El primer beso
Pueblo de Ordon...
El tiempo pasaba volando. Habían transcurrido cerca unos dos meses desde aquel incidente en los Bosques Perdidos, pero tanto Zelda como Link lo habían dejado atrás, ahora parecía recuerdo de otra vida. Por paradójico que fuera, el plan de Ilia para separarlos, al final lo que hizo fue unirlos aún más. El lazo entre ambos se había estrechado al punto de que Link y Zelda ahora llevaban una relación que iba más allá de ser solo buenos amigos, o inclusive que hermanos, aunque ambos lo negaran vehementemente ante los demás, lo cierto que ahora pasaban mucho más tiempo juntos. Link ahora acompañaba a Zelda por la mañana a la biblioteca, y los fines de semana cuando Link salía a cazar, a veces Zelda le pedía ir con él para ayudarle un poco. Ya todos en el pueblo lo comentaban, que algo se tenían Link y Zelda, e Ilia estaba furiosa, por supuesto. No podía creer que su plan a la larga hubiera sido un tiro por la culata. Cuando supo que ella fue la responsable de aquella sucia jugarreta, Link montó en cólera, y decidió aplicarle la ley del hielo en venganza. Si en algún momento habría tenido un atisbo de volver a considerarla su amiga, ahora se había ido por completo. Por otro lado, con Malon, como ella se disculpó y reconoció su falta, tanto Link como Zelda la perdonaron, dándose cuenta que en realidad ella nunca les quiso hacer ningún daño.
Pocos días después del incidente, cuando por fin se había recobrado de sus heridas, Link volvió al área donde había rescatado a Zelda, para recuperar su escudo y espada, que se habían perdido durante la pelea que tuvo con los Lizalfos. Cuando Zelda le preguntó por qué se molestaba en ir hasta allá solo para buscarlos, Link explicó que esa espada y escudo eran tesoros de la familia. Los habían forjado su padre y su abuelo, para dárselos cuando tuviera la edad suficiente, aunque su padre lamentablemente no vivió para ver ese día. Ante esta explicación, Zelda no se atrevió a cuestionarlo. El escudo había quedado un poco abollado, por lo que el abuelo y Link se dieron a la tarea de repararlo lo mejor que pudieron. Zelda los veía mientras trabajaban en la fragua, y no pudo evitar sonreír.
- "Link es un chico en verdad muy especial." - pensaba.
Por otra parte, Link estaba todavía sorprendido por como Zelda lo había rescatado del bosque. Se dio cuenta de que ella no era una chica ordinaria. A Zelda por un momento le preocupó que Link pudiera decirle a alguien sobre eso, sin embargo, Link había decidido no hablar del asunto con nadie, y eso la tranquilizó. Una noche, en la habitación de Zelda, unos 10 días luego de su reconciliación, fue que Link finalmente decidió preguntarle al respecto, deduciendo que Zelda tal vez se guardaba algunos secretitos. Zelda, sintiéndose ligeramente apenada, simplemente admitió que, en efecto, había muchas cosas sobre ella que aún no le había dicho, pero que no se sentía preparada para decírselas aún, eran cosas muy "complicadas", y eso la hacía sentirse mal. Link se compadeció, y le dijo que no tenía que decírselas si no quería todavía, él esperaría pacientemente, y prometió que, cuando llegara el momento, sus secretos estarían a salvo con él.
El verano pasó volando, y llegó el otoño, el verde que habitualmente llenaba los bosques alrededor de Ordon ahora estaba dando paso a tonos carmesí y amarillos. Las hojas comenzaban a caer de los árboles, llenando el suelo y los caminos por todas partes. La gente se ocupaba en limpiar el desastre de las hojas, cosa que no era nada fácil con los ocasionales vientos que soplaban y les regaban todo el trabajo que habían hecho. Al mismo tiempo, los granjeros ya estaban recogiendo sus cosechas, y llenando sus graneros para cuando llegara el invierno. Y hablando de cosechas...
- ¿Baile de la cosecha? - preguntó Zelda, hablando con Cremia, mientras se tomaban unas malteadas en el bar lácteo.
- Sí, lo hacemos todos los años. - dijo Cremia. - Todo mundo se reúne para bailar, cantar y tocar música.
- No es como el festival de las bromas, ¿verdad? - preguntó Zelda, recordando por un momento aquel "incidente".
- No, tranquila. - le aseguró Cremia. - Esto es mucho más serio, nada de bromas, pero no por eso deja de ser divertido. Además, este año vamos a tener unos cuantos artistas famosos invitados, nadie querría perdérselo. ¿Vas a ir?
- Bueno... no sé si...
- ¿Qué pasa? ¿Me vas a decir que no sabes bailar?
Zelda solo pudo soltar una pequeña risita. Si se trataba de saber bailar, eso no era problema en lo más mínimo. Después de todo, ¿a cuántos bailes no había asistido en su vida? Y hacía pocos meses que había tenido que estar bailando casi cada noche, una de las razones por las que decidió irse de viaje, para escapar de eso. No sabía si querría volver a eso.
- Me sorprende que Link no te haya invitado todavía. - dijo Cremia de pronto.
- ¿Eh? - Zelda se sorprendió.
- Él nunca invita a ninguna de nosotras. - siguió Cremia. - Supongo que es porque no encuentra a su pareja ideal, si entiendes lo que quiero decir.
- Por favor, Cremia. - dijo Zelda. - Él y yo... solo somos buenos amigos, nada más.
- ¿Amigos? - dijo Cremia. - Amigo el ratón del queso, querida. Eso ni tú misma te lo crees.
- Cremia, deja de molestarme.
- Está bien, está bien.
- Bueno, señoritas, ya casi es hora de cerrar, así que les tendré que pedir que se retiren en un rato. - salió al paso el Sr. Barten. En efecto, el reloj ya casi tocaba las 7 de la tarde.
- Ah, Sr. Barten, antes de que cierre, ¿me puede dar otra de estas, y una reserva especial de Romani para llevar? - pidió Zelda.
- Con mucho gusto. - dijo el Sr. Barten. Sirvió otra leche malteada y una reserva de Romani, y las embotelló en frascos. - Ochenta rupias. Más la que ya se tomó, serían cien. Y para la señorita Cremia son veinte.
Cremia estuvo a punto de pagar su cuenta, pero Zelda se le adelantó, y cuando alcanzó a contar las rupias en la mesa, se dio cuenta de que Zelda tenía la intención de pagar también lo que ella se tomó. Cremia quiso protestar, pero Zelda no la dejó. Cuando salieron, luego de que cerraron el bar, Cremia finalmente pudo hablar.
- Oye, Zelda... - le dijo. - No es que quiera ser averiguadora, pero... ¿de dónde sacas tanto dinero?
- ¿Eh?
- Quiero decir... nos pagaste las deudas que teníamos, y además... -
- No lo conseguí de manera ilegal, si es lo que tratas de decir. - intentó defenderse Zelda de un ataque preventivo.
- No, yo no dije eso. - dijo Cremia, apenada por haberla ofendido sin querer. - Solo que... bueno, parece que siempre tienes mucho, y hasta te sobra para compartir.
- Bien... podría decirse que... lo heredé de mi mamá, cuando ella falleció. - dijo Zelda, intentando poner algo más o menos creíble.
- Oh... - dijo Cremia. - Yo... no sabía que...
- Ah, descuida. No es algo de lo que me guste hablar. - dijo Zelda. - Ella me dejó mucho, y la verdad, pienso que todo el dinero del mundo no vale nada... si no tienes con quien compartirlo.
Cremia no pudo evitar sonreír con esas palabras. Zelda era una buena chica, amable y generosa. Cierto, ella siempre parecía tener mucho dinero, pero lo inusual era que la gente rica por lo general se guardaba celosamente lo que tenía, mientras que a Zelda no le importaba darle a los demás un poco de lo suyo, sin esperar a que se lo devolvieran, o que le dieran algo a cambio.
- Bueno, yo me tengo que ir. Nos vemos. - dijo Cremia, subiéndose a su carreta.
- Adiós.
