Un día en el Rancho Lon Lon
En los Bosques alrededor de Ordon...
- Muy bien... ya casi te tengo.
Un jabalí salvaje se acercaba a beber agua en el río. Escondido detrás de un arbusto, Link aguardaba el momento propicio. Aguantando la respiración y tratando de no tocar nada que pudiera hacer ruido y alertar al animal, el joven hyliano fue sacando una flecha de su carcaj, y se preparó para dispararla. Con mucho cuidado, tensó el arco y aguzó el ojo, mientras la bestia colmilluda se inclinaba para tomar agua.
¡FIU! ¡THOK!
- ¡CUIIIIIII! - El cerdo salvaje chilló de dolor, y un segundo después se desplomó en el suelo. Link salió de su escondite y se acercó con cautela. Examinó a su presa, la flecha le había dado justo en el lado izquierdo de la garganta. Tras verificarlo bien, Link sacó unas cuerdas de la bolsa que llevaba y le ató las patas. Era un jabalí de tamaño mediano, así que no tendría demasiado problema en cargarlo de regreso hasta el pueblo.
- Muy bien, con esto tenemos tocino para todo el mes. - dijo felizmente, echándose a cuestas su recién cazada presa, tambaleándose un poco por el peso, pero logrando estabilizarse.
Aún cuando su trabajo formal fuese en la herrería de su abuelo, Link ocasionalmente se iba en su tiempo libre a cazar al bosque, nunca venía mal conseguir algo de carne fresca adicional. Y dado que ahora tenían una invitada, quizás tuviera que hacerlo con más frecuencia. Desde luego, Link no era de los que gustaba de cazar solo por deporte, siempre tomaba solo lo que necesitaba, para que la naturaleza siguiera su curso.
Con su tarea completa, el joven emprendió su camino de regreso a casa.
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Casa de Link...
- ... y entonces yo le dije: ¡pues si te duele, no lo hagas! - decía Aryll, hablando con Zelda, ambas sentadas en el sillón de la sala. Mientras tanto, la abuela andaba barriendo mientras tarareaba una cancioncita, y afuera se escuchaba el martilleo del abuelo en la fragua.
- Jajajajajaja. - Zelda se rio, al parecer Aryll le estaba contando un chiste o algo similar. - ¿Y después qué pasó?
Habían pasado ya dos semanas desde que Zelda había llegado. La posada ya estaba libre, pero cuando Zelda les habló de querer irse para allá, argumentando que "no quería ser una carga para ellos", la abuela insistió mucho en que se quedara con ellos. Algo reacia, Zelda aceptó a condición de que le permitieran ayudarle con cualquier cosa que pudiera, dado que tenía planeado quedarse unos cuantos meses en Ordon. De cualquier manera, había llegado a tomarle bastante aprecio a la familia en esas dos semanas, y ellos al parecer se habían encariñado mucho con ella a su vez.
- ¡Ya llegué! - dijo Link entrando a la casa, cargando a su presa del día a cuestas.
- Ah, hola, hermano. - dijo Aryll. - Vaya, que cerdo tan grandote trajiste.
- "Qué fuerte es." - pensó Zelda al ver el tamaño del jabalí, pero como era de esperarse, Link estaba tan cansado que ya no lo aguantaba más, así que lo dejó caer y se lo llevó arrastrando hasta la cocina. Instantes después regresó, y se dejó caer en el sillón, al lado de Zelda y Aryll totalmente agotado.
- Uff, ese cerdo estaba pesado. - dijo el joven. - Bueno... luego de descansar un poco, iré a ayudar al abuelo.
- Sobre eso, Link, tu abuelo me dijo que quiere darte el fin de semana para que descanses. - dijo la abuela.
- ¿Eh? ¿Cómo que descansar? Aún tengo mucho qué hacer. - dijo Link.
- Has estado trabajando muy duro toda la semana. Está bien que quieras ayudarlo, pero necesitas algo de tiempo para ti, ¿no te parece?
- Pero, abuela...
- Sin peros, jovencito. - dijo la abuelita, esta vez en un tono ligeramente más severo.
Link suspiró resignado. Era un muchacho con un alto sentido del trabajo, aunque a veces se lo tomaba demasiado en serio, lo que le preocupaba a su familia ya que en ocasiones se olvidaba de apartar algo de tiempo para él mismo. Estaba bien que quisiera trabajar, pero no debería hacerlo TAN duro.
- Aparte, puedes aprovechar de llevar a Zelda a conocer un poco los alrededores del pueblo, ¿no crees? - preguntó la abuelita, sin mirarlo, pero riéndose por dentro.
- ¿Eh? - Link abrió los ojos, creyendo haber oído mal. - Espera un momento, ¿yo?
- Sí, ¿quién más si no? - dijo la abuela. - A ambos les vendría bien salir de su rutina.
Salir de su rutina. La abuela sabía muy bien lo que estaba diciendo. Link había pasado las últimas dos semanas metido en la herrería tratando de ayudar lo más que podía a su abuelo, y en el poco tiempo que no pasaba ahí se iba a cazar al bosque. Por su parte, Zelda se iba todas las mañanas a la biblioteca, y regresaba para el almuerzo, pasándose las tardes en casa de Link, y como este último andaba bastante ocupado, no le quedaba mucho más que hacer que ponerse a conversar o a jugar con la pequeña Aryll, y si bien lo disfrutaba, no estaría mal poder hacer algo más para variar.
- Hmm... bueno, ya qué. - dijo Link. - Creo que podría pasar por el Rancho Lon Lon. Y, ya que la abuela lo sugirió... Zelda, ¿te gustaría acompañarme?
- ¿Lo dices en serio?
