Kentaro (4)
心なし
身を任せつかむ
雪に身を
山岡 鉄舟
─ Kentaro─
(Territorio Tokugawa, Japón, año 1598)
1
Kentaro se encontraba de pie sobre la camilla en medio de la habitación pintada de blanco. La pared frente a él comenzó a difuminarse, revelando una extensa llanura de hierba al fondo. A lo lejos, entre los pastizales, dos personas a lomos de un caballo se acercaban a gran velocidad. Mientras tanto, la mujer que estaba a un lado de la camilla jaló varias veces el brazo del muchacho, pidiéndole que se sentara. Los dos hombres vestidos de negro, que estaban a un costado, y la extraña mujer vestida de uniforme blanco, hicieron lo mismo.
La mujer de cabellos dorados interpuso una mano abierta entre el joven samurái y los hombres de negro, como si intentara proteger a Kentaro de ellos. De forma progresiva, las otras tres paredes de la habitación también se desvanecieron, revelando una llanura extensa en todas direcciones.
El muchacho por fin comprendió que quienes se aproximaban hacia él, sobre el caballo, eran Moa y Ando. Detrás de ellos, media docena de jinetes los seguía de cerca, todos vestidos con armaduras que lucían los colores negro y naranja, los colores emblema del clan Yukimura
La mujer que sujetaba su brazo también desapareció, al igual que sus acompañantes. El joven samurái, incierto sobre si Ando podía verlo, alzó las manos y gritó: —¡Ando-kun!
Moa, que se sujetaba a Ando por la espalda, extendió la mano hacia Kentaro cuando estuvieron a pocos metros de distancia. Con un salto ágil, el joven samurái se aferró a la mano de ella y colocó su pie en el estribo derecho que Ando había dejado libre. Aferrado con ambas manos a sus amigos se sintió seguro, mientras el caballo corría a toda velocidad entre los pastizales del prado. Pero la persecución no cesaba: los soldados de Yukimura los seguían de cerca. Kentaro de pronto sintió un punzante dolor en su cabeza, que le recordó el impacto de la piedra. Luego miró hacia adelante y vio el amurallado templo de los Asahi-ikki al final de la llanura, el refugio anhelado en medio de la persecución, su torre alta y majestuosa prometiendo seguridad.
—¡Abran la entrada! —gritó Ando.
Los samurái perseguidores soltaron las riendas, empuñaron sus arcos y flechas mientras la velocidad de sus corceles disminuía. Todos apuntaron hacia el aire con la intención de que las flechas cayeran sobre los tres jóvenes.
—¡Abran!—exclamó Ando—¡Abran, por favor!
Un grito seco se oyó desde los persecutores, quienes soltaron sus flechas al unísono. Kentaro las vio elevarse hacia el cielo y, anticipando el impacto, rápidamente soltó la mano de Moa, la abrazó y la inclinó hacia él, cubriéndola con su cuerpo para protegerla de las flechas.
El sonido filoso de las flechas cayendo alrededor de los tres rompió el aire. Ando seguía gritando para que abrieran la entrada del templo. Aunque ninguna de las flechas les acertó, los samurái ya estaban recargando sus arcos para un nuevo ataque.
La puerta del templo comenzó a abrirse lentamente, era una doble placa que se desplegaba hacia adentro.
—La puerta del templo comenzó a abrirse lentamente, era una doble placa que se desplegaba hacia adentro.
—¡Sí!—Gritó Ando al ver que estaban abriendo la entrada para permitirles el ingreso. Justo en ese momento, un grito breve se escuchó entre los soldados de Yukimura.
Las flechas volvieron a elevarse en el aire, todas erraron el blanco excepto una que impactó en el antebrazo izquierdo de Ando. Sin darse cuenta, el dolor lo hizo tirar de la rienda derecha. El caballo empezó a desviarse del sendero hacia la entrada. La flecha había atravesado completamente el brazo, y al ver su propia sangre brotar a raudales, finalmente se desmayó, casi desplomándose por el lado derecho del caballo. Pero Kentaro, con su mano izquierda, lo sujetó desde el cuello del dougi antes de que cayera por completo.
