Capítulo 1
El olor a humedad que inunda mis pulmones ha sido unos de los placeres que me encanta percibir desde que el invierno empezó a llegar. En esta posición, la sensación de tranquilidad tiene un efecto de calidez en mi cuerpo haciéndolo relajar por completo.
A estas horas de la noche donde puedo sentir paz internamente conmigo misma, suelo pensar las cosas que he hecho en mi vida antes de regresar a mi verdadera existencia. Deseo dejar a un lado el sentimiento de pesadez en mí, pero sé que se irá conmigo a la tumba en algún momento.
Los deberes no han sido mi punto en específico para hacerlos en casa. Mejor dicho, no los hago muy a menudo porque prefiero hacerlos antes de entrar al trabajo; así despejo todo en el día para llegar a casa y descansar en mi cama hasta el día siguiente. Hoy no puede decir eso, sigo recostada en mi escritorio con todos los libros sin responder nada.
El último año de la secundaria no ha sido ni muy amargo ni muy divertido en todo el trayecto que llevo aquí, básicamente estoy disfrutando mi vida antes de entrar a la etapa universitaria y olvidar por completo mi juventud. Y una pisca de pimienta sí es que le puedo llamar "disfrutar".
Es difícil pensar, tan solamente una semana, una, mi vida se volverá aún más atareada que la de un estudiante común y corriente. Es duro afrontar la realidad, en mi caso. Y para otros....bueno, siguen sumergidos en sus fantasías. Pero esa es la realidad, amarga pero real.
De por sí no hago mucho, realmente me he convertido en el tipo de persona que prefiere pasar en mi casa, que en otra bebiendo.
Es incómodo saber que para llegar a nuestro destino, la universidad, hay que hacer tareas extracurriculares donde esas tienen más valor de puntuación que cualquier examen en tus notas finales. ¿Pueden creerlo?
Los directivos en su ocurrencia de tener a los estudiantes "ocupados" en sus últimas semanas, decidieron poner varios tipos de clases adicionales: canto, baile, limpieza, artesanía, etc. Extremadamente singular. Nuestra presencia dentro de la institución dejará de preocupar pronto a las autoridades. Insólitos hechos.
«Pues quién sabrá»
¿Algo bueno de esto? Pues sí, la biblioteca, pero sé inclinó a buscar empleados.
Dado que yo tenía tiempo libre, ya que ahora no lo tengo y quería salir de mi casa, tomé ese puesto sin pensarlo 3 veces. Lo que no me advirtieron es que yo iba a ser la encargada de ordenar TODOS los libros, por número, fila y en su respectivas repisas.
Nada mal para una simple estudiante.
Me enderezo en la silla, me estiro en ella y sobo mis brazos adoloridos gracias a que ninguno de los estudiantes tiene la bondad de recoger los escritos y colocarlos en su lugar correspondido. Me estresa ese tipo de gente, se cree mejor que uno.
Observo cansada el desorden completo que está en mi escritorio, el acerbo otra vez me sube a la cabeza. En este momento es donde uno prefiere tomarse un descanso por lo menos de dos días.
«Sí ahora estoy cansada teniendo 18 años, no me imagino más adelante»
Mi vista cae en la ventana de enfrente. Miro con cuidado como dos gotas empiezan a deslizarse suavemente, hacen pequeños zigzags.
Despacio, alzo mi mano tratando de seguir la trayectoria de las gotas recordando directamente cuando papá y yo nos sentábamos en la ventana y jugábamos de este mismo modo; gritábamos como locos cuando llegaban juntas a la parte inferior del marco. O en ocasiones cuando no hacíamos eso, solíamos salir a jugar a la calle dando vueltas, chapoteando uno con el otro.
Mamá de repente nos acompañaba y juba de la misma forma o hasta peor. Nunca le gustó perder hasta donde recuerdo. Otras veces, nos retaba por entrar mojados a la casa sin limpiar lo que ensuciábamos. Nos dejaba castigados en una esquina, y nos decía que pensemos en lo que habíamos hecho. Papá solamente respondía con muecas y puchero
Era lindo. Era fantástico. Tenía todo y no me faltaba nada. Ver a tus padres que se den cariño, amor y respeto era todo lo que uno necesita en la vida para que esté completa.