- Sí, allá en el rancho hay mucho espacio para que los caballos corran. Quizás tu Cloud quiera salirse de ese establo un rato, ya como que ha estado ahí mucho tiempo. Es más, a Malon y Cremia les gusta organizar carreras de caballos allá, seguro que les gustará.
Zelda se acordó de los nombres. Cremia era la chica que había conocido en la biblioteca el otro día, la hermana mayor de la pequeña Romani, y según mencionó, Malon era su prima, la chica a la que había ayudado en el pueblo del castillo haría cosa de un mes más o menos. La habían invitado a que fuera a cenar en su casa, aunque no había podido hacerlo aún. Quizás ahora era un buen momento, no sería de buena educación despreciar la invitación.
- Eso suena bien. - admitió Zelda.
- ¿Puedo ir yo también? - intervino Aryll.
- Aryll, estoy yendo por trabajo, no creo que... - Link miró a su hermanita, estaba viéndolo con ojos de cachorrito suplicante, el chico frunció un poco el ceño, pero después de un par de segundos, asintió. - Ah, de acuerdo, puedes venir, pero no me pongas esa cara, ¿bien? -
- ¿Cuál cara, si es la única que tengo? - rió la pequeña.
- Aryll, ya sabes de qué hablo. - reprochó Link. Le molestaba que su hermanita hiciera eso.
- Ah, vamos, no te enojes.
Zelda se cubrió la boca soltando una risita. Se notaba que esos dos hermanos eran muy unidos.
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Mientras tanto, en casa del Alcalde...
Ilia y su padre, el Alcalde Bo, acababan de terminar su cena, y la chica se encontraba en la cocina lavando platos, con una mueca de enfado. Estaba pensando en las últimas dos semanas.
Había estado siguiéndole el rastro a la tal Zelda, vigilándole sus movimientos muy de cerca, llegando incluso al extremo de espiar las conversaciones en casa de Link, desde luego teniendo mucho cuidado de que no la fueran a descubrir fisgoneando. Al principio, le tranquilizaba un poco el pensar que Zelda solo estaría de paso unos días, y pronto se largaría, pero al estar oyendo a escondidas, resultó ser que la chica nueva tenía planeado quedarse unos cuantos meses en el pueblo. Cuando llegó, la posada estaba llena, y era lógico pensar que una vez que se desocupara alguna habitación se saldría de la casa de Link.
- Pero sigue ahí... - se decía a sí misma la rubia. - ¿Cómo es posible?
No le cabía en la cabeza. La chica había aparecido de la nada, y Link le ofreció su casa para quedarse, así sin más. Era cierto que Link y su familia eran bastante caritativos con los forasteros, aunque nunca llegaban a tanto. No entendía como le habían ofrecido quedarse. Quien sabe si les estaba pagando o algo similar.
- Ilia... creo que ese plato ya está limpio.
- ¿Eh? - La chica volvió de estar perdida en sus pensamientos al oír la voz de su padre, dándose cuenta de que de tanto fregar el plato ya empezaba más bien a quitarle el lustre. - Ah, disculpa, papá.
- ¿Te sientes bien? Has estado muy distraída estos días, ¿ocurre algo?
- No, nada, estoy bien. - mintió la chica.
- ¿Segura? - Bo como que no se tragaba el cuento, conocía a su hija lo suficiente como para saber que algo pasaba por su mente. Algo que la estaba perturbando.
- ... no es algo de lo que debas preocuparte. - dijo finalmente, admitiendo en parte. - En serio.
- Está bien, si tú lo dices. - dijo finalmente Bo. No tenía caso discutir con Ilia, no daría su brazo a torcer. Mejor sería dejarla que ella misma se hiciera cargo.
La chica volvió a su labor de fregar los platos cuando su padre se fue, su mueca de disgusto retornó a su cara. De nuevo a enfocarse en una sola cosa: la invasora. Esa invasora que se había metido en territorio prohibido, en SU territorio, y eso no estaba bien. Nada bien.
- "No sé qué planee esa chica por aquí, pero más le vale no intentar nada raro con MI Link." - pensó.
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Al día siguiente...
A mitad de la mañana, dos figuras ecuestres atravesaban a trote suave la linde del bosque al oeste de Ordon. Acercándose a campo abierto, pudo verse al iluminarse el camino que se trataba de Zelda, montando a Cloud, y Link, que iba en Epona. Sentada frente a este último estaba la pequeña Aryll, agarrándose de la silla de Epona, mientras su hermano la agarraba de la cintura con una mano, y con la otra llevaba las riendas de la yegua.
- Link, ¿cuándo podré montar a Epona yo sola? - preguntó la pequeña.
- Cuando tengas edad suficiente. - respondió su hermano.
- Ah, no es justo, siempre me dices lo mismo. - dijo Aryll, frunciendo el ceño e hinchando las mejillas. - Cremia sí le deja montar a Romani, ¿por qué tú a mí no? -
- Porque no es tan sencillo como parece. - dijo Link.
- Pero Romani no es mucho mayor que yo, y sabe montar. - dijo Aryll.
- ¿Ya quieres dejar de molestarme con eso?
Zelda sentía que se estaba quedando excluida de la conversación, pero no le parecía buena idea intervenir, por lo que se conformaba con simplemente escuchar. Comprendía la actitud de Link, era el hermano mayor de Aryll y solo estaba tratando de cuidarla. Ya Link le había dicho que Epona era una yegua brava y no había sido nada fácil amaestrarla, no dejaba que cualquiera la montara. De hecho, unos días atrás Zelda por poco recibió una coz cuando fue a ver a Cloud en el establo, por fortuna Link calmó a la yegua antes que fuera a lastimarla. Zelda era una buena jinete, pero generalmente trataba con caballos más dóciles.
