Capítulo 25
SKY
La terrible palabra que tanto temía escuchar por fin había salido a la luz: eclipsis. Sin embargo, Helios o cualquier otro dios que estuviera prestando atención lo había bendecido y, en lugar de que Sky fuera el eclipsis descubierto, el mérito le pertenecía a Naomi. Claro que todo el escuadrón estaba al tanto de que había tres eclipsis en el equipo; eso se los había revelado la Bibliotecaria de Almas, y Sky ya sospechaba desde su estadía en Vintos que Naomi podría ser una de esos eclipsis. No obstante, el sospecharlo no minimizaba el impacto que le producía confirmar que estaba en lo correcto. Además, Sky escuchó claramente cómo Rudolph pronunció las palabras "eclipsis empáticos". Bien podría estar mal, pero Sky no creía que la palabra empático pudiera aplicarse para describir a un eclipsis que manipulara el aire.
—¿Es cierto lo que dice Rudolph, Naomi? —preguntó Aelia, rompiendo el tenso silencio que se había prologando durante mucho tiempo—. ¿De verdad eres una eclipsis?
Naomi aparentaba no estar consciente de lo que ocurría a su alrededor. Su rostro había palidecido casi tanto como la ceniza que cubría el suelo del deteriorado vestíbulo. La expresión en sus ojos indicaba que su mente se encontraba desconectada del mundo y no había ni rastro de la valentía y picardía que tanto la caracterizaba. Sin embargo, para sorpresa de los presentes en la habitación, Naomi sí estaba escuchándolos y no tardó en responder la pregunta de Aelia.
—Lo soy.
—¿Y cuándo planeabas decírnoslo? —siguió indagando Aelia.
—Esperaba no tener que hacerlo —contestó Naomi, usando un tono melancólico.
—¿Qué puedes hacer? —intervino Zale, con una actitud un poco más amigable y curiosa que Aelia.
—Mis poderes no suelen ser muy notables, rizos de alga —respondió Naomi, recobrando un poco de su fuerte carácter.
—No, pero pueden devastar tanto como el fuego —declaró Rudloph, mientras pateaba un pedazo de escombro carbonizado y bajaba las escaleras.
Llegó hasta donde estaba parada Naomi y la agarró con suavidad de la muñeca. Puede que aún se encontrara un poco aturdida, pero Naomi no se apartó de él.
—Me creas o no, yo he visto lo que tus poderes son capaces de hacer —le dijo Rudolph a Naomi, casi susurrando—. Manipular las emociones de los demás puede ser tan mortífero como las fauces de un lobo. Eres capaz de enviar a cualquier persona a su propia autodestrucción y engañarías hasta al individuo más perspicaz. Por favor dime, ¿eres capaz de percibir mis sentimientos ahora?
De repente, Naomi abrió mucho los ojos y comenzó a temblar levemente, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Lucía tan asustada que era incapaz de moverse. Sky sintió el impulso de separar a Rudolph de Naomi; sin embargo, fue el miembro del escuadrón más inesperado el que hizo algo al respecto.
—Será mejor que te apartes de ella en este momento —le ordenó Barak a Rudolph en tono amenazador y dando un par de pasos hacia ellos.
—Voy a suponer que ella ya te tiene bajo su embrujo, fortachón —replicó Rudolph, volteando su cabeza hacia él.
En ese momento, Barak enrojeció de furia y extrajo su hacha del cinturón. Como había sucedido en el callejón, el chico rubio y fuerte apuntó el filo del hacha hacia el torso de Rudolph e hizo un pequeño movimiento amenazador con el arma. Buscando proteger a su amo, los lobos en la escalera comenzaron a gruñir y adoptaron poses ofensivas.
—No te lo voy a repetir —sentenció Barak.
Sky era incapaz de adivinar si Barak lograría asestarle un hachazo a Rudolph antes de que los lobos se le echaran encima. Afortunadamente, jamás descubrió el resultado de ese escenario, ya que Rudolph soltó la muñeca de Naomi y se dirigió hacia sus lobos para acariciarlos y tranquilizarlos.
—No hace falta que nos pongamos violentos —dijo Rudolph—. Solo quería hacer una demostración de las habilidades de los eclipsis empáticos.
—¿Lo has hecho? —interrogó Aelia dirigiéndose a Naomi—. ¿Has manipulado nuestras emociones?