Cremia echó a andar su carreta y se fue de regreso a casa, Zelda, por su parte caminó de regreso a casa de Link, meditando un poco sobre lo que había hablado con Cremia. El baile de la cosecha... bailar siempre se le había hecho bastante aburrido y fastidioso. Sus instructores de baile siempre la regañaban mientras iba aprendiendo, y los compañeros que le tocaron en sus bailes, si bien sabían mover sus pies, no sabían tener tacto con ella, y en una o dos ocasiones la separación había sido brusca. Al parecer, era que no había encontrado a su... "pareja ideal", como Cremia lo llamó.
- "¿Pareja ideal?" - pensó de pronto.
Repentinamente, se imaginó a sí misma bailando en el salón del castillo, y su pareja era nada más y nada menos que Link. Pero no como lo había conocido. Este Link tenía su cabello peinado, y arreglado en una cola corta, sin el habitual gorro a la vista. En vez de su ropa normal, usaba un traje de gala, color verde esmeralda con diseños en color dorado, con botas y guantes blancos. Tenía el aspecto de todo un príncipe...
- "¿Príncipe? Diosas, debo haber perdido la cabeza." - pensó Zelda. Aunque en realidad, esa fantasía no le resultó nada desagradable. Todo lo contrario.
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Mientras tanto, en la herrería...
Link continuaba trabajando tan duro como siempre. No dudó en volver a darle al martillo apenas se repuso de sus heridas, sin embargo, ya no se le veía serio mientras trabajaba. Era extraño, pero desde que pasó aquel incidente, Link parecía estar más animado y risueño que nunca. Los abuelos tenían la sospecha de que Zelda tenía algo que ver en ello (y no estaban tan equivocados), pero no creyeron que fuese necesario hacer preguntas. La respuesta quizás era demasiado obvia.
Ilia estaba espiando por la ventana del taller, viendo como Link martillaba al tiempo que tarareaba una cancioncita. Cualquiera diría que debería estar feliz de verlo así de animado y alegre, pero no lo estaba, simplemente porque sabía que la razón de que él estuviera así, era la misma por la que ella estaba tan furiosa. La "invasora" estaba pasando cada vez más y más tiempo con él, ya no se podían catalogar simplemente de "amigos". A causa de eso, a Ilia se le había hecho bastante difícil encontrar un momento para intentar hablar con él, en privado. Y el hecho de que Link todavía no quería hablarle desde que supo que ella había sido la responsable de aquella broma tan de mal gusto no le hacía las cosas más fáciles.
- Ya sé que estás ahí, deja de esconderte. - dijo Link de repente, sin dar la vuelta, mientras metía un hierro en la forja.
- ¿Eh? - Ilia se puso de pie. - ¿Ya sabías que estaba aquí?
- Me acostumbré tanto a que me estés espiando que ya casi puedo olerte. - dijo Link, aún sin dar la vuelta. - ¿Hay algo en particular que me tengas que decir?
- Hmm... - Ilia intentó pensar en algo, mientras entraba al taller. - Link... yo... quería disculparme por...
- Ya es un poco tarde para eso. - interrumpió Link. - Mejor ahórratelo.
- Link... no puedes estar furioso conmigo toda la vida por eso.
- Podría intentarlo. - respondió él lacónicamente.
- En serio, Link, si sigues con esa actitud nunca más te volveré a hablar.
- Que gran pérdida. - dijo Link con sorna.
- ¿Es que ni siquiera te importa? - dijo Ilia, comenzando ya a irritarse.
Link finalmente se dio la vuelta, sacando el hierro de la forja y mirando por primera vez a Ilia. Su rostro no denotaba enojo, sino más bien severidad.
- ¿Por qué? ¿A ti sí? Si te soy sincero, Ilia, ya hace mucho que dejé de contarte entre mis amigos.
- Y supongo que me reemplazaste por esa chica, ¿no? - preguntó Ilia. - Quiero decir... apenas la conoces, y sin embargo...
- ¿Cuál es tu manía con Zelda? - volvió a interrumpir Link. - Corrígeme si me equivoco, pero desde que ella llegó, parece que no has tratado sino de ver como fastidiarla. Quisiera saber por qué. ¿Qué tienes en su contra?
- ¡Es una... una presumida, y... abusadora! - gritó Ilia, aunque entrecortado, mientras buscaba palabras para describir a Zelda. - ¡Se aprovecha de tu hospitalidad, y la de tu familia, y...!
- ¿Y en eso te basaste para hacer que nos peleáramos con esa jugarreta tuya, que por cierto, fue de muy mal gusto?
- ¿Por qué confías tanto en ella? Apenas tiene unos meses aquí, y...
- Ella salvó mi vida, con eso me basta. - dijo Link. - Y para que quede claro, ya no confío en ti más de lo que confiaría en cualquier otra persona. Si no tienes nada más que decirme, preferiría que me dejaras trabajar.
Ilia abrió la boca para decir algo, pero finalmente se dio la vuelta para largarse. En la entrada se topó con Zelda, a quien simplemente le dirigió una mirada asesina y luego se fue dando pisadas furiosas. Zelda ni se molestó en intentar saludarla ni preguntarle qué le pasaba.
- ¿Me perdí de algo? - preguntó Zelda.
- No en realidad. - Link sonrió al verla.
- La abuela me dijo que ya está lista la cena. - dijo Zelda.
- De acuerdo, apagaré la forja e iré enseguida.
Zelda se fue hacia dentro de la casa, mientras Link apagaba el fuego de la forja. Acto seguido le puso el cerrojo al taller y entró a la casa para cenar. Ilia, que en realidad no estaba demasiado lejos de ahí, sintió la rabia arder aún más dentro de ella al ver como Link le sonreía a Zelda.
- ¿Por qué? ¿Por qué no puedes sonreírme como lo haces con ella?
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Un poco más tarde...
Luego de la cena, Zelda se fue a la cama, sin embargo, aún no tenía sueño. Estaba pensando, sobre aquel baile de la cosecha que Cremia le había mencionado anteriormente. Seguía debatiéndose entre ir o no. Admitiéndolo, en realidad sí quería hacerlo, pero solo había una persona a la que le gustaría tener como pareja: Link. Pero de ahí a esperar que la invitaran, no estaba muy segura. Si Link no había invitado nunca a ninguna chica, ¿qué posibilidades tendría de que decidiera invitarla a ella? Pensó que, tal vez, debiera ser ella quien tomara la iniciativa. No tenía nada que perder, después de todo. Después de deliberar en su mente un rato, se puso de pie, y salió de la habitación. Se dirigió a la de Link, y llamó a la puerta.
- ¿Link? ¿Todavía estás despierto? - preguntó.
- Sí, ya te abro. - respondió él del otro lado, antes de abrirle la puerta. - ¿Necesitas algo?
- Yo... sólo quería hablar contigo... sobre algo, si no te molesta. - dijo ella con algo de timidez.
- Claro que no, pasa.
Zelda entró a la habitación. Link cogió una silla para sentarse, mientras que Zelda se sentó en la cama. Era la segunda vez que entraba en la habitación de Link (la primera había sido la noche que se reconciliaron de su pelea). Por alguna razón, ya no se sentía como una extraña ahí dentro, y Link tampoco parecía verla como tal.
- Y bien... ¿sobre qué querías hablar?
- Bueno... Cremia me contó que pronto va a haber un baile por la cosecha. - fue todo lo que pudo decir.
- Ah, sí... por supuesto. - La expresión de Link cogió algo de desgano. - Sí, todo mundo se emociona cuando llega.
- Y... ¿piensas ir?
- Hmm... - Link se sonrojó un poco. - La verdad, no lo creo.
Zelda lo vio venir. Cremia ya le había dicho que Link nunca invitaba a nadie a ese baile. Y en efecto, no se le veía muy entusiasmado.
- Cremia... también me dijo que nunca invitas a nadie. - dijo Zelda sin saber muy bien por qué.
- No tiene caso que asista a un baile... si todo lo que voy a hacer es quedarme sentadote sin hacer nada. - dijo Link.
- ¿Y eso por qué?