- Oigan, miren hacia allá. - dijo Zelda interrumpiendo la discusión de los hermanos, mientras señalaba hacia el frente. Habían salido del bosque y habían entrado a una pradera donde se distinguía una colina. Sobre ella se alzaba una estructura cercada, con un portón de reja entreabierto.
- Ah, ya llegamos al rancho. - dijo Link. - Vamos, Epona, camina.
- Síguela, Cloud. - dijo Zelda, chasqueando las riendas de su corcel.
Cuando llegaron a la entrada, vieron a una chica pelirroja recién saliendo del corral, cargando en cada mano unas cubetas llenas de leche, las cuales se veían bastante pesadas.
- Hey, ¿necesitas ayuda con eso, Malon? - llamó Link su atención mientras de bajaba de su montura, la aludida volteó a ver al recién llegado, y se puso notablemente feliz.
- Hola, Link, cuanto tiempo. - dijo sonriendo la pelirroja, mientras dejaba la carga en el piso un momento para ir a darle un abrazo.
- Oye, ¿y yo qué? - preguntó Aryll, viendo que Malon estaba "acaparando" a su hermano.
- Aryll, ¿cómo estás? - dijo Malon, ayudándola a bajarse. - ¿Me extrañaste?
- Sí, un poquito. - dijo la pequeña, abrazándola. - Prometiste que cuando volvieras me enseñarías a montar, ¿recuerdas?
- Jajaja, por supuesto, claro. - dijo Malon, fue en ese momento que notó que Link y Aryll venían acompañados por alguien más, que aún no se bajaba de su montura. - Tú... tú eres...
- Ah, Malon, quisiera presentarte a...
- Ya nos habíamos visto antes, de hecho. - interrumpió Zelda, mientras se bajaba de Cloud. - Disculpa, no nos presentamos adecuadamente. Me llamo Zelda, gusto en verte otra vez.
- Igual. - dijo Malon, entre sorprendida, y feliz de ver de nuevo a su benefactora. - Gracias de nuevo por habernos ayudado, en serio estamos en deuda contigo. -
- ¿De qué estás hablando, Malon? - Link no entendía.
- Hará cosa de un mes, cuando fui a la ciudadela del castillo de Hyrule. - dijo Malon. - Tuve un... pequeño accidente por allá, y tu amiga Zelda me salvó. De no ser por ella no hubiéramos podido pagar nuestras cuentas, nos salvó de que nos embargaran el rancho.
- ¿Hablas en serio? - dijo Link, mirando a Zelda con cara de, entre asombro y desconcierto.
- Sí, lo digo en serio. - afirmó Malon. - Por culpa de una señora gorda y amargada perdí casi toda la leche que llevaba, pero ella vino y me la pagó, así sin más.
- Hey, no es para tanto. - dijo Zelda, medio ocultando la cara un poco apenada. - Yo solo...
- Vaya, has de tener mucho dinero si pudiste pagarles esas cuentas. - dijo Link, aún sorprendido. - Qué generoso de tu parte.
Zelda volteó la cara intentando disimular su sonrojo. Alcanzó a murmurar un "gracias" medio tartamudeando, mientras jugaba con las puntas de sus dedos. La expresión incómoda de Zelda no pasó desapercibida para Malon, a leguas se podía notar que a la joven el haberse puesto en evidencia por su buena acción aparentemente la hacía sentirse mal de alguna manera.
- Lo siento, ¿dije algo que no debía? - preguntó Malon.
- No, que va. - dijo Zelda, tratando de fingir que no había pasado nada. - Simplemente... no creí volver a tocar ese tema, es todo.
- Ah... bueno, si tú lo dices. - dijo Malon, por dentro preguntándose el por qué Zelda reaccionó así.
- Bueno, basta de charlas por un rato. - dijo Link. - Malon, me debes una carrera de caballos, ¿recuerdas? -
- ¡Yo quiero participar! - dijo Aryll, saliendo de pronto, luego de quedarse prácticamente excluida de la conversación de los tres jóvenes.
- Eso no, jovencita, eres muy pequeña para eso. - dijo su hermano mayor negando con el dedo.
- ¡Ay, no es justo! - dijo Aryll, hinchando las mejillas de nuevo.
- Jejejeje, ah cielos. - rió Malon. - Oye, Aryll, ¿por qué no vas un rato al granero? Quizás Romani quiera que la ayudes con las vacas.
- Buena idea. Quizás ella después sí me enseñe a montar, no como alguien más. - dijo Aryll antes de salir corriendo hacia el interior del rancho, no sin antes lanzarle una mirada fulminante a su hermano mayor, que solo se rascó detrás de la nuca.
Momentos después, luego que Malon terminara de llevar su carga de leche y la colocara en botellas en su almacén, llevó a Link y Zelda hacia el corral de caballos. Estaban cercados, pero tenían suficiente espacio para correr. Zelda se aproximó para verlos mejor. Había muy hermosos ejemplares, tanto potros como caballos adultos. Alrededor del corral había un camino ovalado que había de servir como una especie de pista de carreras. Malon abrió la reja y la cerró después para evitar que se salieran. Se acercó a uno de los caballos que había, uno marrón oscuro con una mancha blanca en la frente, y con la crin de color negro. Le puso la silla y se montó en él, guiándolo de vuelta hacia la reja.
- Link, hazme el favor y abre la reja por mí. Que no se vayan a salir los otros. - pidió Malon.
Link asintió, se aproximó hacia la reja, y la abrió para que Malon saliera, cerrándola rápidamente para que a ninguno de los otros sementales se le ocurriera escaparse.
- Oye, Zelda, ¿te gustaría correr conmigo? - preguntó Malon.
- ¿Eh? ¿Yo?
