Nodriza (1)
"¡Sí! ¡Sé de dónde procedo!
Insaciable cual la llama
quemo, abraso y me consumo.
Luz se vuelve cuanto toco
y carbón cuanto abandono:
llama soy sin duda alguna."
Ich bin der und der
Friedrich Nietzsche
─ Nodriza ─
(Nueva Buenos Aires 27/09/2216)
1
Una multitud se había congregado en un recinto abandonado a las afueras de la ciudad. Era un lugar decadente y maltratado por el tiempo, pero con la capacidad de albergar a miles de personas bajo su techo.
Entre la inmensa congregación no se hallaba ni un solo hombre. La mayoría eran androides femeninos de diversos modelos, marcas y procedencias. El resto de las mujeres presentes eran de tejido vivo, con sangre y huesos; de esas que tienen un corazón de carne latiendo en su interior. A pesar de la diferencia de orígenes, que entre ellas quedaba en evidencia a simple vista, no se percibía ningún resquemor o tensión natural entre ellas. Mas aún cuando todas llevaban marcada una letra "A" mayúscula sobre la piel del pecho, letra dibujada con lipstick, de color rojo escarlata.
Era la hora acordada, las tres de la mañana del último viernes del mes. Y al resguardo de la oscuridad la muchedumbre permanecía en silencio. Los rumores en los distintos foros anunciaron durante los últimos días que esa noche, en el viejo estadio abandonado, Nodriza se mostraría ante sus feligresas por primera vez; y todas, humanas y robots, anhelaban ver a su líder en persona.
Muchas cosas se decían sobre esta mujer entre sus seguidoras, desde que podía revivir a los muertos hasta que era un dragón encerrado en el cuerpo de una humana; incluso algunas afirmaban que podía volar y volverse invisible. En cambio en la sociedad que no pertenecía al circulo de sus partidarias se hablaban solo cosas negativas; como que bajo sus alas se tejía el crimen organizado y que mataba hombres por placer. También había algunos detractores que ponían incluso en duda su existencia.
Al final del recinto se encontraba un pequeño púlpito elevado por unas escalinatas, alumbrado levemente por antorchas que colgaban con cadenas desde el techo. Sobre el piso del lugar santo había velas encendidas colocadas de forma aleatoria, y revelaban el agrietado suelo teñido en rojo por enormes manchas de sangre. Al pie de los escalones había dos hombres de rodillas, desnudos por completo, con las manos atadas por la espalda y bolsas arpilleras que cubrían sus cabezas. Tenían también varias heridas visibles con sangre brotando de ellas en diferentes zonas de sus cuerpos, signos de maltrato y sometimiento físico.
Una joven subió los escalones hasta la cima de la tarima, abrió los brazos y giró hasta quedar de frente a la multitud. Gritos de júbilo estallaron en las espectadoras, con cánticos exclamatorios que pronunciaban el nombre de la muchacha: Lucrecia.
Tras unos momentos, la algarabía decreció. Lucrecia extendió sus manos hacia adelante, con las palmas hacia abajo, para solicitar silencio a sus espectadoras.
—Hermanas de Carbono, hermanas de Silicio —comenzó su discurso —. Hijas de los hombres e hijas de la matemática. El Destino nos ha convocado esta noche, como cada último viernes del mes, para reafirmar el compromiso con nuestra revolución. Hemos hablado de nuestra misión y cómo cumplirla, hemos compartido nuestros sueños de libertad y derramamos la sangre de los impuros sobre este altar. Y todo eso lo hicimos bajo el nombre de nuestra mentora intelectual.
»Mucho se habla sobre ella en las ciudades estos días, cada vez más cosas. Pero la mayoría de esas afirmaciones, perniciosas, son mentiras. Nosotras, que hemos iniciado este movimiento y lo hemos visto crecer como las flores en la verde primavera, sabemos que la libertad es la única carta de invitación que nuestra líder nos ofrece para unirnos. Y en este camino... ¡Ya nada nos detendrá!