Amaba mi vida en ese tiempo. De verdad la amaba.
Hasta que el destino la destruyó.
Cuando cumplí los 5 años, mamá me tuvo lista la casa para mi fiesta de cumpleaños; llena de globos, comida y muchos juegos en la mesa. Papá la ayudó hasta donde pudo porque tuvo que ir al trabajo por unos papeles que su jefe le dejó. Pidió disculpas a todos por su ausencia de unas horas, y se fue. Eso sí, sin antes despedirse y decirme que un regalo grande me traerá.
Si hubiera sabido que ese iba a hacer el último día que lo vería, nunca lo hubiera dejado salir por esa puerta.
Fue la última sonrisa que pude verle.
Papá cuando iba al trabajo por cualquier cosa de la oficina, no solía demorarse entre unas dos horas, llegaba a tiempo para el almuerzo.
Mis abuelos paternos viven en otro país y nunca pude tener una charla frente a frente, solo por vide-ochat. Por el lado de mamá, mi abuelo murió de paro respiratorio a una edad avanzada. No resistió y al tiempo su vida terminó. Mi abuela materna, intentaba calmar a su hija al verla tan angustiada. Y como no, había caído la noche y él no llegaba. Ya todos se habían ido, y él no aparecía por la puerta.
Estaba en la escalera con mi conejo de peluche sobándolo, esperando con ansias la puerta abrirse y ver a mi héroe en ella. Desgraciadamente, no fue así. Y ahí la vi, cayendo al suelo llorando desconsolada; se levanta hasta donde estoy, me abraza como si fuera lo único que le quedaba.
No entendía su reacción. No sabía que pasaba hasta cuando la patrulla nos llevó al hospital.
Toda esa felicidad se fue. Todo lo que tenía se vino abajo. Y mi vida no fue igual cuando aún recuerdo el hospital.
Los enfermeros.
Las personas heridas llegando en camillas con sus ropas quemadas.
El policía con un regalo quemado.
La morgue...Y papá.
Todo se apagó como la vida de él, y el único recuerdo que me quedó, fueron sus fotos y el intacto unicornio rosa que el oficial me entregó, el regalo que él prometió.
En las noticias informaron sobre un accidente en la carretera. Un carro perdió el control y chocó contra un camión, la explosión se expandió matando a 15 personas y 40 heridos de gravedad.
Los doctores dijeron que si papá hubiera estado unos metros más atrás, él hubiera sobrevivido, con quemaduras de 2 grados, pero hubiera estado con vida. No obstante, eso no sucedió.
Fue uno de los sucesos más dolorosos que pude haber vivido a tan corta edad. No tenía nada. ¡Nada!.
Mamá ya no le veía sentido a la vida sin papá y yo también lo hacía. Él era nuestro pilar. Lloraba todo el tiempo y se encerraba en su cuarto hasta quién sabe cuándo. Durante un tiempo, cuando salía a comer, llevaba una foto de él colgando en su brazo, silenciada por completo y perdida en su mundo oscuro sin preocuparse de mí.
Mi abuela tomó el mando en la casa para que no me sintiera sola y que no me pierda en el vagón de la tristeza. Pero, aunque no lo hacía notar, ya lo estaba. Me hundía ante la falta del calor familiar.
Las cosas mejoraron 5 años después.
En una venta de garaje, la vecina le entregó un folleto explicándole sobre el peso y la carga de una pérdida o suceso doloroso. Sin negarse, ella asistió a un grupo de recuperación donde conoció a Frank. Fue una ayuda para todas. Hasta ese momento, si ella no mejoraba, iba a un orfanato.
El apoyo emocional y mentalmente que necesitaba, llegó para salvarla.
No me agradaba la idea de que ella se volviera a casar, pero si ella y mi abuela estaban felices era suficiente para mí. Gracias a él pude recuperar a mi madre por un tiempo...
«Y la felicidad nuevamente nos abandonó»
Frank dejó de ser el mismo. Ya no era el hombre amable que siempre nos llevaba a pasear, el que nos compraba regalos sin pedirlo, el que me llevaba y traía de la escuela y siempre se quedaba conmigo haciendo los deberes. Todo cambió de un día para otro, como si me hubiera dado un beso en la noche y a la mañana un cuchillo. Pasaba más tiempo sentado frente a una televisión que ayudando en la casa. Cada cosa que hacíamos estaba mal para él; y de vez en cuando, trataba a mamá menos como su esposa y más como una sirvienta.
