Epílogo - Diez años después
Castillo de Hyrule...
Muchas cosas habían cambiado en el reino de Hyrule durante la última década, y más dentro del castillo donde residía la familia real. Pero todos podían estar de acuerdo en dos cosas: primera, que la reina Zelda era una digna sucesora de su difunta madre, y segunda, que su esposo, pese a sus orígenes humildes, estaba a la altura del deber que ahora compartían como legítimos soberanos del reino.
Los comienzos desde luego no fueron nada fáciles. Al crecer como un humilde aprendiz de herrero, había muchas cosas que Link desconocía, sobre los protocolos y costumbres de la realeza. A raíz de esto no faltaron las malas lenguas que cuestionaban al joven e inexperto rey, y la decisión de su esposa de haber contraído matrimonio con él precisamente. Pero a pesar de todo, Zelda se mantuvo inflexible en su opinión respecto a su marido. Ella lo amaba, y nadie podría cambiar eso. Lejos de desanimarse, la joven monarca puso todo su empeño en guiar a su querido esposo para enseñarle todo lo que necesitaba saber para ser un digno líder junto a ella. El joven se sentía muy agradecido, su esposa era una mujer maravillosa en más de un sentido, pues siempre lo ayudaba en todo lo que podía, y lejos de avergonzarse de él por sus orígenes humildes, se sentía orgullosa.
El anciano Primer Ministro que vio con malos ojos a Link desde que llegó fue uno de los primeros que tuvo que tragarse sus palabras. Durante los primeros meses estaba seguro de que el poder y los privilegios se le subirían a la cabeza, y no hacía ningún esfuerzo por ocultarlo. Pero Link nunca perdió su humildad, ni olvidó jamás de dónde provenía. Tanto en público como en privado demostró que lo único que lo ataba a Zelda era el gran amor que sentía por ella, no el poder ni las riquezas que ganó con su matrimonio. Y tampoco se olvidaba de su familia, pues a pesar de sus responsabilidades, siempre que tenían oportunidad se tomaban un tiempo para ir a Ordon a visitar a la familia de Link, quienes a pesar de que Zelda les ofreció vivir con ellos en el castillo, lo rechazaron amablemente. Pese a todo, el lazo que los unía como familia permanecía inquebrantable.
La mayor dicha para la joven pareja llegó apenas un año después de su matrimonio. La reina Zelda dio a luz a un hermoso bebé varón, al cual bautizaron con el nombre de Leiden, en memoria del padre de Link. Pero la alegría no terminó allí, pues al año siguiente fueron bendecidos con una preciosa niña, a quien pusieron el nombre de su abuela materna. Los pequeños herederos sin duda eran una fusión en miniatura perfecta de sus padres, ambos con cabellos dorados y ojos azules. El verlos crecer año tras año sin duda era lo que más felicidad les traía a los reyes de Hyrule, y les daban todo su amor. Tomando conciencia de su propia infancia solitaria, al no tener amigos de su edad durante tanto tiempo, Link y Zelda tomaron la decisión de que, dos veces al año, durante el verano y el invierno, llevaban a sus pequeños a pasar tiempo en Ordon, para que pudieran relacionarse con otros niños de su edad, así como también apreciar las cosas desde la misma perspectiva de su padre, y con ello inculcarles el mismo sentido de la humildad y respeto hacia los demás. Siempre hacían su mayor esfuerzo para pasar tiempo de calidad con ellos, pero en las ocasiones en que sus deberes les impedían estar con ellos, la siempre leal Impa se encargaba de cuidarlos.
Aquel día, el rey y la reina estaban preparándose precisamente para uno de sus viajes anuales al pueblo de Ordon. Como de costumbre, durante sus ausencias Impa se encargaría de los asuntos importantes en el castillo. No había nadie en quien confiaran más para delegar dichas tareas. Por su parte, la guardiana entendía perfectamente el por qué hacían esto cada año. A raíz de la muerte de su esposo, la reina Selena tuvo que cargar con las responsabilidades de gobernar el reino ella sola, lo cual le dejó menos tiempo para compartir con su hija, y para empeorar las cosas también ella murió de manera prematura, dejando a la joven princesa sin su familia a una edad muy temprana. Diariamente pedía a las Diosas que la felicidad que su antigua protegida y ahora soberana experimentaba con su nueva familia no se viera truncada de la misma manera. Mientras Link y Zelda preparaban los detalles de último minuto para su viaje, Impa observaba en el patio del castillo a los jóvenes herederos mientras jugaban corriendo alegremente por todo el lugar.
- ¡Jaja, no puedes atraparme! - reía Leiden huyendo de su hermanita.
El príncipe había heredado el mismo cabello alborotado de su padre, pero tenía los ojos claros como los de su madre. Llevaba puesta una chaqueta de color turquesa, pantalones negros y botas marrón oscuro. Era un niño bastante inteligente para su edad, pero también algo travieso y juguetón.
