Capítulo 11.
Ethan Allen.
¿Qué pasaría si paso por encima de esa estúpida, llego hasta la oficina del maldito y lo golpeo?
Bueno, tal vez empeoraría la situación. Me volverá a demandar y él tendría el Póker.
Solo me queda respirar profundo una y otra vez, a este ritmo mi la música calma la ansiedad que tengo, la zorra frente a mi ve como mis pies se mueven una y una vez. Trueno mis dedos cada tres segundos, sin ningún motivo me empiezo a desesperar, me levanto de golpe y sin motivo.
Algunas personas me ven, con confusión. Es como si vieran a un jodido loco haciendo algo extraño. Camine hacia la mujer y ella levantó su vista hacia mi, irritada.
—¿Le falta mucho? —inquiero desesperado. Odio estar así, maldición, debí fumar algo antes de salir.
Ella gira los ojos. Toma el teléfono y marca varios botones, ya van dos veces que me pongo de pie a puntos de romperle la cabeza y solo me dice:
—Está ocupado. Que espere.
—Hijo de puta. —susurre tan bajo, pero la rubia con el teléfono en sus manos que solo sirven para masturbar escucho.
Si, por su culpa estoy metido en esto. Al principio creí que el tipo me había demandado por haberle arruinado el tatuaje, pero al descubrir que él y la rubia con la que solía acostarme antes son amantes, ahí lo entendí todo.
—¿Tan difícil la tienes? —pregunto con su voz seductora, la cual me llevo a la cama un montón de veces.
—No es tu asunto. Ahora, dile a tu jefe que mueva el culo. —rasco mi nariz inconscientemente, una y otra vez, golpeo con la punta de mis dedos al madera. Ella volvió a marcar, y por fin, el maldito le dio permiso para dejarme entrar.
—Suerte. —me guiña el ojo descaradamente. Camine hacia la oficina hediendo a tabaco del maldito que tiene mi estudio cerrado.
Ya serán casi tres semanas que está cerrado. Perderé clientes, dinero, y maldita sea. Si no acepta el trato me veré en la necesidad de obligarlo a que acepte. Mi estudio no es un lugar para que lo estén investigando tanto, mucho menos yo.
—Buenos días. —manifiesta el barbudo. Me señala una silla pero lo ignoro, lo ve fijamente hasta que saque el cigarro de su boca. —¿Qué te trate por aquí nuevamente Ethan Allen?
—Quita la denuncia. Hagamos un trato.
—No me interesa. —escupe, y lo juro por mi vida que mis ganas de estrangularlo ahora mismo.
—¿Quieres dinero?
—¿Qué dices? Si tengo el doble de dinero que tienes tú. —dejó el cigarro sobre un envase lleno de cenizas, se puso de pie, y pude sentir la sangre arderme todo el cuerpo.
—Ya te lo dije, negociemos. —me trague las mil maldiciones que tengo atoradas en la garganta. Él empezó a caminar hacia mi.
—¿Qué quieres negociar? Ya cometiste el mayor error de tu vida. Ethan Allen, estas jodido.
Quedamos frente a frente, su asquerosa respiración se adueñó de mis fosas nasales, apreté mis puños con rabia.
Todo por una maldita puta.
¡Maldición!
—¿Y cual fue ese error? —pronunció cada palabra con odio, que sepa que podría matarlo si no existiera eso llamado "Ley". Y él, es abogado.
—Ya sabes. —juega con el bolsillo de mi chaqueta, —Te pusiste a jugar con juguetes ajenos. Y yo soy muy egoísta.
Eso fue suficiente, lo tome por el traje fino y lo levante lo más alto que pude. El gordo barbudo se quejó, lo lance sobre su escritorio y rompí varias cosas que habían en el.
Ethan contrólate.
—¡Me vale una mierda! ¡Se comporta como un maldito hijo de perra de 16 años! —lo tome del cuello los más fuerte que pude, sonríe de manera complacía y me pican los puños.
—Haz lo qué quieras, adelante.
—¿Y a ella porque no le hace nada? ¿Eh? La deja ahí con su carita de puta que continúe metiéndose con todos sus clientes. ¡Y yo soy el único culpable! —le grite en la cara. Él volvió a reír, pero esta vez a carcajadas.
La ira recorrió todo mi cuerpo. Joder, unas ganas de matarlo. Me costo tanto poner mi estudio, fue tan difícil y complicado, ¿cómo podría salir de esta situación? No tengo la ayuda de nadie, ningún familiar se interesará por mi.
El maldito mundo es tan jodido conmigo.
La vista del gordo se fue hacia arriba, justo en la esquina a la derecha. Gire mi cabeza dudoso, entonces la vi, una pequeña cámara negra nos vigila desde lo oscuro. Lo solté, lleno de impotencia. Las ganas de golpearlo siguen intactas, pero ya estoy metido en otro problema.
Salí lo más rápido que pude ser lugar, tome uno de los taxis que trascienden la ciudad y pedí que me dejaran cerca del estudio.
