Capítulo 1
SKY
Había recorrido un muy largo camino para llegar al sureste de Pivoine, la capital del reino de la luna. Casi todos sus ahorros los había gastado en transportes, posadas y comidas baratas, y después de enfrentarse a un sinfín de contratiempos y dificultades, finalmente logró llegar a su destino.
Frente a él se alzaba un enorme faro antiguo y con aspecto descuidado. Algunos habitantes del pequeño pueblo en las cercanías le habían contado la noche anterior que este faro era atendido por un viejo cascarrabias y su esposa, pero el joven Sky Reid, de tan solo veinte años de edad, sabía que ellos no eran los únicos que habitaban este solitario lugar.
La luna estaba completa en el cielo nocturno, lo que le daba al faro un aire místico y siniestro al mismo tiempo. El faro también era la estructura sobresaliente de una tenebrosa mansión. Un largo trecho cubierto conectaba la mansión con el faro como una especie de puente.
Las noches en Ilardya eran muy frías, Sky estaba acostumbrado al cálido clima de Alariel, por lo que optó por no seguir contemplando el oscuro paisaje frente a él y se dispuso a avanzar lentamente hacia la entrada.
Un escalofriante chirrido se escuchó por los alrededores cuando Sky abrió la pesada y oxidada reja que rodeaba toda la mansión. Salvo por la brillante luz que emitía el foco del faro, no se podía apreciar alguna otra a través de las ventanas de la mansión, sin embargo, Sky sabía que sus ocupantes no se encontraban dormidos. La gente de Ilardya vivía de noche y descansaba en el día, esto con el propósito de aprovechar la magia que la luz de luna les otorgaba.
En cuanto Sky pisó el porche de la entrada, escuchó un gruñido provenir de algún lugar desconocido. Tardó medio minuto en descubrir la fuente, pero finalmente logró distinguir entre la oscuridad la amenazante figura de un enorme lobo blanco guardián. El animal se encontraba debajo de la sombra de un roble, probablemente había estado descansando hasta que escuchó la reja abrirse; tenía sus brillantes ojos fijos en Sky, y conforme más se acercaba a él, más mostraba sus mortales colmillos.
Asustado, Sky se acercó a la puerta, agarró una aldaba de hierro que tenía forma de ciervo, y golpeó con desesperación varias veces. El lobo estaba cada vez más cerca, y no se escuchaba a nadie del otro lado de la puerta.
Sintiéndose acorralado, Sky cogió una flecha del carcaj que colgaba en su espalda y la colocó en la cuerda de su arco. Apuntó la flecha hacia la cabeza del lobo, pero el animal no parecía estar ni un poco asustado, simplemente se limitó a seguir avanzando hacia él.
Finalmente, Sky escuchó el agradable sonido de una cerradura abriéndose, y segundos después, la puerta se abrió y un hombre viejo apareció en el umbral de la puerta.
-¡Deja de estar dando lata, Sunny! -exclamó el hombre, con voz rasposa. El lobo retrocedió inmediatamente, pero no despegó la mirada de Sky.
Sabiendo que el peligro había pasado, Sky bajó el arco y volvió a guardar la flecha en su carcaj.
-¿Qué vienes a hacer aquí? -le preguntó el hombre, recargándose en el marco de la puerta. Tenía el cabello largo y plateado, un rasgo típico en muchos ilardianos; también tenía una barba que le cubría toda la mitad inferior del rostro y una cicatriz sobre la frente.
Sky metió una mano en su bolsa de viajero que le colgaba del hombro. Tardó un par de minutos en encontrar lo que buscaba, el viejo hombre ya se mostraba impaciente, pero finalmente sintió el tacto de un objeto delgado y pequeño. Sacó la mano de la bolsa y le entregó al hombre una invitación azul que tenía tres libros dorados dibujados en la cubierta.
-He sido convocado para una reunión con la dueña de esta casa -informó Sky, sintiéndose un poco nervioso.
El ilardiano frunció el ceño y examinó la invitación con cuidado. Después de un par de minutos de incómodo silencio, el hombre le hizo una señal para que entrara.
En cuanto Sky cruzó la entrada, el ilardiano volvió a cerrar la puerta, sin olvidar ponerle seguro. Luego, Sky lo siguió por el recibidor en completa penumbra. Apenas podía distinguir las siluetas de los muebles a su alrededor y le preocupaba chocar en cualquier momento contra alguna silla o un costoso jarrón.
Subieron unas escaleras que rechinaban a cada paso y llegaron a una enorme habitación que estaba más iluminada que el resto de la mansión. Sky nunca había estado en una sala tan grade y lujosa, por lo que no podía evitar sentirse impresionado. Seis pequeños orbes de luz flotaban en el techo, probablemente era la obra de solo un solaris iluminador, lo cual implicaba que no serían suficientes para alumbrar adecuadamente toda la habitación, pero al menos ahora Sky podía distinguir con claridad lo que había a su alrededor.
