Revelaciones
Pueblo de Ordon...
El baile de la cosecha en Ordon dejó mucho de qué hablar aquel año. Incluso una semana después, todos en el pueblo comentaban sobre el escándalo que armó Ilia, y su resultado, que fue aquel beso (accidental por supuesto) que se dieron Zelda y Link frente a todos. Ilia se había enfurecido aún más, si eso era posible: durante toda su vida, ella esperaba ser el primer beso de Link. Pero no, la invasora le arrebató ese placer, aunque no quisiera reconocer que, desde luego, la culpa era suya por haberla empujado. En cuanto a Link y Zelda, luego de eso, algo estaba muy claro, ya no podrían verse el uno al otro simplemente como "amigos".
Era muy temprano. En casa de Link, Zelda todavía estaba dormida. Y de nuevo estaba teniendo aquel sueño recurrente. Otra vez, estaba de cuatro o cinco años, caminando con su madre por la ciudadela del castillo. De repente, salió corriendo por ahí ella sola, y vio unos niños que estaban jugando a algo, pero ella no sabía qué. La curiosidad le ganó, y fue a ver.
- Oigan, ¿a qué están jugando?
- ¿Eh? Vete, niña, esto no es para chicas.
- Sí, esto es solo para hombres, vete.
- Oigan, no sean malos, yo solo pregunté.
- Te dijimos que te fueras. No nos gustan las niñas tontas que hacen preguntas.
- ¡Yo no soy una niña tonta!
- ¿Ah no? Mírenla, dice que no es tonta.
- Je, y miren lo que trae, seguro que se cree una linda princesita con esto.
- ¡Hey! ¡Esa es mi tiara, devuélvanmela!
Los niños le arrebataron su tiara, y riéndose de ella comenzaron a lanzársela, mientras ella trataba de recuperarla.
- ¡Devuélvanmela!
- ¿La quieres? ¿La quieres?
- ¡Es mía! ¡Devuélvanmela!
- Si la quieres, quítamela. Si es que puedes, ¡jajajajajaja!
- ¡Basta, dénmela por favor!
- De acuerdo, ya que lo pediste por favor, ahí lo tienes.
- ¡Aaaahh!
Lo siguiente que supo fue que la empujaron en la fuente. Empapada, viendo y escuchando como se reían de ella, sintió como las lágrimas le subían a los ojos.
- ¡BUAAAAAAAAAAA! ¡MAMÁAAAAAAAA!
- Jajaja, ay, pero que niña tan llorona.
- ¡Oigan! ¿Qué se creen, empujándola a la fuente?
- ¿Eh?
Fue en ese momento que llegó otro niño, que se entró a golpes con uno de los que la habían empujado. A pesar de no ser tan grande como ellos, se las arregló para sacarle sangre por la boca y la nariz, y lo hizo salir corriendo, lloriqueando y llamando a su mami. Los otros dos que quedaban trataron de írsele encima juntos, pero aunque recibió algunos golpes, a uno le dio una patada en la espinilla, y al otro le metió una zancadilla para hacerlo que se cayera de narices al suelo. Los dos bravucones se fueron corriendo (uno de ellos más bien cojeando) como los miedosos que eran. Acto seguido, recogió la tiara de Zelda para devolvérsela.
- ¡Pónganse con alguien de su tamaño! ¿Estás bien?
- A... ajá, sí.
- Esto es tuyo, ¿verdad? Ya no llores. Una niña tan bonita como tú no debería estar triste.
- ¿Eh?
En ese momento fue que pudo verlo bien. El niño no era mucho mayor que ella, vestía de verde, tenía cabello rubio alborotado... y ojos azules. No pudo evitar quedarse mirando esos ojos.
- ¡Zelda, hija! ¿Dónde estás?
- Aquí estoy, mamá.
- Hijita, ¿qué haces toda mojada? Mejor te cambias rápido, podrías pescar un resfriado.
- Espera un momento.
Cuando su madre se la iba a llevar, se volteó hacia el niño. Le sonrió con algo de timidez, y tuvo que aspirar profundo para poder hablarle.
- Muchas gracias...
El niño también le sonrió, y en ese momento, el padre de él vino a llevárselo también. Los dos se alejaron, pero sin dejar de mirarse hasta que se perdieron de vista. Y en ese momento, fue que Zelda despertó.
- Otra vez... ese sueño.
Se puso la mano en el pecho. Esta vez sí lo recordaba claramente en su totalidad. Ahora estaba completamente segura de que no era un sueño: eso le había pasado realmente cuando era pequeña. El recuerdo de ese amable niño había permanecido ahí durante años. Pero, ¿quién era? ¿Y por qué le resultaba tan familiar?