Los tres estaban al borde del desastre, a punto de caer, con el caballo desviándose del camino hacia el templo y los soldados enemigos a punto de lanzar otra lluvia de flechas. En ese momento crítico, Moa se escupió dos veces en la mano derecha y, aferrándose a Ando con la otra, se inclinó hacia adelante con todas sus fuerzas. Con su mano húmeda, agarró la melena del caballo, cerró los ojos y comenzó a susurrar una frase incomprensible una y otra vez, sin pausas.
El caballo giró bruscamente hacia la izquierda, corrigiendo su trayectoria hacia el portal del templo, que ya se encontraba abierto de par en par. Al ingresar, se detuvo a pocos metros de la entrada. Ando, aún inconsciente, cayó por un lado del animal, mientras que Kentaro se desplomó por el otro, golpeando el suelo y sumido en el dolor agudo de su cabeza.
Moa descendió de un salto y se arrojó sobre Kentaro, abrazándolo con fuerza y apoyando su mano cerca de la herida abierta. Mientras tanto, continuaba susurrando palabras inentendibles. Los dos hombres encargados de la entrada cerraron la puerta detrás de ellos, poniendo en resguardo a los jóvenes viajeros
2
Varios monjes se acercaron para asistir a los recién llegados. El círculo que habían formado se abrió por un lado para dar paso a dos hombres: uno joven, de aproximadamente la misma edad que los visitantes, y otro notablemente mayor. Todos los monjes dieron un paso hacia atrás, reverenciando al anciano. El joven se agachó para quedar frente a los visitantes y, con una cándida sonrisa, brindó sus primeras palabras:
—Ha pasado el tiempo, Kentaro-san.
—¿Aida-san?
—Si, jaja, el mismo, pero ahora calvo.
Kentaro se puso de pie sobre sus rodillas, aún dolorido, y sin pensarlo dos veces dio un fuerte abrazo a su viejo amigo de la infancia. No le importó lo que el resto de los monjes pensaran al respecto.
—Que felicidad me da volver a verte, que felicidad. Casi que al verte sin melena no te reconozco.
—A mí también. Recibí tu carta hace unos días, te estábamos esperando." Aida se puso de pie y, con una reverencia, presentó formalmente al anciano a su lado. —Él es Asano-sempai, el líder de nuestra congregación.
Con mucho esfuerzo y llenos de dolor, Kentaro y Moa se pusieron en pie de inmediato, luego se inclinaron ante el anciano líder.
—Nos honra al recibirnos, Asano-sempai, prometemos ser dignos de su favor, prometemos —agregó el muchacho.
El anciano maestro acarició su bastón en silencio durante unos segundos. Luego, dirigió su mirada a Aida::
—Kouhai ,estos niños necesitan visitar la enfermería. Un tazón de arroz y otro de té.
—Enseguida Asano-sempai —respondió Aida, inclinandose ante su maestro.
En ese preciso instante, un grito provino desde el otro lado de la empalizada. Eran los soldados del clan Yukimura.
—Asano-sempai, negociemos —se oyó con claridad.
El anciano maestro caminó hasta el límite de los muros, al lado de la entrada, y subió por unas escaleras que daban a una tarima alta, desde la que se podía ver hacia afuera de los muros.
Afuera del templo, se estaban reuniendo todos los samuráis que habían perseguido a los tres viajeros. Eran más de una docena, algunos a pie y otros a caballo. A lo lejos, se veían muchos otros acercándose a caballo desde el bosque.
Uno de los soldados al pie del muro tomó la palabra al ver al monje Asano sobre la empalizada.
—Mi nombre es Kawasaki Sanbe, líder de este escuadrón. Somos servidores de la casa Yukimura, no trajimos estandarte, espero sepa disculparnos. ¿Es usted Asano-Sempai, líder de este renombrado templo?
—Así es, ese soy, joven soldado —respondió el anciano con extrema calma.
—No pretendemos hacerle perder su valioso tiempo, sempai, pero estamos a la captura de un joven llamado Urasawa Kentaro, se encuentra dentro de su territorio justo ahora. Entregue a ese niño y nos iremos sin mas.
—Los soldados no son bien recibidos aquí, la tropa de ningún señor es bien recibida aquí, nadie en nombre del shogunato es bien recibido aquí. No pagamos impuestos, y no servimos a nadie.
—Parece que no entiende la situación, anciano, no venimos a cobrar impuestos, sino a llevarnos a un prófugo recluido en su santuario —unas risas se oyeron en medio de los soldados.
—Parece que no comprende el sentido de mis palabras, preciado soldado, ustedes no son bien recibidos aquí.
