14. Buscando al culpable
La residencia Curtis perfectamente podía camuflarse entre las distintas casas del barrio Montcharm en el sur de la ciudad. Cada una de ellas tenía el mismo tamaño, paredes beige y tejas color ladrillo; sin embargo, esta se diferenciaba por el colorido jardín que se dibujaba con distintas macetas con plantas de flores y algunas de solo verdor que le daban un aire alegre a esa vivienda en particular, que no tenía nada que envidiarles a otros hogares similares.
Abigail, quien en su momento se llamaba Adriana, amaba la jardinería desde que había sido una niña, lo que explicaba el llamativo jardín.
Brenda y Emmett llegaron al lugar, y la mujer que los recibió no tuvo impedimento en dejarlos entrar, aun cuando se presentaron como detectives de homicidios. El interior era tan alucinante como el exterior, era una casa familiar en toda regla, con una gran sala de estar con chimenea incluida, una cocina tipo americano y el pequeño comedor frente a este último. Aunque desde afuera se veía como un lugar gigantesco, en realidad tenía el espacio justo para una familia. Emmett se detuvo en la chimenea y se quedó embobado viendo las distintas fotografías, en donde se podía apreciar a la mujer junto a un niño que bien podía ser Timothy, otras más con su esposa y en otras había una niña que podría tratarse de una segunda hija.
¿Qué los trae por acá? —preguntó Abigail.
—Estamos investigando una serie de muertes —indicó Brenda—, todo parece indicar que el culpable es Timothy Curtis, ¿lo conoces?
—Ah, Timothy —dijo la anfitriona y suspiró—. Ahora solo es un recuerdo en nuestras vidas.
—¿Murió? —preguntó Emmett y volteó a mirar a su compañera, quien lo fulminó con una mirada, lo que le hizo pensar que no había hecho la pregunta de la forma correcta.
—No realmente —sonrió Abigail, en su rostro se vislumbraba la nostalgia—, pero es como si lo fuera. Quiero decir, vivió con nosotros hasta los quince años y luego lo enviamos a una escuela especial, lo visitábamos en varias ocasiones hasta que se escapó a los dieciocho años y desde entonces no tenemos noticias de él, puede estar en cualquier lugar, incluso muerto, no lo sé...
La mujer se calló por un instante y los detectives intercambiaron una mirada.
—¿Qué clase de escuela? —preguntó Brenda.
—Era... —Para Abigail era, no solo vergonzoso, sino traumático volver a escarbar en ese escabroso pasado—. Cuando era un niño descubrimos que a él... Que a él le gustaban otros niños y una vecina nos recomendó ese lugar para que fuese un niño normal y, al parecer, dejarlo en ese lugar funcionaba o al menos eso era lo que nosotros creíamos, no nos llegamos a imaginar que lo pasaba tan mal y pensara en escaparse, hasta el punto de hacerlo realidad.
—¿Qué hay de su esposo? —preguntó Emmett, interrumpiendo a Brenda que estaba a punto de contraatacar.
—En el hospital —contestó la mujer—. Está en cuidados intensivos, hace poco descubrimos que tiene diabetes, desafortunadamente ni el medicamento ni la diálisis parecen ser una solución, se detectó muy tarde, pero todavía tenemos la esperanza de que se recupere y vuelva a casa...
—Ha dicho nosotros —le interrumpió Brenda—, ¿a quién se refiere?
—Nuestra hija Yuri —respondió con una sonrisa que iba ocultando ese deje de melancolía que desprendía—. Con la ausencia de Timothy decidimos adoptar, y dimos con ella hace un par de años, ya es toda una adolescente.
Al ver el dolor a través de los ojos de la mujer, Brenda podía entenderla y ponerse en sus zapatos, con un padre ausente en su hogar —aunque por diferentes razones— sentía cierta empatía por Abigail. No era el mismo escenario, claramente porque su padre era un alcohólico que decidió abandonarlas, pero de alguna forma supo cómo se sentía ella y su hija, no solo ante la ausencia del hombre de la casa, sino de aquel hijo, quien había desaparecido sobre la faz de la tierra, al menos para ellos; no obstante, había una pregunta que la inquietaba antes de que Emmett la interrumpiera.
—En el pasado —comenzó ella—, usted y su esposo tuvieron otra identidad. Llegaron como inmigrantes, pero adquirieron la nacionalidad, aunque con otros nombres, ¿a qué se debe eso?
Abigail bajó la cabeza, no solo era traumático revelar ese pasado que no podía borrar, sino porque era uno en el que creyendo hacer las cosas bien actuaron mal, llevados por aquella creencia en Dios y esa vida religiosa que profesaban hasta apenas unos años.