- Esos ojos... - murmuró Zelda, recordando la cálida mirada que ese niño le había dirigido.
Estaba segura de haber visto esos ojos en alguna otra parte. Y entonces, la realización la golpeó en la cabeza. Su mente retrocedió hasta aquel día, cuando mientras iba por los bosques de Ordon, que se topó con aquel grupo de bandidos, y como caído del cielo, Link apareció para ayudarla. Por alguna razón, en aquel instante en que lo miró a la cara, tuvo la extraña sensación de que lo conocía de antes, aunque no sabía por qué. Zelda intentó imaginarse los rostros del niño que aparecía en sus sueños y de Link, y superponerlos el uno al otro. La similitud era increíble, en especial los ojos, eran exactamente iguales. ¿Sería posible? ¿Era Link ese mismo niño al que ella había conocido aquel día? No tenía ninguna prueba, pero sus instintos le decían fuertemente que sí. Era muy extraño, al parecer, el recuerdo de aquel encuentro cuando eran niños, parecía haberse ido de su mente, más no de su corazón. ¿Coincidencia, obra del destino? ¿Por qué no podía sacárselo de la cabeza?
- "Porque te enamoraste de él." - se respondió a sí misma mentalmente. - "Admítelo, estás enamorada de Link."
Se tumbó de nuevo en la cama. No lo podía negar más. Se había enamorado de él, eso era seguro. ¿Pero en qué momento ocurrió eso? Empezó a recordar todo lo que había sucedido desde que conoció a Link. Todo lo que habían compartido en ese tiempo. Habían sido solo unos pocos meses, pero en verdad ese había sido probablemente el tiempo más feliz de su vida. Tuvo que reconocer que Link le había gustado casi a primera vista, y él parecía gustar de ella también (Malon le dijo que así era). Pero Zelda se preguntaba si él sentía lo mismo que ella en ese nivel. Su corazón se aceleraba de solo pensar en él, y no era por los nervios, sino de una felicidad que no podía explicar. Un deseo de poder estar a su lado... siempre. Pero lo extraño era que, los dos ahora parecían estar evitándose el uno al otro, se ponían nerviosos con solo mirarse, y ya casi no hablaban cuando se quedaban a solas. El abuelo y la abuela, sin embargo, lo atribuyeron a lo que pasó la noche del baile (a pesar de que Link y Zelda no dijeron nada, se enteraron por boca de todos los que lo vieron y seguían cuchicheándolo por ahí), así que no hicieron preguntas.
Zelda vio la luz de la mañana por su ventana, y se dio cuenta que tal vez se había quedado dormida más tiempo de lo usual. Se cambió de ropa y luego de arreglarse fue bajando las escaleras camino al comedor. Probablemente ya habrían preparado el desayuno. Apenas puso un pie en él...
- ¡SORPRESA! ¡Feliz Cumpleaños, Zelda!
- ¿Eh?
Zelda tardó un momento en asimilar lo que pasaba, y lo que veía. Los abuelos estaban sentados a la mesa aplaudiendo, y Aryll arrojaba confeti. Link solo se limitaba a sonreírle, aunque no sin algo de timidez. En el centro de la mesa, había un gran pastel de chocolate con las palabras "Feliz Cumpleaños Zelda" escritas en rosa, con dieciocho velitas encendidas. Y en ese momento fue que se acordó: Ese día ella cumplía dieciocho años. ¿Cómo había podido olvidarlo?
- ¿Qué ocurre, Zelda? - preguntó la abuela ante el silencio de la joven. - ¿No te gustó nuestra pequeña sorpresa?
- ¿Eh? No, no es eso, claro que no. - dijo Zelda. - Es... muy lindo de su parte, gracias. Es solo que... se me había olvidado.
- ¿Olvidado? Zelda, normalmente no olvidas tus cumpleaños hasta que llegas a mi edad. - bromeó el abuelo. - Bueno, siéntate, ¿qué esperas? No se cumplen 18 años todos los días. A partir de hoy eres mayor de edad legalmente.
La joven se sentó, mientras los abuelos y Aryll le cantaban el Feliz Cumpleaños alegremente. Link no participaba de la canción, pero no dejaba de sonreírle. Cuando sus miradas se cruzaron, Zelda sintió que su corazón se le quería salir del pecho, y se desentendió por un instante del mundo a su alrededor, tanto así que la abuela tuvo que darle una palmadita en la espalda para que volviera a la tierra.