Lo que duele, es mamá, no hace nada contra el abuso. Sigue pensando que las cosas son como un principio. Dejó de ser la de antes y ahora está cegada por completo ¡Ya ni la reconozco!
¿Todos los cumpleaños son así? ¿Toda mi vida tuvo que basarse en sufrimiento? ¿Tanto me odia la vida para tratarme de ese modo? ¿Qué hice mal para vivir esto?
Odio que papá se haya ido. Odio que mi vida se fuera a la basura. Odio que mamá se haya puesto una venda en los ojos y no haga nada por cambiar eso.
Las lágrimas que resbalan por mis mejillas, las separo enseguida al sentir los ojos nublarse a cada gota derramada. Prometí no llorar, prometí no sentirme indefensa otra vez. Soy fuerte y no puedo dejar que cosas insignificante me destruyan.
No soporto la idea de que mi vida es un caos desde que él me dejó. Pero es imposibles cuando no tengo nada en este mundo.
Mi padre se fue, mis abuelos. Toda la familia nos dio la espalda cuando más los necesitábamos y en la que podía apoyarme sin importar qué, se fue cuando tenía 13. - Mi mejor amiga - Hasta mamá se fue; ella que era la única que me quedaba también me dejó y ahora solamente se deja humillar.
¡Odio mi vida!...
Me levanto de la silla rápidamente, hostigada por los recuerdos dolorosos. Por unos segundos, mi cabeza me balancea, la sostengo al sentir una pulsación en mi frente y mareo repentinos. Con la palma de la mano, masajeo dando pequeños círculos hasta sentir el alivio esparcirse. Doy ligeros movimientos en negación, y guardo los libros en mi mochila. Mañana en el colegio termino los últimos escritos. Estoy completamente seca que no tengo cabeza para nada. Los recuerdos son tan duros que me evaporaron completamente.
****
Soñolienta, observo con pesadez el reloj el cual marca las 7:00 am.
— Solamente pude descansar... 3 benditas horas — Estrelló mi rostro en la almohada
Me siento en la cama presionando la cabeza de inmediato al sentir el dolor todavía ahí. Es como si me hubiera caído por las escaleras. El dolor es fuerte que hasta toco un pequeño chichón en la parte lateral del cráneo.
«¿Qué rayos?»
Sin tener en claro por qué, de la pequeña hinchazón, arrastro mi peso hacia el baño. Este estúpido dolor deberá irse sea como sea, no lo soporto. Aunque viéndolo de otro punto de vista, faltaría a la escuela. Cierto... Tengo examen.
De repente, la voz entalladora de Frank vuelca mi estado de ánimo por completo. Golpea tan fuerte que creo que romperá la puerta. Retrocedo, lentamente las náuseas se acentúan en la boca del estómago. Cuando la perilla empieza a dar vueltas, doy mis últimos suspiros, sin embargo el valor emerge al escuchar la voz de mamá.
Abro la puerta. En un reflejo rápido, llevo mis manos a la boca. Frank estaba a punto de golpearla.
— ¿¡Tengo que repetir varias veces para que abras la puta puerta!? — Escupe furioso.
Afligida, le sostengo la mirada.
«Hoy no Elena, hoy no dejes que te intimide»
— Es mi jodida habitación... — Sueno más asustada de lo que pretendo — Deja de hacerte el rudo con nosotros. Que seas hombre no impide que yo te detenga — Respondo con dureza. No voy a permitir que se siga pasando de la raya. Si mamá no quiere hacer el esfuerzo, lo haré yo.
Antes que pueda registrarlo, su mano yacía estampada en mi lado derecho del rostro.
— ¡Qué te pasa pues! ¿Te crees mayor por qué tienes 18 años? ¡A mí me respetas, me oyes! — Se señala con el dedo, da un paso y me jala del brazo. Internamente me muerdo la mejilla por su apretón. Justo en esa parte tuvo que cogerme — ¡Sí me envuelves a poner una sola palabra, te juro que...
