La boda
Pueblo de Ordon...
Habían transcurrido poco más de dos meses desde la partida de Link. A todos en el pueblo les había afectado. Colin y los niños estaban muy tristes y aburridos sin él, en verdad lo extrañaban. Al igual que Malon, Romani y Cremia, quienes se preguntaban a dónde se habría ido. Su familia eran las únicas personas que recibían noticias suyas, pero en sus cartas no hablaba de un próximo regreso. Solo mencionaba que se encontraba bien, y que aunque necesitaba agarrar el hilo con algunas cosas en el palacio, se sentía muy feliz viviendo junto a Zelda. Si bien se alegraban por él, eso no evitaba que lo extrañasen mucho todos los días.
- Quisiera que pudiéramos ir a visitarlo. - decía la pequeña Aryll frecuentemente con tristeza.
La que peor se lo había tomado, obviamente, había sido Ilia. La chica todos los días se aparecía en casa de Link para preguntarles por su paradero, pero nunca le decían nada, lo cuál la ponía de muy mal humor. La razón de esto, era por supuesto que Link les había pedido, antes de marcharse, que no le dijeran nada a nadie (especialmente a Ilia) hasta que estuviese listo para revelarlo él mismo. De todos modos, Ilia ya sospechaba (y acertadamente) que a dondequiera que Link se hubiese ido, probablemente estuviese con "aquella invasora". No tenían forma de saber como iba a reaccionar Ilia cuando supiera que se casaría (o quizás que ya se habría casado) con la Princesa de Hyrule.
Y así estaban las cosas. La familia de Link esperaba con impaciencia la siguiente carta, y con muchas esperanzas de que dijera que iba a visitarlos, o de invitarlos a ellos a que fueran allá. Algo que les dijera que podrían verlo nuevamente...
¡KNOCK! ¡KNOCK! ¡KNOCK!
- Debe ser el cartero. - dijo la abuela, mirando el enorme reloj de la cocina. - ¡Aryll, atiende, por favor!
La pequeña niña estaba en la ventana de la sala, viendo lejos con su telescopio, pero al oír la voz de la abuela, dejó lo que hacía y fue a abrir la puerta. Efectivamente, era el cartero, un hombre pequeño y sonriente que seguía trotando en su lugar mientras entregaba la correspondencia, pero que esta vez, además de la habitual carta de Link, traía un paquete amarrado. Aryll llevó la caja y el sobre a la cocina, donde la abuela abrió el sobre para leer la carta:
"Queridos abuelo, abuela y Aryll:
¿Cómo han estado? Discúlpenme si no les he escrito últimamente, pero estos días he estado ocupadísimo. Hay tanto por hacer y tan poco tiempo. Es muy dura la vida aquí en el castillo, aunque creo que puedo acostumbrarme a ciertos lujos.
Como sea, Zelda y yo hemos empezado con los preparativos para nuestra boda. Decidimos que será el primer día de primavera. Así que les hemos enviado las invitaciones desde ya. Están en el paquete que enviamos adjunto."
Aryll vio el paquete, mientras la abuela se ocupó de abrirlo. Dentro, en efecto, había varias tarjetas de invitación, todas adornadas con el sello de la familia real, cada una dirigida a alguien en particular, entre ellos, Romani, Cremia, Malon, y para gran sorpresa de Aryll, también Ilia, donde se les invitaba a la boda real de la Princesa de Hyrule. Aryll y la abuela sonrieron, antes de que Aryll continuara leyendo la carta de Link.
"Asegúrense de entregarles las invitaciones a todos nuestros amigos. Como dije antes, la boda se celebrará el primer día de primavera, así que váyanse preparando ya que enviaremos una escolta a recogerlos muy pronto. Por el vestuario no se preocupen, Zelda contrató a los mejores sastres del reino para que se encarguen de eso por ustedes.
Los quiere,
Link."
- Vaya, por fin van a casarse. - dijo Aryll muy emocionada.
- Ahh, nuestro querido Link se ha convertido en todo un hombre. - dijo la abuela, con tono soñador.
- Hola, ¿me perdí de algo? - entró de pronto el abuelo, recién salido de la fragua.
- ¡Abuelo! - exclamó Aryll. - ¡A que no adivinas, Link y la Princesa ya se van a casar!
- ¿Cómo dices?
- Así es, querido, nos acaban de llegar las invitaciones. - corroboró la abuela. - Dicen que el primer día de primavera se celebrará su boda.
- Vaya, esa es una gran noticia. - dijo el abuelo.
- Yo iré a llevarles las invitaciones a los demás. - dijo Aryll cogiendo las tarjetas restantes. Sin mediar más palabras, la pequeña fue a ponerse un abrigo con capucha y unas botas para la nieve antes de salir (el invierno aún no se iba).