- Pues... porque... - Al parecer a Link le daba vergüenza admitirlo. - Ah, porque no sé bailar, ¿de acuerdo? No quiero tener que hacer el ridículo. - Link casi esperaba que Zelda se riera de él, pero no lo hizo.
- Eso no es un problema. - Zelda le sonrió. - Si no sabes... yo puedo enseñarte.
- ¿Tú? ¿De veras, sabes bailar?
- Un poco. - dijo ella modestamente. - No es muy difícil, en serio.
- Pero, solo faltan unos 10 días para el baile. - dijo Link. - ¿Crees que en ese tiempo...?
- Es más que suficiente. - aseguró Zelda. - Puedo enseñarte algunas cosas básicas.
- Hmm... no dejas de sorprenderme. ¿Hay algo que no sepas hacer? - dijo Link sonriéndole con algo de picardía. Zelda rió con el comentario.
- Podemos empezar mañana si quieres.
- Hmm... de acuerdo, pero que sea en un lugar donde nadie nos vea, ¿está bien? No quiero que me vean mientras estoy de aprendiz.
- Como quieras. - dijo Zelda, parándose de la cama. - Bueno, creo que ya me voy a dormir, hasta mañana.
- Buenas noches.
Zelda abandonó la habitación. Link se tumbó en su cama, pero aún sin dormirse. Zelda le había ofrecido enseñarle a bailar, y él había aceptado sin rechistarle demasiado. Por otra parte, ella había venido a hablarse sobre el baile. ¿Acaso querría invitarlo, o esperaba que él lo hiciera?
- "¿En qué me acabo de meter?" - pensó.
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Días más tarde...
Como lo había prometido, Zelda se llevó a Link para enseñarle lo que sabía de bailar. Irónicamente, el lugar que eligieron para las lecciones fue precisamente en el mismo claro donde Link había descubierto a Zelda haciendo el hechizo de teletransportación, el sitio donde comenzó... aquel incidente. Zelda no pudo pensar en un mejor lugar si querían practicar sin ser vistos. Link se notaba bastante inseguro, nunca antes en su vida había bailado.
- Haz lo que yo hago, observa bien. - dijo Zelda, mostrándole algunos pasos básicos, mientras Link miraba atentamente. - No solo es importante la dirección, sino también la velocidad a la que das el paso. Por ejemplo, de esta manera: lento, rápido, rápido, lento. Rápido, rápido, lento. ¿Entiendes?
- Eso creo. - dijo Link, aspirando profundamente. - Aquí voy.
Link trató de reproducir los pasos de Zelda, recitando a su vez el "rápido, rápido, lento" para no olvidarse del patrón. Después de un rato, le preguntó a Zelda que qué tal lo había hecho, y ella le dijo "nada mal para el primer intento". Como si captara una indirecta, Link comenzó a sentirse frustrado, pero Zelda le dijo que obviamente no todo mundo puede hacerlo perfecto al primer intento, solo quedaba seguir practicando. Zelda demostró ser una buena instructora, era estricta, pero al mismo tiempo intentaba ser flexible con Link. A ella le llevó años aprender a bailar, pero fue en gran parte por la falta de motivación de sus maestros, que no hacían sino regañarla cuando se equivocaba o algo, y nunca la felicitaban cuando hacía algo bien. Zelda pensaba que Link no necesitaba nada de eso. Por otro lado, Link en realidad no tardó demasiado en aprender a hacer bien los pasos básicos, aunque Zelda le recomendó que si tenía que acordarse del patrón, tratara de hacerlo mentalmente. Después de todo, se vería muy raro si se la pasaba diciendo "rápido, rápido, lento" mientras bailaba frente a todos.
- Bien, creo que con eso basta. - dijo Zelda. - Ya sabes hacerlo en solitario. Ahora, viene la parte difícil: hacerlo en pareja.
- ¿En pareja? ¿Tengo que? - La idea parecía no ser del todo de su agrado.
- Por supuesto que tienes que. - dijo Zelda en tono severo, mientras se plantaba frente a Link, y sin más tomó la mano derecha de Link con su izquierda, y colocó la otra alrededor de su cuello. - ¿Qué estás esperando? Sujeta mi cintura.
- Pero... - La cercanía de Zelda lo hizo sentir realmente nervioso e incómodo.
- ¿Quieres aprender o no? - dijo Zelda. - Solo haz lo que te digo.
Dudó por un par de segundos, pero finalmente la obedeció. Zelda tuvo que reprimir un pequeño estremecimiento cuando sintió la mano de Link en su cintura, pero a pesar de todo continuó la lección. Link trataba de seguir el patrón de movimiento, pero se le hacía difícil. Por instinto miraba hacia los pies de Zelda tratando de seguirlos (aunque eso no ayudaba mucho en realidad por su vestido), y en un par de ocasiones sin querer la pisó. Zelda sin embargo, no gritó ni le protestó nada, sin embargo, al percatarse del error que estaba cometiendo Link, decidió corregirlo.
- Link... una regla de oro al bailar, es que no puedes estar mirando a los pies de tu pareja. - le dijo. - Tienes que mirarla a los ojos. Es esencial.
- ¿Mirar a los ojos?
- Puede que no lo parezca, pero mantener el contacto visual es importante. - prosiguió Zelda. - Tienes que seguirme mirando a mis ojos, no a mis pies.
- ¿Cómo hago eso? - preguntó Link.
- Sólo mírame... y recuerda todo lo que te he enseñado. - dijo ella.
- ¿Eso es todo?
- Es suficiente. - afirmó Zelda.
Link no dijo nada más, pero decidió intentarlo. Esta vez, mantuvo la mirada fija en los ojos de Zelda, y pensó en todo lo que le había enseñado hasta ese momento. Por extraño que pareciera, funcionó: supo exactamente lo que tenía que hacer, sin que ella se lo dijera, y fue capaz de seguir sus movimientos perfectamente. Zelda no pudo evitar esbozar una sonrisa: su discípulo estaba progresando. Los dos se mantuvieron así por varios minutos, viéndose cada uno reflejado en los ojos del otro mientras bailaban, y realmente lo estaban disfrutando mucho.
- "Qué hermosos ojos..." - pensaron los dos de repente, al mismo tiempo, y sin que el otro lo supiera.
Después de unos quince o veinte minutos, finalmente cesaron. Zelda estaba muy complacida con el progreso de Link, y él mismo se sorprendía de ello. De nuevo, admitió que era en gran parte porque Zelda era una muy buena maestra. Satisfecha consigo misma y con Link, Zelda decidió dejarlo hasta ahí por ese día. A partir de ahora, solo les quedaría seguir practicando a diario hasta el día del baile. Y hablando del baile...
- Hum... Zelda. - dijo Link de pronto, mientras caminaban de regreso a casa.
- Dime.
- Hmm... ¿quisieras tú...? ¿Te gustaría ser mi...? - parecía que le costaba mucho decirlo. - ¿Quieres ser mi pareja en el baile?
Zelda dudó un momentito antes de responder. Se había tardado un poco, pero al fin lo había hecho. Y bueno, a fin de cuentas, ¿no era eso lo que ella quería, ir al baile con él? Haberse convertido en su instructora de baile le había dado su recompensa, aparentemente.
- Me encantaría. - fue todo lo que dijo Zelda, sonriendo.
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El día del baile...
Pasaron los días. El rápido progreso de Link se hizo notar, al punto que el día anterior al baile de la cosecha, Zelda ni siquiera tuvo que decirle nada, él fue capaz de hacerlo todo por su cuenta, solo al final ella le dijo que ya estaba listo. A pesar de todo, Link estaba un poco inseguro de si podría hacerlo enfrente de tanta gente, pero no se atrevió a comentárselo a Zelda.
El baile comenzaría a eso de las cuatro de la tarde, y se prolongaría hasta entrada la noche. Obviamente incluiría cena para todos. Ya estaban comentándose por ahí quienes serían los artistas invitados, y se veía que la gente estaba muy emocionada. Bueno, salvo una o dos personas. Los niños varones más pequeños, como Colin, no se mostraban tan entusiasmados con el baile como las niñas de su edad. Romani no había parado de hostigarlo toda la semana pidiéndole que fuera su pareja, a lo que él siempre le respondía "Estás loca, bailar es para niñas". Lo que no impidió, de todas maneras, que tuviera que ir, ya que sus padres lo arrastraron con ellos, no iban a dejarlo solo en casa.
