé que es una labor gigante, pero los exámenes arrojaron muy poco, como mencioné, no hubo huellas ni rastros de sangre. Bueno, en el caso de la primera víctima, la sangre encontrada fue la de él mismo. ¡Ah, otra cosa! Los exámenes de sangre realizados al segundo cadáver revelaron su nacionalidad, el resultado fue cotejado con unos resultados de un examen de sangre de una clínica en Costa Rica.

—Eso refuerza lo que nos contó aquel chico —dijo Emmett— ¿Algo más?

—Me temo que no —respondió Linda y su reloj soltó un pitido—. Debo irme, chicos, el deber llama.

—Gracias, Linda —respondió Brenda.

—Gracias por tu ayuda —agregó Emmett—. Bien, ¿cuál es el siguiente paso?

—Como dijo ella, debemos entrevistar a más gente, alguien debe saber algo más.

—Y verificar las tiendas de mascotas, eso nos arrojará un montón de personas, pero por algún lado debemos comenzar.

—¿Cuál es la hora de muerte de Enrique? —preguntó Brenda.

—A las veintitrés horas, antes de la medianoche —contestó su compañero.

—Tres horas de diferencia —indicó Brenda—, y un par de días entre muerte y muerte, con todo ello podemos ir estableciendo un móvil, aunque de momento solo revela que no tiene una hora y día establecido para matar a sus víctimas.

—¿Y cómo los selecciona? ¿Serán solo hombres las víctimas?

—Hay que averiguarlo, Montgomery.

* * *

Una semana había pasado, las entrevistas tomadas no revelaron gran cosa, era como buscar una aguja entre un pajar. Por otro lado, tal y como lo mencionaron, la cantidad de personas que tenían mascotas era enorme; sin embargo, según los resultados de los exámenes al pelo animal, el mismo correspondía a un gato angora blanco, lo cual reducía un poco la lista, pero eso no llevaba a un punto exacto.

—¿Crees que debamos centrarnos en aquellos que tienen anotaciones en el sistema? —preguntó Emmett.

—Pudo haber sido alguien sin antecedentes —contestó Brenda, quien servía un café de la máquina dispensadora—, pero podemos verificar algunos que tengan problemas psicológicos.

—Eso es... —No encontraba la palabra correcta para expresarse y decir «estúpido» no era lo más correcto en ese momento—. Estamos encasillando al culpable sin tener más pistas de la que ahora tenemos.

—Hay una nueva víctima —llegó diciendo Leroy Jenkins—. En marcha.

Fox y Montgomery recibieron toda la información recolectada. Una nueva víctima había sido encontrada en el barrio Newry, al sur de la ciudad y en frente de una vieja fábrica abandonada.

—Es el mismo lugar donde encontré los documentos de aquel caso del año pasado —indicó Emmett—. ¿Recuerdas? El relacionado con la chica del abrigo que desapareció.

—Lo recuerdo —respondió su compañera.

Unos minutos más tarde llegaron al lugar acordado. Ambos mostraron su placa para poderse hacer paso en medio de la multitud.

—Menos mal llegaron —indicó un policía regordete—, es algo asqueroso de ver, al tipo lo encontró un indigente, al parecer está drogado y comenzó a gritar como loco, eso alertó a la gente y alguien llamó a la policía.

Brenda y Emmett llegaron hasta la víctima: un hombre moreno bastante alto y de complexión atlética se hallaba muerto, tenía el rostro desfigurado y un par de dedos rotos y, sobre el cadáver, un escapulario.

—Debe tener varias horas muerto —dijo el policía que los recibió—, miren las moscas. Se llama Trevor Flores, veinticinco años, está en lista de búsqueda por tráfico de drogas.  

—¿Crees que...? —preguntó Emmett al ver el cadáver, luego centró su mirada en su compañera.

—Sí —contestó Brenda—. El escapulario es una pista enorme, tenemos a un asesino obsesionado con Dios o algo similar, tendremos que averiguarlo.

—Fueron apedreados, aserrados, tentados, muertos a espada; anduvieron de aquí para allá cubiertos con pieles de ovejas y de cabras; destituidos, afligidos, maltratados...

—¿Qué fue eso? —preguntó Brenda interrumpiendo al policía que los había recibido.

—Ah —contestó el policía—, fui un tiempo sacerdote y viendo el escapulario me hizo recordar a la primera víctima, el que fue apedreado.

—El asesino probablemente esté recreando escenas de la biblia —dijo Emmett sin despegar los ojos del cadáver.

—No —contraatacó Brenda—, pero en la biblia podemos encontrar algunas respuestas.

Una vez terminaron de fotografiar la escena, recogieron el cuerpo sin vida y lo depositaron en una ambulancia, la multitud de persona fue dispersa.

Brenda y Emmett regresaron a la estación, esta nueva víctima daría un giro total a las teorías que poco a poco comenzaban a concretarse entre ambos detectives, eso sin tener en cuenta los resultados de la autopsia.

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