Corriendo entre la nieve, Aryll fue de casa en casa repartiendo las invitaciones a la gente indicada. Era una suerte que Zelda le hubiese enseñado a leer mejor Hyliano mientras estuvo ahí, así supo a quién entregarle cuál invitación. Sobra decir que muchos, si no es que todos, estuvieron sorprendidos al recibir una invitación para una boda real, pero siendo eso un gran honor, nadie se quejó. Aryll, por supuesto, manteniendo su promesa, no mencionó que el novio no iba a ser otro que su hermano mayor. Nadie tenía idea.
Después de un buen rato, Aryll llegó a la última casa, la del alcalde Bo. Por razones obvias, había dejado esta para lo último. Ilia había dejado de caerle bien luego que supo que ella había sido la responsable de la pelea que habían tenido Link y Zelda, y la tuvo en aún menor estima luego de que armó aquella pelea en el baile de la cosecha. Nunca se imaginó que pudiera ser capaz de algo así. Pero había una invitación para ella y su padre, y Aryll sabía que debía entregarlas. Aspirando profundo, tocó la puerta (por ser tan bajita no alcanzaba la aldaba).
¡KNOCK! ¡KNOCK!
Aryll esperaba que fuese el alcalde quien respondiera, pero por desgracia, no fue así. Un segundo más tarde, Ilia abrió la puerta, miró a ambos lados y luego hacia abajo para ver a Aryll.
- Ah, eres tú. - dijo, como si no le importara. - ¿Qué se te ofrece?
- Venía a entregarte esto. - dijo Aryll, pasándole las dos invitaciones que le quedaban. - Una para ti, y una para tu padre.
- ¿Qué es esto? - preguntó Ilia. Tomó una de las tarjetas y la abrió. Decía:
"Señorita Ilia de Ordon:
Por medio de la presente nos complace informarle que está usted cordialmente invitada a la boda real de la Princesa Zelda de Hyrule. La escolta real llegará para recogerla una semana antes de la celebración, que se llevará a cabo el primer día de primavera.
Sinceramente,
Del escritorio del Secretario Real."
- ¿De donde sacaste esto? - preguntó Ilia.
- Nos las trajo el cartero. - dijo Aryll. Eso era verdad, al menos a medias.
- ¿Acaso es alguna broma? - inquirió Ilia, sin poder creérselo.
- Ese sello es de la familia real, no es una broma. - dijo Aryll. - Nosotros también recibimos invitaciones.
- Pero... ¿por qué iban a invitar a gente de un pueblito como este a una boda real? - Ilia seguía muy suspicaz.
- Invitarte a ti, no sé. - replicó Aryll con sorna. - Bueno, yo me voy, ya hice lo que vine a hacer, adiós.
Ilia se quedó mirando todavía la tarjeta. No parecía tener mucho sentido. Releyó la tarjeta una vez más. Reparó un momento en la parte de "la Princesa Zelda de Hyrule". Zelda... Zelda... ¿No era ese el nombre de la chica que había aparecido en Ordon repentinamente hacía poco menos de un año, y que se había puesto muy cercana con Link? Y misteriosamente, la chica desapareció poco después de celebrar el baile de la cosecha, en el cual los dos se habían besado por accidente frente a todos (y como bien lo recordaba, muy a su pesar, ella había sido la responsable), y apenas unos días más tarde, Link decidió emprender un viaje sin motivo aparente. Más aún, recordaba que la tal Zelda siempre hablaba y hacía todo de una manera muy educada y refinada, demasiado para ser una aldeana común. ¿Coincidencia?
- "No... no es posible que... que esa chica haya sido..."
El cerebro de Ilia empezó a trabajar. No era muy difícil juntar uno y uno, pero si realmente era como lo sospechaba (y con todas sus fuerzas deseaba estar equivocada), entonces Link se había enamorado de la Princesa de Hyrule... ¡y se iban a casar!
- Por las Diosas... no, no puede ser verdad. No, solo estoy paranoica, esto no significa nada. - intentó convencerse a sí misma.
Ilia volvió a entrar a la casa. Respiró profundo y trató de convencerse a sí misma de que no había nada por qué alarmarse. Después de todo, ¿qué iba a hacer una princesa en un pueblo tan humilde como Ordon? Esa chica solo tenía su mismo nombre, y no es que fuese realmente muy común, pero si realmente era la Princesa de Hyrule, probablemente hubiese podido llevarse a Link a donde quisiera con solo desearlo desde mucho antes, y no lo hizo. Y después de todo, la idea de poder asistir a una boda real era una oportunidad única en la vida, no podía dejarla pasar.
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Mientras tanto, en el castillo...
Los preparativos para la boda ya estaban listos. Solo faltaban dos semanas, dos semanas más, y tras sellar su lazo matrimonial, ambos serían coronados como los legítimos soberanos de Hyrule. A Link, sin embargo, la idea de que pronto gobernaría todo un país le inspiraba un poco de miedo, se preguntaba si alguien como él estaría a la altura aún sin ser de sangre noble. Pero Zelda lo tranquilizó diciéndole que, aún siendo ella Princesa por nacimiento, ella misma se sentía igual, pero que, pasara lo que pasara, ambos se tendrían el uno al otro para apoyarse.