A mitad de la tarde, más o menos una hora antes de que se iniciara el baile, ya la gente comenzaba a reunirse en la plaza del pueblo. Habían montado una tarima que habría de servir como escenario para los músicos, y por supuesto para los artistas invitados. En casa de Link, la abuela le prestó a Zelda un vestido de baile, que perteneció anteriormente a la madre de Link, pero había mantenido en muy buen estado. Sorprendentemente, le quedó perfecto al ponérselo.
- Te miro ahora, y siento como si estuviese viendo a mi difunta nuera. - comentó la abuela con un tono nostálgico. - Recuerdo la primera vez que usó ese vestido, fue ya hace más de veinte años...
Zelda no sabía si sentirse halagada o incómoda con ese comentario. Pero al mirarse al espejo, tuvo que admitir que el vestido le quedaba bien. Era un vestido color lavanda, con diseño sencillo pero atractivo, y era muy ligero, lo que lo hacía perfecto para bailar. Los vestidos que usaba en palacio a veces eran tan pesados que le dificultaban moverse.
- Ya estoy listo. - oyeron a Link bajando las escaleras. Zelda lo miró, y no pudo evitar notar, por espacio de un segundo, la similitud que tenía con aquella pequeña fantasía que había tenido diez días atrás. El traje que Link usaba, por supuesto, no era un traje de gala como el que se había imaginado, sino uno más sencillo. No obstante, Link se había arreglado su cabello, habitualmente alborotado, en la misma forma que Zelda lo había visto en su mente, incluyendo la cola corta. Por espacio de unos segundos, se quedó sin poder pronunciar una palabra, hasta que Link le habló: - Wow, Zelda. Te ves hermosa.
- ¿Eh? - Zelda salió de su trance. - Gra-gracias, tú también te vez muy bien.
- ¡Hermano! - llegó Aryll de repente. - Ya estoy lista, ¿nos vamos? Vaya, Zelda, que bonita te pusiste hoy.
- Tú también. - Zelda le sonrió.
- Diviértanse mucho. - dijo la abuela. - Y no vayan a regresar muy tarde.
- Estaremos de vuelta antes de las nueve, lo prometo. - dijo Link. Cogió a Aryll con la mano derecha y, como si fuera lo más normal, le ofreció a Zelda su brazo izquierdo. - ¿Vas por mi camino?
- Por supuesto. - respondió Zelda, aceptándolo gustosa, aunque sin poder evitar un leve sonrojo.
Los tres salieron de la casa hacia la plaza del pueblo. Con mucho, tanto Link como Zelda esperaban que en este baile no hubiese "incidentes" como el que tuvieron el día de las bromas. Pero cuando Link vio de lejos a Ilia, sus esperanzas se esfumaron. Con ella cerca, no habría muchas probabilidades de tranquilidad. Finalmente, decidió optar por ignorarla.
Apenas llegaron, los ojos de todos los que estaban cerca se fijaron en ellos. Ambos parecieron incomodarse un poco, pero era de esperarse. Después de todo, Link nunca en su vida había asistido a ese baile, sin mencionar que su acompañante era una joven muy hermosa. Ilia, a pesar de estar del otro lado de la plaza, alcanzó a notar el pequeño tumulto que se estaba haciendo, y cuando fue a averiguar qué estaba pasando, se sintió por dentro como si hubiera un volcán a punto de hacer erupción.
- Diosas... vino con esa invasora. - masculló entre dientes Ilia cuando los vio llegar.
- Hola, Ilia. - sonó una voz detrás de ella.
- ¿Eh? Ah, hola, Cremia. - dijo sin muchas ganas.
- ¿Qué tanto miras? - le preguntó, pero tuvo su respuesta al observar, y no pudo evitar sonreír. - Ah, vaya. Tal parece que logró que la invitara después de todo.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó Ilia.
- Nada, que yo le comenté a Zelda del baile. - dijo Cremia, despreocupada. - Que se me hacía raro que Link no la hubiera invitado.
Ilia no dijo más nada, aunque estuvo a punto de soltar una expresión muy malsonante, pero de algún modo se contuvo. Seguía sin poder entender qué le veía Link a esa "invasora".
- Son una bonita pareja, ¿no crees? - dijo Cremia sin saber que estaba enfureciendo a la bestia.
- Buf, sí como no. - gruñó Ilia. - No sé que le ve, si apenas la conoce.
- Uhh... ¿qué fue eso? - Cremia pareció interesarse. - ¿Detecto celos acaso?
- ¿Celos? ¿Perdiste la razón? - La boca de Ilia seguía negándolo vehementemente, aunque su lenguaje corporal decía otra cosa. - ¡Por favor, Cremia!
- Si tú lo dices. - dijo Cremia. - Solo te voy a dar un consejo, Ilia. Más te vale no hacer tonterías hoy.
- ¿De qué hablas?
- No te hagas. - La expresión de Cremia se puso un poco más seria. - Malon ya me lo contó todo. Sobre aquel incidente en el festival de las bromas, por si se te ha olvidado.
- "Malon, me las vas a pagar." - Ilia sintió aún más rabia.
- Con ese tipo de cosas no vas a llamar la atención de Link. - siguió Cremia. - No de la forma que quieres, al menos. Si yo fuera tú, mejor los dejaría en paz a ambos, a él y a Zelda.
Cremia se fue, dejando a Ilia sola nuevamente. La rubia se sentía tan furiosa, que no podía hacer otra cosa que mirar a Link y Zelda, y casi atragantarse de bocadillos de la mesa, en un intento (virtualmente inútil) de controlar su rabia. Y justo en ese instante, desde el escenario anunciaron:
- ¡Atención todos, cada quién tome a su pareja, y que comience el baile!
La banda echó mano de sus instrumentos, y comenzaron a tocar una melodía muy alegre. Aryll se fue a corretear por ahí con la pequeña Romani, que andaba persiguiendo a Colin para obligarlo a bailar con ella, algo que el niño no estaba dispuesto a pasar por nada. Link, por su parte, se sintió algo nervioso mientras sonaba la música.
- ¿Qué esperas, Link? - preguntó Zelda.
- Zelda... no sé si pueda enfrente de tanta gente. - dijo él.
- No le prestes atención a eso. - dijo ella. - Olvídate de ellos.
- Pero...
- Imagina, que solo estamos tú y yo. - insistió Zelda. - Como en las lecciones.
Link tomó un profundo respiro. Decidió desintonizarse de todo mundo a su alrededor. Recordó lo que Zelda le había dicho sobre mantener contacto visual con su pareja. Sí, eso era, solo tenía que enfocarse en los ojos de Zelda, nada más. No tenía que estar pendiente de nada a su alrededor. Ya con determinación, sujetó la cintura de Zelda y ambos comenzaron a bailar, tal y como ella se lo había enseñado.
Y así fue. Luego de dos o tres canciones ambos ya habían atraído la atención de varios de los que conocían a Link, quienes nunca lo veían en esos bailes, pero ahí estaba, y había hecho una entrada bastante triunfal. Ni siquiera él mismo lo podía creer. Todo gracias a Zelda.
- ¡Gracias, gracias, pueblo! ¡Y ahora, para un interludio que deleitará sus pupilas, les presentamos a una de nuestras artistas invitadas este año! ¡Reciban con un fuerte aplauso a la bailarina más talentosa de la región de Holodrum, la señorita Din!
- "¿Acaso dijo Din?" - dijo Zelda para sí, volteando a ver al escenario.
El escenario había quedado despejado, la banda se había quitado del medio. Un segundo más tarde, sonó un ¡POOF!, y un humo rojo llenó el escenario. A través de él se podía ver una silueta femenina, alta y esbelta y con una cabellera muy larga. Al terminar de disiparse, reveló a una mujer joven (unos 20 a lo mucho) de piel morena, con cabello rojo llameante que le caía casi hasta las rodillas. Su ajustado traje color rosa hacía destacar su buena figura.