- Tu caballo se ve muy fuerte. Una carrera sería una buena forma de probar que tan saludable está. -
- Vamos, es divertido. - dijo Link.
- Hmm... seguro, ¿por qué no? - dijo Zelda finalmente. Llevaba tiempo montando a caballo, aunque nunca lo había hecho en una carrera. De nuevo, quizás ahora fuera un buen momento para hacerlo, así que volvió a ensillar a Cloud, y siguió a Malon hacia la línea de partida.
Las dos jóvenes se colocaron en posición. Link decidió ocuparse de darles la señal de partida. Las reglas eran simples. Tres vueltas al corral sin salirse del camino, la que las completara primero ganaba.
- ¿Listas? ¡Fuera! - gritó Link mientras arrojaba una nuez Deku al suelo, el estallido les dio señal a ambas para arrancar.
Las dos chicas chasquearon las riendas para poner a sus caballos al galope. Iban bastante parejas, pero cuando se aproximaron a la primera curva, Zelda se metió por el carril de adentro logrando ganar algo de ventaja, no obstante Malon la seguía muy de cerca. Zelda apuró el paso al entrar de nuevo en la recta, intentando ganar ventaja. Logró sacarle dos cuerpos de ventaja a Malon, quien inmediatamente también apuró a su corcel para no quedarse demasiado atrás. Entraron a la segunda curva, pero en el giro Zelda perdió algo de velocidad, y Malon comenzó a presionar desde afuera, acercándose lenta pero segura, y al poco de llegar a la línea de partida, logró rebasar a Zelda.
Primera vuelta, y Malon llevaba la ventaja. Logró sacarle dos cuerpos y medio de ventaja al llegar de nuevo a la curva. Zelda consiguió acercársele un poco desde afuera, pero no logró alcanzarla. Lejos de desanimarse, Zelda chasqueó las riendas para que Cloud apurara el paso. Las dos se pusieron lado a lado, intercambiando miradas.
- Eres buena. - dijo Zelda sonriendo.
- Tú no te quedas atrás. - respondió Malon.
Las dos iban muy reñidas, cabeza a cabeza, nariz a nariz. Al entrar a la segunda curva, Zelda consiguió meterse por el carril de adentro en la curva ganando algunos segundo, y urgía a su caballo para seguir acelerando. Consiguió sacarle una buena ventaja a Malon al completar la segunda vuelta, y siguió corriendo a todo lo que daba. Malon solo se mantenía detrás de ella, detrás pero siempre encima. Girando la curva, Zelda intentó apresurarse más, pero Malon no se le despegaba. En la recta, lo urgió para que corriera a todo lo posible, logrando sacarle un cuerpo más de ventaja a Malon. No obstante, al llegar a la curva empezaban a flaquearle las fuerzas a Cloud, y tuvo que aminorar un poco la marcha. Malon, al notar esto, se lanzó a la carga con todo mientras giraban en la última curva. Entraron en la recta final, Zelda trataba de ir más rápido, pero Cloud estaba muy cansado y apenas podía correr, Malon llegó atacando con fuerza desde atrás, y haciendo que su caballo diera un acelerón, no tardó en rebasarla, cruzando la línea con unos cuatro segundos de ventaja. Zelda al llegar hizo que Cloud se detuviera, era evidente que estaba exhausto por tanto correr, nunca lo había presionado a correr tanto.
- Uff, eso fue... divertido. - dijo Zelda, sintiendo que se le bajaba la adrenalina.
- Estuviste muy bien, casi me ganas. - la felicitó Malon.
- Que va, tú eres mucho mejor jinete que yo. - respondió Zelda con modestia. - Creo que es la primera vez que pongo a correr tanto a Cloud. -
- No lo hiciste mal para ser la primera vez. - admitió Malon. - Creo que solo te falta práctica, para saber cuando acelerar y cuando aminorar, así tu caballo no se cansará al correr.
- Lo tendré en mente.
- Buena carrera, muchachas. - dijo Link, aproximándose con Epona. - Y bien, Malon, creo que ahora me toca a mí, ¿no?
- Espera un momento, Link, acabamos de correr, déjanos descansar un poco. - dijo Malon.
- Bueno, mientras descansas, ¿puedo probar el curso de obstáculos? - sugirió el muchacho.
- Hmm... no es mala idea. - dijo Malon. - Veamos si puedes mejorar tu tiempo.
Link y Malon se fueron hacia el almacén que había al otro lado del corral, Zelda se bajó de su montura para descansar un poco por la carrera. Unos minutos después, vio a Link y Malon acercándose con unas vallas, que fueron colocando a cierta distancia en la pista. Mientras lo hacían, podía verlos que conversaban muy a gusto, y Malon ocasionalmente se reía cuando Link había algún comentario.
- "Parece que se llevan muy bien." - pensó la princesa. De repente, sintió un pequeño pinchazo en el pecho, sin razón aparente. - "¿Qué fue esa sensación?"
No tuvo mucho tiempo para pensarlo, ya que cuando Link y Malon terminaron de colocar las vallas, Link llevó a Epona hacia la línea de partida. Zelda fue con Malon, que sacó un reloj de bolsillo para llevarle el tiempo. Pero antes se volteó hacia Zelda.
- Oye, Zelda, ¿quieres hacer una pequeña apuesta?
- ¿Apuesta?
- Algo pequeño. - dijo Malon. - Cincuenta rupias a que Link puede completar una vuelta en menos de dos minutos. -
- Pst, cómo crees, eso es imposible. - dijo Zelda, no se lo creía.
- ¿Eso piensas? - replicó Malon. - Sabes, Epona nació y creció en este rancho, no hemos criado a un caballo que sea más rápido que ella. Lo sé porque la he cuidado desde que era una potrilla.