- Bueno, querida, ¿qué esperas? Pide un deseo, y sopla las velas.
Zelda tragó en seco. ¿Pedir un deseo? ¿Qué podía pedir? Su mente daba vueltas por el espacio, pero al cabo de unos segundos, aterrizó en Link. En aquel momento, solo había una cosa que ella deseaba...
- "Link..." - pensó mientras sonreía, antes de soplar sus dieciocho velas.
Mientras, afuera de la casa, Ilia, que no había abandonado todavía sus malos hábitos, vio con furia como todos le festejaban el cumpleaños a la "invasora", mientras disfrutaban del delicioso pastel. Desde hacía años, Link había dejado de asistir a los de ella, y ella no entendía por qué a esta chica a quien tenía tan poco de conocer le celebraba el suyo tan felizmente. ¿Qué era lo que tenía esa chica?
- ¿Por qué? ¿Por qué tuviste que aparecerte en nuestras vidas?
Después de lo del baile, Link decidió retirarle la palabra completa y definitivamente, sin mencionar que todos en el pueblo ahora la veían con recelo. Inclusive, su propio padre le dijo que estaba muy avergonzado de ella por haber armado semejante escándalo. Tuvo que reconocer que perdió el control. Si tenía que resignarse a que Link prefiriera a esa "invasora" antes que a ella, por lo menos intentaría hacer las paces con él. Pero eso no iba a ser sencillo, no si él ya no quería que se le acercara.
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Aquella noche...
Esa pequeña celebración que le dieron por sus 18 años fue para Zelda la mejor que hubiera tenido. No era que sus cumpleaños anteriores no hubieran sido buenos, pero Zelda, por primera vez en mucho tiempo, sentía como si lo celebrara "en familia". Tenía que admitirlo, ella se sentía como parte de esa familia, y llegar a serlo oficialmente no le era del todo desagradable.
- "Ser parte de la familia..." - pensó Zelda sonriendo. Ya llevaba poco más de 6 meses que había vivido en ese hogar. Se sentía muy feliz, no podía negarlo, pero se preguntaba si ya era tiempo de volver al castillo. Tal vez así era, pero aún había algo que la ataba a ese hogar. O mejor dicho, alguien.
Había pasado las últimas noches pensando en todo lo que había pasado desde que llegó al pueblo. Y en todos esos recuerdos, de una u otra forma, Link siempre estaba ahí. Ella no podía dejar de pensar en él. El muchacho se las había arreglado (quizás sin saberlo) para ganarse un lugar dentro de su corazón. En aquel momento, cuando sopló las velas de su pastel, lo que ella deseó fue un lugar en el de él. Si podía tener eso, no necesitaría nada más en la vida. No se trataba de un simple enamoramiento, o un capricho. No, Zelda lo amaba, ya no tenía dudas. Pero aún quedaban algunas complicaciones. Ella aún no sabía si Link sentiría lo mismo por ella (aunque con todas sus fuerzas deseaba que así fuera). Y él tenía que saber lo que implicaría un compromiso serio con ella. Le preocupaba que, quizás, una vez que él lo supiera, no quisiera aceptarlo.
¡KNOCK! ¡KNOCK! Los golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos.
- Adelante. - dijo Zelda. La puerta se abrió, y era Link quien tocaba.
- Hola. - dijo él, sonriéndole tímidamente. Traía en sus manos una pequeña cajita. - Se me había olvidado darte esto.
- ¿Qué es eso? - preguntó Zelda.
- Tu regalo de cumpleaños. - dijo Link, mientras caminaba hacia la cama y se sentaba junto a ella.
- Oye, no hace falta que me des un regalo, en serio.
- Pero quiero hacerlo. - dijo Link, poniendo la cajita en las manos de ella. - Vamos, ábrelo.
Algo insegura, Zelda abrió la cajita. Dentro había un hermoso collar de plata fina, que tenía tres gemas incrustadas, un rubí, un zafiro y una esmeralda, colocadas en la misma posición que la Trifuerza.
- ¿Te gusta?
- Es precioso. - dijo ella, examinándolo. - ¿Dónde lo conseguiste?
- Solía ser de mi madre. - dijo Link. - Mi padre se lo regaló en uno de sus aniversarios. Pasó trabajando muchas horas extras para poder comprarlo.
- ¿Cómo? - Zelda se sorprendió. Ese collar debía significar mucho para Link y su familia. ¿Por qué se lo estaba regalando a ella? - Link... no puedo aceptarlo, es demasiado... yo no...
- ¿Por qué? ¿Es que no te gusta?