- Sí, es ella. - dijo Zelda, más para ella que para Link.
- ¿Quién? - preguntó Link.
- ¿Eh? No, nada... no me hagas caso.
Link pareció ver a Zelda con expresión interrogante, pero luego volvió su atención a la chica en el escenario (la cual por cierto, atrajo muchísimas miradas masculinas con solo su entrada). Asumiendo su posición inicial, la chica comenzó a moverse por el escenario, sorprendiendo a todos con sus movimientos, que rayaban en lo sensual (sin llegar a lo indecente). Más aún, la forma como fluía su cabello, daba la impresión de que era como observar el fuego danzando, lo que añadía aún más atractivo a su espectáculo. Algunos inclusive estaban empezando a babear ante tanta belleza, lo que despertó un poco de celos en sus parejas femeninas.
- Wow. - dijo Link. - Esa chica se mueve muy bien.
Zelda miró de reojo a Link, luego volvió a mirar a Din. Ella la conocía muy bien, Din en realidad era el Oráculo de las Estaciones, pero en su tiempo libre le gustaba bailar, y de cuando en cuando montaba espectáculos con su danza, que siempre deleitaban a quienes lo veían (particularmente a los hombres). No por nada la llamaban "la bailarina más talentosa de Holodrum", considerando los méritos que había hecho (y los que estaba haciendo en ese momento), bien ganado se tenía ese título. Y a leguas se notaba que Din disfrutaba ejecutar su baile tanto o más que quienes la observaban.
- ¿Me parece a mí, o está mirando hacia acá? - preguntó Link de repente.
Zelda miró a Din, justo en el instante en que concluía su rutina, en medio de los aplausos, su mirada volteó en dirección hacia donde estaban Link y Zelda. Más específicamente, se fijó en Zelda. ¿La habría reconocido, se habría dado cuenta que era ella? Los ojos de Din pasaron de Zelda a Link, y luego a Zelda de nuevo. Les dirigió una sonrisita muy extraña (tal vez algo "picarona"), y luego tras saludar y agradecer al público que la ovacionaba, bajó del escenario.
- ¡Eso fue maravilloso, gracias mil, señorita Din! ¡Ah, pero aún hay más! ¡Con ustedes, la dueña de la voz más hermosa de la región de Labrynna, la señorita Nayru!
En eso subió al escenario otra joven, más o menos de la misma edad que Din, y no menos hermosa. Tenía cabello azul casi tan largo como el de Din, y ojos del mismo color, y usaba un vestido aguamarina largo y conservador, en contraste con ese atuendo algo atrevido que usaba Din. Apenas abrió los labios, de su garganta salió un canto que era digno de un coro de ángeles. Si los hombres habían quedado embobados antes con la sensualidad del baile de Din, ahora estaban hechizados con la hermosa voz de Nayru, aunque las mujeres también parecieron encontrarla más... aceptable, y tuvieron que admitir que también les gustaba.
- Que voz tan hermosa. - comentó Link. - Y a todo esto, ¿cómo es que se llama igual que la Diosa de la Sabiduría?
- "Si supieras, Link... si supieras." - pensó Zelda.
Din y Nayru llevaban los nombres de las Diosas del Poder y la Sabiduría no nada más porque sí, y Zelda lo sabía muy bien. Había también un tercer oráculo, que llevaba el nombre de la Diosa del Valor, Farore, pero Zelda no la había conocido en persona. Ella era el Oráculo de los Secretos, de modo que en realidad no tenía mucho contacto con el mundo exterior, a diferencia de sus otras dos compañeras.
Después de terminar su canción, y al igual que Din antes que ella, los ojos de Nayru se detuvieron en Zelda cuando la vieron. Link nuevamente se preguntó si los estaba mirando, y si así era, por qué lo hacía. Y del mismo modo que Din, también les dirigió una sonrisa (aunque un poco menos picarona que la de Din) antes de bajar del escenario.
- Eso fue... extraño. - dijo Link, sin entender por qué Din, y después Nayru, les habían sonreído de esa manera.
La banda retomó su puesto en el escenario y volvieron a tocar sus canciones habituales, al parecer para darles un poco de descanso a Din y Nayru. Link y Zelda continuaron bailando, y se estaban divirtiendo tanto que solo fue al cabo de unas dos o tres canciones más que Zelda se dio cuenta que empezaban a dolerle los pies. Aprovecharon de ir a una mesa para tomarse algo, a Link le había dado sed de tanto bailar.
- Uff, no sabía que los bailes podían ser tan divertidos. - dijo Link, echándose casi de un trago una copa de ponche.
Zelda quiso decir que estaba de acuerdo con él, pero pensó que sería algo indiscreto, así que no dijo nada. Mientras ella misma también se servía algo de ponche, se les aproximó Malon, que también había venido al baile.
- Hola, chicos, ¿qué tal?
- Hola, Malon. - saludó Zelda.
- Qué cosa rara verte en un baile, Link. - comentó la pelirroja.
- Zelda me convenció. - respondió el chico.
- Pero tú fuiste el que me invitó. - dijo Zelda. - ¿Y tú viniste sola, Malon?
- Bueno, vine con Cremia y Romani. - dijo Malon, sonriendo. - Ustedes dos están atrayendo mucho las miradas. Sí que saben bailar.
- Agradécelo a Zelda. - dijo Link. - Fue ella quien me enseñó.
- ¿En serio? Pues debes haber sido una muy buena maestra. - dijo Malon. - Debo confesarlo, me dan un poco de envidia. Ya saben, como yo no conseguí pareja, y...
Link y Zelda dejaron de sonreír. Malon parecía algo triste con eso. Si bien para entonces estaba claro que Link solo la veía como amiga (y más o menos había decidido quién le gustaba realmente), miró a Zelda como preguntándole si podía bailar con Malon un rato. Zelda pareció leerle el pensamiento, y le hizo un gesto con la cabeza que pareció decir que sí.
- Malon... ¿Quieres bailar conmigo un rato?
- ¿Eh? ¿De verdad? Pero, y Zelda...
- Por mí no hay problema. - dijo Zelda. - Solo un rato, no tiene nada de malo. Y creo que podría descansar unos minutos.
- Bueno... ya que lo pones de esa manera, gracias. - dijo Malon. - Y no te preocupes, no tardaré mucho en devolvértelo. - le guiñó el ojo antes de irse con Link de regreso a la pista de baile.
Zelda se sonrojó un poco con el comentario, pero sonrió. Malon parecía alegrarse de que las cosas fueran tan bien entre los dos. En serio era una buena chica. Aparte, por lo que alcanzó a ver desde donde estaba, Malon y Link realmente solo estaban bailando como amigos. Sin más, fue a sentarse un rato en un rincón apartado, y se sirvió una copa de ponche.
- Oye, Zelda. - le vino Aryll de repente. - ¿Y mi hermano?
- Está allá, bailando con Malon. - dijo Zelda.
- ¿Y por qué hace eso? - preguntó la niña. - Si el vino contigo. ¿Eso no te molesta?
- Claro que no. - respondió Zelda tranquilamente. - ¿Por qué iba a molestarme? Si somos amigos.
- Hmm... - Aryll la miró no muy convencida. Amiga tal vez de Malon, ¿pero de Link?
- ¡Aryll! - llegó de sopetón Romani. - ¡Ven y ayúdame, ese tonto de Colin todavía se me sigue escapando!
- ¡Ayayay, ya voy, no me jales! - gritó Aryll mientras Romani la arrastraba del brazo.
Luego de que las dos niñas se fueron, Zelda se estiró un poco sobre su silla. Le echó un vistazo a sus zapatos de baile. Se sorprendió de lo mucho que se habían gastado en solo esa tarde (que ya se iba haciendo noche). No era para menos, ya llevaba más de ocho canciones que había bailado con Link. Pero no le cabía duda de que las había disfrutado. Link era un excelente compañero de baile, el mejor que jamás había tenido en su vida. Por primera vez estaba pasándola bien en un baile, y por lo que parecía él también. Ya después de haber descansado un rato, y que Malon se lo "devolviera", bailaría con él una o dos canciones más antes de irse. Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no notó que se le acercaban dos personas, que no eran sino Din y Nayru, la bailarina pelirroja y la cantante peliazul.