—El joven al que buscamos mató a cinco de mis hombres —el tono de voz de Kawasaki se torno mas intenso—, cuatro de ellos en aquel bosque de allí, al final del valle, no pretenda que pase eso por alto, anciano.
—Mi única pretensión es que usted y todos sus serviles guerreros se retiren pacíficamente —el sempai seguía hablando con templanza.
—Eso no va a suceder, viejo, vamos a ir a por mas hombres y cuando formemos fila frente a estos cimientos los haremos arder hasta volverlos cenizas —Estas palabras el líder Kawasaki las pronunció con una intimidante expresión de furia en su rostro.
—Entonces no hay nada más que hablar. Esta negociación ha fracasado.
Al concluir su discurso, el monje Asano se volvió hacia la escalera, descendiendo con pasos serenos hacia el suelo. Sus seguidores, en silencio, expectantes, clavaron sus ojos en él, como si buscaran en su mirada una explicación a lo acontecido. Y fue entonces, al comenzar a caminar hacia sus aposentos, que el anciano pronunció la severa sentencia —Habrá una guerra, prepárense para pelear.
3
La luz del día se había extinguido, el velo negro de la noche se había adueñado del cielo. En el templo, dos escenas se desarrollaban simultáneamente. En el salón de enfermería, Moa y Ando recibían la atención que Asano había encomendado a sus seguidores, mientras que en el depósito de herramientas, Kentaro estaba rodeado de seis monjes que se turnaban para afilar sus espadas con la piedra de agua. El sonido de las espadas deslizándose sobre la piedra, y el brillo de las velas, que iluminaban la habitación, creaban un estado de alerta y disposición.
Allí, los monjes intercambiaban consejos y técnicas de combate, y muchos aprovechaban la oportunidad para preguntarle a Kentaro sobre algunos movimientos de Kenjutsu. Su habilidad en esta disciplina era bien conocida, ya que el monje Aida había hablado en numerosas ocasiones sobre su virtud. De hecho, algunos días atrás, muchos se habían entusiasmado al enterarse de su posible visita.
Aida llegó y se detuvo en el umbral y, con las manos juntas, inclinó ligeramente la cabeza y miró al resto para pronunciar lo siguiente:
—Espero no entrometerme de manera desagradable, pero Asano-Sempai solicitó la presencia de Kentaro-san, para una cordial plática.
El joven samurái impartió sus últimas instrucciones al grupo de monjes, especificando también el movimiento adecuado para el uso de la piedra de asentar. Luego, salió al patio de la residencia para acompañar al monje Aida hacia el lugar donde lo habían convocado.
En medio del camino el diálogo entre ambos no se hizo esperar.
—Me alegro que hayas recibido mi carta, que hayas recibido —comenzó el guerrero.
—A mi me alegró recibirla, supe al verla que había sido escrita por tu puño.
—¿Por qué lo dices?
—Cuando tu padre, Hatachi-san, nos enseñó a escribir en los jardines de Iga, cometías errores que lo sacaban de quicio. Los mismos errores de escritura estaban en la carta que llegó al templo hace unos días.
—¿En serio? Jajaja, nunca pude aprender a escribir correctamente... nunca pude.
—No lo lamentes, esos errores son parte de tu identidad, a tal grado que me permitieron reconocerte en un papel, aún sin poder verte.
—Sabía que estarías esperándome, Aida-kun.
—Esa herida en tu cabeza se ve muy grave ¿Duele mucho? —Aida señalo la frente de su amigo.
—Ya no, es extraño, pero desde que llegué aquí no siento mas dolor en el corte, ya no siento. Ni siquiera sangra si la toco.
El monje detuvo sus pasos, y Kentaro continuó caminando un poco más antes de volverse hacia él.
—Lamento lo que le sucedió a Rei-chan. ¿Todo esto es por ella? —preguntó Aida.
—En parte, es algo personal, pero también colectivo. Los Yukimura destruyen más de lo que protegen, los Yukimura destruyen. En algún momento alguien iba a tener que enfrentarlos.
—Estamos conscientes de las atrocidades de ese clan, pero enfrentarse a ellos es enfrentar al Daimyo Nagata, y enfrentar a Nagata es enfrentar a Tokugawa Ieyasu—. El monje respiró hondo y luego inquirió —¿En serio pensabas librar una batalla así de grande tú solo?
