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Capítulo 12

No hay mucho que ordenar aquí. Mejor dicho, nada. Creo que escapé de la capsula en la que Harry y yo estamos metidos por el simple hecho de no estar convencida en las palabras y mis sentimientos palpitantes por él. Ok, no es que sea cobarde. Pero como dice el dicho «El que huye, vive»

Estoy intranquila, no paro de moverme y de dar vueltas en la habitación. Desde que otra voz masculina se hizo presente en la casa, el silencio se ha perpetuado.

Coloco las sabanas dobladas en la cama y camino hacia las escaleras. Con sumo cuidado, me asomo al barandal. No estudio la profesión de un médium, pero no es necesario ser una para saber que el señor con su traje de etiqueta, sentado frente a Harry con un periódico en mano, es su papá.

La mesa está en silencio. Estoy segura de que la respiración son lo único que se escucha. La figura imponente de Harry esta erguida en el asiento, no despega la mirada de su progenitor. La ira tiñe sus facciones, el dulce Harry se ha desvanecido.

No conozco al sr. Bell, y créanme, no quiero conocerlo tampoco. Verlo con su media sonrisa de ironía, es impacto tremendo a mi sistema. Se ve que es autoritario, controlador y estricto. Frank, le queda corto. Ahora comprendo la frustración de Harry. Es muy triste que el amor ya no sea lo mismo como años atrás.

— ¿Sabes cuantos socios me hiciste perder? — Pregunta cambiando la página del periódico.

— Si quieres perder tu querida empresa, dime cuantos corruptos debo llamar. — Dice sin titubear. Ok, la piel de gallina deberá salir por otra parte porque en mi cuerpo ya no hay espacio.

— ¡No te hagas el gracioso conmigo muchacho! ¡Mi tiempo vale oro al igual que mi dinero! — Golpea la mesa y yo brinco asustada. Harry se limita a levantar la mirada desafiándolo. Dios, se van a moler a golpes.

— ¡Ve y haz el trabajo si crees que lo hago mal! — Puedo notar como su mandíbula y sus puños se aprietan. Estoy segura que si hubiera algo a su lado, lo hubiera roto — Los malditos que tenías como socios estaban robando tu preciado oro. Deberías agradecerme, tu empresa ahora estuviera en bancarrota y en todos los medios — Hace una pausa, se levanta y arregla su chaqueta negra — Si no tienes nada más que decir, por favor te pido que te vayas de mi casa. — Espeta con dureza.

El lanza una risa sarcástica acompañada de un bufido. Guarda sus anteojos en su caja y se levante de la silla.

— Es la última vez que pasas encima de mí Harry. La empresa, la casa y tu vida siguen siendo de mi pertenencia. — Golpetea la mesa con el dedo índice. El también esta cabreado.

— Vaya, que confort de un padre a su hijo. — Ironiza con una media sonrisa sarcástica. Estos dos son tal para cual. — Pero mientras que yo esté en ese espacio, aunque te duela, yo la adueño. Mientras estabas a cargo hiciste lo que se te pegó la gana sin hacer caso a las opiniones de los demás. Si no te acuerdas, por tus tratos tuvimos que mudarnos lejos de nuestro hogar. Ahora, le pido de favor señor Bell, retírese

— Es sorprendente, por fin puedo ver a un empresario — Dice con una risa burlona. En serio que me enferma cuando la gente se pasa de cinismo. Ya por fin se iba de la casa, pero se vuelve como si algo se le olvidara. — Recuerda que tenemos un acuerdo. Espero que no me hagas quedar mal. — Le regala una risa descarada, chasquea los dedos y se va de la casa. A lo lejos, veo en la venta como su chofer lo ayuda acomodarse en el auto.

En ese instante, la mirada de Harry se clava en mi dirección. Aprovecho y bajo las escaleras para acercarme y darle mi apoyo. En un parpadeo, siento sus brazos envolverme. Parpadeo repetidas veces ¡Dios! ¿Esto es real? Siento una agradable corriente recorrer mi cuerpo, enciende lo que se había apagado hace unas horas ataras. Estoy segura que todo el mundo puede escuchar mi corazón acelerarse.

