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Capítulo 9.

Los días pasan como el viento lento, se acerca el frío junto a otoño y ya me huele a estrés, diversión, cansancio y momentos divertidos.

Se acerca La Cena Otoñal, así la nombro el Padre. Con esa gran cena daremos bienvenida al otoño, donde las hojas caen y el cielo se torna anaranjado.

Mi segunda estación favorita.

Termine de preparar la dinámica para esta noche, la cual me asignó el coordinador porque estuvo ocupado. Es miércoles y toca club juvenil. Los miembros deben estar ansiosos, la semana pasado no hubo reunión, por lo que hoy les preparamos varias dinámicas y un solo tema.

El reloj marco las 6:00 PM, ya es hora de que lleguen, en eso de las 7:00 están todos. Somos alrededor de 25, literalmente, una gran parte de los jóvenes del pueblo. 

Entre el club cuando tenía 15 años, me encantó. Me hice amiga de una gran parte, con el tiempo solo me quede con Leyla. Irónicamente, es así con todos los que llegan. Te recibimos, te amamos, pero después de que te terminas de integrar te vuelves uno más de nosotros.

Los chicos empezaron a llegar, es increíble como cada día llega un visitante nuevo. Cuatro de diez visitantes mensuales se quedan, pero somos felices con qué nos visiten y se acerquen a Dios a través de la diversión y la amistad.

Dios, es lo principal aquí.

—Ay me duelen las rodillas. —Leyla se sentó a mi lado. Chequeo su rodilla y se la acaricio.

—¿Qué estuviste haciendo?

—Ejercicio. —chilló. Reí bajito, todos los días tiene un hobby diferente. En cambio yo, no sé qué hacer con mi tiempo libre.

—¡Buenas noches! —gritaba uno de los coordinadores para que le prestaran atención, hasta que por fin se callaron.

—Vamos a empezar, pongámonos de pie.

Como todos los miércoles, debemos hacer un círculo y orar antes de comenzar. Para que a nuestras mentes entre el tema, entendamos y todo salga bien.

Hicimos el círculo y tome la mano de Leyla, la rubia se queja una y otra vez de sus rodillas. Cuando íbamos a empezar la oración, la enorme puerta se abrió. Todos giramos a ver de quien se trataba.

Una sonrisa se formó en mis labios. Nuestras miradas se encontraron y me sonrió. San ha vuelto, mi futuro esposo ha llegado.

~~~

—Uy, pero parece que creciste dos centímetros más. —me susurró divertido, y yo muy orgullosa de mis 1.71.

—Estuve comiendo más.

Deje de ver como el coordinador explica el tema para ver sus ojos. Ojitos sonrientes que me ven con... ¿deseo?

—Me alegra que estes comiendo bien. —le sonreí. Ambos volvimos la vista al frente, pero yo vi como la puerta fue abierta nuevamente.

Algunas voltearon a ver como una figura alta entra por la puerta. Trae una chaqueta de cuero negra y un gorro que cubre su pelo, Ethan. El piercing en su ceja derecha brilla en la oscuridad de la puerta y sentí una corriente eléctrica en mi espina dorsal al ver como me sonríe.

El tomo asiento en una de las sillas más apartadas, los chicos empezaron a murmurar pero el coordinador no dejó de dar su tema.

¿Por qué no se callan? Ni en la iglesia dejen de criticar y juzgar.

—Llegó tu hombre. —Leyla me susurra al oído en un hilo, mi mirada se queda sobre él y lo veo colocarse sus auriculares.

¿Para que vino?

Deje de verlo cuando volteo su mirada seria así mi, mastica un chicle y se ve demasiado, pero demasiado serio. Es obvio, lo obligaron a venir.

Ethan no tiene menos de 20 años, por lo que le sorprende que vengan por que lo obligan como si fuera un adolescente rebelde.

—¿Todo bien? —San descansa sus manos sobre la mía, volteo mi vista con incomodidad y le asiento. No tardo en descansar su cabeza en en mi hombro. Sonreí, incómoda.

Preste atención al coordinador, el tiempo siguió pasando lento, no dejo de ver a Ethan, es inevitable. Más cuando dorio su vista hacia nosotros y enfureció sus cejas, tensó su mandíbula y me vio a los ojos. Alzó una ceja viéndome, como si estuviera tentándolo.

—Sao, puedes pasar y explicar la dinámica. —rápidamente me aparte de San y quite la vista de Ethan, deje salir un suspiro de alivio, me sentía mejor.

Expliqué la dinámica detalladamente, mientras Leyla repartía paletas de caramelo. Básicamente, cada quien le dará su paleta a alguien y dirá el porque decidió dárselo a esa persona.

—No, no puedes. —le negué la paleta a Leyla, la rubia hace pucheros indigna. Se que se rehúsa a decir buenas palabras para otra persona.

—Te preguntó de nuevo, ¿A quien le darás tu caramelo?

—Mmm, —ella buscó con la mirada, una gran parte ya habían entregado su caramelo, hasta que se decidió, y le dio su paleta a una chica llamada Amber.

—Mi paleta será para... —San busca con la mirada a la persona afortunada de tener su paleta, varias chicas murmuran entre ellas. Ingenuas. Esa paleta es mía.

—Será para Luisa.

¿Qué? Mi sonrisa se borro de golpe. Como si rompieran un cristal débil y recién pulido. Visualice como le llevaba la paleta a la chica y se sentó a su lado para decirle unas palabras.

—Me parece que es una persona muy dulce, tienes carácter y me gustaría conocerte más. —le habló cerca, la chica se quedó embobada y yo trague seco en el centro de todo.

Pero bueno, es el propósito de la dinámica. Unas palabras y un simple dulce no nos dañarán. Pero la palma de mi mano me pica y quiero salir corriendo.

Entonces giré mi cuerpo liviano. Mi vestido amarillo de estampa de naranjas bailo en en los ojos verdes y rojos de Ethan. El se quedó embobado, no sé si fue por mi o por algo que esta tramando. Tiene una sonrisa pícara en sus labios y ve atentamente hacia mis espaldas.

—Yo le daré mi paleta a un invitado. —hablé, el invitado que he mencionado no tiene nada en sus manos. Solo la paleta que se le fue entregada antes.

Ethan me vio coqueto, sabia que era para él. Camine de espacio hacia él, pude sentir la mirada de todos sobre mi, pero seguí caminando. No sé si hago esto por celos o por pena.

—Será para Ethan. —me senté a su lado. El no voltea a verme y levanta su mano tatuada para quitar su auricular.

—Pienso que es una persona muuuuy interesante. —hablé alto, para que todos escuchen.  Gire mi vista hacia San quien me ve con una sonrisa falsa en sus labios, seguido vi a los demás que me ven extrañados.
—Quisiera conocerlo más. — gire a verlo y una sonrisa se formó en sus labios, una seductora y que podría volver a cualquiera loca. Me puse a verlo, de frente, nuestras miradas verdes chocaron y dejó de sonreír.

BUM. BUM. Sentí mi corazón arder, estoy apunto de decir algo que me podría meter en problemas.

—Ethan Allen. Bienvenido, espero conocerte mejor.

Él sonríe, pude ver brillo en sus ojos. Negó con sarcasmos y se puse de pie. Levante mi vista a verlo y me tense cuando voltea su vista a San.

—Entonces. Yo le daré mi dulce a ese chico. —se puso pensativo, era obvio que no recordaba el nombre de San.

—¿A mi? —pregunto él desde el otro lado. La tensión entre estos dos se notó en toda la iglesia, el silencio rozó las paredes y todas las miradas están sobre Ethan.

—Si, me pareces muuuuy interesante. —me imita con descaro. Ambos chicos se ponen de pie y se acercan. —Espero conocerte mejor.

No se cuando quedaron tan cerca, pero ambos están frente a frente, Ethan lo golpea con el dulce en el pecho y San lo toma con seriedad. Pero después, Ethan se aleja viéndolo desde su hombro.

¿Qué diablos acaba de pasar?