- En ese caso, acepto tu apuesta. - dijo Zelda sacando su monedero, y tomando cincuenta rupias. Malon hizo lo propio, aunque estaba bastante segura de que no las iba a necesitar. La pelirroja volvió su atención hacia Link, que estaba listo para empezar.
- ¿Estás listo? - preguntó Malon. - ¡YA!
A la señal de Malon, Epona comenzó a galopar. Las primeras vallas eran bajas, de modo que la yegua pudiese agarrar suficiente impulso para saltar las siguientes que eran más altas. A medida que avanzaban, se iban poniendo más altas. Zelda no creía realmente que Link y Epona fueran capaces de completar el recorrido en ese tiempo. Malon contaba los segundos en el reloj. Zelda seguía bastante tranquila, al principio, pero empezó a reconsiderar su opinión cuando completó la mitad de la vuelta en 54 segundos. La yegua saltaba con gran habilidad sobre los obstáculos. Y no aminoraba la marcha, en vez de eso parecía ir acelerando a medida que avanzaba. Completó la vuelta, ¡en 1:49 minutos!
- Wow. - dijo Zelda. - No había visto a un caballo correr tan rápido. -
- Te lo dije. - dijo Malon. - Epona es la mejor cuando se trata de correr. Claro que, también tiene un buen jinete.
- No lo dudo. - Zelda debió admitir que estaba impresionada. - Bueno, tú ganas. Aquí tienes. -
- Jaja, oye, lo de las rupias era en broma. - dijo Malon, rechazándolas. - No podría aceptarlas luego de que me pagaste mis cuentas.
- Pero un trato es un trato.
- Zelda, ¿qué parte de "era en broma" no entendiste? Sé que el dinero no es un problema para ti, pero no por eso me aprovecharé de tu buena fe.
- Bueno... si tú lo dices. - dijo Zelda, guardándose las rupias otra vez. En eso Link se acercó a ellas.
- ¿Y bien? ¿Qué tal lo hice?
- 1:49. Nada mal, rebasaste tu último tiempo por dos segundos. - dijo Malon.
- Vaya, no creí que lo haría.
- ¡Malon! - gritó una voz desde la ventana en el piso superior de la casa, era Cremia. - ¡El almuerzo ya está listo! Pero qué veo, tenemos invitados. - dijo al ver a Link y Zelda.
- ¡Hola, Cremia! - saludó Link. - ¿Cómo has estado? -
- Yo bien. Y veo que alguien decidió aceptar nuestra invitación por fin. - dijo Cremia, mirando a Zelda. - Te estábamos esperando.
- Pensé que sería de mala educación despreciarla. - respondió Zelda.
- Suerte que preparé bastante. Serviré para cinco entonces, Malon, ve a buscar a Romani, por favor. -
- Que sean seis, mi hermanita también vino con nosotros, ahora está con Romani. - dijo Link.
- De acuerdo, iré a preparar la mesa. - Cremia cerró la ventana y volvió dentro de la casa.
- ¿Seguimos corriendo después del almuerzo? - preguntó Malon.
- Por mí excelente. - dijo Link. - Todo esto me abrió el apetito.
- También a mí. - dijo Zelda.
Link y Zelda dejaron a sus caballos en el corral, mientras Malon iba a buscar a Aryll y Romani para el almuerzo.
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Al atardecer...
Tanto correr dejó tanto a los caballos como a sus jinetes exhaustos. Zelda ayudó a Malon a llevar a los corceles al establo para que pudieran descansar. Cremia y Romani las llamaron para que fueran a cenar, por lo que Malon le pidió a Zelda que fuera a buscar a Link. Mientras tanto, las chicas granjeras se ocuparían de prepararles el cuarto de huéspedes para que pudieran dormir cómodamente esa noche.
El joven hyliano de cabellos rubios estaba recostado sobre el techo del granero, mirando hacia el cielo. El sol ya se estaba poniendo detrás de las montañas, y comenzaban a vislumbrarse algunas de las estrellas en el cielo.
- ¡Link, nos llaman para ir a cenar! - llamó Zelda desde abajo.
- No hay prisa. - respondió Link. - Hey, Zelda, ¿qué tal si subes un rato? La vista desde aquí es increíble.
- Link, no deberíamos hacer esperar a Malon y a las demás. - argumentó Zelda, poniéndose los brazos en jarras.
- Ah, vamos, no se molestarán por unos minutos. - dijo Link. - Ven, bien lo vale.
Zelda frunció la boca soltando un ligero gruñido, pero luego de un momento pensó "qué más da". Cogió una escalera de mano y la colocó para subirse al granero. Tuvo que luchar contra el impulso de no mirar abajo para evitar caerse mientras subía, y cuando llegó arriba, casi se mareó por la altura a la que estaba. Pero ya lo había hecho. Dando un suspiro de alivio, gateó hacia donde estaba Link y se sentó a su lado, a observar la puesta del sol.
- ¿Qué te parece? - dijo Link.
- Vaya... es... preciosa. - dijo Zelda al verlo. Era un espectáculo digno de observarse, el sol al ir ocultándose detrás de las montañas las bañaba con un matiz rojizo que contrastaba con el verde que debían tener durante el día, la forma en como se dispersaban los últimos rayos del día era algo verdaderamente hermoso. - Es la puesta de sol más bonita que he visto.
- Siempre puedes ver las mejores desde aquí. - dijo Link. - Recuerdo que cuando era pequeño, cada vez que venía para acá, a menudo me gustaba treparme a este techo a esperar la puesta del sol. Jeje, el problema era, que no pensaba en como me iba a bajar después. -
- ¿En serio? - Zelda soltó una risita.