—Esa y mil mas.
—Son días difíciles para nuestra nación. En Kyoto, incluso se habla de un consejo de cinco sabios que garantice la gobernabilidad. Aunque todo indica que el derramamiento de sangre es inevitable.
4
Los dos muchachos llegaron al recinto central del templo, donde una larga escalinata ascendía hasta el enorme portal que daba acceso al salón principal. En el centro del gigantesco habitáculo, Asano-sempai los esperaba sentado en el suelo, al borde de una pequeña mesa de té.
—Joven viajero, adelante, siéntate junto a la mesa ¿Sabes por qué te he llamado?
—No sempai, pero será para lo que usted ordene, será —Respondió Kentaro, mientras tomaba asiento.
—Quiero liberarte de tus tribulaciones, en especial esa que se pueden convertir en remordimiento.
—¿A que se refiere, sempai?
—No nos has traído la guerra, nosotros la buscamos. Desde el momento que decidimos no servir a ningún hombre.
El muchacho se quedó en silencio unos segundos, el anciano continuó su discurso.
—Somos servidores de Kannon, la única, y su voluntad es que no seamos parte de las tontas disputas de los hombres. Por eso no pagamos impuestos, porque estamos exentos de las normas mundanas.
—Estaba enterado de que no los pagaban, estaba enterado. Pero no sabía por qué.
—Pero los hombres y sus deseos de grandeza atropellan nuestras normas superiores y divinas, exigiéndonos el tributo a los daimyo, a los shogun y al emperador —el anciano bebió un sorbo de té de un tazón que estaba servido desde antes de que los jóvenes llegaran—. Pero ellos no son nuestros señores. Solo Kannon lo es, Avalokitésvara, la única.
—Entiendo, sempai. Entiendo.
—En los últimos tiempos, hemos recibido numerosas misivas con amenazas. Decían que si continuábamos con la abstención del tributo, nuestro honrado templo sería atacado—. Asano hizo una breve pausa, luego luego volvió a dar un trago al tazón de té—. Conocemos la obsesión del clan Yukimura por quemar a sus enemigos: quemar sus casas, cosechas, mujeres y ganado. Ahora nosotros somos sus enemigos, pero nuestro lugar sagrado será defendido con nuestras fuerzas.
—Yo pelearé por ustedes, yo pelearé —respondió Kentaro con énfasis.
—Lo sé, joven viajero, lo sé.
—Con respecto a mis amigos, solo le pido que Ando y Moa puedan permanecer fuera de esta disputa.
—En cuanto a la niña puede marcharse a su hogar mañana mismo si lo desea, puedo poner a dos de mis hombres a su disposición para que la acompañen. Pero el niño gordo tendrá que unirse a la pelea, a pesar de sus heridas. Esa es mi decisión. Pueden retirarse de mi presencia.
Aida y Kentaro se pusieron de pie frente al anciano y se inclinaron de modo profuso ante él. Luego, comenzaron a caminar hacia la salida. Justo cuando estaban llegando al pórtico, el anciano volvió a hablar.
—Hay mas tormentos en tu alma, joven viajero.
Kentaro se detuvo ante tal sorpresivas palabras, dio media vuelta para regresar hacia donde el sempai estaba sentado.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó con los ojos desorbitados.
—En tu misiva nombraste a una joven llamada Tanaka Rei.
El muchacho dio un largo suspiro al comprender que, el anciano maestro, se refería a una situación mencionada por él mismo en una carta.
—Sí, es mi amada. Yukimura Tetsuo la secuestró. Debo encontrarla.
—No tenemos información al respecto, pero pronto llegaran corredores de distintas zonas, quizás ellos puedan brindar alguna novedad que te sea útil.
—Muchas gracias, Asano-Sempai —Kentaro reverenció a Asana juntando las manos.
En ese instante, y aún sin entender su impulsividad, el muchacho mencionó otra más de sus preocupaciones.
—Sempai, tuve un sueño, un sueño tan real como el suelo que pisamos.
—¿Un sueño real? Explícate, joven viajero.
—Soñé que estaba en una tierra donde todo volaba, soñé que estaba. En donde el día se hacía presente en medio de la noche, con personas que hablaban una lengua extraña, y se parecían a los extranjeros que vienen del oeste, se parecían a los extranjeros. Aunque vestían diferente. Y había también una mujer con cabellos del color del ámbar pulido, mas bella que el sákura en primavera.