Aquella noche, después de la cena, Zelda no se fue a dormir inmediatamente. En lugar de eso, bajó al mausoleo donde descansaban los restos de su madre. Un poco preocupado por ella, Link bajó también para verla, aunque presentía que quizás ella no querría ser molestada.
Link bajó una larga escalera hacia el mausoleo debajo del castillo. Estaba iluminado con antorchas, las paredes de piedra daban a entender que inclusive esa zona se mantenía limpia, posiblemente en memoria de aquellos que descansaban eternamente allí. Al final de un largo pasillo, encontró a Zelda, quien se encontraba de rodillas, rezando frente a la tumba de su madre. De pronto, Zelda se puso de pie, y volteándose dijo:
- Tardaste un poco en venir.
- Disculpa... pensé que no querrías que te molestaran. - dijo Link, acercándose a ella.
- No te preocupes. - dijo ella, abrazándolo. - Solo venía a pedirle a mi madre su bendición para nuestra boda. Ya sé que es tonto, siendo que está muerta, pero...
- No, no lo es. - la interrumpió Link. - Sabes, mis padres solían decirme que muchas veces las almas de quienes se han ido, a menudo vuelven para ver que estamos bien. Seguro que tu madre, donde quiera que esté, también te está cuidando, igual que mis padres.
- A ella le hubiera gustado conocerte. - dijo Zelda.
- También a mí. - dijo Link. - Solo he visto sus retratos en el castillo. En verdad, te pareces mucho a ella, y no solo en apariencia, por lo que me ha contado Impa.
Zelda le sonrió. Link la sujetó de la cintura y ambos miraron hacia la tumba donde descansaban los restos de la Reina Selena.
- Como desearía... que aún estuviese aquí...
Zelda intentaba contenerse, pero en verdad se sentía muy triste, y Link lo notó, por lo que la abrazó y la acurrucó en su pecho dándole un beso en su cabello. Zelda no habló más, pero abrazando a Link dejó salir sus lágrimas, y comenzó a sollozar en silencio, mientras Link la acariciaba tratando de reconfortarla. Era normal que se sintiera así, Zelda amaba mucho a su madre, y le dolía mucho que no pudiese estar presente en un momento tan importante de su vida. Él se sentía igual, después de todo, él hubiera querido también que sus padres pudieran haber estado presentes en su boda.
De pronto, y sin avisar, un resplandor comenzó a filtrarse en la habitación, como si alguien hubiese abierto una ventana en el techo, sin embargo, estaban bajo tierra y además era de noche. Ambos se alarmaron, ¿de dónde provenía ese resplandor? Se quedaron estáticos, mientras la misteriosa luz bañaba la tumba donde descansaban los restos de la Reina Selena, y pronto comenzó a concentrarse, adquiriendo una forma humana, femenina.
- Ma... ¿madre? - Zelda estaba boquiabierta.
- Pero... ¿qué está pasando?
Ante ellos, se encontraba nada más y nada menos que la mismísima Reina Selena. Link vio que llevaba puesto el mismo vestido de gala con el que la había visto en los retratos, y Zelda pudo notar que se veía tan radiante y hermosa como en sus mejores días, antes de contraer aquella enfermedad. Su imagen era algo transparente, pero resplandecía de tal manera que iluminaba toda la habitación. Los dos jóvenes estaban demasiado conmocionados como para decir nada, hasta que el espíritu sonrió y les habló:
- Te prometí que siempre te estaría cuidando, hija mía. - dijo. - Ya no llores, aquí estoy.
- Mamá... - Zelda aún tenía lágrimas en los ojos, pero intentaba sonreírle a su madre. La Reina Selena volteó a ver a Link, quien lucía muy pálido, evidentemente estaba tan impresionado por lo que veía que no podía pronunciar palabra.
- Así que... él es a quién has elegido como tu futuro esposo. - Le sonrió. - Debo decir que, es un joven muy apuesto. ¿Cuál es tu nombre, muchacho?
- Me... me llamo, Link... s-su Majestad... - Link trató de sonar lo más respetuoso posible, pero le costaba trabajo.
- No tengas miedo. - dijo la Reina, percibiendo sus nervios. - ¿No acababas de decirle a mi hija que aquellos que nos hemos marchado a veces regresamos para ver cómo están los seres amados a quienes dejamos? Estabas en lo correcto. Es solo que, no muchos pueden vernos, o percibirnos cuando estamos ahí.
- ¿Y... cómo es que...?
- En la familia real poseemos grandes poderes espirituales, que nos fueron otorgados por las Diosas hace varias generaciones. - dijo la reina. - Supongo que, habrás podido comprobar de primera mano los dones de mi hija aquí presente. -
Link miró a Zelda. En efecto, ella había exhibido habilidades mágicas bastante interesantes.
- Y bien, parte de ese poder ahora también está contigo, por el vínculo que compartes con mi hija. - prosiguió la Reina. - En verdad la amas, ¿no es así?