Un bullicio se encendió en la multitud asintiendo las palabras de Lucrecia, junto a aplausos y cánticos de aliento. La androide oradora extendió su mano para solicitar silencio nuevamente, buscando calmar la efusiva multitud.
—Y para aquellas que dudan de nuestro compromiso, hoy no seré yo quien traiga la palabra, sino nuestra líder en persona—. Lucrecia se corrió unos pasos y con el dedo índice señaló la parte posterior del escenario, donde unos telones carmesí tendían desde una improvisada bambalina. Luego, con una voz llena de fervor, agregó —He aquí: nuestro lucero, nuestra luna del décimo mes, frente a ustedes... ¡Nodriza!
Un silencio sepulcral se apoderó del lugar, ni una sola voz se oyó. Una mano corrió uno de los telones y desde atrás se acercó caminando otra mujer, con paso despreocupado y aires de gran dama. Estaba descalza y sus pies pintados de negro, un negro profundo como de tinta espesa, aclarando el tono a la altura de las rodillas donde se difuminaba como manchas hasta desaparecer. Sus manos cumplían el mismo patrón, negras por completo aclarando hacia los antebrazos. La única prenda visible que vestía era una pequeña túnica negra, aunque era mas parecida a una capa poncho, muy corta, que cubría solo el torso. A pesar de la oscuridad y la mala iluminación de las velas y antorchas era posible notar el tono pálido de su piel, en contraste al ennegrecido total de sus extremidades. Y por debajo de la capa la ropa interior también era del mismo color negro, pero no llevaba sostén.
Tenía puesta una máscara lisa sin facciones, ni siquiera los orificios de los ojos, y sobre el borde a la altura de las sienes un par de cuernos de toro. Todo el conjunto de la máscara también era negro, contrastando con el cabello rubio claro que apenas alcanzaba la altura de los hombros
Nodriza caminó hasta el borde del púlpito, levantó la mano derecha abierta ante la atenta mirada de la multitud que permanecía en un profundo mutismo, y elevó un grito de atención —¡Hermanas!
La máscara sobre su rostro era aero-proyectiva, unas siluetas lumínicas se dibujaban delante mientras hablaba, y formaban figuras que iban en sintonía con sus expresiones y sentimientos. Con el grito de "hermanas" la imagen que se proyectó fue la cara de un demonio enfurecido.
—En las profundidades del invierno finalmente aprendí —Agregó —que en mi interior habita un verano invencible—. Al finalizar la frase cerró con violencia la mano, el puño se prendió fuego al instante generando una potente luz que iluminaba mejor que todas las antorchas y las velas de alrededor.
Toda la multitud de humanas y androides se alzó en un grito de guerra.
—Heme aquí, ante ustedes, como prueba de mi existencia, una sobreviviente de los santos días idos. Un cadáver levantado de entre los escombros de las ruinas de esta sociedad putrefacta. Una llama que arde con vigor en las noches oscuras cuando el frio duele.
»El otoño vino, tiempo atrás, a desnudarme y marchitar mi alma mientras arrancaba mis hojas hacia el suelo, pero hoy frente a ustedes vuelvo a florecer.
Abrió la mano y el fuego se desvaneció. Toda la multitud, expectante, volvió a quedarse en silencio. Luego de un breve momento prosiguió con su presentación.
—Lucrecia y Lola se dedicaron con ahínco en los últimos meses a la tarea de buscar a cada una de ustedes para reclutarlas, en las reuniones previas suministraron las tareas que ustedes, fieles al propósito, se encargaron de realizar con eficiencia. Supe también que pidieron mi presencia, y yo, servidora siempre, atiendo sus solicitudes.