- Sí. - Link lo admitió con algo de vergüenza. - Mi abuelo siempre me regañaba por eso. Aún así... por solo ver la puesta del sol desde aquí, bien valía la pena soportar sus sermones. Y después en la noche...
- ¿En la noche?
- Me ponía a jugar con las estrellas.
- Oye, ¿cómo puedes jugar con las estrellas? - preguntó Zelda, lo que le acababa de decir no tenía sentido.
- De muchas maneras en realidad. - dijo Link. - Puedes ponerte a contarlas, tratar de ver cuales son las más brillantes, intentar unirlas para descubrir las constelaciones en el cielo... o hasta elegir una para ti. Observa.
Link apuntó hacia arriba, Zelda intentó ver en la dirección que Link señalaba. Notó una estrella que era algo más grande que las otras y parpadeaba sin cesar.
- Esa era la estrella favorita de mis padres. - dijo Link. - Eventualmente pasó a ser la mía también.
- Es muy hermosa. - dijo Zelda, sonriendo.
Los dos jóvenes guardaron silencio un momento, mientras volvían la vista hacia el sol poniente en el horizonte. Link tenía razón, la cena podía esperar un ratito más, valía la pena quedarse un poco más solo para ver el ocaso.
- ¿Por qué te gustan tanto las puestas de sol? - preguntó Zelda, interesada.
- Me traen buenos recuerdos... de cuando mis papás todavía seguían vivos.
- Oh... - La sonrisa de Zelda se desvaneció por el tono de tristeza en la voz de Link.
- Al noroeste de Ordon hay una colina bastante empinada. - dijo Link. - Está bastante lejos, y es difícil llegar. Nos tomó todo el día lograrlo. Pero cuando ya estábamos ahí, el ocaso que vimos fue tan hermoso que me hizo olvidar lo duro que fue el camino.
- Vaya. - dijo Zelda.
- A mi papá le gustaba llevarnos todos los fines de semana. - dijo Link. - Cuando Aryll nació, esperaba poder llevarla también, que pudiéramos ir los cuatro juntos... pero...
- No hace falta que me lo digas. - dijo Zelda, sabía muy bien lo que iba decirle. Link volteó a verla, ella lo miraba con compasión, se notaba en sus ojos que podía sentir su dolor. - Y... ¿qué sucedió? ¿No decidiste llevarla tú?
- Hmm, esperaba poder hacerlo, pero... - Link se detuvo un momento. - No lo sé. Desde que mis papás murieron no he tenido el valor de volver a ese lugar. Siento que... no lo sé, tal vez solo me haga extrañarlos más.
Zelda no dijo nada, pero entendía bien lo que Link estaba sintiendo. Extrañaba a sus padres, tanto como ella misma a los suyos.
- Discúlpame, seguro te estoy aburriendo con esto. - dijo Link, al notar el silencio de la joven.
- No, ¿cómo crees? - dijo ella.
- Hmm, bueno, no hablemos más de eso. - dijo Link, volviendo a su sonrisa usual. - ¿Por qué no me cuentas algo tú?
- ¿Eh? ¿Yo? -
- Claro. Ya te conté yo algo de mí, ahora es tu turno. - dijo Link. - Los amigos se cuentan cosas, ¿no?
- ¿Los amigos? - Zelda repitió esas dos palabras, las cuales hicieron eco en su mente. Link no tenía mucho de conocerla, pero era evidente que la consideraba su amiga. Lo suficiente como para compartir con ella un recuerdo tan especial como ese, si bien algo doloroso. ¿No podía ella hacer lo mismo?
- ¿Qué te pasa? - preguntó Link, al ver la expresión de la joven. - ¿Es que no me consideras tu amigo?
- ¡No, digo sí! ¡Digo, lo que quiero decir es, ay Diosas! - la pobre Zelda se volvió un manojo de nervios.
- ¿Zelda?
- Discúlpame, Link. - dijo Zelda, cuando por fin consiguió calmarse. - Claro que te considero mi amigo. Es solo que... me siento un poco rara. Es la primera vez que alguien comparte un recuerdo así conmigo. -
- ¿En serio?
- Sí. La verdad... si te soy sincera... en realidad nunca tuve muchos amigos de mi edad. - dijo Zelda, su voz sonaba algo quebrada. - Nunca tuve a nadie que compartiera sus experiencias así como lo haces tú conmigo ahora. Esto... es un poco nuevo para mí.
- Ya veo. - dijo Link. - Has vivido encerrada en tu hogar mucho tiempo, ¿no?
- Sí. Lo poco que sé del mundo exterior lo aprendí de mis libros. - dijo ella.
- Bueno, ya no tiene por qué ser así. - dijo Link, acercándose a ella. - Yo con mucho gusto puedo mostrártelo todo. O al menos, lo que hay en los alrededores de Ordon. -
- ¿Link? - Zelda sintió sus mejillas al rojo vivo, Link estaba tomando su mano. Su corazón se empezaba a acelerar.
- Escucha, al menos mientras estés aquí, intenta liberarte de todo eso. - dijo Link. - Así, siempre tendrás buenos recuerdos en tu corazón. Y algo más, que te quede claro que, aunque después nos separemos, siempre seremos amigos, ¿entiendes?
Una gran cantidad de sensaciones se entremezclaban dentro de Zelda. No sabía qué pensar, qué decir. Pero algo era seguro, esas palabras que Link le había dicho habían llegado a lo más profundo del corazón de la joven princesa. Le hicieron sentirse muy feliz, como nunca lo había estado, y se volteó para ocultar una lagrimita que se le salió del ojo.
- ¿Zelda?
- Disculpa, me entró algo en el ojo. - dijo ella a modo de pretexto. - Link... lo que me acabas de decir, yo solo... gracias.