- ¡Qué malo eres, hermano! - decía a su vez la pequeña Selena, corriendo detrás de él, intentando acorralarlo detrás de un árbol.
La princesa Selena parecía una versión en miniatura de su madre, aunque eso era algo menos notorio para algunos con su cabello rubio natural, pues la reina aún mantenía su costumbre de teñirse el cabello castaño. Usaba un vestido muy similar al de su madre, pero con adornos más sencillos y de color azul oscuro. Igual que su hermano, era una niña bastante activa e inteligente. Ambos disfrutaban mucho jugar juntos, y se podía ver que eran muy unidos.
- Muy bien, pequeños, la hora de los juegos terminó. - dijo Impa. - Recuerden que mañana tienen que irse de viaje, tienen que descansar muy bien esta noche.
- ¿No podemos jugar un rato más, Impa? - preguntó Leiden.
- Me temo que no. Tendrán mucho tiempo para jugar cuando vayan a Ordon, mejor descansen hoy. - dijo Impa, con tono severo, pero a la vez afectuoso. - El viaje será largo.
- Impa tiene razón, hermano. - dijo Selena. - Podremos jugar mucho más en casa del bisabuelo y la bisabuela.
- Ah, está bien. - dijo Leiden. - Espero que nos lleven pronto también al Rancho Lon Lon. Tal vez este año por fin me enseñen a montar a caballo.
- No hay por qué apresurarse, Príncipe. - dijo Impa. - Vamos, sus padres los esperan para cenar.
La mujer tomó a cada uno de los pequeños de la mano, y juntos se fueron del jardín de vuelta al interior del castillo. Caminaron sin prisa por los corredores hasta llegar al gran comedor. La cena ya estaba preparada, y Link y Zelda los estaban esperando para comenzar.
- Por fin llegan. - dijo Zelda. - Tomen asiento, por favor, vamos a comer.
Los niños fueron a sentarse en sus lugares al lado de sus padres. Impa a su vez tomó un lugar junto a ellos. Siendo que ella era la más leal de los sirvientes del castillo era la única a la que se le permitía comer junto a la familia real, algo que para muchos sería un gran honor. Pero entre ellos cinco, era más porque también la consideraban "parte de la familia". Al haber sido padres a una edad relativamente temprana, el que ella les ayudara con la crianza de sus hijos a la vez que a sobrellevar las responsabilidades de gobernar a su reino era algo por lo que ellos estarían eternamente agradecidos.
Concluida la cena, Impa se retiró, mientras Link y Zelda llevaban a sus hijos a su habitación. Por ser aún muy pequeños tenían una habitación compartida, aunque con camas separadas. Mientras se cambiaban de ropa detrás de un biombo, el príncipe Leiden les hizo una pregunta que venía repitiéndoles desde hacía bastante tiempo.
- ¿Cuándo podré tener mi propia habitación?
- Ya hemos hablado de esto, Leiden. - dijo Link. - Será cuando cumplas los trece años, ni antes ni después.
- Ah, ¿todavía tengo que esperar otros cuatro años? - dijo Leiden.
- No te quejes, hermano. - dijo Selena. - Soy yo la que tiene que soportarte cada noche cuando no quieres dormir.
- Es porque tú no tienes energía, hermanita. - dijo Leiden.
- Muy, bien, ya basta los dos. - dijo Zelda, riéndose ligeramente.
Los niños salieron de detrás de sus biombos ya con sus pijamas puestas. Link acompañó a Selena hasta su cama mientras Zelda llevaba a Leiden a la suya. Siempre se aseguraban de darles las buenas noches con un beso y diciéndoles cuanto los querían antes de dormir, y aquella noche no fue la excepción. Un gesto simple, pero que para ellos era muy importante. Ya con sus niños acostados, la pareja salió de la habitación.
- Haré algo de entrenamiento antes de irme a dormir. Adelántate si quieres. - dijo Link.
- Te voy a esperar despierta, no te tardes demasiado. - dijo Zelda.
- Eso jamás. - sonrió él. - Te amo.
- Y yo a ti. - respondió ella, dándole un breve beso en los labios.
Zelda se dirigió a su dormitorio mientras Link iba por el otro lado del corredor. Por la cantidad de deberes que tenía que atender durante el día, esa era prácticamente la única hora que tenía para entrenar en combate y mantener sus habilidades en forma. Él pensaba que el hecho de haber sido coronado como rey no era excusa para dormirse en sus laureles. Siempre tenía que estar preparado para proteger a su esposa e hijos cuando fuera necesario, en caso de que sucediera algo en el camino.
Abajo, en los terrenos de entrenamiento, lo estaba esperando como siempre Impa. El joven rey tomó su espada del armero y se colocó en posición. Impa a su vez tomó una naginata para hacerle frente.
- ¿Está preparado, Majestad? - le dijo.
- Sabes que sí, Impa. - respondió él. - ¿Tres de cinco rondas?
