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3. El hombre agresor

Según las indicaciones, el barrio Caldicot quedaba en el sur de la ciudad, se trataba de un lugar de clase media baja. Los lugareños solían decir que, si se te ocurría hacer una visita de noche, lo más recomendable era hacerlo acompañado, pues a esas horas  el ambiente se tornaba un poco pesado y, quien no viviera allí, se sentiría intimidado y fuera de lugar.

El hogar del difunto señor Wolf, se ubicaba en una casa esquinera y tenía todo el aire de ser una casita familiar acogedora y, sobre todo, muy bien cuidada. Seguramente porque la esposa de Al se cercioraba de que luciera muy bien, era probable que le preocupaba lo que pensaran sus vecinos.

Emmett presionó el timbre de la casa, a su lado Brenda se mantenía en silencio; a pesar de haber comenzado con el pie izquierdo, ambos se mantenían a la expectativa de que pudiesen trabajar juntos dejando de lado sus diferencias.

—¿Quién es? —preguntó una voz femenina al otro lado de la puerta, su timbre era suave, lo que daba a pensar que se trataba de una mujer agradable.

—Brenda Fox y Emmett Montgomery —respondió la morena—, estamos encargados de investigar la muerte de su esposo.

El silencio se extendió más de lo pensado, ¿acaso se negaba a hablar? No podían culparla, dadas las circunstancias, había gran probabilidad de que no quisiese estar en boca de todo el barrio y solo era cuestión de tiempo para que la noticia se extendiera hasta las cadenas de noticias.

—Ya le dije a la policía que no pienso hablar —contestó la mujer al otro lado de la puerta.

—Solo será unos minutos —explicó Brenda—, si desea puede contestar las preguntas a través de la puerta, si eso la hace sentir más tranquila.

Otro largo silencio en donde los dos investigadores intercambiaron miradas. Emmett se encogió de hombros.

—Lo intentamos —dijo él.

—Yo me encargaré —declaró Brenda—. Tú solo quédate callado y quietecito.

Aquella última palabra hizo sonreír a Emmett, pero no refuto, probablemente entre mujeres se entenderían mejor y él no es que tuviese mucho tacto con el género femenino, tenía bastantes anécdotas que lo acreditaban.

—Entiendo que puede sentirse adolorida y confundida, pero...

La puerta finalmente abrió y ante ellos se descubrió una mujer que surcaba los treinta, aunque lucía bastante agotada, a pesar de los kilos de maquillaje que llevaba; según Jenkins, contaba con un niño, así que era probable que cuidar de él la mantuviese cansada; la maternidad no era fácil, sobre todo, si hubiera un padre ausente, aunque no tenían completa de seguridad de que ese fuese su caso.

—Pasen —indicó la señora Wolf, quitó los seguros y les dio la bienvenida. Luego, se aseguró de que nadie estuviese mirando en dirección a su casa.

—Lamentamos su pérdida —indicó Emmett.

Ante sus palabras, la oficial Fox lo fulminó con una mirada, claramente le había indicado que se mantuviera en silencio y evidentemente Emmett no soportaba recibir órdenes de una mujer, a menos que se tratara de alguien con mayor jerarquía que él.

Brenda suspiró, algo dentro de sí le decía que debía que tener mucha paciencia.

—Por favor, tomen asiento —habló la anfitriona—. Afortunadamente Charlie se encuentra en el colegio, ¿gustan un café o un té?

—Té —respondió Brenda.

—Café —indicó Emmett, y ambas voces sonaron al unísono.

Una nueva mirada de reproche recayó sobre el investigador.

—Mencionó que no quiso hablar con la policía —comenzó a decir Brenda—. ¿Por qué?

La señora Wolf soltó un bufido.

—-Siempre me he mantenido al margen de lo que hace mi marido —contestó, mientras se dirigía a la cocina—. En muchas oportunidades han venido a traerlo borracho, en condiciones reprochables, también, he tenido que ir un par de veces a sacarlo del calabozo por iniciar peleas en distintos bares o clubes nocturnos, con el tiempo, me imaginé que algún día lo vetarían en cada rincón de Silveroak... Nunca me imaginé que moriría, aunque en el fondo lo deseaba.

Una parte de ella se enojaba por haber soltado ese tipo de información, pero si no lo hablaba, seguramente la tacharían como sospechosa de su muerte, sobre todo por las últimas líneas pronunciadas; sin embargo, Brenda omitió ese detalle, primero sentaría unas bases antes de adentrarse en ese terreno.

—Su esposo murió apedreado y fue encontrado en un callejón cercano, la causa de muerte fueron las diferentes contusiones —confesó la oficial Fox, aunque se remordía por dentro al hablar con tanta seguridad, no podía evitarlo; sobre todo, teniendo en cuenta que aún no tenían los resultados forenses—. Las piedras con las que fue atacado fueron puestas alrededor de su cuerpo, suponemos que debe significar algo. ¿Sabe si tuvo enemigos?

La señora Wolf soltó un bufido nuevamente, al tiempo que se acercaba a la sala de estar con tres tazas sobre una bandeja de lo que parecía ser plata, aunque había gran posibilidad de que se tratara solo de hierro.