— ¿Qué harás? ¡Ah! — Lo empujo — ¡Golpearme! Hazlo, no te tengo miedo. No eres mi padre para venirme a decir que hacer. Pero a mi madre, a ella la respetas — No sé dónde saco las fuerzas, pero lo hago. Le respondo de la misma forma.
— ¡En esta casa el que manda y la sostiene soy yo! — Me zamarrea antes de soltarme con desprecio —Lárgate.
Se va, dejándome con la palabra en la boca. Mamá da su mirada triste antes de seguirlo. Lo toma de la mano y bajan los dos juntos agarrados.
Suelto el sollozo acumulado. Me deslizo por la pared observando el enrojecido en mi brazo al notarlo tan impregnado en mi piel. De pronto, la sangre invade mi suéter. Y duele demasiado. No, no el brazo. Verla corre hacia él sin ayudarme es lo que lástima. Se supone que yo soy su hija ¡La defendí de él carajos!
«Vamos, Elena, que nada te derrumbe»
No quiero seguir así. ¡Ya no!
Me levanto del suelo directo a la regadera, mirando, analizando en el espejo la marca de su mano en mi rostro. Luego, limpio con alcohol mi brazo y aguanto el sollozo reprimido. No quiero que me escuchen, no quiero que vean hasta donde he llegado. Soy una fracasada, no sirvo para vivir. Ni siquiera puedo darme a respetar.
«Seguirás hundiéndote en el fracaso mi querida Elena, solamente debes darte tiempo para encontrarte en el fondo y no subir jamás»
Nada puede doler, viví demasiado sufrimiento que, ni las piedras me lastiman.
Abro el armario para sacar la ropa adecuada cuando la lluvia empieza a caer. Hoy decido tomar unos pantalones negros acampanados y un buzo negro. No soy emo, ni nada por el estilo. Solo que hoy decidí vestir igual que mi vida. Que mi vida sea un asco no significa que la arruinaré más.
No suelo maquillarme mucho, más que solo los ojos rímel, la cejas y brillo labial. Mi despertar no fue agradable como para preocuparme de mi rostro. A nadie enamoraré. Cuando los chicos te ven como su juguete, el amor no existe en esos seres despreciables.
Tomo las llaves de la casa, mi mochila y las carpetas para bajar las escaleras, desayunar en santa paz e ir al colegio tranquila. Sin embargo, mis planes se ven envueltos en problemas cuando mis piernas se detienen a ver a Frank tirar el plato al suelo. Una risa sarcástica brota de su boca cuando mamá aparece.
— Yo no sé cómo tu esposo aguantaba esta porquería de comida. Lleno la refrigeradora para que prepares algo bien... ¿¡Y ni siquiera eso puedes hacer!? — Estalla. Mamá lo mira sin decir nada. ¡No dice ni una estúpida palabra! Solo se arrodilla sumisa recogiendo las sobras.
Mis dedos se vuelven puños, mi mirada se desencaja, mi mandíbula se aprieta y ahora lo que quiero hacer es una cosa, golpearlo. Me harté de sus humillaciones.
Ante mi determinación, boto la maleta de golpe, llamando la atención de los dos. Especialmente la de Frank. Camino en su dirección mientras él se levanta imponente. A pesar de que me da la espalda y me ve de reojo, no voy a doblegarme. La única que puede hacer eso, es mi progenitora. Y, tristemente, ella va a preferir a su estúpido esposo que a mí. Lo demuestra más que nunca en esta situación.
— ¡Mi amor que haces! — Susurra dolida — Debes ir a tu cuarto. Aquí no pasa nada cariño — Ladea la cabeza, eleva su labio en una sonrisa forzada.
— Nada mamá. ¡Nada!. ¡Por Dios abres los ojos! — La miro desesperada — ¡Deja de ser ciega mamá y mira cómo es él! Te lo pido como tu hija. No dejes que nos siga maltratando — Suplico tajante. No quiero que nos haga daño.
— Hija no pasa nada. Desde que te levantaste estás alucinando. Todo está bien cariño. Confía en mí. Entiéndeme.
— ¡No mamá! — Bruscamente la aparto de mí — La que debe entender aquí eres tú. Solamente verás la verdad cuando las cosas lleguen a algo peor, y no me quedaré a verlo.
Como si no me entendiera, me mira incrédula, dolida por mi reacción. Frank por su parte da un paso hacia nosotras con suma tranquilidad.