- Me parece bien.
Impa dio el primer movimiento, lanzándose con una estocada que Link esquivó saltando hacia un lado. En los primeros años en el castillo Impa lo superaba ampliamente en combate, pero la guardiana se aseguró de ponerlo a la altura y someterlo a un riguroso entrenamiento para refinar sus habilidades naturales. Con los años, el récord de Link contra su instructora poco a poco se decantó en su favor, al punto que Impa podría decir sin temor alguno que Link estaba a su nivel o incluso la había superado. Esto no llevaría demasiado tiempo, y pronto podría ir a descansar al lado de su amada esposa. Tenían un largo viaje que iniciar al día siguiente.
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Una semana más tarde...
La carroza real transitaba por las afueras del pueblo de Ordon. No hubo contratiempos en el viaje. Para facilitar el trayecto, Link y Zelda ordenaron construir algunos senderos en la pradera y los bosques para los carruajes y caballos, así que el viaje se había hecho mucho más corto que hacía diez años, reduciendo el tiempo a la mitad. Pese a que llevaban una pequeña escolta, no resultó necesaria, y aunque así fuera, tanto el rey como la reina eran perfectamente capaces de defenderse a sí mismos. Entre las habilidades como espadachín de Link y el gran poder mágico de Zelda, cualquier bandido o asaltador de caminos que fuera lo bastante tonto para intentar atacarlos pagaría caro. Llegados a este punto, los monarcas enviaron a su escolta de regreso, diciéndoles que continuarían el resto del trayecto por su cuenta. Hasta ese momento la carroza era tirada por las monturas personales de Link y Zelda, la yegua Epona y el corcel blanco Cloud. Pese a los años seguían igual de fuertes y vigorosos como siempre, y no tenían intenciones de cambiarlos. Los soldados desengancharon a Epona y Cloud, y en su lugar pusieron a dos de los jinetes que los escoltaban. Deseándoles una buena estancia, se fueron por su lado, mientras la pareja real proseguía el resto del sendero hacia el pueblo.
Como era de esperarse, al entrar al pueblo, la gente les abría paso y se inclinaba ante ellos con mucho respeto. A Link aún le costaba acostumbrarse a esto, siendo que él había crecido con muchas de esas personas. Zelda podía entender eso, a pesar de haber nacido en cuna real, le resultaba mucho más cómodo que la gente la tratase con mayor familiaridad. No tenía caso ocultarse, pues en ese pueblo todos sabían quienes eran ellos.
Se fueron directo a la antigua casa de Link. Seguía casi igual a como lo recordaban, solo un poco más restaurada, pero igual de humilde y acogedora como siempre. El humo salía de la chimenea del taller, y los golpes del martillo del abuelo seguían resonando igual que la última vez. Sonriendo, Link sonó la aldaba de la puerta. Segundos después, fue a recibirlos la abuela.
- Vaya, vaya, miren quienes vinieron a visitarnos. - dijo con una sonrisa.
- ¡Bisabuela! - gritaron los pequeños, lanzándose a abrazar a la anciana, que los recibió gustosos.
- Hola, queridos. Han crecido mucho desde la última vez. - les dijo la abuela. - No esperábamos que vinieran tan pronto.
- Quisimos darles una sorpresa. - dijo Link, yendo también a abrazar a su querida abuelita. - Nos vamos a quedar un poco más este año.
- ¿Dónde está la tía Aryll? - preguntó Selena.
- Ah, creo que tenemos que hablar sobre eso. Si vinieron tan pronto tal vez nuestra última carta no les llegó. Aryll ahora está...
- ¿Quién viene de visita? - llegó de pronto el abuelo. - ¡Link, Zelda, son ustedes!
- Hola, abuelo. - dijo Link, dándole también un fuerte abrazo. El abuelo aún seguía igual de fuerte que la última vez, por lo que Link aún podía sentir esos abrazos que casi le partían los huesos.
- Nos alegra mucho verlos. - dijo Zelda. - Pero dígannos, ¿dónde está Aryll?
- Sí, queremos jugar con la tía Aryll. - dijo Leiden. - ¿Dónde está?
- ¿Por qué no pasan? Estábamos a punto de servir el almuerzo. Preparé mi sopa especial. -
- ¡La sopa de la abuela, qué bien! - gritaron a coro los pequeños, y sin esperar más corrieron adentro de la casa.
Ambas parejas se rieron. No cabía duda, los pequeños eran un par de niños muy activos, y eso les llenaba de mucha alegría. Link y Zelda entraron a la casa y se sentaron a esperar que la abuela sirviera su sopa especial. Siempre la echaban de menos, porque aunque Link sabía su receta, a él no le salía de la misma manera que a su abuela (no que en realidad la de él fuese mala).