—No me sorprendería que los tuviera —confesó la mujer—, era un hombre bastante temperamental, todo lo enojaba; últimamente, se refugiaba en la bebida, no siempre fue el mismo tipo, hay que aclararlo.

—Entonces no tiene ningún nombre —insinuó Brenda.

—Lamentablemente no —respondió la anfitriona, mientras le daba un sorbo a su taza—, con los vecinos nunca trató, era yo quien hablaba con ellos, no quería ningún tipo de amistad teniendo en cuenta el rumbo que Al le estaba dando a su vida, temía... Me daba mucho miedo que me juzgaran por estar con un hombre como él.

Esa fue la señal que la investigadora estaba esperando para adentrarse en ese campo más personal.

—También dijo que deseo la muerte del señor Wolf —soltó Brenda—, supongo que su relación se vio deteriorada por ser un bebedor recurrente.

Al lado de ella, Emmett bebía su café en pequeños sorbos, manteniéndose en silencio y escuchando atentamente. Brenda deseaba que, al acabarse su bebida, no decidiera intervenir.

—Sí —contestó la señora Wolf, con la manga de su suéter se quitó la capa de maquillaje que cubría su ojo izquierdo, revelando una mancha violácea que, en su momento, debió haber sido del color negro.

—¡Mierda! —exclamó Emmett y al percatarse de su voz, hundió los labios dentro de su boca, como una señal de que había metido la pata o que no era la palabra correcta para referirse a lo que estaba observando—. Lo siento.

—Por eso no quiso hablar con la policía —indicó Brenda con firmeza—, su esposo la golpeaba y sería la primera sospechosa, sin embargo, no puede pasar nada si tiene una coartada. ¿Recuerda qué hizo el miércoles de la semana pasada alrededor de las dos de la madrugada?

—Durmiendo como una persona normal —contestó.

Emmett soltó una risa nerviosa, con una mano sostuvo la taza y con la otra se tapó la boca. Sabía que estaba actuando como un niño, pero eso hacía enojar a Brenda y él no veía inconveniente en hacerla rabiar un poco.

—¿Tiene forma de comprobarlo? —preguntó Brenda.

—Los vecinos del frente tienen cámaras de seguridad —aseguró la señora Wolf—, supongo que eso puede servir.

—Nos encargaremos de eso, señora —indicó Emmett, ya se estaba aburriendo de mantenerse en silencio y sentía la mirada punzante de su compañera—. Una última pregunta, ¿el señor Wolf lastimó alguna vez a su hijo? ¿Qué edad tiene él?

—Tiene ocho años, detective, y nunca intentó tocarlo —respondió la mujer—. Siempre que quiso hacerlo, yo me interpuse.

—¿Por qué no lo denunció? —preguntó Brenda, ignorando que Emmett había roto su silencio cuando claramente le indicó que no hablara. Su bebida ya estaba fría y apuró el último sorbo.

«Paciencia, mucha paciencia», le decía su mente.

—Tenía miedo —confesó—, no sabía qué repercusiones tendría mientras la policía se encargaba de ese tema..., la verdad, es que no alcanzo a imaginar lo que hubiera hecho si se hubiera enterado que lo acusé con las autoridades, seguramente hubiese muerto a manos de él, no lo sé.

—Al parece alguien hizo justicia a nombre suyo —habló el detective Montgomery—, no tenemos certeza de eso, pero estamos trabajando para averiguar el motivo de su muerte, por cierto, qué café tan delicioso.

—Es receta de mi abuela —confesó la señora Wolf—, y espero logren dar con el responsable de su muerte, aunque lo merece, lo menos que espero es saber quién lo hizo, seguramente tuvo problemas con alguien y nunca lo supe, como dije, tuvo un cambio de un tiempo hacía acá.

—Muchas gracias por su tiempo, señora Wolf —habló Brenda, levantándose del sofá—, y la mantendremos informada de nuestros avances.

Con un apretón de manos se despidieron de la mujer y salieron de la vivienda.

—Definitivamente eres insufrible —le refutó Brenda, una vez en la calle.

—¿Qué? —preguntó Emmett, se sintió realmente ofendido, como si le hubiesen dicho que tenía mal aliento.

—Si te digo que guardes silencio, debes hacerlo —le reprochó—, pero no, tenías que abrir tu bocota.

—Obtuvimos información importante de ella, ¿no es así?

—Sí, pero... Ugh, olvídalo, Montgomery, aún nos queda un testigo.

Tomaron el vehículo que la jefatura les había proporcionado: un BMW 320i, que perfectamente podría pasarse como un carro particular, de un color negro para no llamar demasiado la atención. De camino al hogar de la señora Wolf, había conducido Emmett, pero ahora era turno de Brenda.

—Como castigo por hablar cuando no debías —indicó ella.

Emmett pudo lidiar con eso, la verdad es que conducir no era una de sus grandes pasiones.

Su siguiente destino: El bar de Monty, un local nocturno al otro lado de la ciudad, muy cerca de la zona industrial. 

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