—Estábamos avergonzados de nuestros orígenes —confesó la mujer con sus mejillas encendidas—, tanto mi esposo como yo no la estábamos pasando bien en México y era algo frustrante, por eso decidimos dejar nuestro hogar y comenzar de cero en territorio extranjero, fue muy difícil lograr lo que conseguimos en ese entonces, así que decidimos cambiar nuestros nombres, para ese entonces era buena idea, pero con esa llegaron más malas decisiones, como la de enviar a nuestro hijo a esa escuela. Sobre todo, yo estaba obsesionada con la religión y mi esposo me animaba, con el tiempo decidimos cambiar esos pensamientos y... Siento que la enfermedad de mi esposo es consecuencia de un pasado lleno de pésimas elecciones, no lo sé, seguramente un castigo divino, no lo sé...
—Lo siento —se disculpó Brenda—. Lamento haber tocado ese tema, pero necesitábamos saberlo para entenderla un poco mejor y resolver dudas, eso quiere decir que no tiene idea dónde se encuentra Timothy.
La mente de Emmett se disoció por unos segundos y recordó aquellas palabras que su amiga Amalia le había dicho: «¿Qué hay de los lugares donde ocurrieron las muertes? Recuerdo que mencionaste que, con la última víctima, tal vez se trataba de una estrella o una constelación».
—Tengo una idea —dijo Emmett en voz alta, lo que llamó la atención de ambas mujeres—. Lo siento, agradecemos mucho su colaboración, pero ya debemos irnos.
—¿Qué pasa? —preguntó Brenda, quien poco a poco comenzaba a tornarse enfadada, sobre todo porque quería hacerle un par de preguntas extra a la mujer.
—Debemos volver a la estación —respondió Emmett—. ¡Ahora!
Brenda apretó los dientes. «Más vale que tenga al bueno» pensó, pues con aquella petición tenía ganas de zarandearlo y halarle el pelo por haber interrumpido la labor que estaban cumpliendo. Ambos agradecieron a la anfitriona una vez más por haberlos recibido y ella respondió diciendo que esperaba que encontraran al asesino y que si tenían noticias de Timothy le informaran, aunque lo más probable es que él no quisiera saber de su familia, sobre todo que tenían una hija adoptiva para llenar ese vacío que él dejó.
—¿Qué rayos te está pasando? —preguntó Brenda, mientras abordaban el vehículo en que habían llegado.
Emmett tomó el mando del carro y emprendió el viaje de vuelta.
—El mapa de la ciudad —dijo Emmett, aquella idea revoloteaba en su mente y no podía descansar hasta confirmarlo.
—No entiendo —soltó Brenda con frustración.
—Espera a que lleguemos y lo entenderás —contestó.
Brenda asintió, si Emmett tenía algo entre manos y no quería revelarlo era porque debía tratarse de algo grande.
Unos minutos más tarde llegaron directamente a la sala de juntas en donde el mapa de la ciudad se mantenía intacto, con las chinchetas sobre los lugares de cada muerte y un hijo rojo que las unía para darle forma a la figura que poco a poco se comenzaba a revelar.
—Una rosa de los vientos —dijo Emmett y señaló el mapa con una sonrisa—, obviamente no en su totalidad, pero si completas la imagen... —Miró a su compañera sin dejar de sonreír.
—El maldito es más inteligente de lo que me imaginé —expuso Brenda, parpadeando lentamente mientras procesaba esta nueva información.
—Y tiene sentido —agregó el detective—. En la cultura popular se dice que las cuatro puntas pueden ser interpretadas como un símbolo de los pilares fundamentales de una organización, no solo los puntos cardinales; en cualquiera de los casos, refleja el camino hacia la excelencia y el éxito. Son cuatro puntas y ocho ángulos, es decir, ocho víctimas.
—Refleja que se saldrá con la suya a como dé motivo —dijo la morena sorprendida porque, aunque un poco tarde, tenían prácticamente el caso resuelto, solo faltaba encontrar al culpable—. ¿Cuánto tiempo pasó entre la muerte del oficial McCormick y el banquero?
—Tres días —contestó Emmett—, y faltan tres víctimas. Si decide seguir ese mismo hilo la siguiente víctima será...
—Mañana en la noche —afirmó Brenda—, y tenemos el lugar donde posiblemente lo irá a realizar y la hora.
Con esa nueva información estaban dispuestos a encontrar al culpable antes de que cometiera su siguiente crimen.
NOTA DEL AUTOR: En la siguiente imagen podrán entender mejor la explicación sobre la rosa de los vientos; los puntos rojos simbolizan los ocho lugares elegidos por el asesino, las líneas rojas son las víctimas que van hasta el momento.
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