—¿Y crees que ese sueño fue real?
Kentaro no pudo dar una respuesta al anciano.
—Joven viajero, tus malos sueños nocturnos son producto de tus aflicciones, deja que a tu corazón llegue la paz, y esos sueños desaparecerán.
El anciano de pronto empezó a reír, y después dijo:
—Oh, casi lo olvido. Tengo unos amigos, unos shinobis de la familia Nagata que moran en el bosque Mori-kai, cercano a nuestro templo, yo les había pedido que en caso de que te encontraran te dieran ayuda, pero tal parece que salvaron la vida de un joven errante atemorizado, a quienes los hombres de Yukimura perseguían sin razón aparente.
Asano dejó unos segundos de silencio para después concluir:
—Al parecer nuestras causas salvaron la vida de un inocente perdido.
***
Notas de Leandrin:
*Los Ikko-Ikki fueron una organización histórica que existió en Japón durante el período Sengoku (1467-1603). Eran una coalición de campesinos, monjes budistas y sacerdotes sintoístas que se oponían a la autoridad feudal y rechazaban el pago de impuestos, defendiendo los derechos de los campesinos y monjes. Su actividad principal se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVI, pero para la década de 1580, su poder había declinado significativamente debido a la campaña de Toyotomi Hideyoshi, uno de los shogunes más poderosos de la época, quien destruyó muchos de sus templos y bases de operaciones.
En 1598, los Ikko-Ikki habían sido en gran medida suprimidos por Toyotomi Hideyoshi, pero aún quedaban algunos grupos o individuos dispersos que seguían resistiendo. En este contexto, nos encontramos con los Asahi-Ikki, un templo de monjes budistas que servía como refugio provisional para los pocos miembros de los Ikko-Ikki que aún seguían en pie. A estos monjes guerreros se les conocía como "sohei", y luchaban en nombre de los Ikko-Ikki y otros grupos.Es importante destacar que, en este momento, los Asahi-Ikki podrían ser uno de los pocos grupos que aún seguían activos, y su existencia podría ser un secreto conocido solo por unos pocos.
*"Sempai" significa "compañero de antes" y se refiere al miembro más experimentado o de mayor antigüedad en una organización. Por otro lado, "Kouhai" significa "compañero de después" y se refiere al miembro más joven o de menor antigüedad. Ambos términos honoríficos se utilizan en las organizaciones sociales en Japón para establecer la jerarquía y el grado de importancia de cada miembro, siendo "Sempai" el líder o mentor y "Kouhai" el seguidor o aprendiz.
*Tokugawa Ieyasu (徳川 家康) fue un shogun japonés, considerado por muchos el más importante de la historia, ya que logró unificar todos los territorios de Japón bajo un solo gobierno después de su victoria en la batalla de Sekigahara el 21 de octubre de 1600. Esta victoria marcó el comienzo del shogunato Tokugawa, que gobernaría Japón durante más de 250 años.
*El consejo de los cinco regentes, también conocido como el consejo de los cinco grandes ancianos (五大老, go-tairō), fue un consejo establecido en 1598 por Toyotomi Hideyoshi para gobernar Japón en nombre de su hijo, Toyotomi Hideyori, hasta que alcanzara la mayoría de edad. Este consejo estaba compuesto por cinco poderosos daimios (señores feudales) que debían gobernar el país de manera conjunta hasta que Hideyori estuviera listo para asumir el poder.
*Kannon es una importante deidad bodhisattva en el budismo Mahayana, conocida por representar la compasión y la misericordia. En el budismo, no se considera que haya un creador del mundo en el sentido de una deidad suprema. En su lugar, se enseña que el universo y todo lo que contiene es el resultado de la ley de la causalidad y la interdependencia.
Kannon ha recibido diferentes nombres en diversas culturas asiáticas, como Avalokiteshvara en sánscrito, Chenrezig en tibetano, Guanshiyin en chino, Padmapani en sánscrito, entre otros. Aunque no es exactamente la entidad suprema dentro del budismo, Kannon es venerada en muchas culturas asiáticas por su papel como símbolo de la compasión y la misericordia.
***
Por cada voto que este capítulo recibe una pestaña caída de un ojo cumple un deseo, nadie sabe cómo... pero lo hace.
Un capítulo nuevo cada tanto
Nunca dejen de soñar y leer
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