- Vaya, vaya, miren a quien tenemos aquí. - dijo Nayru. Zelda las miró.
- Cuánto tiempo sin vernos... Alteza. - dijo Din, con mucho respeto.
- ¡Shhh! No tan fuerte, por favor. - la calló Zelda. - Nadie aquí sabe quién soy, y se va a armar un gran alboroto si me descubren. ¿Cómo supieron que era yo?
- Princesa, te reconoceríamos donde fuera. - dijo Din. - Eres la viva imagen de tu madre.
- Especialmente en los ojos. - agregó Nayru.
- Oigan, la gente de aquí no necesita saber eso, ¿bien? - dijo Zelda. - Nada de títulos formales ni nada de eso, me llaman solo por mi nombre.
- Disculpa, no quisimos molestarte... Zelda. - dijo Nayru. - Como has crecido, luces como toda una señorita.
- Gracias. - dijo Zelda. - Ustedes también lucen muy bien. Y a todo esto, ¿qué hacen aquí?
- Quisimos tomarnos un... descanso, de nuestras actividades habituales. - dijo Din. - Ya sabes, divertirnos, relajarnos...
- Sí, entiendo, yo también. - dijo Zelda.
- No te habíamos visto desde que tenías doce años. - dijo Nayru. - Lamentamos mucho no haber podido presentar nuestras condolencias cuando tu madre falleció.
- Descuiden. - dijo Zelda. - Eso ya lo superé. -
- Supimos que habías comenzado a buscar a tu futuro esposo. - dijo Din. - Como dicta la tradición, debes contraer matrimonio antes de... bueno, ya sabes qué.
- Sí, pero... quise descansar un poco de eso. - dijo Zelda. - Olvidarme de todo por un tiempo... tratar de vivir como una chica normal... -
- Bueno, yo diría que... no pareces estar muy lejos de encontrarlo. - comentó Nayru de pronto, sonriendo.
- ¿Qué quieres decir?
- Te vimos muy bien acompañada. - dijo Din, guiñándole un ojo. - ¿Cuál es su nombre?
- ¿Eh? ¿A qué se refieren con...?
- Nos referimos a ese muchacho rubio con el que bailabas, ese que está allá con la chica pelirroja. - dijo Nayru.
- ¿Él? Ah, él... se llama Link. - dijo Zelda, sonrojándose.
- Qué lástima que esté apartado, es mi tipo. - comentó Din, mirándolo con un ojo apreciativo. - Tienes un exquisito gusto, Zelda.
- ¡Hey! - Toda la cara de Zelda se puso al rojo vivo. - ¡Él no es mi... él y yo solo somos amigos!
- ¿Amigos? - dijo Din. - No creas que no vi como se miraban al bailar, Zelda.
- Por lo menos deberías admitirlo, él te gusta, y a leguas se ve que tú también. - agregó Nayru
- Bueno... - El color rojo desapareció de la cara de Zelda, aunque no del todo. - Él es... no puedo evitarlo. Es un chico muy amable, es gentil y muy valiente.
- No olvides que además es muy apuesto. - completó Din, sin pena alguna. Zelda desvió la mirada.
- No lo reprimas. - dijo Nayru. - Eso es muy normal, más a tu edad.
- Sabes, yo que tú no lo dejaría escapar. Es un buen prospecto, y sería una lástima que de repente llegara alguien más, te lo robara y te quedaras sola. - dijo Din como sin querer la cosa, aunque, por alguna razón, Zelda tuvo el presentimiento de que al decir "alguien", Din en realidad quiso decir "yo".
- Hmm... - Zelda no dijo nada más, pero su expresión celosa no pasó desapercibida por los dos oráculos, quienes solamente sonrieron ante ella.
- Mejor nos preparamos para el siguiente acto. - dijo Nayru.
- Cierto. - dijo Din. - Ya nos veremos, Zelda. Y no lo olvides, no lo vayas a perder. - Le guiñó el ojo de nuevo antes de irse.
Din y Nayru se fueron por su lado, dejando a Zelda sola nuevamente. A pesar de que se había sentido algo incómoda con esa conversación, no pudo evitar pensar en lo que le dijeron, y en lo que sintió cuando Din mencionó lo de que Link era su tipo, y demás. ¿Qué había sido eso? ¿Celos, acaso? No, eso no podía ser. Ella y Link eran solo buenos amigos... bueno, quizás él se había convertido en su mejor amigo, pero eso no quería decir que... ¿O sí? No podía decir que no le gustaba Link, y además, Malon le había dicho que él también gustaba de ella. Y también estaba el hecho de haberle pedido que fuese su pareja en ese baile, algo que ella aceptó encantada.
- Hey, Zelda.
- ¿Eh? - Link sacó a Zelda de sus pensamientos, ya había regresado de bailar con Malon.
- Oye, ¿las conocías? - preguntó Link, señalando a Nayru y Din, que se habían alejado un poco.
- Sí, podría decirse que sí. - dijo Zelda. - Una vez... en uno de mis cumpleaños.
- Vaya, no dejas de sorprenderme. - dijo Link, afortunadamente sin hacer más preguntas. Le había prometido no molestarla en relación a sus "secretos", fueran cuales estos fueran.
Tras el interludio, Din y Nayru montaron un acto juntas, con Din bailando al compás de la canción que interpretaba Nayru. Si al público le habían encantado sus números individualmente, no fue nada comparado con este otro. Claramente, aquí la suma de las partes había dado un resultado mucho mayor. El atronador aplauso fue todavía más grande una vez que terminaron.
- ¡Y ahora, damas y caballeros, les presentaremos a una joven cantante que hace no mucho inició su carrera, pero que ha cautivado los corazones de muchos con su hermosa voz por allá en la zona costera! ¡Con ustedes, la señorita Marin, de Isla Koholint!
Subió al escenario una joven de cabello largo color naranja, adornado con una flor roja. Tenía la tez algo tostada, aunque no tan morena como la de Din, y Zelda también notó que no tenía las orejas largas y puntiagudas características de los hylianos, era evidente que esta chica venía de muy lejos, algo que se notó también por los encajes de su vestido color celeste, se le veía que era una chica isleña. Iba acompañada de un arpa, y sonriendo, anunció al público:
- Gracias por la invitación. Esta noche les interpretaré una de mis canciones favoritas. Se titula "La Balada al Pez del Viento."
Marin comenzó a tocar su arpa, y al mismo tiempo a interpretar una canción que, en opiniones de muchos, sonaba como "el canto de una sirena". Cosa que quizás no era del todo sorprendente considerando la región de la que provenía. Era una canción hermosa, aunque tal vez sonaba algo... triste, quizás fuese la palabra, como si fuese una especie de canción de despedida. Era la canción más lenta que había sonado en todo el baile, y las parejas comenzaron a acercarse más mientras la bailaban. Particularmente, para Zelda y Link el tiempo parecía haberse detenido. La joven princesa yacía casi como dormida en el pecho de él, mientras él la abrazaba. Era extraño, pero en ese momento, estando en los brazos de Link, Zelda tenía la sensación de estar, por decirlo de alguna manera, segura, protegida, como si hubiera encontrado un refugio en el qué descansar, y en el que estaba a salvo de todo. Un refugio que antes solo había encontrado en los brazos de su madre. Era similar, pero al mismo tiempo había algo diferente en ello.
Mientras tanto, del otro lado, Ilia seguía en la misma silla donde había estado casi todo el baile. Ya se había hartado con casi todo lo que había en la mesa, así que ya no podría desfogar su rabia en los bocadillos. Parecía que no parpadeaba en lo más mínimo, ya que mantenía la vista fija en Link y Zelda, quienes por alguna razón parecían haberse acercado aún más con la canción que estaba sonando en ese momento. Cremia pasó por ahí, y se sorprendió de encontrarla exactamente en el mismo lugar donde la había dejado.