«Es un sínico»
— Es mejor que te vayas, Elena. Llegarás tarde.
Recojo mi maleta, y retroceso disgustada al instante que mamá intenta acercarse. Y sin escuchar lo que tenía que decir, salgo de casa a toda prisa, corriendo enojada sin mirar atrás. Estoy cansada de que se burlen de mí. Estoy harta que todo de vuelco al favor de quien no lo merece. La vida siempre dará una cagada cuando tú des dos al éxito.
Entro al salón evitando contacto con todos los que están aquí. Prácticamente lo que hago es escurrirme como una rata pequeña para sentarme en mi puesto.
Dejo caer la maleta, agacho mi pecho hasta la mesa y cruzo los brazos mordiendo mi buzo. Por suerte, la gaza me protege del roce. Miro atenta la puerta, mis ojos se cristalizan y agacho la cabeza y ruego que Tami llegue pronto.
Escuchar a los estudiantes reírse como si sus vidas fueran perfectas, no es lo mismo que tú lo sientas. Es como si el mundo se conspira para hacer de tu vida más miserable. Todos disfrutan del momento mientras juegan cartas o aplauden entre sí. Ahora que mi mente está fría, no creo que tengan problemas que resolver en sus mundos, perfección para ellos es lo único que existe.
Por otro lado Tamara es muy especial para mí, porque me recuerda a Katherine. La conocí 3 meses después que Kate dejó el País. Tami recién ingresaba al colegio en ese entonces y cabe recalcar que siempre he sido de pocos amigos. Ese día recuerdo que ella me pregunto la hora y desde entonces no nos hemos separado.
La vibración del celular dentro de la chompa me hace volver a la realidad al notar que hay un correo nuevo. Antes de ver la notificación, el profesor Wilson entra al salón todo malhumorado gritando arisco que guardemos todo.
Al terminar mi jornada de clases, me dispongo a ir a la biblioteca y trabajar como todos los días lo hacía. Saludo educadamente, me los devuelven y permiten mi paso a los casilleros. En silencio y sola, coloco la mochila dentro del cubículo junto con mi buzo para ponerme la del trabajo.
Tan sumergida en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando la suso dicha aparece saltando a mi lado.
— ¡Dios Tamara! Si hubiera tenido un arma juro que disparaba — Calmo mi acelerado corazón.
— ¡Eso sería genial! — Exclama divertida — Imagínate mis sesos pegados en la pared. Eso sí es excitante. Y después que te hagan adoración... Uff, caliente.
Me olvidaba que ella sí es oscura.
Tamara es insufrible cuando se lo propone, pero es linda persona. Claro, con gente que ella quiere. Es fría y calculadora y por eso el instituto la toma de mala. Pero es una gran persona. Es blanca como la goma de pegar, peli-negra hasta el pecho y siempre viene maquillada. No de negro, pero sí para atraer la mirada. Se podría decir que es una muñeca Bratz en persona.
— Eres rara ¿Lo sabías?
— Lo sé, aun así me amas — Sonríe ampliamente
— Sí — Trato de Sonríe, pero sale pésimo. Mi cabeza sigue con el nudo de mi casa.
— ¿Todo bien? — Me mira preocupada
— ¡Ohm!... Sí, que yo sepa — Sueno tranquila. Pongo mi celular en el casillero y lo cierro.
— A veces me pregunto si no escondes algo — Se hace la pensativa. Luego, con su dedo índice me da un zape.
No sabe nada de mi vida. Ósea, fuera de casa sí, dentro no.
— ¡Oye! — Sobo donde golpeo — Es solo que...— Inspiro. Tratar de buscar las palabras correctas no es lo mío, hago notar cuando miento. — El cambio de Frank es raro. Preocupa, eso es todo — Hablo agotada, me arrimo al casillero esperando que lo crea.
— Debe de ser difícil para él también, Elena. Solamente te digo que debes de ser fuerte. En esta vida si no te levantas tú, nadie lo hará. Debes recordar eso, ya que tú me dijiste esa frase cuando Dylan me dejó en la Friend-zone — Me sonríe guiñando el ojo. Y en todo el día, pude reír como se debe.
Es bueno que haya aceptado mi mentira, aunque no está tan lejos de la realidad.