—¡No! —chilló Naomi—. Al menos... no lo he hecho conscientemente.
Desconcertada, Aelia retrocedió unos pasos como si quisiera interponer una berrera invisible entre ella y Naomi, mientras que Sky y Zale compartían una mirada de sorpresa. De pronto, Sky recordó todas las veces desde que había comenzado su misión en las que se había sentido inexplicablemente contagiado por el estado de ánimo de Naomi, como cuando ella había estallado de emoción al descubrir que visitarían Breia y casi todo el escuadrón se le había unido en su repentina euforia. Asimismo, recordaba varias ocasiones en las que Naomi se había irritado por las incomodidades que le produjo el viaje en carruaje en el bosque de Vintos y Sky también se había sentido fastidiado y caprichoso, aunque la verdad era que había experimentado viajes mucho más incómodos y agotadores y jamás se había quejado tanto.
—Pero los has usado, ¿verdad? —dijo Sky, recordando la vez en que se había sentido triste por Naomi cuando la vio derramar lágrimas ante esa camarera que los atendió en Vintos, aunque sabía que todo era un absoluto engaño—. Los usaste con la camarera que nos regaló el desayuno en Vintos y con la vieja granjera que nos vendió dos bueyes y un carruaje a un precio muy bajo.
Naomi se volteó lentamente hacia él. La forma en que ella lo miraba le hizo recordar esos momentos de su infancia en los que hacía algo malo y su hermano mayor le preguntaba si de verdad lo había hecho, aunque él ya sabía la respuesta.
—Hice lo creía que era mejor para la misión —contestó Naomi.
—¡Impensable! —exclamó Aelia—. No puede ser que nos hayas ocultado algo tan grande.
—Todos ocultamos algo, Aelia —intervino Zale, y Sky imploró a sus adentros que Zale no se estuviera refiriendo a él—. Somos un equipo, pero eso no significa que tengamos que revelar todos nuestros secretos.
—Eso no aplica cuando se trata de habilidades sobrenaturales que podrían poner en riesgo la misión —replicó ella.
Sky desvió la mirada del grupo por vergüenza. Aunque Naomi era la persona que estaba siendo juzgada, Sky no podía evitar sentirse como cómplice de poner la misión en riesgo. Sin embargo, eso no era totalmente cierto. Le había contado su secreto a Zale y este no lo había juzgado o le había reprochado por no revelar al escuadrón que era un eclipsis. Y el hecho de que Zale aún no les había contado a los demás su secreto podía ser una muestra de que él pensaba que ese asunto era exclusivamente de Sky, o tal vez estaba esperando a que la verdad saliera a la luz por medio del propio Sky. Independientemente de la respuesta a esa cuestión, ahora que se había descubierto el secreto de Naomi, Sky sentía el impulso de hacer lo mismo. Por un lado, sabía que lo que Aelia había dicho era correcto; no revelarle sus habilidades al escuadrón podría poner la misión en riesgo, y por el otro, ahora que había confirmado que Naomi era igual a él, no podía evitar esa sensación de solidaridad por ella que sentía bajo el pecho y tampoco le parecía justo que ella fuera la única que estuviera bajo juicio, sabiendo que por lo menos había otros dos integrantes del escuadrón que también guardaban secretos peligrosos.
Sky se armó de valor, respiró hondo y dijo en voz alta.
—También soy un eclipsis.
Todos los rostros en la habitación, incluyendo a los lobos, voltearon a verlo al mismo tiempo.
—Sky —susurró Zale, sorprendido—. No tienes que...
—No, quiero hacerlo —lo interrumpió Sky—. Aelia tiene razón y no debemos guardar secretos tan importantes al escuadrón. Y la verdad es que yo también soy un eclipsis como Naomi. No hay ningún caso en seguir escondiéndolo.
Naomi lo observaba completamente asombrada y hasta con un poco de gratitud involuntaria.
—¿También manipulas emociones? —lo interrogó Aelia.
—No, pero puedo controlar el viento o lanzar ráfagas de aire —explicó Sky.
Aelia lo miró como si no pudiera creer que lo que decía era verdad; no obstante, tampoco se atrevió a pedirle alguna demostración de sus habilidades. En lugar de eso, Aelia puso las manos en sus caderas.
—Si hay otro secreto importante que todo el equipo debería saber, este es el momento de decirlo —dijo Aelia casi exasperada y dirigiéndose a todo el grupo.
—La Bibliotecaria de Almas nos dijo que había tres eclipsis en el equipo —contestó Sky—. Dos de ellos somos Naomi y yo. Zale ya nos ha demostrado varias veces que es un lunaris acuático, y cuando estábamos en el callejón tú usaste poderes de una solaris lanzallamas. Eso solo nos deja una posibilidad.
Todas las miradas se posaron en Barak al mismo tiempo. La furia que había demostrado momentos antes ya se había menguado, pero aún quedaba un marcado gesto de recelo en su rostro. Sin embargo, no parecía estar nervioso o intimidado como Naomi y Sky.
—¿Qué esperan que diga? —les preguntó Barak con brusquedad, después de en breve periodo de silencio.
—¿Eres un eclipsis o no? —respondió Aelia de manera tajante.
—Es una pérdida de tiempo mencionar lo obvio —contestó él.
Esa no era ni de lejos la manera en que Sky había esperado que cualquier otra persona revelara ser un eclipsis, aunque, tratándose de Barak, no había algo más que esperar.
—¿Y qué puedes hacer? —preguntó Zale, sin poder evitar la curiosidad que era tan natural en él.
—Sería mejor para cualquiera de ustedes que jamás lo averigüen —fue todo a lo que Barak se limitó a responder, y por el tono de su voz, no sonaba a que pudieran sacarle más información.
No obstante, Aelia no se conformó ni se sintió intimidada.
—Lo mejor para el equipo es que nadie oculte un secreto que puede ser benéfico o perjudicial para la misión. Así que no me vengas con tu desesperante estoicismo en este momento —le espetó ella.
Barak no se vio ni en lo más mínimo afectado por las palabas de Aelia y se mostraba renuente a cambiar de opinión. Sky temió que la tensión entre Aelia y Barak creciera hasta el punto en que ambos se enfrascarían en una pelea. Por fortuna o por desgracia, un grito agudo y potente que provenía de las calles los tomó a todos por sorpresa. No había duda que aquel grito era el canto de una trompeta que anunciaba algo completamente desconocido para Sky. Casi al instante, más trompetas invisibles se unieron y entonaron una melodía animada.
—Tendrán que solucionar este problema en otro lugar —les dijo Rudolph, mientras observaba por una de las destrozadas ventanas del vestíbulo—. Esa es la señal de que el Festival de Arte ha comenzado. Pronto las calles estarán repletas de personas y tengo que llevarlos a ustedes y a los lobos a un lugar donde se puedan hospedar sin que nadie nos vea.
Rudolph comenzó a comportarse de manera cautelosa y un poco nerviosa. Le dio un par de indicaciones a los lobos y, en menos de diez segundos, los enormes cuadrúpedos se encontraban abandonando el ruinoso edificio en una fila.
—Los espero afuera. No tarden —les ordenó Rudolph antes de seguir a sus lobos y abandonar el edificio.
Sky sabía que en ese lugar habían perdido la poca comodidad que el escuadrón había reunido desde que aceptaron la misión, y temía que transcurriera un largo tiempo antes de que lograran recuperarla. Sin decir una palabra, comenzaron a abandonar el edificio con cuidado de no tropezar con los escombros y restos de muebles quemados.
—Barak —Sky escuchó a Naomi hablar a sus espaldas—. Quería darte las gracias por defenderme hace rato.
Las palabras batallaban para salir de la boca de Naomi. Sky supuso que para ella no era nada sencillo mostrarse vulnerable y agradecida ante otros. No obstante, Sky observó por el rabillo del ojo cómo el rostro de Barak se endurecía y la mirada en sus ojos se llenaba de desagrado.
—Solo lo hice para no correr el riesgo de que un miembro del equipo saliera herido —declaró Barak con voz fría—. Pero te sugiero fuertemente que mantengas tu distancia de todos nosotros, sobre todo de mí.
Después, Barak le dio la espada y caminó a paso firme hacia la salida, dejando a Naomi parada en la entrada del vestíbulo como si hubiera recibido una bofetada. El hombro de Barak chocó con fuerza contra la parte superior del brazo de Sky y este sintió por un par de segundos algo parecido a una desagradable corriente de electricidad recorriéndole el cuerpo. Barak no se detuvo para disculparse; simplemente siguió su camino mientras Zale y Aelia lo observaban con un poco de desdén.
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