Sentados a la mesa, los abuelos sirvieron la sopa y mientras comían explicaron la ausencia de la hermana de Link. Desde hacía algún tiempo, Aryll había empezado a trabajar en el Rancho Lon Lon a tiempo parcial. Sucedió que hacía unos meses, Malon había conocido a un joven con el que se había comprometido, y después de casarse se mudaron del pueblo. A raíz de eso, Cremia y Romani se quedaron algo cortas de manos para las labores en el rancho, así que Aryll se ofreció a trabajar allí a tiempo completo (y para facilitar las cosas, viviendo allí) para suplir su ausencia.
- Así que Malon se casó. - dijo Zelda. - Me alegro por ella.
- Es una buena chica. - agregó Link. - Merece tener a alguien que la quiera.
- Parece ser que viajan mucho. - dijo la abuela. - En las veces que nos han visitado, Malon nos ha contado cosas muy interesantes que ha visto por todo el continente. Pero siempre se le nota muy feliz.
- No es para menos. - dijo Link.
Link recordó que uno de los mayores privilegios que tuvo después de casarse con Zelda fue la posibilidad de viajar a muchos lugares. De principio lo hicieron durante su luna de miel, pero aún lo hacían con regularidad, por cuestiones diplomáticas muchas veces tenían que visitar las regiones cercanas, especialmente Labrynna y Holodrum. La ventaja de ir allá era poder visitar a sus amigas los Oráculos.
- Bueno, deben de estar agotados después de tan largo viaje. - dijo la abuela. - Vamos a prepararles sus habitaciones.
- Bisabuela, ¿puedo tener habitación aparte? - preguntó Leiden. - ¿Por favor?
- Leiden, ¿otra vez con eso?
- Bueno, ahora que la habitación de Aryll está desocupada, creo que es posible. - dijo la abuela.
- ¡Yupi! - gritó emocionado el príncipe. Su hermana solo se rio ante eso.
- Oigan, ¿y la tía Aryll no vendrá de visita si está en el rancho? - preguntó Selena.
- Podemos ir a visitarla. - dijo Link. - De todos modos planeábamos pasar por el rancho a saludar.
- ¿Y me van a enseñar a montar yo solo? - preguntó otra vez Leiden.
- Leiden. - Link lo miró de manera severa.
- Está bien, ya entendí. - El niño se amilanó ante la mirada de su padre.
- Oye, Leiden, tengo un pequeño regalo para ti. - dijo el abuelo. - Iba a dártelo por tu cumpleaños, pero viniste un poco antes, apenas lo he terminado.
- ¿En serio? - La cara se le iluminó. - ¿Qué es?
- Está en el taller, te lo mostraré ahora mismo si quieres. - dijo el abuelo.
- Lo podrás hacer cuando hayas terminado de comer. - dijo la abuela. - Yo ya terminé, así que iré a preparar sus habitaciones.
- Yo te ayudo. - ofreció Selena, que también había terminado.
Leiden terminó su tazón de sopa con mucha prisa, ansioso por ver el regalo que su bisabuelo tenía para él. Link y Zelda se quedaron en la mesa un poco más, no tenían prisa por terminarse la sopa. Ellos preferían tomarse su tiempo para degustarla.
- Las cosas no han cambiado mucho aquí, ¿no te parece? - comentó Zelda.
- No las importantes, al menos. - dijo Link. - Seguimos siendo una familia después de todo.
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Rancho Lon Lon, al mediodía del día siguiente...
Igual que en el hogar de Link, la vida en el Rancho Lon Lon no había cambiado mucho. Las únicas diferencias notables eran la ausencia de Malon, y que el tiempo había hecho lo suyo en las hermanas pelirrojas y en su amiga rubia.
Cremia había adoptado un semblante mucho más maduro, y ahora tenía el cabello mucho más corto, apenas por debajo del cuello. Romani ahora tenía el aspecto de su hermana mayor a esa edad, manteniendo su pelo igual de largo, pero amarrado en una cola de caballo. Y Aryll, ahora tenía su cabello amarrado en una trenza sobre el hombro derecho, y usaba un vestido idéntico al de sus amigas pelirrojas. En ese momento las dos hermanas se encontraban ocupadas con sus labores, Cremia ordeñando a las vacas, mientras Romani intentaba amansar a un pequeño potro. Aryll, que en ese momento estaba descansando, se había subido al techo del granero, y miraba alrededor con su telescopio. No veía nada interesante, y estaba a punto de bajarse para ver si alguna de las otras necesitaba algo de ayuda. Hasta que vio algo que se acercaba por el sendero que venía desde Ordon. Dos figuras ecuestres.
- ¿Quién viene por allí? - dijo ajustando su telescopio.
Al acercar la vista lo suficiente, pudo ver de quienes se trataba. Los caballos eran inconfundibles, se trataba de Epona y Cloud, las monturas personales de su hermano Link y su esposa Zelda. Al acercarse más los pudo distinguir claramente, y venían con sus hijos.
- Vaya, qué sorpresa, vinieron de visita más pronto este año. - dijo la rubia. - ¡Romani, tenemos visitas!
