Capítulo 13.
Ethan Allen.
—Mmm, eso es de parejas. —trate de sonar lo más seguro posible, la pelirroja a mi lado hizo un puchero innecesario.
Joder, que si la agarro por esos cachetes.
—¿Y?
—¿Cómo que "Y"?—trató de imitar cómo se encogió de hombros desinteresada, suspire cansado y me ve con ojos fogosos. —Es que si gritas allá arriba me sentiré avergonzado.
Trate de divagar lo que dije antes.
Soy un estúpido, no, no lo soy. Solo estoy muy tenso.
—No lo haré.
—¿Segura?
Y como soy un estúpido que solo piensa en estupideces, salieron las palabras mas estúpidas que he dicho en vida.
—Bien, hagamos un trato. —casi rueda los ojos pero mejor se gira hacia mi mientras nuestras miradas rozan junto al destello de luces que desprende el juego mecánico a nuestro lado. —Si gritas, te besaré. Y si te beso, serás mía.
Ella enarcó unas carcajadas ruidosas y enormes. Yo me achiqué en mi lado, ¿Qué diablos acabo de decir? ¿Cómo haré mía a esta chica? No es un objeto, es una persona, pero quise sonar seguro y que entienda lo que dije.
—Ok, olvida eso.
—Jajajaj, ¿cómo lo haré? —continúa riéndose y su helado, bueno, mi helado amenaza en caer. —Hablaste como un tonto, ¿Cómo que seré tuya?
Sus carcajadas no paran. No deja de burlarse de mi, no me gusta, me siento avergonzado, humillado, no me tomó en serio.
¿Cómo puede? Pensé que era más seria. ¿O soné muy estúpido?
—Mejor vamos a la Estrella. —me levante de golpe, apunto de romper el vaso de helado.
Ella paró de reírse y se puso seria. Se levantó, y camino conmigo hacia el juego. El señor encargado nos miró mal, es obvio que no la quiere encender porque solo somos dos. Al igual que el otro, tuve que darle dinero extra. Pensé varias veces antes de hablar con señor barbudo, pero al ver los ojitos verdes de Sao ver con un destello fugas las luces de la rueda tuve que pagar la mitad de los asientos.
—¡Que emoción! —exclamó la pelirroja a mi lado. Pataleo con sus pies de manera infantil y reí inconscientemente.
¿Por qué le queda tan lindo ese vestido azul? Ese color resalta su piel pálida y suave como si se tratara de un bebé. Combina con su pelo rojo y sedoso, ¿Será pelirroja de naturalidad? Su pelo parece el de una muñeca.
Lo quiero tocar.
—Oh Dios mío.
Cuando vengo a mi, me doy cuenta de lo alto que estamos. Ella tiene sus ojos cerrados con fuerza, sus pestañas largas sobresalen, y veo como sus bellos se levantan.
Desde hace días estoy así, me pierdo en mis pensamientos. Es normal que eso me pase, que piense en mis problemas u otra cosa. Pero el problema es que pienso en ella, no tanto, pero suelo hacerlo, imagino cosas, hasta escucho su voz.
—¿Qué sucede?
¿Debería? Tal vez, hablarlo con ella. Soy un hombre consciente. También soy mayor que ella, podría ir a la cárcel o ganarme el odio de sus padres. Pero no planeo dejarla ir sin antes disfrutarla.
—¿Ethan?
Lo haré poco, ella se dará cuenta de que no valgo la pena y se largará. No soy una persona para ella, no soy un príncipe azul, mucho menos el chico que la abrazo el otro día.
Unas manos cálidas me sostienen con fuerza de la mejilla. Por fin salgo de mi trance, veo el cielo detenido y después a la chica nerviosa frente.
—¡¿Qué está pasando?!
Entonces me doy cuenta de que nos hemos quedado varados a la mitad del viaje. Ella chilla en lo profundo, se ve preocupada y tomo su mano para que se calme.
—Es normal. Ya encenderá de nuevo.
—¿Esa es la escuela? —habla sorprendida. Pero una sonrisa se forma en su rostro mientras ve el horizonte.
El viento sopla, su pelo se levantan. Es como si soplara despacio sobre ella, como si estuviera a su favor. ¿Cómo puede verse tan bien? Su sonrisa tímida es muy linda, sus iris verdes tienen una chispa que reflejan las estrellas que no es están presentes.
—Sao... —mi voz salió, ella no presto atención. Continúa viendo el cielo nocturno con ojitos alegres.
Entonces alce mi mano, antes de arrepentirme, guardé un mechón de su pelo tras su oreja. Ella giró mi vista hacia mi.
Me incline hacia ella.
Nuestras vistas chocaron. Su sonrisa se desvaneció cuando acerque mis labios. La voy a besar, no será como antes. La besare tan dulce que querrá volar conmigo.
Con ayuda de mi mano la acerque más. Ella se quedó quieta, mi corazón empezó a latir desesperado y espere una señal de ella.
Y cuando cerró sus ojos, la bese. Sus labios son suaves, anhelo chuparlos y morderlos, pero la sensación tibia en mi pecho me dice que me calme y que disfrute de sus labios superiores. Cerré los ojos.
Después tendré tiempo para comérmela toda.
Ella misma, movió sus labios, incline mi cabeza a la derecha y tomé su rostro con ambas manos. Trate de ignorar como mi estómago se revolotea, como mi piel pide más y disfrute de sus caricias.
Ella chupa mis labios a su antojo, solo le sigo el ritmo mientras ella se come cada centímetro de mi boca. Mis dientes hacen contacto con su lengua y aprovecho para tomarla, ella suelta un gemido de sorpresa tan sutil y dulce como un algodón de azúcar, aún así no la suelto y chupo de esta. Abrí mis ojos al escuchar como ríe, me alejo de sus labios y ella está sonrojada, sus mejillas están cálidas y ruborizadas, la tomo de las mejillas y se queja viéndome a los ojos.
—No me muerdas.
La ignoré y la acerque. Esta vez la beso con rabia, incluso nuestros dientes chocaron, pero seguí comiendo sus labios y su lengua, hasta dejé besos y lamidas en todo su rostro.
Joder, esto es mejor que fumar.
Y así, me di cuenta de que besar a Sao es una de las cosas más adictivas y relajantes para mi. Lo mejor es que me puedo controlar, no toco donde se pueda sentir incómoda o le moleste, aunque a ella le guste mi tacto. Lo sé porque se estremece junto a mi con cada caricia que le doy.
Es un pajarito que desea volar y experimentar. Y yo le ayudaré, por lo menos mientras pueda.
—¿Te gustó? —cuestiona ella mientras nuestros brazos rozan y damos un paso más junto.
—¿El beso o la salida?
—La salida tonto. —aún viendo hacia el frente, pude sentir como se sonrojaba. Suspire, junto a ella y pensé bien las respuesta.
—Me gustó todo. Pero me gustó más mandarte a volar y como gritabas.
—¡Eres un estúpido! —grita mientras suelta mi mano y me alejo de ella para esquivar el débil golpe que lanzó sobre mi hombro izquierdo.
Ella bailó con su vestido azul, se vio tan hermoso cuando se hecho a reír por mi maniobra y se lanzó tras de mi para alcanzarme.
—Admítelo. A ti también te gusto.
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