— Harry.... — Aunque no quiero despegarme de su cuerpo, debo hacerlo, necesito aire y su colonia varonil no ayuda. ¡Dios, sí que huele rico! Lo que me agrada, es ver su cara suavizada. — ¿Deseas caminar?

Alza las cejas sorprendido y yo sonrió nerviosa. Podría pasar todo el día mirándolo.

— Me agrada esa idea. — Asiente sonriente.

Me pongo colorada, pero mentalmente me felicito por mantener al margen mis sentimientos que ahora son confusos...bueno, yo...Como sea. Nos incorporamos y hace un gesto para que pase adelante. Avanzamos por el pasillo, yo casi hecha corriente, y salimos de la casa.

El paisaje es hermoso, claro que sí. La ciudadela en la que reside, es completamente colorida. Arboles grandes, sus troncos bien cuidados, el dosel de ramas que cuelgan del mismo llenos de ojos verdes y frutos. Para ser la capital del Gran Ducado, su verdoso y clima atlántico, es lo mejor que uno puede pedir. Soy más del equipo invierno que verano. Y si hubiera un club, yo sería su fan número uno.

Es un bonito domingo. El aire es templado y las calles están casi vacías. Caminamos juntos y mínimo nos demoramos 11 minutos exactos hasta llegar al parque más cercano. Los patos nadan, los niños los alimentas y las familias comen encima de sus manteles. Intento reprimir el odioso sentimiento fatal. No solía salir con mamá y Frank a la calle a pasear como una familia común y corriente. Pero ahora, es lo que más deseo. Ver a las familias juntas me da ganas de echarme a llorar.

— ¿Te parece si nos sentamos ahí? — Me pregunta señalando unos columpios

— Con tal que no se venga abajo, me parece bien.

Alza las cejas burlón.

— No somos gordos. Así que no. Vamos — Le sonrío.

Harry lleva su mirada perdida, que deja al aire lo que debe suceder en el trabajo. Lo que me intriga, es el supuesto contrato. 

Sólo estamos ahí, sentados moviéndonos con los pies. Quiero, pero no preguntaré el porqué del enfrentamiento. Es bueno a veces dejar fluir las palabras de los demás, hacerlos sentir que entiendes su sufrimiento sin andar buscando respuestas. Si él lo prefiere me lo contara a su debido paso. Aunque no estoy muy convencida de eso.

— ¿Qué estás pensando?

— Que tu papá es agradable

Satirizo en voz baja. Claramente, se sabe en qué estoy pensando. Pero solo se mantiene en fruncir el ceño. Me mira con curiosidad, y era obvio que me vea de ese modo. Sabe que le estoy dando pata a que me cuente. Sé que dije que no me iba a entrometer, pero dar cuerda no cuenta como intromisión.

— Bueno, las peleas son menos desde que salí de casa. — Dice en modo de explicación. Vamos Bell, sé que tienes más cosas por decir.

— No sé nada de negocios, pero hiciste lo correcto. — Me río nerviosa. — Eres un buen empresario Harry, no dejes que tu padre te menosprecie así, no te lo mereces. Deberías ponerle un alto.

— No es fácil ser feliz bajo la manga de un hombre controlador. — Pestañea y me sostiene la mirada. Es desconcertante. Diablos, odio su manera de expresarse con la vista.

— Si te sigues sumergiendo en esas palabras, no logras lo que quieres.

— Es mi manera sencilla de conseguir mi felicidad. — Frunze el ceño y se contempla las manos. Ni él se cree lo que dijo.

Suspiro y asiento, al parecer mi mente trabaja muy lentamente que tengo que jugar con una roca para formular las palabras adecuadas ante su respuesta toda seca y hostil.

— Si, ¿Pero sabes cuándo serás feliz realmente? — Pregunto.

Alza la vista y recupera su sonrisa divertida.

— No, cuando.