- ¿Qué dices? - respondió Romani.
- ¡Mi hermano y su familia están de visita! - dijo Aryll, yendo hacia la escalera para bajar del techo.
- ¿Tu hermano? ¡Oh cielos, tengo que avisarle a Cremia!
Sin perder tiempo Romani corrió hacia el corral donde estaban las vacas para avisarle a su hermana mayor, mientras Aryll iba hacia el portón de entrada para recibir a su hermano y su familia. Era difícil estar separados durante tanto tiempo a raíz de las responsabilidades que Link tenía como rey, así que valoraba mucho cada vez que él tenía tiempo de venir a verlos. Aryll llegó al portón para encontrarse a su hermano y a Zelda desmontándose de sus caballos, y ayudando a sus hijos a bajarse. Todos llevaban ropas más modestas, Link traía puesto su viejo traje verde (aunque ahora sin el gorro, pues su hija lo tenía ocupado), y Zelda llevaba un vestido muy similar al que tenía cuando se conocieron por primera vez. A su vez, Leiden y Selena llevaban ropas que ella reconoció solían ser de su hermano y de ella cuando eran pequeños. Los abuelos las habían mantenido en excelente estado todos estos años. También notó que Leiden traía consigo un escudo y una espada hechos a su medida. Esos también habían pertenecido a Link cuando era niño, pero se veían como nuevos, por lo visto el abuelo los había restaurado para regalárselos. No pudo evitar pensar que Leiden se veía idéntico a su padre en los retratos que tenían en casa.
- ¡Hermano, Zelda! - gritó Aryll.
Pese a que ahora ya no era tan pequeña, algunas cosas nunca cambiaban: su primera acción fue correr para darle a su hermano mayor un fuerte abrazo, que este le correspondió gustoso.
- Me da gusto verte, hermanita. - dijo Link.
- Lo mismo digo. - Luego se volvió hacia los dos pequeños para abrazarlos también. - Y díganme, ¿cómo están mis sobrinos favoritos?
- Tía Aryll, somos tus únicos sobrinos. - dijo Leiden divertido.
- Te extrañamos mucho, tía. - agregó Selena.
- Y yo a ustedes. - dijo Aryll. - Como han crecido desde la última vez.
- Los abuelos nos dijeron que te habías mudado aquí. - dijo Zelda, abrazando también a su cuñada. - Pensamos en darte una pequeña sorpresa.
- Vaya que lo hicieron, estoy muy feliz de verlos. - dijo Aryll, correspondiéndole el abrazo. - Pero no me los esperaba tan pronto, normalmente no vienen sino hasta la mitad del verano.
- Pensamos en quedarnos un poco más este año. - dijo Link. - Y en caso de que algo suceda, Impa podrá encargarse de todo.
- Dijo que nos lo merecíamos. - agregó Zelda. - Y creo que tiene razón, con los últimos dos meses, necesitamos relajarnos un poco.
- Bueno, no se queden allí parados. Pasen, por favor.
Toda la familia entró al rancho. Aryll cerró el portón mientras Zelda y Link llevaban a sus caballos a los establos. Los niños se llevaron a su tía jalándola cada una por la mano, pues querían jugar con ella como de costumbre. Eso era otra cosa que a ella no se le había quitado con los años, las ganas de jugar, y cuando sus sobrinos llegaron por primera vez, decir que estaba emocionada sería quedarse cortos.
En el corral el matrimonio real se topó con las dos hermanas pelirrojas. La mayor de ellas, que llevaba consigo un balde lleno de leche recién ordeñada, en particular se veía bastante sorprendida de verlos.
- ¡Link, Zelda! Ay, disculpen mis modales, sus Majestades. - dijo haciendo una pronunciada reverencia.
- Cremia, no tiene por qué ser tan formal. - dijo Zelda. - Eres nuestra amiga, ¿recuerdas?
- Sí, en serio, no me gusta que mis amigos me vean con otros ojos solo por ser... tú entiendes. - dijo Link. - Por dentro siempre seré el mismo Link.
- Sí, hermana. - dijo Romani. - Como me alegro de verlos. ¿Y dónde están ese par de dulces retoños suyos?
- Jugando con Aryll seguramente. - dijo Link.
- ¡Ay, qué malos son, empiezan la diversión sin mí! - dijo Romani echando a correr, para unírseles en el juego, dejando a su hermana con el matrimonio.
- Y bien, ¿cómo les ha ido últimamente? - preguntó Zelda para romper el hielo.
- Bastante bien. - dijo Cremia, sonriendo. - Les estamos muy agradecidas por la ayuda económica. A veces nos llegan pedidos desde fuera del pueblo y casi no damos abasto.
- No tienes nada que agradecernos. - dijo Zelda. - Como dije, eres nuestra amiga.
- Se me hace muy extraño pensar que soy amiga del rey y la reina de Hyrule. - dijo Cremia. - Aún sigo sin poder superarlo después de todos estos años.