- No, no es eso. - dijo Zelda. - Esto es un recuerdo de tus padres. Seguro que tiene mucho valor sentimental para ti. ¿Por qué me lo das a mí?
- Porque una persona especial, merece recibir algo especial en su cumpleaños. - dijo Link, tomando las manos de ella con las suyas. Zelda se estremeció por un momento. ¿Qué significaba eso?
- Link... - Fue todo lo que pudo decir.
- Zelda... sé que dijiste que tendrías que irte tarde o temprano, pero... - Link parecía estar haciendo un esfuerzo por exprimir cada palabra. - ¿Hay alguna forma de convencerte de quedarte aquí... conmigo?
- ¿Cómo dices? - El corazón de Zelda se aceleró. ¿Acaso Link quería decir lo que ella creía?
- Ya no puedo reprimirlo más. - prosiguió Link. - Zelda... ¿querrías... querrías tú... querrías ser mi novia? -
Fue como si fuegos artificiales se prendieran en el interior de Zelda en ese instante, solo con esas palabras. Su mente volaba, y su corazón le pedía a gritos que le dijera que sí.
- Sé que no tenemos mucho tiempo de conocernos, pero... Zelda, eres la chica más maravillosa que he conocido. - continuó hablando. - Creo que... no, sé que te amo, y quiero que podamos estar juntos, no solo como amigos, ¿entiendes?
- Yo... - Zelda estaba hecha un torbellino por dentro. Esas eran exactamente las palabras que ella deseaba tanto escuchar. Entonces, ¿por qué ahora no podía darle una respuesta? Quería gritar que sí, abalanzarse sobre él y abrazarlo con todas sus fuerzas, besarlo... pero de alguna manera no pudo hacer ni decir nada, más que llevarse la mano a su pecho, tratando de calmar a su ahora imparable corazón. Las palabras se perdieron al llegar a su boca.
- ¿Zelda?
- Link... yo... esto es... necesito... tiempo para pensarlo. - Fue todo lo que pudo decir, con la voz algo entrecortada.
- Hmm... sí, entiendo. - dijo él, parecía algo decepcionado. - Discúlpame, no quise molestarte. -
Link se paró de la cama, y salió de la habitación. Unos cinco segundos después, Zelda miró el collar que le acababa de dar. Esos últimos días la había estado atormentando la incertidumbre de que tal vez Link no sintiera lo mismo que ella. Pero ese collar que él acababa de regalarle, más lo que le dijo, eran la prueba irrefutable de que sus sentimientos eran correspondidos. ¿No era eso lo que ella deseaba? ¿Por qué no pudo decirle que sí en ese momento, aún cuando tenía toda la intención de hacerlo? ¿Qué fue lo que la detuvo?
Luego de reponerse de la impresión, pudo pensar con claridad. Por supuesto, eso era. Link todavía no lo sabía. Él aún no sabía su secreto, que ella era la Princesa de Hyrule. Ese secreto que ella le había estado ocultando durante tanto tiempo. Y le había prometido que se lo diría cuando se sintiera preparada. Tal vez, ya era momento de hacerlo. Él tenía derecho a saber. La pregunta era... ¿cómo decírselo? ¿Le creería? ¿Y cómo reaccionaría al saberlo? ¿Qué debía hacer?
- "En momentos de incertidumbre... escucha lo que te dice tu corazón. Has lo que te diga, y deja el resto en manos del destino." - recordó de pronto Zelda. Ese era otro de los tantos consejos que le diera su madre en vida. En este momento estaba ante una decisión difícil e importante. ¿Qué era lo que le decía su corazón?
Después de sopesar sus opciones, tomó una decisión. Cogió su bolso, sacó su tintero, pluma y dos trozos de pergamino. También tomó un sobre, y dos sellos dorados, que tenían la forma del emblema de la Trifuerza con dos alas de ángel a los lados. Mojó su pluma en tinta, y comenzó a escribir.
- "Ya es tiempo..." - pensó.
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Al día siguiente...
Zelda no bajó a desayunar aquella mañana. Aunque Link tocó a su puerta, ella no respondió. Finalmente, decidió no molestarla más. Los abuelos y Aryll se preguntaban si habría pasado algo malo. Especialmente la abuela, quien fue la que le aconsejó a Link regalarle a Zelda el collar de su madre, luego de que el muchacho (en secreto) finalmente le contó lo que sentía por la joven. Aunque la abuela le dijo que no se preocupara, que seguramente solo necesitaba tiempo para pensarlo, no podía evitar sacudirse de encima un mal presentimiento.