En un parpadeo, y sin pensarlo mucho ella simplemente lo abrazó, Link tardó un momento en asimilarlo, pero finalmente sonrió y le devolvió el abrazo. Una parte de Zelda le decía que eso no debía ser, no era correcto que una princesa se pusiera tan cercana con un plebeyo. Seguro que si el primer ministro los viera en ese momento mandaría a que encarcelaran a Link, o algo peor. Pero eso no importaba, él no estaba presente. Estar en los brazos de Link le resultaba cálido, reconfortante, y no tenía intenciones de dejar esa sensación, al menos no por el momento.
- ¡Vuelvan aquí, bestias emplumadas!
Los dos jóvenes cesaron su abrazo cuando oyeron la voz de Romani gritar, en medio de un montón de cacareos. Cuando vieron, se dieron cuenta de lo que pasaba, la pequeña pelirroja, junto con Aryll, andaban correteando a tres cuccos que se le habían escapado del corral, y ahora intentaban devolverlos, para lo cual se intentaban ayudar con unas redes para atrapar mariposas.
- ¡No! ¡Dejen eso! ¡No! - Los cuccos se lanzaron a picotearlas, las pobres pequeñas tuvieron que cubrirse, cuando finalmente cesaron su feroz asalto, se dispersaron, uno de ellos voló y se puso al pie de la escalera que estaba en el granero, Romani no pensó mucho y alzó la red para intentar atraparlo, pero falló y por si fuera poco, un pedazo de la red se enredó en un clavo que estaba medio salido, y en lo que la chiquilla dio media vuelta y trató de ir a perseguirlo de nuevo, le dio un tirón la escalera... y Link y Zelda aún estaban en el techo.
- ¡Ay, no, la escalera! - gritó Zelda. - ¡Romani, la escalera!
- ¡Lo siento, en cuanto atrape a esos pajarracos los ayudaré a bajar! - dijo la pequeña antes de dar vuelta y correr de vuelta, mientras Aryll intentaba perseguir a otro que se había alejado. - ¡Vuelvan aquí!
- ¡Romani! - volvió a gritar Zelda.
- Ah, déjalas, yo me haré cargo. - dijo Link, deslizándose techo abajo hacia el borde.
- ¿Qué estás haciendo? - preguntó Zelda, al verlo que se empezaba a colgar del borde.
- Descuida, ya he hecho esto antes. - dijo el joven simplemente, soltándose del borde y aterrizando de pie en el suelo sin ningún rasguño.
Acto seguido cogió la escalera y la volvió a poner para que Zelda se bajara. La joven dudó un momento pero finalmente decidió bajar, así que se acomodó con cuidado y se dispuso a poner los pies en la escalera, pero en ese preciso instante, Romani y Aryll venían corriendo persiguiendo a uno de los cuccos, el cual tuvo la brillante idea de corretear cerca de donde estaba Link, y las niñas por intentar atraparlo echaron a correr alrededor de las piernas del muchacho, provocando que este perdiera el balance y por ende sacudiera la escalera y esta cayera hacia un lado, Zelda no había terminado de acomodarse bien por lo que el sacudón la dejó con las piernas colgando en el aire, intentó sujetarse del tejado para subir de nuevo, pero finalmente los dedos se le resbalaron y cayó irremediablemente.
- ¡AAAAAAHHH!
Caída inevitable, por fortuna debajo de ella había algo, o mejor dicho, ALGUIEN, en buena posición para amortiguarle la caída.
- Auch... eso me dolió... - dijo Zelda, abriendo los ojos y mirando a su alrededor. - ¿Link? ¿Link, donde estás?
- Debajo de ti... - respondió la voz del joven, sonaba como si le hubieran sacado todo el aire. Zelda se incorporó, y en efecto, se dio cuenta que estaba sentada sobre el estómago de Link, el joven había amortiguado su caída evitando que se lastimara, pero aparentemente a él le tocó recibir el impacto. Junto a ellos, las dos niñas observaban la escena, aparentemente se olvidaron por un momento del cucco que estaban persiguiendo. Zelda tardó unos segundos en darse cuenta que ella y Link estaban en una posición bastante comprometedora, y cuando vio las caras de Aryll y Romani, fue que cayó en cuenta y reaccionó.
- Oh, por las Diosas, perdóname. - dijo Zelda, parándose y ayudando a Link a levantarse. - ¿Te lastimé?
- Nah, solo me sacaste el aire, nada serio. - dijo Link, luego de recobrar el aliento.
- Uff, en verdad lo siento. - volvió a disculparse Zelda.
- Jiji, qué buena atrapada, hermano mayor. - dijo Aryll, guiñándole el ojo con picardía, Romani la secundó con una risita.
- Tú cállate. - respondió el chico, visiblemente molesto por el comentario.
- ¿Qué ocurre aquí? - vino Cremia de pronto corriendo, acompañada por Malon. - Escuchamos un grito, ¿está todo bien? -
- Sí, todo bien, hermana. - dijo Romani, antes que Link o Zelda pudieran decir nada. - Zelda se cayó del tejado, pero Link la atrapó.
- Yo no atrapé a nadie, solo serví de colchón. - corrigió Link. - Pero me alegro de haber estado en el lugar correcto en ese momento.
- A ver, ¿me quieren explicar qué ocurre? - preguntó Cremia.
- Hum, Cremia, lo que pasa es que... se nos escaparon unos cuccos, y pues, cuando intentamos atraparlos, Link estaba sujetando la escalera para que Zelda bajara, y entonces nosotras... ¡hmm, hmm! - Romani la calló antes que continuara.
- Creo que no necesitan saber toda la historia. - dijo Romani, con una sonrisita fingida, rezando por que su hermana no adivinara, pero era tarde. Cremia lucía molesta, cruzando los brazos miró muy seriamente a su hermanita.