- Dímelo a mí, yo fui el que se casó después de todo. - dijo Link. - Pero ya te lo dijimos, esto no cambia nada entre nosotros. Siempre seremos amigos, pase lo que pase.
Cremia sonrió ante esas palabras. A pesar de todo lo sucedido y del tiempo que había pasado, Link seguía siendo el mismo. Su matrimonio con Zelda había sido uno realmente feliz (y la mayor prueba de ello eran esos dos hermosos niños) y en vez de dejar que se le subiera el ser de la realeza a la cabeza, seguía siendo tan humilde como siempre. Y no solo eso, se tomaban su tiempo para codearse entre la gente común, y darles una mano a sus amigos siempre que lo necesitaban.
- ¿Quieren tomar algo? - les ofreció. - Estaba a punto de usar esta leche para preparar algunas bebidas para el bar lácteo, pero si quieren un poco...
- Me encantaría. - dijo Zelda. - No sabes cómo echo de menos esas malteadas.
Mientras afuera en el corral Romani y Aryll jugaban con Leiden y Selena, Cremia llevó a Link y Zelda a la cocina. Ahora la reserva especial de Romani tenía varios sabores, y la pelirroja los invitó a probar algunos que querían sacar al mercado. Algunos estaban realmente deliciosos, otros... no tanto. Después de unos cuantos tragos, decidieron ponerse a conversar un poco y ponerse al tanto de lo que había transcurrido en los últimos meses.
- Los abuelos nos dijeron que Malon se casó hace unos meses. - dijo Link tras tomarse su tercera jarra, con sabor a chocolate.
- Sí, así es. - dijo Cremia. - De hecho apenas la hemos visto una vez desde entonces, su esposo viaja mucho.
La pelirroja les mostró un retrato enmarcado. En él se veía a Malon con vestido de novia, realmente se le notaba muy feliz. A su lado estaba un joven de cabello oscuro algo largo y bastante apuesto, sujetándola de la mano. Su sonrisa era más relajada, pero se notaba también que era genuina.
- ¿Y no has pensado tú también en el matrimonio? - preguntó Zelda.
- Bueno... - Cremia se sonrojó ligeramente. - La verdad, con tanto trabajo que hacer en el rancho eso nunca me dejó tiempo. Pero hace cosa de un año... un joven vino de visita y estuvo en el bar lácteo cuando hice una entrega. Empezamos a conversar y... bueno, creo que esa fue mi primera cita. Suele venir al menos una vez al mes a visitar.
- ¿De dónde es? - preguntó Link, interesado.
- Dijo que de la región de Labrynna. - dijo Cremia. - Sus padres tienen un negocio de barcos de transporte, por eso viene de vez en cuando. Hasta me ha propuesto que me vaya a vivir con él, pero...
- No puedes dejar el rancho, ¿verdad? - completó Zelda.
- No me malentiendan, Aryll y Romani hacen un gran trabajo a decir verdad, pero aún no estoy lista para dejarlo en sus manos, menos sin Malon. - dijo Cremia. - Este rancho es la última herencia de nuestra familia, y saben lo importante que es para mí.
- Te entendemos. - dijo Zelda. - Pero no dejes que eso interfiera con tu posibilidad de tener una relación. Todos tenemos derecho a contraer matrimonio y formar una familia. Míranos a nosotros, estoy segura de que encontrarás la manera.
Cremia sonrió y consideró las palabras de la joven reina. Era cierto, como reyes tenían sus responsabilidades (unas ENORMES responsabilidades), pero aun así encontraban tiempo para compartir entre ellos, y con sus hijos. Si ellos podían, ¿por qué ella no?
- Lo pensaré. - dijo Cremia. - Quizás deba hacerlo, o de lo contrario Romani y Aryll seguirán molestándome con que ellas conseguirán un novio y tal vez se casen antes que yo.
- ¿A qué te refieres? - preguntó Link.
- Bueno... ya desde hace tiempo esas dos pasaron por la pubertad, y no fueron las únicas. - dijo Cremia. - Tendrían que ver lo guapo que se ha puesto Colin en estos últimos años. Se ha vuelto tan popular con las chicas que muchos lo llaman tu sucesor, Link.
- Espera, no me digas que...
- Aryll ya está en esa edad, Link. - lo interrumpió Cremia. - Y también Romani. De hecho, cuando no están trabajando, están compitiendo por la atención de Colin y pidiéndole salir con alguna de ellas. O sino, espantando a otras potenciales candidatas.
Link se rio un poco al escuchar eso. Tenía sentido, su hermanita estaba creciendo y ya estaba en edad de sentirse atraída por los chicos. Y tratándose de Colin, a quien Link conocía desde pequeño, no era tan malo.
- Solo espero que no vayan a terminar igual que Ilia. - comentó de pronto sin saber por qué.