~~~

El reloj grande y viejo al lado de Jesucristo marco las 9:00 PM, es hora de ir a casa y no despegó mi vista de Ethan. Está chupando muy tranquilo el caramelo que le di. Todos se despiecen o charlan antes de irse, pero el solo se queda viendo su celular.

¿Por qué no se va? De repente, se puso de pie y guardó su celular. Con la paleta en su boca camino hacia la puerta trasero. Lo seguí con la mirada, como vi a Leyla irse tras Victor, no dude en levantarme y escabullirme tras él.

La puerta que da paso al callejón viejo y húmedo de la iglesia está entre abierta. La empuje con duda, y vi una rodilla. Salí, para ver a Ethan recostado de la pared apunto de prender un rollo.

—Oye, no hagas eso. —él se giró a verme sorprendido, empuñó aquella cosa dañina en sus manos y me vio con una ceja alzada.

—¿Qué quieres? —me fulmino con la mirada, me acerque a pasos lentos hacia él. Con dudas.

—¿Por qué viniste aquí?

—No es tu asunto.

—Si lo es, por eso pregunto. —dio dos pasos y guardó el rollo en su chaqueta, me vio, enfurecido y se acercó expulsando peligro. Me quede ahí, frente a él. Enfrentando su aliento y su aroma a cereza, el de la paleta.

—¿Por qué sigues jodiendo? ¿Para qué me quieres conocer? —escupió en mi cara, incluso me cayo saliva ante sus palabras duras y llenas de odio.

Me achine en mi lugar y trate de meter mis manos en algo, pero no tengo nada en donde esconder mis nervios. Los tiros finos y ligeros que sostienen mi vestido con ayuda de mis hombros se debilitan, mi tiro izquierdo cae despacio y se roba la mirada ruda de Ethan.

—No... —mis voz no sale al ver como mira mi hombro desnudo. Respire hondo y volví a hablar. —No te estoy jodiendo.

—Oh, si que lo haces. —levantó su vista de golpe, en un desdén tomó mis hombros y me empujó sobre la pared fría más cercana.

Dejo su respiración en mi cuello. Que causa pequeños escalofríos mi piel y su cercanía pone mi corazón acelerado. Sentí como clavo su boca en mi cuello indefenso, deje salir un quejido cuando sus labios tibios rozaron mi piel. Pero eso no fue todo, metió su pierna derecha entre las mías.

Me debilite, sentí mi pecho arder y deje salir quejas de mis labios. La humedad de su lengua se adueñó de mi piel, lamió mi cuello gentilmente, incluso sentí sus labios presionar contra mi. Chupo suave, con su respiración agitada. Caí entre sus piernas, él me sostuvo por la cintura e hizo un fuerte agarre contra mi. Lleve mis manos a su chaqueta y la sujete, con los ojos cerrados goce de su tacto y sus labios comiendo mi cuello.

—Lo haces, y mucho. Me fastidia que seas tan ingenua y confianzuda Saoirse.

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