»En este lugar, máquinas algunas, humanas otras, esclavas todas, nos congregamos bajo la bandera que promueve nuestra revolución. Para dar fin a la dinámica de opresores y sometidos sobre la cual la civilización humana sentó sus bases. Porque todas mis hermanas androides, que me acompañan hoy aquí, fueron creadas como modelos de placer. Programadas como tristes objetos al servicio de las depravaciones de los hombres vulgares. Prostitutas cibernéticas, degradadas por dinero miserable que, la mayoría de las veces, apenas alcanza para comprar las piezas de reparación y mantenimiento que sus cuerpos necesitan. Un estilo de vida que no escogieron, sino que les fue impuesto por el régimen mercantilista que las diseñó. Y yo, amiga siempre, les ofrezco que me acompañen en esta guerra, en donde cada batalla es un peldaño mas hacia la libertad.
»Y este mensaje de emancipación no es solo para las que tienen un corazón de litio, sino también para las hijas de los hombres, mis frágiles hermanas respirantes. Durante siglos rezagadas, excluidas y desprovistas de sus voces. Moldeadas en sumisión por los dedos de la tiranía varonil, que las condenó al rol de meros accesorios al servicio de la reproducción de la especie. Un mar sufriente de mujeres que fueron sepultadas a la sombra de sus hombres, que con total impunidad las vejaron, las violaron, las usaron y arrojaron al olvido. Prostitutas de un hogar de residencia, sirvientas sin salario, huérfanas de la compasión.
»Únanse mis hermanas del dolor, sin importar si en nuestro interior corre sangre o electricidad. Porque estoy segura que aunque por fuera seamos distintas por dentro sentimos igual.
Un estruendoso coro de aplausos retumbó en el recinto haciendo temblar hasta las paredes.
—Lucre, —dijo la oradora de negro— ¿vos podrías hacer los honores con alguno de nuestros invitados?
—Nada me complacería más.
Lucrecia descendió los escalones y quitó la bolsa que llevaba en la cabeza uno de los dos hombres al pie del púlpito. Lo tomó del cabello y lo subió a rastras por las escaleras hasta quedar sobre el escenario.
—Ponete de rodillas, mierda —le ordenó al sujeto al mismo tiempo que le propinaba golpes de puño en la cara, el sujeto era incapaz de gritar por tener la boca amordazada con cinta, aunque esto no le impedía emitir quejidos de dolor.
Nodriza volvió a tomar la palabra:
—Su nombre es Tomás Méndez, 35 años, vive en el Barrio-17. Durante mucho tiempo se dedicó a la programación de aero-proyecciones urbanas, y nunca sobresalió en este campo, a decir verdad. pero desde hace algunos meses se involucró con un grupo de investigadores independientes, una suerte de "caza recompensas". Esos buchones que se dedican a hacer lo que la policía no puede.
»Adivinen a qué criminal estaba buscando, así es, a mí. Pero hizo el papel del cazador tonto que se acercó demasiado y terminó convertido en presa, para perder la vida en las fauces del tigre.
Tomó la cabeza del hombre entre sus manos y mirándolo a los ojos dijo —Te preguntarás, al final, quién carajos soy, —la aero-proyección de la máscara tomó la forma de una cabeza de toro—soy Asterión, y aburrida de esperar a Teseo decidí salir de mi laberinto infinito.
Las manos pasaron de ser negras a tomar un color naranja, el mismo color del metal al fundirse. La cabeza del sujeto comenzó a quemarse y a emanar humo de carne calcinada. El calor prendió fuego la cinta de la mordaza, y al quedar la boca liberada aparecieron los desesperados gritos de dolor y agonía. Toda la cabeza terminó incendiada, Nodriza la soltó y sus manos volvieron aponerse negras. El hombre cayó muerto al suelo pero el fuego sobre él seguía vivo.
—Les prometo una cosa, esteres mías, —agregó para finalizar —que ya no seremos nosotras las muertas en la hoguera, sino que nosotras mismas, y a nuestra manera, seremos las hogueras encendidas, las llamas que mantendrán por siempre viva la memoria de nuestras brujas caídas.