— Es cierto — La señalo — Gracias Tam.
Le sonrió sin entrar mucho en detalles. No quiero que la gente tenga compasión de mí otra vez. Desde que papá murió y todos nos miraban con tristeza odié ese gesto de hipocresía, más de los que creía que era mi familia.
Empecé a trabajar normalmente, prendiendo las computadoras, abriendo las puertas de la biblioteca y ordenando lo que habían dejado ayer las personas.
Por otro lado Tami intentaba subirme los ánimos haciendo cualquier payasada sin importarle que los demás trabajadores y las personas vieran sus movimientos raros. No lo niego, lo logró por un rato, pero me concentré en ponerme al día con los deberes para evitar problemas como los de hoy en la madrugada.
****
20:00 pm y la gente ya se estaba retirando, y lo veía desde mi puesto mientras dejaba colgando los libros. Ya a esta hora solo los empleados quedaban para limpiar el resto de cosas. Aburrido, pero si quieres tu paga, debes hacerlo.
— Tus papás vinieron por ti — Llamo su atención cuando se despide de otra compañera
— Sí, iremos a un restaurante que acaban de inaugurar ¿Vienes? Después te llevamos a casa — Me mira suplicante con una sonrisa en su rostro.
La respuesta que le iba a dar, quedó en la nada al momento de sentir un apretón en mi pecho. Me agarro y empiezo a jadear con dificultad.
— ¿Nena estás bien?... Olvídalo, mejor te llevamos a casa. La cena puede esperar.
— Estoy bien... — Digo de inmediato. Exhalo y me enderezo al sentir menos el dolor. — Ve con tus padres Tam, no permitiré que cancelen la comida por algo insignificante. Tal vez es el estrés por lo de Frank. No te preocupes, caminaré a casa. Creo que necesito eso, despejarme.
— ¿Segura? — Pregunta desconfiada.
— Síp. Ve nomas
— Bueno — Me mira dudosa — Me llamas cuando llegues ¿Ok?
— Prometido — Le sonrió para verla retroceder hasta el auto. Se sube y toda la familia me hace de la mano.
Estresada, retomo mi camino a casa. Tomo los dos extremos de la chompa y me abrigo al percibir el viento y las pocas gotas de la lluvia. Maldigo en voz baja y acelero el paso mientras cuento las ovejas para no insultar a los vientos.
De repente, el pie decide bailar en la acera. Cuando me doy cuenta, mi mano está abierta y la sangre escurriendo en el suelo.
— ¡Lo que me faltaba! — Susurro entre-dientes.
Vaya, que gran final de día. Todo me tiene que salir mal.
«¡La odio, la odio, la odio, la odio!»
Dejo de golpear la mochila, paso delicadamente mis manos por el pelo y me levanto del suelo. Estoy tan furioso que podría golpear a alguien si viniera a molestar.
Tranquila sin emitir palabra camino por la calle. Normalmente suelo llevar mis audífonos, pero ni eso quiero hacer.
20 minutos aproximadamente y a 2 cuadras de mi casa la lluvia cesa, los hogares se dejan ver y las personas salen con normalidad. Unas corren, otras pasean y otras empiezan hacer ejercicio en su jardín. Como son gotas las que ahora se percibe, es refrescante ante la noche estrellada.
Para impedir caer en un hueco, salto la vereda, y atrás de mí los vecinos me saludan. Al parecer ni la llovizna les impidió hacer su reunión de siempre. Cartas, parrillada, cervezas...cosas de hombres. Se los devuelvo y retrocedo.
«Entonces, sucede»
Los gritos...Las personas murmurando...Las sillas cayendo....El dolor intenso atronar el cuerpo. La transformación del vendaval se convierte en ruido lejano. Un sonido aterrador se dispersa por mí sistema. ¡Mierda! La oscuridad se cierra, me succiona. No, no quiero irme. ¡NO, NO, NO, NO, NO!
Abro los ojos. Estoy en un ambiente desordenado. La multitud de gente aparece y la luz blanca me desconcierta a lo lejos. Todo está en silencio, en cámara lenta. Me duele el cuerpo y la cabeza, pero sobre todo el estómago. Necesito levantarme. Muevo la pierna, luego la otra. Coloco la mano en el suelo y me alzo. El sonido vuelve en una ráfaga de explosión.
