Tama (8)
─Tama─
(Nueva Buenos Aires 30/09/2216)
1
Los primeros rayos de luz de la mañana asomaban por la ventana en la habitación de Tama.
Tama había retornado al reino de los despiertos antes de que el reloj sonara. Para no interrumpir el descanso de su madre, que dormía en la habitación contigua, desactivó la alarma desde los comandos de la mesita de noche.
Se levantó y fue a la cocina, donde intentó encender el designador sápido, pero no hubo respuesta. Así que se dispuso a tostar pan y calentar agua en la caldera. Mientras esperaba, se fue al baño a cepillarse los dientes y hacer sus necesidades. Luego, se miró en el espejo y comenzó a cortar los puntos de la sutura en su frente con un alicate de uñas. Al terminar, se quedó en silencio, contemplando la marca que ahora llevaba en su rostro. Sintió ganas de llorar, pero se contuvo, no queriendo parecer débil delante de su madre.
Regresó a la cocina y desayunó mates acompañados de tostadas con dulce de leche, un poco de yogurt clásico de vainilla. Luego separó una mandarina para comer en el camino.
Después del desayuno, Tama regresó al baño y se duchó, siguiendo su rutina matutina. Luego de la ducha, se vistió con su uniforme escolar, un sailor fuku blanco con falda verde, un legado cultural que Japón había extendido a los territorios sudamericanos después de la Gran Restructuración Global.
Antes de salir, Tama se acercó a la mesa donde había dejado la mandarina. En ese momento, escuchó a su madre hablándole desde la habitación:
—Hija, esperame, que ahí me levanto a despedirte.
—No, ma. No es necesario.
La joven entró al dormitorio de su Miyoshi y se acercó hasta ella sin encender la luz.
—Me voy, mamá —. Se sentó en la cama, al lado de su madre y le dio un beso en la frente —Cuando vuelva merendamos juntas.
—Tené cuidado en la calle —Miyoshi posó de lado en la cabeza de Tama, luego acarició su frente con el pulgar.
—Sí, mamá, no te preocupes. Nos vemos mas tarde —. La muchacha abrazó a su madre, luego se paró para retirarse, pero ante dijo: —A la tarde, cuando vuelva, voy a buscar el reloj de papá.
2
Al salir de la casa, Tama bajó por la escalera de metal en espiral, cuyos peldaños resonaban con cada paso. Durante el descenso, notó una figura en la entrada del callejón más cercano, el punto de encuentro habitual de los chicos del barrio por las tardes. Sin detenerse, dirigió su atención hacia la figura y vio que era una mujer androide con el pelo corto y gafas, absorta en su propio mundo. Estaba enviando mensajes en una aero-proyección que se desplegaba desde una de sus manos. Tama no le dio mucha importancia y continuó su camino.
Mientras caminaba por los corredores y puentes que unían las aceras, Tama se dirigió hacia la estación de metro más cercana. Aprovechó el trayecto para comer la mandarina que había separado en su casa, una fruta insípida como todas las que se podían encontrar en los mercados locales. Una vez que terminó de comerla, se acercó a uno de los cestos de basura de la calle, que tenía un display desplegado con la palabra "youji" (orgánicos). Al soltar la cáscara en el recipiente, la teleportación se activó y la cáscara desapareció instantáneamente. Al voltear su mirada, vio que la mujer androide que había visto minutos antes en el callejón cercano a su edificio se acercaba caminando, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y un gesto de confianza natural. Tama prefirió no prestar mucha atención, a pesar de la curiosidad que le provocaba.
Al llegar a la estación, se dirigió hacia uno de los ingresos a los andenes, ubicado junto a la entrada principal. En ese punto, se encontraban los escáneres de retina, que requerían una revisión ocular para los pasajeros sin Ptolem, como ella. Al someterse a la revisión, se registraba su viaje y se deducía automáticamente el costo correspondiente de su cuenta personal.
El precio del viaje en metro era de un tercio de Mérito. Con su revisión ocular completada, Tama se unió a la fila de ingreso en el andén, donde las aperturas del cilindro exterior daban acceso a los cilindros interiores que transportaban a los pasajeros hacia su destino.