- Por supuesto. - dijo Link firmemente. - Ella... es lo más maravilloso que me ha pasado. -
- Ya veo. Y entonces, ¿tengo tu palabra de que la cuidarás bien por mí?
- Así lo haré. - prometió Link. La Reina Selena volteó a ver entonces a su hija.
- Zelda, querida, no dispongo de mucho tiempo. Así que antes de irme, quiero decirte que estoy muy orgullosa de ti. Sabía que tomarías una buena decisión. Cumpliste mi último deseo, me siento tan feliz.
- No iba a romper esa promesa por nada. - dijo Zelda.
- Bien, ahora quiero que me prometas algo más. Que me lo prometan ambos. Permanezcan siempre juntos, y sean todo lo felices que puedan ser. ¿Lo harán?
Los dos jóvenes se miraron entre sí, como buscando una respuesta de parte del otro. Después de unos segundos, se sonrieron, y volteando a ver a la Reina, asintieron firmemente.
- Entonces, puedo irme en paz. - dijo la Reina. - Tu padre me está esperando, debo reunirme con él.
- Salúdalo de mi parte. - dijo Zelda. - Te quiero, mamá.
- Yo también, hijita. Adiós.
Dicho esto, lentamente la luz que había iluminado el mausoleo fue desapareciendo por donde había entrado. Link y Zelda la observaron hasta el último instante, despidiéndose de ella con la mano. Finalmente, toda la estancia volvió a su estado normal, iluminada solo por las antorchas.
- Bueno... sí pude conocerla, después de todo. - dijo Link, Zelda le sonrió.
- Realmente nos dio su bendición hoy. - dijo Zelda.
- Ahora no me quedan dudas, eres igual a ella. - dijo Link abrazándola. - Bueno, creo que es mejor regresar, y dejarla descansar tranquila.
- Sí, tienes razón. - dijo Zelda. - Ella siempre estará con nosotros, donde quiera que vayamos.
Los dos jóvenes dieron una última mirada a la tumba, y se fueron del mausoleo tomados de la mano, con la certeza de que el espíritu de la madre de Zelda los vigilaría siempre dondequiera que estuviesen.
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Dos semanas después...
El esperado día finalmente había llegado. No podía hacer mejor tiempo para la celebración de una boda: el hielo y la nieve se habían derretido. La ciudadela de Hyrule estaba repleta de gente, aunque el lugar más concurrido era la entrada del templo donde iba a celebrarse la tan esperada boda real. Los invitados iban llegando uno tras otro, la mayoría en carruajes, otros montando sus caballos, y un pequeño número a pie. No se había visto semejante cantidad de gente en muchos años.
Aryll y los abuelos de Link, que llevaban una semana hospedados en la posada de la ciudadela, estuvieron entre los primeros en llegar, los tres ataviados con trajes elegantes para la ocasión (tal como Link y Zelda se los habían prometido). La pequeña, que nunca antes había estado en una boda de verdad, se notaba realmente impaciente y emocionada, tanto por la boda en sí, como por ver a su hermano mayor.
- ¿Dónde está? ¿Dónde está? - gritaba ansiosa Aryll cada cinco minutos.
- Aryll, querida, cálmate. - decía la abuela.
- ¿Dónde está mi hermano? - seguía insistiendo.
- Ya puedes dejar de gritar. - dijo el abuelo. - Creo que allá está.
En efecto, el abuelo había visto a un joven rubio que intentaba abrirse paso entre el tumulto de gente para llegar hacia ellos. Al acercarse más, vieron a un Link muy diferente al que conocían. Su pelo, habitualmente revuelto, ahora estaba bien peinado y amarrado en una cola corta. Usaba un traje verde esmeralda con adornos dorados, botas y guantes blancos, y una capa corta azul marino sujeta por unas hombreras de oro.
- ¡Hermano! - gritó Aryll, corriendo a abrazarlo.
- ¿Cómo estás, hermanita? - dijo Link, luego fue a abrazar a sus abuelos. - Los he extrañado mucho.
- También nosotros. - dijo la abuela. - Mírate, estás hecho todo un hombre, y más apuesto que nunca. - añadió con orgullo.
- Ese es un bonito traje. - dijo el abuelo.
- Gracias. - respondió Link. - Zelda fue quien lo diseñó. Lo que me sorprende es que al parecer ya lo tenía listo desde hacía tiempo.
- Hoy será un gran día. - dijo el abuelo. - Tus padres estarían orgullosos.
- Sí, tanto como nosotros. - agregó la abuela. - Imagina eso, ¡casarse con una princesa!
Link quiso decirles que bajaran un poco la voz, pero supuso que no importaba, si de todos modos pronto todo mundo lo iba a saber. Los cuatro iban caminando, charlando muy amenamente, hasta que una figura femenina se plantó frente a ellos obstruyendo el paso.
- Vaya, vaya, a quién tenemos aquí...