- No es posible, Ilia, ¿aún sigues allí? - preguntó. - ¿Qué te pasa, por qué no sales a bailar?
- No estoy de humor. - repuso Ilia, de malas pulgas.
- Cielos... si no vas a bailar, ¿entonces para qué viniste?
- A mirar como esa invasora se divierte de lo lindo con Link. - Parecía hablar sin pensar.
- ¿Cuál invasora? - preguntó Cremia, tardando un poco en darse cuenta de a quién se refería. - Ah, lo dices por Zelda, ¿no? ¿Qué tienes en su contra? Es una chica muy agradable.
Ilia murmuró algo entre dientes que Cremia no logró entenderle bien, pero estaba segura de que no eran comentarios dulces en lo más mínimo. Se sentó al lado de Ilia a descansar.
- Lo que pasa es que estás celosa de que a Link le guste Zelda, ¿no es cierto? - Acababa de decir las palabras mágicas, el volcán dentro de Ilia finalmente hizo erupción. Solo que, obviamente, ella no lo iba a reconocer de boca para afuera.
- No sé qué es lo que le ve... No entiendo por qué no me puede sonreír y hablar como lo hace con ella.
- Tal vez sea porque Zelda es más madura, y no anda tras de él como una acosadora obsesiva. - comentó Cremia como sugerencia.
- ¿Quién es una acosadora obsesiva? - Ilia gritó tan fuerte que llamó la atención de la gente que andaba cerca.
- Solo di mi opinión, no es para que te lo tomes como algo personal. - dijo Cremia calmadamente. - Pero aún así... no puedo evitar pensar que él ve algo en ella que no ve en nadie más.
Ilia soltó un gruñido: no necesitaba que le dijeran lo obvio. Sí, esa chica tenía algo, pero, ¿qué era ese algo? ¿Cómo era capaz de atraer la atención, y más aún, la confianza y el afecto de Link, aparentemente sin esforzarse en lo más mínimo? ¿Y por qué ella (Ilia) no podía hacer lo mismo? La rabia dentro de Ilia, por no tener respuestas a sus preguntas, siguió acumulándose, hasta que, como dos minutos después iniciara la canción, y en lo que notó que Link comenzaba a acariciarle el cabello a Zelda, rebasó su punto máximo de tolerancia.
- "Ya no aguanto más." - dijo Ilia para sus adentros, mientras se paraba de la silla.
- Ilia, ¿a dónde vas? - preguntó Cremia.
Sin poder frenar más sus "impulsos asesinos", Ilia comenzó a caminar abriéndose paso por entre la gente sin molestarse en pedir permiso con educación. Todo mundo se preguntaba cuál sería su problema, pero a ella eso no le importaba. Solo tenía una idea fija en la cabeza: ir hasta donde estaban Zelda y Link, y separarlos inmediatamente. Cuando finalmente llegó hasta ellos, se plantó entre los dos, y los apartó bruscamente.
- Muy bien, se acabó la fiesta. - dijo. - Ya lo tuviste para ti un buen rato, ahora es mi turno. -
- Oye, Ilia, ¿qué te pasa? - dijo Link, evidentemente muy molesto de que llegara de esa manera.
- Dejaste que Malon bailara contigo aún cuando viniste con... ella, ¿no? - dijo Ilia. - Lo justo es justo, yo también me lo merezco.
- Esfúmate, no nos molestes. - dijo Link.
- Link, si ella...
- ¡Tú no te metas! - gritó Ilia, asustando a Zelda, y atrayendo las miradas de todos a su alrededor. - ¡Todo esto es tu culpa!
- ¿De qué hablas? - Zelda no entendía.
- ¡Por tu culpa, Link no me presta atención! ¡Si no te hubieras aparecido aquí...! ¡No sé que es lo que te ve, pero no dejaré que te quedes con él! - explotó finalmente, antes de tirarla al suelo con un empujón.
- ¡Ilia!
Todo fue demasiado rápido. Ilia se quitó los zapatos y trató de aporrear a Zelda con ellos. La princesa no pudo más que sujetarle las muñecas, tratando de defenderse, aún sin entender del todo por qué tomaba esa actitud. Link y todos los demás estaban demasiado sacados de onda como para moverse o tratar de interferir.
- ¡Eres una estúpida, desgraciada, invasora! - gritaba Ilia, con el rostro al rojo vivo de la rabia.
En medio del forcejeo, a Zelda no le quedó otra opción que morderle una mano a Ilia, y pegarle una bofetada para quitársela de encima. Acto seguido, se puso de pie y echó a correr hacia la tarima. Marin había dejado de tocar y cantar, desconcertada por el alboroto. Ilia enfurecida le arrojó a Zelda sus dos zapatos, que afortunadamente no la alcanzaron, y aún descalza corrió tras ella, mientras la gente se apartaba a su paso. Fue entonces que Link finalmente se decidió a actuar, y fue tras ellas. Zelda se subió a la tarima, al igual que Ilia, pero Link se quedó abajo, intentando mantener una distancia segura, pero sin perderlas de vista.
- Ilia, por favor... - decía Zelda tratando de calmarla.- ¿No podemos hablar de esto?
- ¡No hay nada qué hablar! - gritaba Ilia. - ¡Me lo robaste! ¡Él era mío, entiendes! ¡MÍO!
Y se lanzó con los brazos extendidos a tratar de empujarla. Zelda la evitó, y aún seguía intentando convencerla de que no había necesidad de hacer eso. Finalmente, en un instante, Ilia pareció calmarse. Creyendo que podrían hablar con calma, Zelda se acercó a ella...
- ¡Vas a caer, invasora! - gritó Ilia riendo maquiavélicamente, mientras la empujaba fuera de la tarima.
- ¡AAAAAAAAAHHH!
- ¡Zelda!
Todo fue un truco. Ilia fingió calmarse para que Zelda bajara la guardia, y cuando lo hizo, se le escurrió por detrás y la empujó fuera del escenario, sería muy divertido verla estamparse de cara en el suelo. Con suerte, quizás hasta se rompiera la nariz o algo... pero para su infortunio, precisamente en el momento en que Zelda caía, Link estaba abajo, listo para atraparla. Ella iba... ¡directo hacia sus brazos! Pero la fuerza de la caída causó que los dos fueran a parar al suelo, ella encima de él. Y por si no bastara con el hecho de que hubieran quedado en una pose bastante comprometedora frente a todos...
- ¡AAAAAAAAARRGHH! - Ilia lanzó un desgarrador grito, no podía creer lo que estaba viendo.
Zelda había caído encima de Link, y por efecto de la caída, los labios de ambos habían terminado juntándose. Los dos se quedaron ahí, paralizados y con las mejillas al rojo vivo, incapaces o indispuestos a hacer algún movimiento, ante las atónitas miradas de todos los presentes. Se había hecho un silencio sepulcral, que se rompió con otro grito de Ilia.
- ¡NO PUEDE SER! ¡LA INVASORA ME ROBÓ EL PRIMER BESO DE LINK! - gritó a los cuatro vientos Ilia, derramando torrentes de lágrimas, que más que de tristeza eran de pura rabia. - ¡NO ES POSIBLE, NO, ESTO NO PUEDE SER!
Y salió disparada fuera de ahí. Cuando toda la gente se fijó más en el berrinche de niña chiquita que hizo Ilia, Zelda y Link volvieron a pararse, pero aún incapaces de pronunciar una palabra, o de verse a los ojos.
- ¡Hermano! ¡Zelda! - apareció Aryll, abriéndose paso como podía entre la multitud. - Oigan, ¿qué pasó?
- Aryll... yo creo que... ya tuvimos suficiente... por hoy. - dijo Link, aún algo agitado con todo lo que acababa de pasar. - ¿No estás de acuerdo, Zelda?
- ¿Eh? S-sí, estoy de acuerdo. - dijo Zelda. - Vámonos ya.