Link salió a cazar al bosque, y Zelda lo vio por la ventana de su habitación. Se agarró con fuerza su pecho. Se sentía algo culpable por lo que estaba haciendo, pero no veía otra forma.
- Perdóname, Link. Pero esta es la única forma. - murmuró.
Se había levantado muy temprano, y empacado sus pertenencias. Lo había decidido, era tiempo de volver al Castillo. Echó una última mirada a la habitación. Iba a ser muy difícil abandonar ese lugar tan hogareño y acogedor en el que había estado esos últimos seis meses, pero no podía quedarse para siempre. Además, ya había encontrado lo que buscaba. Cogió de la cómoda el sobre, y el pergamino enrollado, ambos sellados. Tomó sus cosas y salió de la habitación. Era hora de partir.
- Ah, Zelda, por fin bajas. - dijo la abuela al verla. Pero entonces notó que llevaba su bolso con sus pertenencias. - ¿Y eso? ¿Vas a alguna parte?
- Abuela... creo que ya es tiempo de que regrese a casa. - dijo Zelda.
- ¿Regresar a casa? - La abuela se sorprendió.
- ¿Te vas? - intervino Aryll, que también estaba ahí.
- Sí, es tiempo de que me vaya. Tengo... muchas cosas que hacer, especialmente ahora que ya soy mayor de edad.
- Zelda... no pasó nada malo anoche, ¿verdad? - preguntó la abuela.
- ¿Eh? ¿Algo malo? No, no, que va. - dijo Zelda.
- Bueno, y... ¿no te podrías esperar al menos a que Link regrese para que puedas despedirte de él también?
- Hmm... - Zelda desvió la mirada. - Si hago eso, luego me costará más trabajo irme. No quiero hacerlo más difícil.
- Zelda... anoche, ¿mi nieto te dijo acaso que...?
- Recuerdo muy bien lo que me dijo. - Zelda sonrió, aunque algo melancólica. - Y es por eso que debo marcharme. Pero no me malinterpreten. Créanme que les estoy muy agradecida de todo lo que han hecho por mí estos meses. - Zelda le entregó a Aryll el sobre y el pergamino enrollado a Aryll, y sujetando sus manos, la miró fijamente a los ojos. - Por favor, Aryll, entrégale esto a tu hermano cuando regrese. Lo entenderán todo cuando lo lean. El sobre no lo abran, solo la nota en el pergamino, ¿de acuerdo? -
- Pero Zelda... - Aryll parecía a punto de llorar.
- Estoy muy feliz de haberlos conocido. - dijo Zelda abrazando a la pequeña. - Siempre te consideraré como mi hermanita pequeña, no lo olvides.
Y sin más, Zelda salió de la casa, dejando a la abuela y Aryll más confundidas que nunca. Aryll miró el pergamino enrollado. Zelda había dicho que lo entenderían todo cuando lo leyeran. La abuela se preguntaba qué podría haber sucedido para que Zelda decidiera irse así tan de repente. Zelda, mientras tanto, fue al establo, sacó a Cloud, y aunque tuvo que forcejear un poco para separarlo de Epona (evidentemente los caballos se habían vuelto tan cercanos como sus dueños), lo ensilló y se fue. El abuelo, que estaba trabajando en el taller, la vio irse, y regresó a la casa a preguntarles a su nieta y su mujer qué había pasado, pero estas no pudieron darle una respuesta. Sin embargo, cuando vieron los sellos en ambos, tuvieron la sensación de que, tal como Zelda les había dicho antes de marcharse, todo quedaría claro cuando lo leyeran. Como el mensaje estaba dirigido a Link, decidieron esperar a que él regresara.
- "Nos veremos pronto... espero." - dijo Zelda, echando una última mirada antes de cabalgar fuera de la entrada del pueblo.
De lejos, Ilia, que rondaba todavía por ahí, creyó ver a la chica a la que tanto desprecio le había cogido en ese tiempo. Y no pudo evitar preguntarse a dónde iba. Pero con ella yendo a caballo no podría seguirla. Y de todas maneras, supuso que no importaba mucho. Si se iba, quizás su pesadilla por fin habría terminado.
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Más tarde...
Link regresó a casa después de mediodía, trayendo su pieza del día. El muchacho se había apresurado lo más que pudo en volver. Necesitaba hablar con Zelda. Ella no había podido darle una respuesta la noche anterior. Esperaba que al volver, esta vez si pudiera dársela. Link se lo había jugado todo al haberle dado ese regalo por su cumpleaños, y con todas sus fuerzas, deseaba que hubiese valido la pena.