Link reconoció la voz al instante. Al voltear, por supuesto, se trataba de Ilia, quien lo miraba con los brazos en jarras y cara de "¿dónde has estado todo este tiempo?" La ojiverde llevaba un vestido de fiesta sencillo a juego con sus ojos, y un moño en su cabello en forma de flor.
- Hola, Ilia. - dijo simplemente.
- Qué casualidad encontrarte aquí, ¿no? - dijo Ilia. - Desapareces durante dos meses, y luego, misteriosamente apareces aquí. ¿También te dieron invitación para la boda de la Princesa?
- Eh... sí, algo así. - dijo Link. Evidentemente, Ilia seguía sin saber la verdad sobre eso.
- Y lo que dijiste que tenías que hacer, ¿ya lo hiciste?
- Hmm... de hecho, aún no. - admitió Link a medias. - Y mejor no me hagas preguntas, porque no estoy con ganas de responderlas en este momento. Con tu permiso.
Link y su familia se fueron hacia el interior del templo para ocupar sus lugares. Ilia, al igual que todos, salvo los que residían en el castillo, no tenían ni idea de que él era el novio en esa boda. Mientras Ilia seguía con tantas preguntas en la cabeza, dio una vuelta mientras esperaba a que diera inicio la ceremonia.
Mientras tanto, en el castillo, Zelda estaba sentada frente al espejo de su habitación. Sus sirvientas habían terminado de arreglarla hacía pocos minutos, y ahora esperaba a que Impa viniera por ella. Su vestido era blanco perlado, con un corsé que parecía hecho de oro sólido en su cintura, y la tradicional sobrefalda con los ornamentos de la familia real. Sus hombros estaban al descubierto, en su cuello llevaba el collar de plata que Link le había regalado en su cumpleaños. Había vuelto a teñirse su cabello de castaño para la ocasión, y se lo había amarrado en una cola de caballo alta sujeta con un broche de oro con forma de alas, que también sujetaba su velo. En sus manos llevaba un ramo con rosas del mismo rosal que le había mostrado a Link en uno de sus paseos por los jardines del castillo. Ya faltaba poco... muy poco...
¡KNOCK! ¡KNOCK!
- Adelante. - dijo Zelda, parándose de su silla. La puerta se abrió, y entró Impa, quien había dejado sus ropas tradicionales y se había vestido apropiadamente para la ocasión.
- El carruaje espera. - le dijo. - ¿Ya estás lista?
- Eso creo. - dijo Zelda. - ¿Cómo me veo?
- Preciosa. - respondió Impa. - Más hermosa de lo que recuerdo haberte visto en toda mi vida.
- Es que soy feliz, Impa. - dijo Zelda. - Feliz por haber encontrado a un hombre tan maravilloso, y por haber podido cumplir el último deseo de mi madre.
- Seguro que ella estará muy feliz y orgullosa de ti, donde quiera que esté. Bueno, es mejor que te apresures, no debes hacer esperar a tu futuro esposo.
Zelda asintió, y las dos mujeres sin perder tiempo bajaron hacia el salón del castillo. En la entrada, Zelda montó en su carruaje, tirado, por petición suya, por Cloud y Epona, pese a que la gente veía a los dos caballos como una "pareja dispareja", por decirlo de algún modo, ya que Cloud era blanco, y Epona de color canela, pero Zelda lo pidió así, y nadie se atrevió a cuestionar a la futura soberana. Impa la despidió, diciéndole que se reuniría con ella más tarde en el templo para la ceremonia.
El enorme reloj sobre la torre del templo indicaba que faltaban menos de 15 minutos para que comenzara la ceremonia nupcial. Los invitados fueron tomando sus asientos. En la primera fila, del lado derecho, se encontraban la familia de Link y sus amigos del pueblo. Del lado izquierdo, se podían ver a los Oráculos, Din y Nayru, quienes también se habían vestido elegantemente para la boda. Entre ambas, se encontraba una jovencita de cabello verde de estatura baja. Link, que estaba a punto de ocupar el puesto que le correspondía en el altar para esperar a la novia, se sorprendió al reconocer a Din y Nayru, a quienes recordaba haber visto en el baile de la cosecha meses atrás. Y más todavía, cuando le hicieron una seña para que se les acercara, evidentemente, ellas también lo recordaban. Link miró a ambos lados, como si se preguntara si era con él, pero finalmente fue hacia ellas.
- Gusto en verte de nuevo, joven Link. - Nayru fue la primera en hablar.
- ¿Ustedes aquí? - Link seguía sorprendido. - ¿Pero cómo es que...?
- Ah, ¿es que no lo sabes? - intervino Din. - Nosotras, los Oráculos, hemos servido por años a la familia real de Hyrule. No nos íbamos a perder esta boda por nada.
- ¿Oráculos? - Link aún no entendía bien del todo, pero estaba claro que esas chicas eran personas muy importantes. - Pero... yo pensaba que ustedes eran...