En el taxi estuve a punto de romper las dos ventanas que impedían que respira aire fresco, el conductor se dio cuenta de mi inquietud y apresuró el paso.
En el estudio, busco el rollo que tenía escondido bajo mi escritorio. Lo encendí, y di caladas de él hasta sentirme aliviado. Mi cuerpo por fin se relaja, mi respiración se alivia y dejo de sentir presión en mi pecho. Mejor, mi mente deja de atormentarme.
Recuerdo el día en que abrí el estudio, solo tuve tres clientes ese día. Dos vinieron por piercings, y uno quería un tatuaje de una oruga caminando su forma, junto a la palabra: Metanoia. Después, mi estudio se lleno, incluso tuve que contratar a una persona para que me ayudara. Hasta que cayo la denuncia y tuve que cerrarlo, el chico se fue y siguió sus estudias universitarios.
En cambio yo, no tengo mas nada que hacer. No tengo mas nada donde apoyarme.
"Descuida, tendrás tus razones"
Sao se cuela en mi mente, otra vez. Una sonrisa se formó en mi rostro al recordar como la pasé con ella la otra noche.
Por alguna razón, siento que ella está conmigo. Pero solo es una chiquilla, en cuanto se dé cuenta de que no valgo la pena se alejara. Solo le falta experiencia y conocerme, mientras tanto, disfrutare de ella.
Aquel accidente dejó mi moto arruinado. Ahora la están remodelando, tengo ahorros y suficiente dinero en el banco, por lo que disfrutar de varios caprichos no me mataría.
Veo las heridas en mis brazos, ese accidente dejó varias marcas en mi cuerpo, incluso un enorme hematoma en mi pecho. Recuerdo la punzada de dolor qué sentía por dentro, no podía respirar.
—Todo gracias a esta mierda. —tire las sobras sobre la basura de unos papeles que estuve limpiando.
También debo admitir que la comparo de Sao me fue de mucha ayuda, y fui capaz de comportarme como un idiota con ella al otro día. Me disculpe, pero siento que no fue suficiente.
Saqué mi celular y marqué el número que tengo agregado como: Muñequita. Junto a una rosa y una corona.
Me tome la confianza de hacerlo así, después de todo ella no lo va a ver.
En el chat hay un audio de esta mañana, no me molesto en escucharlo ya que llamo sin pensarlos dos veces. De
inmediato respondió:
—¿Hola?
—Hola muñeca, ¿Cómo estas? — una sonrisa se formó en mi rostro después de escuchar su voz.
—Todo bien, estoy en la escuela. ¿Y tú? —con razón escuché tanto alboroto, debe de estar casi al salir y a esa hora se ponen tremendos.
—Mmm, estoy en la ciudad.
—¡Oh! ¿En serio?
—Si, ¿por que la sorpresa? Vivo aquí. —entonces me doy cuanto de ese detalle. Aquí es donde vivo, tendré que volver y dejarla.
—Aah, cierto... —hablo sin ganas, ella también se dio cuenta. Aclare la garganta para romper el ambiente tenso y cambie el celular de oreja.
—Pero ya voy a salir, estaré allá en la noche. ¿Nos veremos?
—Si, me llamas cualquier cosa. Ahora me tengo que ir porque la última clase esta a punto de empezar.
—Esta bien. Nos vemos.
~~~
Autobús, como te odio. Tanta gente bajo el mismo techo me estresa, tanto malos olores, gente hablando, niños hediondos a caca llorando, pero es lo que tengo que enfrentar ahora. Por no comprarme un auto en vez de una moto.
Mi vida siempre fue estable. En el pasado disfrute de una familia cómoda, tenía todo lo que quiera, estudiaba en la mejor escuela del pueblo, comía todo lo que quería, aunque ese vacío estuvo ahí siempre.
Luego, en la adolescencia, empecé a llenarlo con vicios. Desde marihuana hasta coca. Lo he tratado de dejar, pero es el único consuelo que tengo.
No quiero la ayuda de nadie, no quiero que nadie se hunda conmigo. Solo dejaré que esa mierda me consuma como yo la consumo a ella.
Y pensar que solo tengo 22 años. Joder, si estoy jodido.
Veo el sol asomarse por la ventana. Mi trasero duele de estar sentado en este incómodo asiento desde hace unas dos horas. Empuñe el obsequio que llevó para Sao, una caja verde, dentro hay un collar con un colibrí. A diferencia del mío, su colibrí extiende sus alas y vuela, así como lo dice su nombre.
Saoirse/libertad.
¿A que se deben tantos detalles Ethan? No lo sé, solo me nace hacerlos. Es como hace un rato, vi el collar en la joyería y pensé en ella. La plata del collar brilla al igual que ella, y las las del colibrí son iguales de delicadas y con las mismas ganas de volar que ella.
Pero espera Sao, te ayudaré a volar. Te voy a mostrare lo que es disfrutar de la vida sin tener que hacer tantos rosarios, sin tener que orar tanto y ser tan obediente con tus padres. No abandonarás tu fe, solo tendrás intereses más fuertes.
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