— Cuando te canses. — Lo digo sin pensarlo.

Muevo nuevamente la piedra e inmediatamente Harry me mira sorprendido sin comprender lo que he dicho.

— Cuando te canses de preocuparte por el mañana, de compararte con otros — Sonrío con tranquilidad — Cuando te canses de recordar lo que pasó, lo que se fue de tu vida, y lo que pudo haber sido. De querer ser diferente, de mirar que todo puede ir bien en un abrir y cerrar de ojos. Cuando te canses de tu padre, de la frustración, de batallar contigo mismo por querer demostrar algo que no ven. Cuando empieces a seguir los deseos de tu alma para dejar de sentirte frustrado, cambiara tu existencia. La vida es como la semilla, se abre paso con fuerza a través de la tierra. Cuando dejes todo eso atrás, la verdadera felicidad aparecerá.

Me sorprende la simpleza con las que mis palabras salieron. ¿Cómo pude decir tantas cosas con sentido sin venirme abajo? Bueno, no lo creí así, pero está yendo bien el ambiente. Harry parece menos estresados. Sus hombros de los tensos que estaban, ahora tomaron su posición normal. Su rostro refleja serenidad y su compostura es un poco encorvada. Vaya.....funcionó mis locas y absurdas palabras. Debería mantener mi boca cerrada más tiempo.

— No puedo agradecerte lo suficiente por tus gentiles palabras. Tu apoyo significa mucho para mí — Ríe cabizbajo, niega y mira al vacío, mueve su anillo dorado como si eso le diera apoyo moral.

Sonreímos con cariño. Hace mucho que no sentía mi corazón expandirse de tal manera. Pienso en lo exitoso que hubiéramos sido si fuéramos correspondidos. No me cabe en la cabeza la forma en cómo lo trata el papá. Él es un hombre guapo que se metió al mundo de los negocios, obligado, y prácticamente lo gobierna sin ayuda de nadie. Yo de su familia, le echo rosas. Ósea, lo hago pero en mi mente nomas.

Miro el reloj y me doy cuenta que son pasadas de las 5 pm. El tiempo con él se me va tan rápido que quisiera detenerlo y pasar toda una vida a su lado. Lamentablemente eso no se va a poder. Caminamos hasta la casa y puedo decir, que mi corazón se detuvo, hipotéticamente. En cuanto se juntó a mi cuerpo, entrelazó sus largos dedos con mi mano. Me siento una niña que necesita la ayuda de alguien para cruzar la calle.

Mi vista va tan perdida en su escultural rostro, que por un momento creo que voy a darme de bruces contra el suelo, pero no. ¡Claro que no! Al contrario, por mis torpeza como siempre, el tobillo se me dobla al filo de la vereda, y con ello me suelto de la mano de Harry.

— ¡Ten más cuidado idiota! — Grita un joven en su vehículo rojo a toda prisa.

Por suerte, soy un espíritu, y de milagro, no me atropellan dos veces. Cuando me doy cuenta de la realidad, estoy pasmada en los brazos de Harry. Debería pasarme más desgracias a lado de él, así caigo en sus brazos y no al duro y cerámico suelo.

Alzo la vista, me lleva sujeta con fuerza contra su pecho y su mirada adversa esta clavada en el auto que se aleja de nosotros. Agacha la mirada, la suaviza cuando nota el susto alrededor. Con los dedos de su mano libre, peina mi cabello alborotado que ahora tapa mi rostro. Luego, su pulgar recorre mi labio todo seco por la adrenalina.

Hay una lucha entre los dos. Las miradas fijas que nos lanzamos son ardientes y llenas de deseo que por primera vez, la idea vaga de estar con él íntimamente me ataca. Dios, me voy a ir al infiernos por mis calientes pensamientos. Pero es imposible no mantener quieta mis hormonas. Quiero sentir su boca en la mía.

Su mirada es velada y penetrante. Sus ojos claros se han oscurecidos y su respiración es igual de dificultosa. Mi corazón bombea frenéticamente, un balde de agua me ha caído encima y un extraño y desconocido deseo me paraliza. Muchas de las emociones calientes me aporrean el sistema nervios.