En ese instante les vinieron a la mente los recuerdos de aquellos seis meses. Fue quizás el momento más importante para Link, pues fue la época en que Zelda llegó a su vida por primera vez. Pasar tiempo con ella, conocerla cada vez más, sin mencionar aquel primer beso accidental que tuvieron... todo le llevó a darse cuenta de que ella era la mujer de su vida. Pero siempre había una piedrita en su camino, y esa era Ilia. Hizo de todo para tratar de separarlos, pero al final aceptó su derrota y los dejó ser felices juntos. A pesar de que se separaron en términos cordiales, Link no se había esforzado demasiado en reconectar con ella la amistad que alguna vez tuvieron, y con el tiempo perdieron el contacto.
- Hablando de Ilia... ¿sabes qué fue de ella? - preguntó finalmente, tras un instante de silencio.
- Ha estado muy bien. - dijo Cremia. - Su padre recibió una oferta para ocupar un cargo en otro pueblo, y decidieron mudarse. De hecho, están considerándolo para ser gobernador de la provincia. En cuanto a ella... ya superó todo lo que sucedió entre ustedes.
- ¿En serio?
- Sí, me dijo que se dio cuenta que realmente no estaba enamorada sino que se obsesionó contigo, de una manera muy malsana. - prosiguió Cremia. - Se hizo a la idea de que tú le pertenecías, así que no te veía como persona, sino más bien como un objeto que era de su propiedad. Y que eso fue lo que te alejó.
- Bueno, no discutiré eso. - dijo Link. Esa era exactamente la sensación que Ilia le provocaba con sus "atenciones".
- De cualquier manera, en la última carta que me envió, me dijo que si llegaba a verte de nuevo, te dijera de su parte que siente mucho todo lo que te hizo, y también a ti, Zelda. - siguió contando Cremia. - Que seguiría buscando a esa persona con quien compartir su vida, y se aseguraría de tratarla como se merecía. Y que sobre todo, que deseaba de corazón que ustedes fueran felices.
Link se quedó reflexionando. Quizás durante todo este tiempo aún tenía algo de resentimiento hacia Ilia. Lo mantuvo enterrado, pero aún estaba allí, no se había ido del todo. Sin embargo, si lo que Cremia le había dicho era cierto, Ilia lo había dejado todo atrás. Siendo así, él también debería hacerlo. Después de todo, ¿no hubo un tiempo en el que alguna vez fueron buenos amigos? Por su parte, Zelda pudo adivinar lo que su esposo estaba pensando en ese momento con solo mirarlo a los ojos.
- Quizás, Link... deberías hablar con ella alguna vez. Si aún queda algún remanente de lo que sucedió, es mejor dejarlo ir. - dijo Zelda. - Nunca es tarde para volver a empezar.
Link miró a su esposa. Ella siempre tenía las palabras que él necesitaba oír. Esa era otra de las cosas que amaba de ella. Y era cierto, aún le quedaba algo de eso en su interior. Se sentiría mejor si lo dejaba ir por completo y cerraba ese capítulo de su vida permanentemente. Cremia, por querer ayudar, les entregó un sobre.
- Si quieren contactarla, su dirección está aquí. Ya no visita muy a menudo este pueblo, así que tal vez la encuentren allí. - les dijo.
- Gracias, Cremia. - dijo Link.
En ese instante, Aryll y Romani llegaron con los niños. Por fin habían terminado con sus juegos. Leiden y Selena seguían con mucha energía, mientras que las dos adolescentes estaban exhaustas.
- ¿Tienen algo frío para nosotras? Estoy muerta de sed. - dijo Aryll.
- No recuerdo que jugar fuera tan... agotador. - agregó Romani.
- Si quieren tómense un descanso, sírvanse lo que gusten. - dijo Cremia. - Oigan, niños, ¿alguno de ustedes quiere ir a montar un rato?
- A mí me encantaría. - dijo Leiden. - Pero papá no me deja.
- Solo si estás sin supervisión, hijo. - corrigió su padre. - Si Cremia te está vigilando, no hay problema.
- Ah, rayos. - El príncipe hinchó las mejillas. Ante esto su hermanita se rio.
Mientras Cremia se llevaba a los niños, Romani y Aryll tomaron algo de la reserva que estaba en la jarra y se sirvieron. Cansadas por tanto corretear con los niños, decidieron sentarse a conversar con la pareja. Después de todo, ellas también merecían saber de qué se habían perdido durante todo este tiempo.
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Al atardecer...
Por primera vez en mucho tiempo, el Rancho Lon Lon se llenó de vida y de actividad. Las tres trabajadoras tuvieron que tomar turnos para poder mantener el paso con los hiperactivos niños durante toda la tarde. Pese a que sus padres también los querían ayudar, Cremia y las demás insistieron en "ser buenas anfitrionas". Cuando por fin Leiden y Selena decidieron que era hora de terminar el juego, después de la cena se los llevaron a uno de los cuartos de huéspedes, pero desde afuera, Link y Zelda oyeron que empezaron a pelear por la litera de arriba, y al rato ruidos de almohadazos. Cremia salió con el cabello y los hombros cubiertos de plumas.