- ¡Ya llegué! - anunció al entrar. Todos estaban sentados a la mesa, mirándolo, como si estuvieran tristes. - ¿Pasa algo malo? ¿Y dónde está Zelda?
Los abuelos y Aryll se miraron entre sí, como preguntándose quién debería darle la noticia. Sorprendentemente, fue la pequeña quien se bajó de su silla, y caminó hacia su hermano para hablarle.
- Zelda se fue. - dijo.
- ¿Se fue? - preguntó Link, consternado. - ¿A qué te refieres con "se fue"?
- Dijo ya era hora de que volviera a casa. - replicó la pequeña.
- Link... ¿sucedió algo entre ustedes dos anoche? - preguntó la abuela.
- ¿Algo como qué? - dijo Link. - Yo nada más le di el collar, y luego... le pregunté si quería ser mi novia. Pero me dijo que necesitaba pensarlo. Me pregunto... ¿será que la ofendí con eso?
- No lo creo, hijo. - dijo la abuela. - Pero estaba actuando muy extraña. Parecía como... como si tuviera algo importante que decirnos, y no se atreviera.
- ¿Algo importante? - Link en ese momento recordó. Zelda, en efecto, había prometido que le diría cuál era ese "secreto" que se guardaba tan celosamente. Pero se había ido, sin decírselo, y más aún, sin darme una respuesta.
- Ella me pidió que te diera esto, hermano. - Aryll sacó el pergamino enrollado y el sobre. - Dijo que no abrieras el sobre, pero que leyeras lo que hay en el pergamino enrollado. Dijo que... lo entenderíamos todo cuando lo leyeras.
- ¿Qué es esto? ¿Será una carta de despedida?
Link cogió el pergamino. Cuando iba a abrirlo vio el sello que tenía, y se estremeció. Por lo que sabía, ese sello solo podría estar relacionado con la realeza (su abuelo había trabajado para la familia real cuando era joven, de ahí que lo reconociera). ¿Habían acaso tenido en su casa como huésped a una persona de gran importancia? Link desenrolló el pergamino, y vio la carta. Pudo notar la esmerada caligrafía de Zelda. Tomando un profundo respiro, comenzó a leerla en silencio.
"Querido Link:
Espero que no te enfades conmigo por irme tan abruptamente y sin despedirme. No creas que no aprecio lo amables y hospitalarios que han sido tú y tu familia conmigo todo este tiempo, pero es tiempo de que regrese a casa. También me disculpo por no darte una respuesta directamente, pero después de pensarlo, esta es quizás la mejor forma de hacerlo.
Link, ya es tiempo de decirte qué te he estado ocultando todo este tiempo. En realidad, yo soy la Princesa de Hyrule. Puede que parezca increíble, pero como prueba, el sello que puse en esta nota demuestra que pertenezco a la familia real. Lamento habértelo ocultado durante todo este tiempo, pero tenía mis razones. Quería vivir, aunque fuese solo por un tiempo, como una chica normal. Y cuando te conocí, quise que me vieras como tu igual y no como la Princesa de Hyrule, que pudiéramos ser amigos de verdad. Tal vez hayas notado que siempre intentaba no hablar más de lo necesario cuando me preguntabas sobre mi familia y demás. Por supuesto, nunca te mentí, pero sé que tampoco fui totalmente honesta por habértelo ocultado, y espero que me perdones por eso también.
Con respecto a mis razones para haber dejado el castillo, principalmente fue porque me sentía cansada de todo el ajetreo que me provocaba el tener que buscar a alguien con quien casarme. Quería dedicarme a mí misma algo de tiempo, y fue por eso que emprendí este viaje. Las tradiciones de la familia real dictan que no puedo ser coronada como reina hasta que contraiga matrimonio, pero entre príncipes y nobles no encontré a nadie que realmente valiera la pena. Nunca te dije esto antes, pero antes de morir mi madre, me hizo prometer que me casaría por amor, y estaba decidida a cumplir su último deseo como fuera. Lo que nunca me imaginé... fue que encontraría a la persona indicada después de dejar de buscarla. Sí, Link, me refiero a ti. Lamento decírtelo de este modo, pero quiero que sepas que mi respuesta es sí. Y si estás dispuesto, créeme que me sentiría honrada, no solo de ser tu novia, sino de convertirme en tu esposa. Pero debo preparar todo en el castillo para tu llegada. Sé que quizás muchos no se lo vayan a tomar del todo bien, pero no me arrepiento de mi decisión. Estos meses que he pasado contigo han sido los más maravillosos que haya tenido. No querría pasar el resto de mi vida con nadie más.