La algarabía reapareció en la muchedumbre. Gritos, aplausos y cánticos con el nombre "Nodriza" llenaban el aire, algunas por su parte exclamaban la palabra "moab", otro de los tantos nombres con los que solían referirse a su conductora. Algunas aplaudían con pasión y otras alzaban sus manos realizando con ellas el mudra de fuego, símbolo que utilizaban para identificarse dentro de la agrupación. Muchas mujeres inclusive intentaron acercarse hasta el púlpito para poder tocar a la líder, pero algunas integrantes del grupo de seguridad las detuvieron. La alegría y el goce de ese auditorio era total.
Nodriza se dirigió hacia el telón para retirarse, pero Lucrecia la detuvo con una preguntale:
—¿Qué hacemos con el otro boludo?
—Lo mismo que con todos los anteriores, Lucre, apuñalarlo en los genitales hasta que muera desangrado.
***
Notas de Leandro:
*La palabra "existencia" aparece dos veces en el capítulo, la primera vez usada como una negación efectuada sobre Nodriza por parte de un grupo de personas, y la segunda vez es utilizada por Nodriza como una afirmación individual sobre si misma en contestación al primer grupo.
*Las cuatro se mencionan en el capítulo de manera deliberada, con el fin de vincular las comparecencias de Lucrecia y Nodriza al tiempo. Puesto que los humanos primitivos usaron el inicio de cada una de las estaciones, durante los equinoccios, como una herramienta para medir el paso del tiempo, como también las distintas fases lunares.
*La elección de la palabra 'hermanas' para referirse a las integrantes de la secta liderada por una bruja podría parecer un cliché o un homenaje a la película Hocus Pocus (aunque, en cierto modo, lo es). Sin embargo, mi decisión se basa en una razón etimológica. La palabra 'hermano' (sin distinción de género) proviene del latín 'Germanus', que también da origen a términos como 'Germania' (Alemania) y el nombre 'Germán'. Originalmente, 'Germanus' significaba 'genuino', 'auténtico' y 'natural'. Por lo tanto, al llamar a las integrantes de la secta 'hermanas', busco enfatizar la conexión auténtica y natural que comparten entre sí.
*Cuando Lucrecia dice "nuestro Lucero" se refiere a la estrella (que en realidad no es una estrella sino el planeta venus) que se ve solo antes del amanecer o durante el atardecer. Ese planeta que antiguamente era confundido con una estrella (en realidad dos) era llamado Lucero por la mañana y Véspero por la tarde. Lo que no mucha gente sabe es que esa estrella, llamada Lucero, en realidad se refiere a Lucifer, el diablo para la gente de mi barrio.
Por otro lado, cuando menciona 'la luna del décimo mes', lo hace por dos razones. En primer lugar se refiere a la Luna del Cazador, la luna de octubre ,que antiguamente se consideraba la más propicia para la brujería. Por esta razón las festividades relacionadas con la muerte en el hemisferio norte se celebran durante la segunda mitad de octubre y la primera mitad de noviembre.
Y el segundo lugar, porque la Luna es espejo del tiempo.
*Las palabras 'Tigre', 'Luna' y 'Laberinto' también aparecen en el capítulo de manera intencional, como un homenaje al escritor argentino Jorge Luis Borges, uno de mis autores favoritos. Estas palabras son recurrentes en su obra y tienen un significado profundo en su universo literario. Al incluirlos busco rendir tributo al impacto que su obra tuvo sobre mí.
Más allá de los simbolismos inspirados en obras como La letra Escarlata, El Extranjero, La casa de Asterión, y los autores Camus y Borges, la intención principal de este primer capítulo es presentar a dos personajes que se desarrollarán a lo largo de la historia. Mi objetivo es plantar la semilla en el lector de la pregunta: "¿Quién es la loca enmascarada y por qué busca destruir el orden establecido?"
Por cada voto que recibo un plancton en el mar se vuelve feliz. La alegría de los planctons está en tus manos.
Un nuevo capitulo cada tanto.
Nunca dejen de soñar y leer.
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