- Romani, deberías tener más cuidado. - dijo en tono suave, pero firme. Romani bajó la cabeza avergonzada. Casi quería llorar, su hermana tenía aspecto de que la iba a castigar.
- Perdón, yo no quise causar problemas. - dijo casi sollozando. Romani nunca causaba problemas a propósito, solo intentaba ayudar con las labores del rancho, claro que por ser tan pequeña era normal que cometiera errores de vez en cuando. Su carita triste hizo que Cremia se apiadara de ella, así que decidió perdonarla, por esa vez.
- *Suspiro*, está bien, no llores, pero que no vuelva a ocurrir. - dijo Cremia finalmente. - Yo me haré cargo de los cuccos. Ahora, a la cama, es hora de dormir.
- Pero...
- Sin peros, señorita, es hora de ir a acostarse. - dijo Cremia señalando la casa, Romani no dijo nada, pero se le veía una cara de fastidio mientras iba hacia la casa. - Tú también, Aryll, dormirás en el cuarto de Romani, ve con ella.
- De acuerdo. - dijo Aryll, también algo molesta, pero siguió a Romani de vuelta hacia la casa.
- Mientras tanto, ustedes mejor vengan a comer. - dijo Cremia, refiriéndose a Link y Zelda. - La cena se está enfriando.
- Jeje, buena idea. - admitió Zelda. - Con todo esto me olvidé del hambre que tenía.
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Después de cenar...
Los cuatro jóvenes mayores se pasaron un buen rato charlando después de cenar, conversando, compartiendo anécdotas y haciendo una que otra broma. Sin bien Zelda no participaba tanto, ya que en realidad no era que tuviera mucho que decir (o más bien, que no quería), se le hizo muy agradable poder estar compartiendo entre gente de su edad para variar. Era duro vivir encerrada en ese castillo, sin ningún amigo con quién pasar un buen rato.
Se estuvieron charlando hasta muy entrada la noche, por lo que decidieron irse a dormir. Cremia fue a chequear el cuarto de su hermana menor, y cuál sería su sorpresa al encontrar un desorden de plumas por todo el lugar. Al parecer, las dos pequeñas se habían agarrado en una pelea de almohadas y ese había sido el resultado. No hará falta describir la reprimenda que Aryll y Romani recibieron por no irse a dormir cuando se les dijo, sin mencionar el desastre que hicieron. Mientras tanto, Malon llevó a Link y Zelda al cuarto de huéspedes.
- Espero que no les importe, solo tenemos una cama. - dijo Malon.
- Si ella no tiene inconveniente. - dijo Link mirando a Zelda. A ella, por su parte, no se le hacía del todo cómoda la idea de compartir cama con un hombre, y juzgando por su expresión, era claro que le daba mucha vergüenza. - Si te molesta, entonces me puedo dormir en el sillón de la sala. -
- Pero Link, eres nuestro invitado. - dijo Malon.
- Yo... - Zelda intentaba hacer acopio de fuerzas. Solo esa noche. Solo sería esa noche. No iban a hacer nada indecente, ¿cierto? - No tengo problemas, Link... bueno, a menos que ronques.
- ¿Eh? ¿Qué dijiste? - Link creyó escuchar mal la última parte. - Hmm, Malon, dame algunas sábanas, iré al sillón.
- ¡No, espera! Era broma, no te lo tomes a mal. - dijo Zelda, deteniéndolo del brazo. Intentó sacar una bromita para que se rieran, pero no le salió del todo bien. - No me importa, en serio. Será solo una noche, nada más.
- Hmm... de acuerdo, como digas. - dijo Link.
- Yo me voy a dormir también. Buenas noches. - se despidió Malon.
- Que descanses.
Link y Zelda entraron al cuarto de huéspedes. Al entrar, Zelda sintió un gran alivio. La cama era lo suficientemente grande para ambos, y lo bastante ancha como para evitar el contacto físico. Ya había tenido bastante contacto muy cercano con Link por ese día.
Zelda le pidió a Link voltearse un momento para poder cambiarse. Aunque él no la estuviera mirando, aún le daba algo de pena desvestirse frente a un hombre, pero finalmente se puso su camisón de dormir, acto seguido se colocó en el lado izquierdo de la cama y se enrolló en las cobijas, Link se quitó el gorro y la túnica que traía puesta, quedándose solo con sus pantalones blancos y una camiseta sin mangas que tenía debajo. Tomó el otro lado de la cama y se colocó en dirección opuesta a Zelda para evitar cualquier contacto visual y/o físico.
Zelda no podía evitar sentirse nerviosa. Link no lo sabía, pero ella no podía pegar los ojos por el solo pensamiento de que él estuviera tan cerca. Pero no estaba segura del por qué. Link era un buen muchacho, y muy decente, él jamás trataría de aprovecharse de ella. Así que, ¿por qué sentía tanta ansiedad? No tenía sentido.
- Oye Link... - dijo de repente, sin saber por qué.
- ¿Sí? - respondió Link sin voltear, con la voz algo somnolienta.
- Em,... - Zelda abrió la boca para decir algo, pero no sabía qué. Ni siquiera sabía por qué había llamado a Link a sí de repente. - No, nada. Solo... quería desearte las buenas noches. - Fue lo único que se le ocurrió decir.
- Ah. Buenas noches tú también. Dulces sueños.
- Gracias... - dijo ella con una voz casi imperceptible, cerrando los ojos para intentar conciliar el sueño.
¿Qué estaba pasándole? ¿Por qué se sentía tan nerviosa estando cerca de Link? Estaba confundida. Con esas preguntas en su cabeza, quizás no le fuera tan sencillo conciliar el sueño.
Esta historia continuará...
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