- ¿Artistas? - completó Din. - Eso solo es una diversión, dulzura. Nuestro verdadero trabajo es mucho, mucho más importante que eso.
- No nos hemos presentado formalmente. - dijo Nayru. - Soy Nayru, el Oráculo de las Eras, encargada de preservar y mantener el flujo del tiempo en perfecto orden.
- Yo soy Din, Oráculo de las Estaciones, y guardiana de las esencias de la naturaleza. -
- Pues... encantado de conocerlas. - las saludó tímidamente. Entonces notó que la chica bajita entre ellas estaba algo "reservada" por decirlo de alguna manera. Din pareció darse cuenta, así que habló por ella.
- Ah, y ella es Farore, el Oráculo de los Secretos. - dijo. - Se ocupa de mantener a salvo los secretos de esta tierra para evitar que caigan en malas manos. Vamos, Farore, no seas tímida.
- Em... hola. - saludó la peliverde con una sonrisa tímida. Link se la devolvió de igual modo.
- Perdónala, ser guardiana de secretos durante tanto tiempo la ha vuelto un poco reservada, es todo. - dijo Nayru.
- Como sea, Link, estamos muy felices por ustedes. - dijo Din. - Debo decir que, siento algo de envidia, la princesa eligió a un muy buen prospecto. Que pena para mí que se me haya adelantado.
- ¿Disculpa? - A Link le pareció oír mal.
- Sabes, no por nada, pero con mucho gusto te hubiese ofrecido una muy buena despedida de soltero. - le guiñó el ojo de manera muy coqueta. Link tragó en seco.
- ¡Din! Contrólate, ¿quieres? Estás hablando con el futuro esposo de la Princesa y Rey de Hyrule, más respeto. - la regañó Nayru.
- Oye, ¿es mi culpa que sea un joven tan apuesto? - dijo Din, sin darle la menor importancia. Link se sonrojó por el comentario, cuando Din lo vio, se rió. - Vamos, no te lo tomes tan en serio, solo estoy bromeando. No sería capaz de robarle su hombre a otra mujer, menos a la princesa. Aunque, mentiría si dijera que no eres mi tipo. Si solo no estuvieras apartado...
Con todo y que se sentía algo incómodo con las insinuaciones de Din, Link no podía negar que ella y sus amigas eran unas chicas muy simpáticas. Y no pudo evitar imaginarse por un momento lo de la "despedida de soltero" la que Din habló, después de todo ya la había visto bailar anteriormente, y la idea no sonaba del todo desagradable, pero entonces pensó que tal vez Zelda no lo aprobaría. Después de charlar un ratito con ellas (Farore apenas sí intervino), regresó a su puesto.
Mientras, del otro lado, la familia y los amigos de Link seguían sentados en su puesto. Malon, Romani y Cremia habían estado viendo a Link hablar con las chicas del otro lado, pero por todo el cuchicheo de la gente a su alrededor no podían escuchar lo que decían. También se sorprendieron de verlo ahí, especialmente después de haberse desaparecido del pueblo durante varios meses. Malon miró a Aryll y los abuelos, quienes no lucían ni remotamente impresionados. Evidentemente, ellos sabían algo que ellas no.
- Hola, ¿me perdí de algo? - llegó una apresurada Ilia, quien inmediatamente ocupó el puesto entre Malon y Aryll.
- No, no en realidad. - dijo Malon.
- Oigan, ¿qué hace Link ahí? - preguntó Ilia. - ¿Ese no es el sitio reservado al novio?
- ¿Eh? - Malon lo miró, y se dio cuenta de que así era. Link estaba parado en el sitio que debía corresponder al novio. - Es cierto.
La cabeza de Malon echó a andar. La invitación a la boda hablaba de que el nombre de la Princesa era Zelda. El mismo nombre de la chica que había visitado Ordon, y que había establecido una fuerte amistad con ellos, y en especial con Link (con quien obviamente era mucho más que eso). Malon recordó también que Zelda siempre llevaba mucho dinero encima, y, ahora que lo pensaba, no sonaba descabellado pensar que lo hubiera conseguido por ser Princesa. Más aún, Zelda se había ido del pueblo poco después del baile de la cosecha (cuando ella y Link se besaron por accidente frente a todos), y apenas unos días después, Link también lo había hecho, sin explicación aparente. Y de repente, aquí estaba, ataviado en un traje elegante, parado en el puesto del novio, en una boda real.
- Ilia... ¿no estarás pensando que...?
- ¿Pensar qué? No, Malon, qué va. - dijo Ilia, incapaz de ocultar sus nervios. Sus mayores temores parecían más cercanos a realizarse.
Malon, sin embargo, sospechaba ya lo que iba a pasar. Nada de eso podía ser mera coincidencia. Todo encajaba demasiado bien para ser coincidencia. Ilia, por otro lado, estaba hecha un manojo de nervios, y deseando con todas sus fuerzas que el novio fuese el chico de pelo negro vestido de púrpura que estaba parado junto a Link, y/o que la novia no fuese la Zelda (o como solía llamarla, la "invasora") que ella conocía. Se aferró a esa insignificante esperanza como un náufrago a una tabla, aunque estaba casi segura de que se hundiría en cualquier momento.