Mientras esperaba, Tama notó que, tres filas más adelante, estaba la misma mujer androide que había visto en la entrada del callejón de su barrio y cerca al cesto de basura. Su naturaleza temerosa se activó de inmediato. «¿Me estará siguiendo?», se preguntó, pero rápidamente descartó la idea. «Es imposible», se dijo a sí misma. «Es la primera vez que la veo. Por ahí es una androide más del barrio, que nunca me crucé antes. Tal vez, para la mina, tomar el metro es cosa de todos los días». Tama sonrió irónicamente, recordando que ella era la excepción, no la androide. Viajar en metro no era parte de su rutina habitual
El cilindro interno del metro se detuvo con un suave zumbido y sus puertas se abrieron, seguidas de las puertas externas. Era la estación del barrio-23, la más cercana al colegio de Tama. De hecho, solo había cuatro plataformas de distancia entre la estación y la escuela.
Al bajar, Tama se vio envuelta en una multitud que se apresuraba a salir del cilindro mientras otros pasajeros intentaban subir. Con un poco de esfuerzo, logró abrirse paso entre la gente y salir del tumulto. Luego, caminó con paso ligero hacia el instituto, preocupada por llegar tarde. No había calculado bien el tiempo de espera ni el viaje, y ya eran casi las 8:30 de la mañana. Estaba demorada.
Al llegar a la acera frente a la escuela, se encontró sola ante la larga escalinata de la entrada. Justo antes de comenzar a subir, vio a la misma mujer androide que había cruzado su camino varias veces esa mañana, parada a un lado. Tama se quedó inmóvil, sorprendida y confundida, con la mirada fija en la androide. Instintivamente, apretó con fuerza las correas de su mochila, un gesto típico en la joven, que solía retraerse cada vez que se sentía amenazada.
La mujer androide se acercó caminando hasta que quedaron frente a frente. Comenzó a mirar a Tama con detenimiento, lo que hizo que la sensación de miedo empezara a recorrer su cuerpo. En completo silencio, la joven, devolvió la mirada intentando escrutar en la extraña mujer frente a ella. Observó con atención la apariencia de la androide y no pudo evitar quedar impresionada. Era una mujer extremadamente bella, con rasgos faciales precisos y un porte elegante que delataban que era un diseño de alta gama.
Estando ambas de cara la mujer esbozó una delicada sonrisa.
—Llegaste bien, Tamita. Acá se termina mi custodia.
Tama se quedó muda, sorprendida de que la androide conociera su nombre. ¿Cómo era posible?
—No tengas miedo —la androide rio con agrado—, no te voy a hacer nada malo, boluda.
La adolescente logró articular solo unas pocas palabras:
—Yo no hice nada.
—¿Qué? —La androide sacó del bolsillo de su chaqueta una tira de goma de mascar y se la ofreció con gesto amable.
—¿Quién sos? —Tama preguntó finalmente, tratando de encontrar su voz—. ¿Por qué me estás siguiendo?
Al ver que la joven no tomaba la goma de mascar que le ofrecía, la androide volvió a guardarla su abrigo.
—Hijas de los hombres, siempre hacen las mismas preguntas a lo primero —. Llevó sus manos a los bolsillos y se inclino hacia adelante para poder ver el rostro de Tama de cerca—Que linda que sos, che. Seguro tus amigos varones te lo deben decir todos los días.
—No... me... —titubeó— No me contestaste..
La mujer sonrió y se desabrochó los botones de su chaqueta, revelando una letra "A" roja dibujada en su pecho. El gesto fue lento y deliberado, como si quisiera asegurarse de que solo Tama viera el símbolo.
—Mi nombre es Lucrecia. Vos vas a ser mi amiga, así que llamame 'Lucre'.
—¿Y por qué me seguís? —insistió la adolescente.
—No jaja, no te sigo. Te cuido. Ahora que llegaste sana y salva al deposito de niños ya cumplí con mi deber. Mañana ya no voy a ser necesaria para esta tarea —. Se volvió a prender los botones de su abrigo.
—¿Me cuidás?¿De qué?
Lucrecia se inclinó hacia adelante, con una mirada seria:
—De los hombres grises.
Tama frunció el ceño, no puso entender si esas palabras fueron una referencia, un chiste o una metáfora.