- Me deberán un par de almohadas nuevas por esto. - les dijo, sin querer sonar demandante.
- Lo sentimos. - dijo Zelda. - Te compraremos unas mañana.
- Su cuarto ya está listo, cuando quieran descansar. - dijo Cremia. - El mismo de la última vez, no hay pierde.
- Saldremos a tomar algo de aire un rato. - dijo Link. Zelda asintió estando de acuerdo.
- Como quieran. Yo necesito dormir. Con su permiso.
- Que descanses. - dijo Zelda.
Cremia se fue a su habitación a dormir, mientras la pareja se dirigía hacia el patio. En la sala se encontraban durmiendo Aryll y Romani, la primera tendida cuan larga era en el sofá, y la segunda yacía desparramada sobre uno de los sillones. Aun así parecían estar muy cómodas, así que tuvieron cuidado de no molestarlas mientras salían. Se merecían descansar después de ese día.
Al salir, Link y Zelda vieron que el sol comenzaba a ponerse detrás de las montañas. Se fueron hacia el granero, y mirándose a los ojos, supieron lo que el otro estaba pensando. Sonriendo, Link tomó la escalera de mano y la colocó para subirse al tejado, seguido de su esposa. Los dos se sentaron a contemplar la puesta de sol. Igual que aquel día, hacía tantos años.
- Igual que aquella vez. - dijo Link.
- Lo sé, jamás podría olvidarlo. - dijo Zelda. - No puedo creer que haya pasado tanto tiempo. El lugar se ve exactamente como lo recordaba.
- Me alegra que sea así. - dijo Link. - Muchas cosas han cambiado, pero hay algunas que prefiero que continúen como siempre. Las más importantes.
- Yo siento lo mismo. - dijo Zelda.
Hacía diez años los dos se habían sentado a observar el atardecer, en ese mismo lugar. Pero en ese entonces, apenas estaban empezando a conocerse, a establecer una amistad. Ninguno de los dos se imaginó que el lazo que se formó entre ambos aquel día se convertiría en algo mucho más fuerte, y más profundo. Ver el mismo espectáculo, ahora como marido y mujer, sin duda lo hacía mucho, mucho más especial para los dos.
- Entonces... ¿piensas visitar a Ilia? - preguntó Zelda.
- Sí, eso creo. - dijo Link. - Si puedo cerrar ese capítulo de mi vida por completo, me sentiré mejor conmigo mismo.
- Será bueno que lo hagas tú mismo. - dijo Zelda. - Es algo que solo tú puedes resolver.
- ¿No temes que... pueda suceder algo? - dijo Link con la voz entrecortada, ante el pensamiento de lo que podría suceder si su esposa no estaba presente.
- No creo que Ilia sea capaz de intentar algo después de todo este tiempo, si lo que Cremia nos dijo es cierto. - dijo Zelda. - Además, aun si ella intentara algo, tú nunca lo permitirías, ¿verdad?
- Je, ¿tanta confianza me tienes? - Link le sonrió pícaramente.
- Si no fuera así, no me hubiera casado contigo. - Zelda le devolvió la sonrisa. Acto seguido llevó su mano hacia la mejilla de él mientras acercaba sus rostros. - Te amo.
- Y yo a ti. - dijo él mientras juntaba sus labios en un tierno beso.
Muchas cosas habían cambiado en esos diez años, pero el lazo que los unía seguía tan fuerte como siempre. Mientras se perdía en ese beso, Zelda solo podía pensar en el hecho de que Link le había traído más felicidad a su vida de la que podría haber soñado. Habían tenido sus desavenencias de vez en cuando, pero su amor nunca flaqueaba. Y el mayor fruto de ese amor fueron sus hijos, verlos crecer sanos y felices a lo largo de todos esos años. Dio las gracias a las Diosas por poner en su camino a un hombre tan maravilloso, y por permitirle que fuese el padre de sus hijos.
Él era, en todo sentido, el esposo perfecto.
FIN
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Comentarios finales:
Y bien, oficialmente ya se terminó. Esta fue mi primera historia de Zelda, y para muchos de los que me conocen es la más querida. Por eso mismo imaginen cómo me sentí de que dos veces la hubieran posteado aquí sin mi permiso. Como dato adicional, la historia originalmente terminó en el capítulo anterior, pero años más tarde, y luego de un hiato donde no escribí nada por durante año y medio, finalmente cedí y le hice este epílogo.
Sin más que decir, espero que la hayan disfrutado. A quienes leyeron, comentaron, votaron y demás, gracias por su apoyo, aunque me entristece que casi nadie se anime a contactarme con los comentarios. No muerdo, ¿saben? Y me gusta que la gente me exprese lo que piensa de mi trabajo. Hasta la próxima.
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