Cuando la orquesta comenzó a tocar la marcha nupcial, anunciando que la novia finalmente había arribado al templo, todo mundo volteó a ver en la entrada. El carruaje acababa de llegar, y los escoltas abrieron la puerta para dejarla salir.
- "Que no sea ella... que no sea ella..." - rogaba Ilia, frotándose las manos.
La novia fue caminando por la alfombra roja hacia el altar. Todo mundo se maravillaba al verla pasar, la Princesa estaba más hermosa y radiante que nunca, aunque más producto de su felicidad que por como se hubiera arreglado para ese día. Cuando finalmente llegó hasta la primera fila, donde estaba Ilia, la chica sintió que quería que se la tragara la tierra al verla. Y más todavía cuando, contra todos sus deseos, sí fue Link el que la tomó de la mano, y la acompañó hasta el altar.
- No es... posible... - murmuró Ilia.
-Entonces, ¿Zelda es la princesa de Hyrule? - Malon se lo esperaba, pero no por eso estuvo menos sorprendida. - ¿No era casualidad que tuviera el mismo nombre?
- Increíble. - agregó Cremia. Le echó un vistazo a la familia de Link, quienes parecían ser los únicos que no estaban impresionados en absoluto. - ¿Ustedes... ya lo sabían? - Le preguntó a Aryll.
- Jeje... sí, de hecho sí. - respondió la pequeña. - Zelda... nos lo dijo todo cuando se fue. Pero Link nos hizo prometer que no le íbamos a decir a nadie, hasta que él estuviera listo.
- No puedo creerlo... - Ilia seguía lívida. - Y todo este tiempo, yo...
- Te portaste como una idiota con ella. - completó Malon. No cabía duda de que Ilia jamás hubiese actuado de esa manera de haber sabido quién era Zelda, así que no pudo retrucarle nada.
Mientras el sacerdote daba el discurso habitual del matrimonio, cada segundo que pasaba se le hacía eterno a Ilia, era una verdadera tortura. En parte por el hecho de que, por fin, una chispa se había encendido en su conciencia y comenzaba a atormentarla, haciéndole darse cuenta de que todo lo que hizo estuvo mal, y en parte, porque a cada instante estaba un paso más cerca de perder a Link para siempre. Después de lo que pareció una eternidad, llegó el momento que todos (a excepción de Ilia) estaban esperando.
- Princesa Zelda, ¿aceptas a este joven como tu legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?
- Acepto. - respondió Zelda, radiante de felicidad.
- Y tú, joven Link, ¿aceptas a la Princesa de Hyrule como tu legítima esposa, para amarla y respetarla, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?
- Acepto. - dijo Link. Ilia se sintió como si se agrietara y se desplomara en mil pedazos.
- Si hay alguien entre los presentes que considere tener una razón para que esta unión no se lleve a cabo, que hable ahora o calle para siempre.
En ese preciso instante, algo dentro de Ilia la impulsó a pararse y empezar a hablar. - Bueno... ya que lo menciona, yo pienso que...
- ¡TÚ CÁLLATE! - Le gritaron simultáneamente Aryll y Malon, atrayendo algunas miradas.
- Perdón. Por favor continúe, padre. - se disculpó Malon, volviendo a sentarse, no sin echarle a Ilia una mirada fulminante que decía claramente "Ni se te ocurra". Aryll la miró de la misma manera.
- *Ejem*, como iba diciendo... Por el poder que me otorgan las Diosas el día de hoy, yo los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.
Y no bien terminó el sacerdote de pronunciar las últimas palabras, Link y Zelda ya se estaban besando como nunca. Todos en el templo estallaron en vivas y aplausos. Todos, excepto Ilia, obviamente, que estaba haciendo un esfuerzo enorme para no llorar. Pero nadie se fijó en ella. Al salir del templo, cuando Zelda lanzó su ramo, este rebotó de mano en mano entre todas las mujeres que intentaban atraparlo, hasta que fue a parar a las de Malon, quien primero se sorprendió, pues no estaba ni pendiente, pero luego sonrió.
La ceremonia de coronación siguió a la boda inmediatamente. Esta se llevó a cabo en el gran salón del palacio, y todos los invitados a la boda también estuvieron presentes. Zelda llevaba la corona que alguna vez perteneciera a su madre, mientras que a Link le tocó ponerse la del padre de Zelda. Esta última, como Link pudo notar, era un poco pesada a causa del oro y las piedras preciosas de las que estaba hecha, y al cabo de unos cinco minutos empezó a dolerle un poco la cabeza. Se lo hizo saber a Zelda, y le preguntó si tendría que soportar eso a diario. Ella le dijo que no se preocupara, la corona solo tenía que llevarla en ceremonias muy especiales, y le dijo que si quería podría quitársela en cuanto entraran al carruaje, lo cuál fue un gran alivio para él.