Los dos jóvenes cogieron de la mano a Aryll, y emprendieron la retirada. De todas maneras el baile de la cosecha ya iba a terminar, y con lo que acababa de suceder, quizás lo mejor era alejarse de todo, y de todos, lo más pronto posible. Aryll siguió preguntando de camino a casa, pero Link y Zelda no quisieron, o no pudieron, decir absolutamente nada.
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Casa de Link, más tarde...
Zelda estaba sentada en el borde de su cama, aún llevaba su vestido de baile. Su corazón aún continuaba imparable, y no era una sorpresa. Seguía sin poder creer lo que había pasado apenas hacía unas horas. Había sido un accidente, desde luego, pero no cualquier clase de accidente. Se había besado con Link frente a todo el pueblo. No pudo evitar imaginarse la cara del Primer Ministro si este hubiese presenciado la escena. "¡ESTO ES UN ULTRAJE, UN ESCÁNDALO! ¡COMO SE ATREVE ESE ASQUEROSO PLEBEYO A MANCHAR LA PUREZA DE LA PRINCESA!" Claro que, en las circunstancias ocurridas, ninguno de los dos tenía la culpa. Zelda sintió al mismo tiempo un gran alivio de que no hubiese estado ahí, y unas ganas tremendas de reír al imaginarse la reacción.
Lo cierto era que, a pesar de que había sido por pura casualidad que Ilia eligió aquel preciso momento para armar aquella escena, y que con toda la intención de lastimarla o algo peor quiso tirarla del escenario (consiguiendo un poco más de lo que esperaba), no le había resultado del todo desagradable ese beso. Link tenía los labios suaves y cálidos... había sido una sensación increíble.
- "¿Qué me pasa?" - se preguntaba. - "¿Por qué... por qué me siento tan extraña? ¿Acaso... será que...?"
¡KNOCK! ¡KNOCK! Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos.
- Adelante. - dijo casi por reacción.
La puerta se abrió ligeramente, Link se asomó sin entrar por completo, sonreía nerviosamente.
- H-hola. - dijo, temblando un poco. - Ehm... ¿podemos hablar?
- Claro. - dijo Zelda, corriéndose hacia un lado, y haciéndole un gesto a Link para que se sentara junto a ella.
Link fue y se sentó en la cama junto a Zelda. Los dos se miraban fijamente, como esperando a que el otro iniciara la conversación. Pero ambos estaban tan nerviosos y confundidos que no sabían qué decir.
- Yo... - dijeron los dos al mismo tiempo, deteniéndose al ver que el otro quería hablar.
- Habla tú primero. - dijo Link.
- Bueno... quizás lo que yo tengo que decir no sea... tan importante. - dijo Zelda.
- ¿Es sobre el... bueno, sobre lo que pasó en el baile? - preguntó Link.
Zelda tragó en seco, Link acababa de golpear un nervio. Así que eso era. Él también quería hablar sobre eso. Zelda no estaba segura de si quería volver a tocar ese tema, pero después de unos segundos, decidió que sería mejor dejarlo salir. Tal vez le ayudara a sentirse mejor desahogarse al hablarlo.
- Si no quieres no te voy a...
- No, está bien. - dijo Zelda. - La verdad, siento que... que sería mejor hablarlo.
- Sí, yo también. - dijo Link. - Estás... algo confundida, ¿no?
- Sí. - dijo Zelda. - Sabes, yo nunca... nunca en mi vida... había besado a nadie.
- ¿En serio? - preguntó Link, a lo que Zelda asintió con la cabeza. - Bueno... yo tampoco. Nunca creí que... que mi primer beso iba a ser... accidental.
Zelda no dijo nada, pero asintió. Ella estaba sintiéndose de la misma manera. Pese al hecho de ser princesa, ella, como cualquier otra chica de su edad, muy en el fondo soñaba con su primer beso. Lo que menos se esperaba era dárselo así, de esa manera tan brusca e inesperada. Sin duda nadie se espera que su primer beso sea a causa de un accidente.
- Aunque... no estuvo del todo mal. - dijo Link, sin saber muy bien por qué.
- ¿Cómo dices?
- Quiero decir... bueno, tú realmente me... - Link se frenó en ese momento. No estaba seguro de querer usar esa palabra con Zelda, sin saber si ella pensaba lo mismo. - Lo que quiero decir es... bueno, tú eres... diferente de todas las chicas que he conocido.
- ¿Diferente? - preguntó Zelda, aunque por alguna razón, creía saber lo que Link quería decir.
- Estoy confundido. - dijo Link. - No sé por qué, pero... últimamente no he podido sacarte de mi mente. Sé que no tenemos mucho tiempo de conocernos, pero... de alguna manera, siento como si te conociera de toda la vida.
- Si he de ser sincera... yo me siento igual. - dijo Zelda. - Sé que antes te consideraba mi amigo, pero ahora... ya no estoy tan segura. Mis sentimientos... han cambiado.
- Hmm... ¿qué es lo que nos pasa? - preguntó Link.
- No estoy segura. Tal vez... necesitemos algo de tiempo, ya sabes, para pensar con claridad. - dijo Zelda.
- Sí, tal vez. - dijo Link, poniéndose de pie. - Bueno, te dejo para que descanses. Perdón por molestarte.
- No, está bien. - sonrió Zelda. - La verdad... creo me siento mejor, después de hablar contigo. Gracias.
- No me agradezcas, de hecho, yo también me siento mejor. - Link le devolvió la sonrisa. - Buenas noches.
- Buenas noches. - dijo Zelda, acto seguido, Link salió y cerró la puerta.
Después de que Link se fue, Zelda continuó pensando. Se sintió un poco aliviada de saber que él estaba tan confundido como ella sobre lo que había pasado. Lo cierto era, y ella lo sabía muy bien, que sus sentimientos por Link habían cambiado desde que se conocieron. Había sido poco tiempo en realidad, poco más de medio año, sin embargo, ambos habían compartido mucho en ese período, y ella había comenzado a sentir por él algo realmente muy especial. Un sentimiento desconocido, pero hermoso, y muy fuerte, algo que no había sentido por nadie en su vida.
En ese instante, vinieron a su mente unas palabras que su madre le había dicho una vez, cuando era niña, y le preguntó como fue que se enamoraron ella y su padre. Y ella le dijo que eso le llevó tiempo, el sentimiento se fue formando, sin que ella se diera cuenta. Aunque a algunos les llevaba más tiempo que a otros, el proceso por lo general era el mismo. Sus palabras exactas fueron: "La confianza es la base de todo. Sobre la confianza se construye amistad. Sobre la amistad se construye cariño. Y dado el tiempo suficiente... el cariño puede convertirse en amor".
- "Amor..." - pensó Zelda, recostándose sobre su almohada.
Su madre le había dicho, justo antes de morir, que se casara por amor, con alguien que supiera valorarla. ¿Acaso era Link esa persona? ¿Era amor lo que estaba sintiendo por él en ese momento? Haciendo memoria, Link se ganó su confianza casi de inmediato, cuando él la salvó de aquellos bandidos. Al pasar el tiempo, llegó a considerarlo como su primer y mejor amigo verdadero, con todo lo que compartían. Y a fuerza de pensar en él, tuvo que admitir que, casi sin darse cuenta (y si no fuese por aquel incidente que casi le cuesta la vida a Link no se habría dado cuenta en absoluto), había empezado a sentir por él un vivo cariño, más allá del hecho de que fuese su amigo. ¿Se había apoderado ese cariño de su corazón al grado de convertirse en amor? Todo era demasiado confuso. Pero no pudo evitar pensar que, con todo, Link era un muchacho valiente, leal, esforzado en lo que hacía, que nunca le daba la espalda a quien lo necesitaba, y que se preocupaba por los demás (especialmente por su familia) antes que por él mismo, siempre procurando ser útil en la medida de sus fuerzas y sin esperar nada a cambio. Esas eran las cualidades que ella buscaría en un esposo ideal... un esposo perfecto. Y más aún, alguien como él sería capaz de dirigir muy bien al reino, gobernar con justicia y compasión para todos.
- "¿Será que... por fin he encontrado... a la persona indicada?" - pensó, antes de cerrar los ojos y abandonarse en su sueño.
Esta historia continuará...
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