—Creo que estás llegando tarde, deberías entrar. Pero antes... —dijo Lucrecia, mientras abría su mano derecha hacia arriba. De repente, una teleportación se activó y una vincha para el cabello apareció en su mano, la vincha estaba ornamentada con un par de orejas de gato. La tomó del aire y se la colocó en la cabeza a Tama—. Se enciende solo con tu voz, y la palabra para activarlo es: Aeon.
Lucrecia comenzó a caminar alejándose del lugar. Tama seguía sin entender nada de lo que había sucedido, y al cabo de unos segundos reaccionó de que realmente estaba llegando demasiado tarde, así que corriendo emprendió la subida por la escalinata.
3
Ese día en la escuela, Tama pasó por un infierno, como solía suceder. La cicatriz en su frente la convirtió en un blanco fácil para las burlas de sus compañeros, quienes no dudaron en lanzarle comentarios hirientes. 'Franky', 'Harry Potter 2', 'Harry Pobre' y otras referencias a películas se convirtieron en una letanía de humillaciones que Tama decidió soportar en silencio, escondiendo su dolor detrás de una máscara de indiferencia.
Pero los pensamientos de la joven ese día no hicieron foco en las crueles palabras de sus compañeros de clase, sino en la enigmática mujer que había conocido en la mañana y en la conversación que sostuvo con ella. Las palabras de la androide resonaban en su mente: 'Acá se termina mi custodia'. ¿Qué significaba eso? ¿Por qué la había estado protegiendo?.
Una vez finalizada la jornada estudiantil, Tama se dirigió hacia la gigantesca entrada principal, descendiendo sola por la larga escalinata que la conectaba con la acera. Mientras bajaba, levantó la vista hacia arriba y contempló cómo los sky-transfers de sus compañeros despegaban en masa por el enorme portal aéreo, situado en la parte más alta del edificio, como una nube de insectos metálicos.
Al llegar al final de la escalinata, se detuvo y escaneó su entorno, buscando a Lucrecia en alguna parte. Pero la androide no estaba esperándola. Con una mezcla de alivio y aprehensión, caminó las cuadras que la separaban de la estación y, al llegar, se sometió de nuevo al escáner de retina, para acceder al andén.
El resto del trayecto a su hogar fue de lo mas común y corriente, salvo por la lluvia que, como un velo gris, cayó sobre ella desde la salida de la estación, envolviéndola en un abrazo frio y solitario.
***
Notas de un tal Leandro:
*El "Sailor Fuku" es el conocido uniforme escolar que usan las mujeres en Japón, que tiene su raíz en el uniforme militar de la marina, incluso en japonés se escribe con un anglicismo conformando por セーラー (marinera) y 服 (vestimenta).
Existen muchas manifestaciones culturales que Japón exportó al mundo, pero ninguna TAN asociada a la juventud y a la feminidad como el uniforme estudiantil de las jóvenes con el Sailor Fuku... bueno, mucho fetichismo también, de hecho hay leyes en Japón que prohíben la venta y la compra de uniformes Sailor usados. Los hombres japoneses si no son los mas pervertidos del mundo están en el podio... lo que acabo de decir es un poco fuerte, un poco bastante, así que si alguno de mis lectores es japonés aprovecho para decir lo siguiente: Ofendete!
Y sí, también, tengo que confesarlo, el uniforme de Tama es blanco y verde en referencia a Ahome (Kagome) la protagonista de Inuyasha, la cual viajaba al Japón feudal por medio de una perla mágica, además el nombre "Tama" en japonés significa "perla", aunque también "perla" era el nombre de la hija de Hester Prynne en La Letra Escarlata... y no sigo aclarando cosas porque sino la nota se va a convertir en un spoiler.
- Las frase "Depósitos de Niños" y "los hombres grises" son un claro y directo homenaje a Michael Ende.
***
Por cada voto que este capítulo recibe un árbitro de fútbol es respetado por las aficiones, en donde lo aplauden y le dan las gracias por su labor de hacer más limpio ese deporte, y le dicen "gracias señor árbitro, ya no volveremos a insultar a su madre"
Un nuevo capitulo cada vez que pasa el cometa Halley
Nunca dejen de soñar, leer y respetar a los árbitros de fútbol
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro