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Capítulo 6

ZALE

Aunque el título de capitán de la Constelación de la Garza no era suyo oficialmente, Zale se sentía como si realmente lo fuera. Sus nuevos compañeros no se habían opuesto a ninguna de sus órdenes, no obstante, debía reconocer que tal vez la falta de oposición se debía a que nadie además de él tuviera algún conocimiento sobre como navegar una embarcación, y no tanto a que confiaran en él.

Calculó mentalmente que ya había transcurrido una media hora desde que abandonaron el faro. Se dirigían rumbo al este, hacia la costa de Vintos. Poco después de adentrarse en el océano, los cinco se percataron de cada uno tenía una copia del mapa de Fenrai que mostraba las tres localizaciones de las reliquias sagradas que debían encontrar. Zale supuso que alguno de los trabajadores de la Bibliotecaria de Almas había colocado los mapas dentro de sus pertenencias.

Zale jamás había estado en Vintos, pero todos acordaron que se dirigirían hacia la ubicación de la reliquia más cercana: el punto en donde se unían los territorios Vintos, Severia y Zunn. Lo cierto es que los cinco no habían debatido mucho al respecto, tampoco conversaban más de lo estrictamente necesario.

Zale estaba manipulando el timón, fijando el curso del navío. Les echó un vistazo fugaz a sus compañeros y descubrió que cada uno había escogido un sitio privado de la cubierta para pasar el tiempo.

-Tal vez deberían irse a dormir -habló Zale, en voz alta-. El camino hacia Vintos es corto. Estimo que llegaremos en la mañana y será mejor que cuenten con todas sus energías para el viaje a pie.

-¿Puedes navegar el barco por tu cuenta? -preguntó la chica de piel oscura y cabello rizado, Zale estaba casi seguro de que se llamaba Aelia.

-Casi no hay nada que no pueda hacer cuando sale la luna -respondió Zale, esbozando una sonrisa confiada.

Aelia emitió un sonido corto que expresaba irritación y se limitó a dirigirse hacia los camarotes. Naomi la siguió de cerca y Zale la escuchó murmurar que esperaba no tener que compartir un camarote. Poco después, Barak, el chico rubio de ojos oscuros y expresión dura, también abandonó la cubierta.

Por un momento, Zale creyó que se encontraba completamente solo, sin embargo, el sonido de unos pasos acercándose le recordaron que había alguien más en la cubierta.

Zale volteó hacia la derecha y se encontró con Sky, el otro chico rubio.

-¿No irás a descansar? -preguntó Zale, mirando al muchacho con curiosidad.

-Sorprendentemente, no estoy ni un poco cansado -respondió Sky, apoyándose en el barandal de madera-. Creo que tengo muchas cosas en la cabeza que me impiden sentir cansancio. Si lo pienso con cuidado, todo este asunto me resulta un poco divertido. Recorrí un largo camino para llegar a Ilardya, gasté todos mis ahorros, dormí en varios lugares incómodos, y a menos de un día de haber llegado al faro, regreso de nuevo a Alariel.

-Todas las molestias habrán valido la pena una vez que nos concedan nuestro deseo -concluyó Zale.

-Sí regresamos con vida, claro está.

Se hizo un incómodo silencio entre ambos. Zale dejó el timón y se paró a un lado del rubio.

-Si comienzas este viaje pensado así, no lograrás llegar hasta el final -sentenció Zale.

-Además de navegar el barco, supongo que tú serás el encargado de darle ánimos al grupo -dijo Sky, con intención de sonar bromista-. Eres muy pálido para ser un chico de mar.

Zale enarcó una ceja, divertido por el comentario.

-Tú eres muy pálido para ser alariense.

-No soy alariense -confesó Sky-. Yo nací en Lestra, pero cuando cumplí diez años me llevaron a vivir a Alariel. Tampoco soy solaris, por lo que no me fascina pasar todo el día debajo del sol. ¿Cuál es tu excusa?

Sorprendido por la abrupta honestidad del chico, Zale decidió seguir su ejemplo. Tal vez podría averiguar más cosas interesantes sobre uno de sus nuevos compañeros, y también podría descifrar algunas de las razones por las que la Bibliotecaria de Almas decidió reunirlos para formar un equipo.

-Igual que tú, excepto que a mí me llevaron a Daza, un territorio ilardiano.

-¿Tú también formaste parte de la iniciativa Tariel? -le preguntó Sky, con verdadero interés.

-Algo así -respondió Zale, antes de soltar un breve resoplido-, A diferencia de muchos niños de Lestra que terminaron en orfanatos sobrepoblados, yo tuve la fortuna de que me criara mi abuelo en Daza. ¿Qué pasó contigo?

-Terminé en un orfanato sobrepoblado -respondió Sky. Lo dijo con tanta naturalidad que Zale no detectó ningún tipo de amargura o ira, cómo si el chico ya hubiera aceptado hace mucho tiempo la vida que tuvo.

Las olas producían un relajante sonido. Zale se cuestionó mentalmente si este sería uno de los pocos momentos tranquilos que tendrían durante toda la misión. De pronto, Sky adoptó una postura menos relajada y habló con un tono más cuidadoso.

-En el faro, cuando la Bibliotecaria de Almas nos mostró esas ilusiones, tú le preguntaste si la razón por la que nos había escogido a nosotros cinco para esta misión era que todos veníamos de Lestra, ¿de verdad crees que así fue?

-Me parecía bastante lógico en ese momento, y puede que haya tenido un poco de razón -confesó Zale, mirando las tablas del suelo- pero ahora creo que nuestros deseos y la información que tiene sobre nuestras vidas fue lo que realmente la hizo decidirse por nosotros cinco para formar el equipo. No te voy a mentir, me resulta bastante espeluznante que esa mujer conozca tanto sobre nuestras vidas y sepa que es lo que más anhelamos en el mundo. Ser la embajadora de los dioses debe traer muchos beneficios.

-¿Y qué es lo que más deseas en este mundo? -le preguntó Sky. Sus ojos celestes miraban a Zale de tal forma que recordaba un poco a un niño que estaba ansioso por aprender sobre algo nuevo y emocionante.

Los labios de Zale formaron una sonrisa de medio lado.

-¿No te parece que deberías invitarme un trago antes de preguntarme asuntos tan personales? -le respondió, después de una breve pausa.

-Creo que es eficiente conocer las motivaciones de mi nuevo equipo antes de decidir si son aptos de mi confianza -contestó Sky, imitando la misma actitud descarada de su compañero-. No sería nada inteligente bajar mis defensas para confiar en unos extraños sin conocer qué es lo que quieren conseguir de mí.

Complacido por el giro tan retador que había tomado la conversación, Zale si inclinó un poco para quedar más cerca del rostro de Sky.

-No tienes que preocuparte por eso, flechitas -murmuró Zale-. Ya encontraré una forma de que bajes tus defensas y te des cuenta de lo afortunado que eres por tenerme en tu equipo.

Sintiéndose desafiado, Sky enderezó su postura y correspondió al comentario de Zale de la misma forma.

-Ya lo veremos, capitán. Quien sabe, quizás tu seas el que termine sintiéndose afortunado por tenerme en su equipo.

Sin nada más que agregar, Sky se retiró del barandal y caminó hacia la escalera que conducía a los camarotes. Por su parte, Zale se debatía internamente si debía sentirse complacido o abrumado de que la aventura comenzara a tornarse de todo, excepto aburrida.  

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