Tuya sinceramente,
Zelda.
P.D: Dentro del sobre dejé una carta de presentación, para que cuando vengas al castillo de Hyrule sepan quién eres. Que te quede claro, sin embargo, que no te estoy forzando a nada. Si decides no venir... lo entenderé."
Link terminó de leer la carta. Realmente no podía creerlo. La Princesa de Hyrule, todo este tiempo, había estado con él. Se había quedado en su casa, comido en su mesa. Había paseado con ella a todas partes, había bailado con ella, inclusive la había visto bañarse y ¡hasta la había besado y le había pedido que fuese su novia! Se había enamorado de una princesa, y lo más increíble, era que ella también sentía lo mismo por él. Y sin importarle que él fuese solo el humilde nieto de un herrero. Se había presentado ante él como su igual, nunca sintiéndose superior ni nada por el estilo, era modesta y educada. Por supuesto, Link pudo ver que sus modales, inteligencia y madurez, que lo atraían tanto como su belleza, estaban muy por encima de una aldeana común. Quizás en el fondo, él siempre supo que había más en ella de lo que se veía a simple vista. Pero nunca se imaginó que pudiese ser la Princesa de Hyrule.
- ¿Y bien, hijo? - preguntó el abuelo. - ¿Qué dice?
- Zelda... no, la Princesa Zelda. - dijo Link, refiriéndose a ella por su título. - Tuvimos a la Princesa de Hyrule en nuestra casa todo este tiempo.
- ¿Cómo dices? ¿La... la Princesa de Hyrule? - dijo la abuela, sorprendida.
- ¿Zelda es una princesa? - preguntó Aryll. - Pero... ¿cómo es...? ¿No es una broma?
- Dudo que lo sea. - dijo el abuelo. - Ese sello solo lo usan en la familia real.
- ¿Es en serio? - volvió a preguntar Aryll. - Entonces... ¿Zelda es una princesa de verdad?
- Lo es. - confirmó Link. - No puedo creerlo, le pedí a la Princesa que fuese mi novia... ¡y dijo que sí!
- Bueno... ¿y no debería alegrarte? - preguntó el abuelo, sin saber qué decir.
Link se sentía confundido. Se suponía que debería estar feliz, pero por alguna razón, algo más había en su interior. ¿Acaso estaba molesto con Zelda por ocultarle todo eso durante tanto tiempo? ¿Era solo el shock de darse cuenta que la Princesa de Hyrule se había convertido en su amiga y que se había enamorado de él, al igual que él de ella? Ella lo amaba, a él, un joven de condición humilde que no podría ofrecerle grandes riquezas y no tenía más nobleza que la de sus sentimientos. Y ella a su vez se había convertido en alguien muy importante para él. Link jamás había sentido por nadie lo que ahora sentía por ella.
- Dice que me espera en el castillo de Hyrule. - dijo finalmente Link. - Dice que... estará preparando todo para mi llegada.
- ¿Y qué vas a hacer? - preguntó la abuela.
- Hmm... bueno, sería de mala educación dejarla esperando en vano, ¿cierto? - dijo Link esbozando una sonrisa.
- Así se habla, hijo. - sonrió el abuelo.
- En ese caso, será mejor que empieces a empacar. - dijo la abuela. - El viaje hasta el Castillo de Hyrule será muy, muy largo. -
- Hermano, ¿entonces tú también te vas? - preguntó Aryll a punto de llorar.
- Zelda me está esperando. - dijo Link. - Tengo que ir.
Ya estaba decidido. Iría a verla al castillo. No sabía qué le esperaría en ese lugar, pero no tenía importancia. Lo que importaba era que Zelda estaría ahí, esperando por él. Y de ninguna manera iba a decepcionarla. El destino parecía haber escrito que ambos debían estar juntos, ¿y quién era él para oponerse a sus designios?
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Unos días después...
Link no tardó mucho en preparar sus cosas para el viaje. Se llevaría algunas provisiones para el camino, dinero, sus armas por si surgía alguna "contrariedad", y algo de ropa invernal, ya que se estaba acercando la estación fría. Colocó todo en unas bolsas en la silla de Epona, y se puso una capa de viaje. Con todo listo, le puso las riendas a su yegua, y se preparó para partir.
- Bueno, creo que eso es todo. - dijo el abuelo, mientras lo ayudaba.
- ¿Te las podrás arreglar sin mí, abuelo? - preguntó Link.