Intento aclararme las ideas. No hay nada entre nosotros y no va a ver. Todos mis vagos e incoherentes pensamientos son pura fanfarronada. Él y yo no somos del uno para el otro.

— Gracias — Musito avergonzada. Le sonrío y me aparto suavemente para abrazarme.

— Dije que te cuidaría — Apoya sus manos en mis hombros a cierta distancia y asiente en una sonrisa calmada. Esto es doloroso, para los dos. Veo en su mirada lo angustiado y avergonzado que se encuentra por la escena. Su orgullo de hombre, cayó al suelo como mamusito cuando quiso volar. Me siento herida y con mis esperanzas destrozadas.

Todo trascurre en un incómodo silencio. Estamos en casa y nadie dice nada en la mesa. Fernanda nos mira sospechosa pero solo nos limitamos a sonreír. En mi caso, a jugar con la comida.

Ya en el oscuro y frio cuarto, me apoyo en la puerta y lanzo los zapatos al aire. Cubro mi cara con las manos y reprimo el grito de fastidio que mi interior quiere expandir. Quiero hacerme lo más pequeña posible. Quizás ahora mamá me estuviera dando un consejo clave sobre el amor. O si Katy estuviese aquí, ya estaría en mi silla del escritorio con los brazos cruzados, apoyada en una pierna y dando golpecitos con la otra mientras me restriega lo infantil que soy por no tener el coraje y dar yo el primer paso. Algo que nos diferenciaba, es que yo soy la que rechaza a mis admiradores, o los que poco tuve. En el caso de ella, calculadora y enamoradiza.

Menos de 10 minutos en el baño y ya me encuentro en la cama vestida, arropada hasta el cuello y con un miedo de mierda. Si se trata de buena suerte, no cuenten con la mía, ésta siempre ha decidido salir corriendo cuando más la necesito. Hoy se fue cuando escuchó  el primer rayo en la ducha. Lo peor, es que no quiero dormir sola. Soy miedosa, no juzguen.

Por eso digo, pésimo día al tener esa escena caliente.

Me levanto de la cama casi corriendo al oír otro trueno cerca de aquí. Abro la puerta de un jalón y corro directo a la puerta la cual juré que nunca entraría. En ésta situación de vida o muerte, todo vale.

Un poco apenada, abro su puerta al escucharlo decir "pasa".

Cabe recalcar que sí hubiera estado Nana en casa, me hubiera ido con ella.

Entro despacio asombrada por el interior. Un color verde oscuro combinado con el negro de los muebles, la repisa, el armario y frente a mí la ventana de casi 6 metros de largo donde ahí ésta ubicada la cama. Lo único diferente son los 2 cuadros que hay y el escritorio blanco a un lado del baño.

«Muy bonito. Si así se ve con el reflejo de la televisión no me imagino con las luces prendidas»

— ¿Sucede algo? — Se apoya en un codo, coge el control entre sus dedos y pausa la televisión — Tienes miedo verdad — Sonríe de lado. Se burla de mí sufrimiento.

—No....sólo — Grito y salto de susto al escuchar otro estruendo en el techo.

— Entra, no hay problema — Se ríe y abre la sabana. Señala el espacio a su lado para que vaya. Pero es inevitable no quedarme en el sitio. Se supone que ayer estuvo con la chica.

— Lo que pasa es que tú y ella.....

— ¡Oh, eso! cambié la sabanas. Mi cama está limpia, reluciente y, la sabana lavándose. Ven, no muerdo — Dudosa me acerco a su lado mientras que él hace espacio. Al tocar la cama me acuesto alejada. No quiero sentir mi corazón dispararse otra vez.

— Buenas noche, Harry — Digo amable

— Descansa, Ele — Se da vuelta para darme un beso en la mejilla.

Me impresionó el afectó que tuvo. Juro que soy un tomate, más al sentir su mano encima de mi cintura.

Dios, porque eres así. 

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