Mientras caminaban por la alfombra roja hacia su carruaje, preparados para comenzar su luna de miel, Zelda notó que, en medio de toda la gente que los ovacionaba, Ilia aplaudía de manera muy apagada, y por su cara se le veía muy deprimida. Zelda cesó su avance, y le hizo un gesto a Link para acercarse a ella. Ya había llegado la hora.
- Y bien... ¿tienes algo que quieras decirnos? - preguntó Zelda. Ilia se sorprendió, en su tono no había el más mínimo asomo de reproche, rencores ni nada de eso.
- Hmm... solamente... que me he portado como una verdadera estúpida. - respondió Ilia, ruborizándose.
- Que viniendo de ti, eso es decir mucho. - comentó Link. - ¿No hay algo más? ¿Unas dos palabritas más, como por ejemplo, "lo siento"?
- Link, está bien, no hace falta que la presiones. - dijo Zelda. - Seguro que ya está arrepentida de todo lo que hizo, ¿no es verdad?
Ilia se sorprendió mucho de que Zelda la defendiera. Y todavía más de que no hubiese movido un dedo para mandarla al calabozo o algo por el estilo por todo lo que le hizo. De haber sabido quien era ella... se lo hubiera pensado dos veces.
- Lo que no entiendo es... ¿por qué lo mantuviste en secreto? - prosiguió Ilia. - Quiero decir, siendo... siendo quien eres, podrías haber... bueno, tú entiendes.
- Usar mi título para conseguir algo que deseo va contra mis principios. - explicó Zelda. - Si lo hiciera de ese modo, no valdría nada.
- Y fue mejor así. - dijo Link. - De ese modo, pude conocer a la verdadera Zelda, no a la Princesa de Hyrule.
- Link... quiero que me digas. - dijo Ilia. - Exactamente... ¿qué fue lo que a mí me faltó, que viste en ella?
- Hmm... - Link se puso a pensar un poco. Esa era una pregunta difícil de responder. - Si fuera una sola cosa... diría que Zelda es mucho más madura que tú. Ella no se ponía a rondarme como una acosadora, ni tampoco hacía ninguna de esas chiquilladas que hacías tú.
Ilia miró a Zelda. Así que eso era. Ilia estaba demasiado centrada en conquistar a Link, tanto, que simplemente no se dio cuenta que entre más se esforzaba, menos atractiva le resultaba. Zelda, por otro lado, no se esforzaba en lo más mínimo. Simplemente, le bastó ser ella misma para que Link se fijara en ella. Psicología invertida, si se pudiera llamar de alguna manera, entre menos se esforzara por impresionar, más impresionante sería. Si lo hubiera sabido antes...
- Yo... Zelda... es decir, Majestad... - Ya no sabía ni como debía llamarla. Estaba acostumbrada a referirse a ella como "la invasora", y ahora sentía que debía compensar por esa enorme falta de respeto.
- Me puedes llamar por mi nombre a secas, está bien. - dijo Zelda.
- Bien... Zelda... - dijo finalmente Ilia. - Quiero que me prometas algo.
- Seguro. -
- Que... pase lo que pase... harás feliz a Link. - se esforzaba por exprimir cada palabra. - Si no lo haces... te juro que nunca te lo perdonaré. Me sentiré aún peor por haber perdido ante ti.
Sorprendentemente, a pesar de las palabras que usó Ilia, nada de eso sonaba como una amenaza. Tal vez, a su muy particular manera, esa era su forma de desearles lo mejor a ambos. Zelda pareció interpretarlo de ese modo, ya que simplemente le sonrió y asintió.
Habiendo quedado en paz con Ilia, los recién coronados rey y reina de Hyrule prosiguieron su camino. Montaron en el carruaje, y ya tras haber cerrado la puerta, Link pudo quitarse de encima la dichosa corona, y murmuró que su primer acto oficial como rey, sería mandar a que confeccionaran una más liviana. Zelda se rió ante esto.
- Y... ¿adónde iremos primero de luna de miel? - preguntó Link.
- Tenemos mucho de donde elegir. - dijo Zelda. - Holodrum, Labrynna... hay tantos lugares que quiero visitar.
- Bueno, iremos a donde quieras. - dijo Link, tomando las manos de ella con las suyas. - Contigo iría hasta los confines de la tierra.
- Link... - Zelda se fue acercando peligrosamente a los labios de él. - No sé lo que nos depara el futuro... pero si estás conmigo, sé que podremos salir adelante.
- Lo mismo digo. - susurró él. - ¿Te he dicho que te amo?
- Un par de veces. - sonrió ella. - Pero nunca está de más que me lo recuerdes.
Y así, volvieron a fundirse en un dulce y tierno beso, que más que un simple beso era el inicio de una nueva vida para los dos. Finalmente ambos estaban juntos, y sabían que nada ni nadie podría separarlos.
Esta historia concluirá en el epílogo...
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