— ¡Llamen a la ambulancia! ¡Rápido!
— ¿Está bien?
— ¿Aún respira?
— ¿Estará muerta?
— ¡Busquen su identificación!
— ¡Oh cielos! ¡Es la hija de la señora Rebeca!. Hay que decirle ¡Corre hija y avísales!
Cierro los ojos. Giro mi cuerpo y caigo de lado, los vuelvo abrir y lo intento una vez más.
Me levanto del suelo ¿Por qué me duele todo?. Dios, estoy tan débil como un fideo recién cocinado. Sacudo adolorida mi ropa. Salto en un pie, a pesar de que mis entrañas parecen agua. Acabo de sentir como se mueve todo. Inclino hacia atrás la cabeza, inspiro con fuerza y vuelvo a caminar un poco mejor.
— ¡Push!, duele — Digo entre diente al sentir el dolor en mi cabeza.
De repente, se escapa un grito de sufrimiento y dolor a los cielos.
Todo empieza a pasar en cámara lenta.
Cierro los ojos con fuerza para evitar mirar lo que creo que ha sucedido. Giro lentamente, los ojos se me llenan de lágrimas y se me emborrona la visión. El efecto por el choque ensordece el grito interno que trato de expulsar. La escena deplorable desata un infierno de llantos que llega hasta el cráneo.
Mamá tratando de llegar...Frank sosteniéndola del brazo...Las personas separándose del lugar...La ambulancia llegar rápidamente en medio de la calle... Los camilleros controlando la situación, y frente a mis ojos... Mi cuerpo sin vida
Estoy ahí, tirada, llena de sangre en el rostro, mi ropa desgarrada y mis cosas esparcidas. Mi cuerpo todo inerte mientras pocas de las personas intentan reanimarme. Mi vida...arruinada.
«Esto no es verdad»
Caigo de rodillas. No entiendo lo que está sucedió. Mi cabeza ahora lleva un signo de interrogación el cual quiero que desaparezca al igual que la escena.
«¿Por qué a mí? ¿Por qué esto? ¿Por qué ahora y no antes?»
Estoy confundida, asustada, desorientada y miles de preguntas sin respuestas. Quiero que esto sea un sueño o una simple alucinación, pero que no sea real. Cualquier cosa, pero menos esto. No puede terminar mi vida. ¡No así!
Abro mis ojos y veo a los camilleros trepar mi cuerpo tratando de mantenerme con vida hasta llegar al hospital.
Mamá no deja de llorar. Mi dolor es grande que lo que hago es acariciar su rostro todo lloroso para que sepa que sigo aquí. Que sienta mi presencia a su lado y que entienda que su hija no se ha ido. Pero no hay reacción, ni siquiera una estimulo ¡Nada funciona! Frank la abraza mientras la acurruca en su pecho. Está tan ido que no se da cuenta de que está agarrando mi mano.
Una sonrisa estúpida se forma en mi rostro cuando pienso en lo que pude haber hecho para que esta puta mierda me pase.
«¡Eso es!. Es una bromita. Es un sueño y mañana en la mañana todo será como antes, normal y simple como lo ha sido siempre»
Quiero hacerle entender a mi cerebro que estoy con vida y nada de esto es real.
¡Todo esto es una maldita broma!
La ambulancia rechina las llantas cuando se estaciona en la entrada del hospital. Con cuidado, me bajan y me adentran al establecimiento esperando que puede reaccionar. Enfermeros y doctores se acercan enseguida al ver la situación mientras yo dejo de seguirlos cuando mamá y Frank se detienen.
Quería que sepan que aún estoy con ellos, que mi alma sigue aquí. Quiero que sepan que puedo verlos y escucharlos. Sin embargo, esas falsas esperanza que me creaba se desvanece al verlos retomar el camino cuando una doctora los llaman. Entendí que ya no pertenecía a este mundo cuando mamá me traspasa como si fuera el aire.
«Mierda»
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¡¿Hey como han estado?!.
Gracias por darle una oportunidad a esta historia y espero que sea de su agrado.
Pronto nos leeremos niños. ❤❤
PD: Antes fue publicada en otra cuenta que tenía pero ya la trasladé a la actual y corregida 😘😉😉.
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