- No te preocupes. - aseguró el abuelo. - Ya encontraré a un nuevo aprendiz.
- Ve con mucho cuidado, hijo. - dijo la abuela, abrazándolo. - Los caminos pueden ser muy traicioneros a veces.
- Así lo haré, abuelita. - dijo Link, correspondiéndole. Luego le echó una mirada a su hermanita, que lucía a punto de estallar en lágrimas.
- Hermano...
- Aryll... - Link se inclinó para darle un abrazo. La pequeña no quería que la vieran llorar, sin embargo, cuando abrazó a su hermano, Link pudo sentir que comenzaban a rodarle sus lágrimas.
- Yo... no quiero... no quiero que te vayas... - decía, con la voz entrecortada por el llanto.
- No me voy a ir para siempre. - aseguró Link. - Cuanto llegue les voy a escribir. Y los vendré a visitar siempre que pueda, lo prometo.
- Hermano... ¿te vas a casar con Zelda, verdad?
- Hmm... - Link sonrió. Pensar que en aquel momento, cuando Zelda acababa de llegar a sus vidas, Aryll lo dijo simplemente como broma (o quizás no tanto). Nunca se imaginó que llegaría a cumplirse. - Eventualmente, sí.
- Y... nos vas a invitar cuando lo hagan, ¿verdad?
- Por supuesto, hermanita, no los dejaría fuera de ninguna manera. - dijo abrazándola otra vez. Luego de soltarla, Link se dirigió a sus abuelos. - Bien... ya lo saben, no le digan a nadie sobre a dónde voy ni lo que estoy haciendo, ¿de acuerdo?
- No lo haremos. - aseguró el abuelo. La abuela hizo un gesto de "mis labios están sellados".
- Bien... cuídense mucho. Hasta pronto.
Link ensilló a Epona, y la echó a andar. Había decidido salir temprano. No quería tener que toparse con sus amigos y conocidos en el pueblo, ni darles explicaciones. Mejor evitarse eso. Especialmente con...
- ¡Link! ¡Link, espera!
- "Ay no." - pensó Link al reconocer la voz. No podía ser otra sino ella.
- Link, oye, ¿a dónde vas con Epona? ¿Y por qué estás vestido así, como si te fueras de viaje?
- "Demonios, ¿por qué tú?" - La persona con la que menos quería toparse Link antes de abandonar el pueblo era Ilia. - Bueno... es que... me voy de viaje. - dijo con resignación.
- ¿Te vas? ¿Pero a dónde? - preguntó Ilia, sorprendida.
- Eso no es de tu incumbencia. - dijo Link. - ¿Querías decirme algo?
- Quería invitarte a cenar en mi casa mañana. - declaró Ilia como un hecho. - Ya sabes, quería... disculparme por lo que pasó en el baile, y... Bueno, qué más da. Anda, ¿por qué no me dices a dónde vas?
- Ya te lo dije, no es de tu incumbencia. Y es un viaje largo, y me tengo que ir.
- ¿Por qué la prisa? - preguntó Ilia. - ¿Y a qué se debe que de pronto quieras irte de viaje así como así?
Link comenzaba a irritarse. - Escucha, Ilia. Ya me cansé de tus necedades. Lo que haga, o a dónde vaya, no es asunto tuyo. Así que hazme el favor y hazte a un lado. Será un viaje muy largo. - Hizo andar a Epona mientras Ilia se apartaba.
- Bien, si no puedes decirme a dónde vas, ¿por lo menos puedes decirme cuando volverás? - lo llamó mientras se alejaba.
Link detuvo la marcha de Epona, pero no dio la vuelta.
- No sé cuando volveré. Hay... algo importante que debo hacer. Y entre más pronto me vaya, mejor. Adiós.
Sin más, espoleó a Epona para hacerla correr fuera del pueblo, ignorando los gritos de Ilia. La chica intentó salir corriendo tras él, pero obviamente a pie no podría alcanzarlo. Link por su parte no osó mirar atrás por miedo a cambiar de parecer, y Epona siguió sin detenerse hasta alejarse del pueblo, atravesando el sendero de los bosques.
Después de un buen rato, Link puso a su yegua a trote suave. Para ese momento, Ordon casi estaba fuera de vista, solo se distinguían unas pocas casitas detrás de los bosques. Link se detuvo un momento para echar una última mirada, antes de emprender ese largo viaje hacia el castillo de Hyrule. No era fácil dejar su hogar atrás, pero Zelda esperaba por él, así que con paso firme, avanzó hacia delante, a encontrarse con su destino...
Esta historia continuará...
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