Las paredes estaban cubiertas con un elegante tapiz azul. Por todas partes había muchos muebles rústicos, tapetes con patrones llamativos y figurillas hechas de distintos materiales que tenían formas de lobos, pegasos, lunas y soles.
Cuando llegaron al centro de la habitación, una mujer mayor que usaba un vestido sencillo le indicó a Sky que se acomodara en alguno de los sillones. El muchacho aprovechó que uno de los orbes de luz había flotado por encima de ellos para observar mejor a la mujer por un breve momento; la espectral luz flotante le permitió darse cuenta de que la mujer tenía piel morena y el cabello negro azabache.
<<Probablemente tenga origen alariense y fue ella quien conjuró las luces>> pensó Sky.
Dejó de observar a la mujer y se dirigió hacia los sillones. Tardó un poco en percatarse de que algunos asientos estaban ocupados por otras personas. Dos chicos, uno rubio y el otro castaño, se hallaban sentados en el sillón de la izquierda, mientras que el de la derecha estaba ocupado por dos mujeres de pieles oscuras.
Todos tenían sus miradas fijas en Sky, y se mostraban recelosos con él, excepto una de las chicas que lo veía con una expresión de intriga.
Sintiéndose incómodo, Sky decidió sentarse en el sillón individual que estaba más cerca. Sin animarse a preguntar, Sky supuso que aquellos cuatro jóvenes se encontraban en esa mansión por la misma razón que él, pero tenía curiosidad por saber cuanto tiempo llevaban esperando.
El viejo ilardiano bajó las escaleras mientras que la mujer se aproximaba hacia una tetera de plata y cuatro tazas.
-No desesperen -les dijo la mujer, llenando las tazas con el humeante líquido verde-. Pronto serán atendidos.
-¿Se encuentra la persona que nos convocó aquí? -preguntó una de las chicas; tenía el cabello largo y rizado.
La expresión en el rostro de la mujer cambió de servicial a nerviosa.
-Muy pronto se reunirán con ella -respondió, entregándole una elegante taza de porcelana a cada uno de los cinco jóvenes. La mujer no volvió a decir otra palabra.
Bebieron su té en completo silencio mientras esperaban. Sky nunca había sido un gran fanático del té, pero el sabor era muy bueno. Cuando su taza se encontraba casi vacía, el viejo regresó a la sala.
-Está todo listo -informó el viejo ilardiano, huraño-. Deben seguirme.
No esperó a que los jóvenes se levantaran de sus asientos para bajar las escaleras. Sky trató de darse prisa, pero los demás se le adelantaron y caminaron a toda prisa hacia la escalera, salvo la chica que lo había visto con intriga; ella se tomó su tiempo para levantarse de su asiento y dirigirse a la escalera, siempre observando a Sky de la misma manera en que un gato observa con curiosidad a un pájaro en su jaula.
El muchacho no le prestó atención a la chica y se dispuso a bajar las escaleras. Cuando todos estuvieron abajo, siguieron al hombre por una puerta que los condujo a un largo pasillo con una puerta al fondo. Sky miró por las ventanas y se percató de que se encontraban en el trecho que conectaba la casa con el faro.
-Los está esperando al otro lado de esa puerta -Dijo el hombre, quedándose parado en el umbral. No aparentaba que tenía intenciones de moverse de ahí, por lo que Sky y los otros cuatro jóvenes siguieron avanzando por su cuenta.
Un poco de luz dorada se escapaba por la rendija de la puerta. El primero en llegar a ella fue el chico rubio. Dio un par de golpes a la puerta, sin embargo, nadie respondió. Luego, trató de girar el pomo y descubrió que este no tenía seguro.
Entraron de uno en uno; Sky fue el último, y lo que descubrió al entrar no era nada que cualquier esperaría de un faro antiguo. A diferencia de la mansión, el faro estaba completamente iluminado por docenas de pequeños orbes de luz. En lugar de equipo de pesca o suministros para barcos, había sillones que aparentaban ser muy cómodos, mesitas de madera, objetos decorativos que recordaban a la nación del sol y al reino de la luna, macetas con diferentes tipos de plantas exóticas y muchas estanterías llenas de libros que cubrían cada espacio de las paredes. A Sky se le ocurrió la fantasiosa idea de que ese faro albergaba a todos los libros de Ilardya y Alariel. En el centro del lugar se alzaba una escalera de caracol que llegaba hasta la sección del foco del faro.
De vez en cuando Sky alcanzaba a ver a pequeños pajaritos hechos de papel que revoloteaban entre las estanterías. Ese pequeño detalle hizo que Sky confirmara todas las historias que había escuchado: una magia diferente a la que todo Fenrai había visto habitaba entre los muros de ese faro.
Los cinco jóvenes miraban con asombro cada rincón del faro cuando, de repente, empezaron a escuchar pasos que provenían de la parte superior del faro. Más pronto que tarde, los cinco vieron a una joven mujer de pie a la mitad de la escalera. Usaba un vestido vaporoso largo de color lavanda y con un estampado de las diferentes etapas de un eclipse lunar. Sky no pudo distinguir si la mujer era ilardiana o alariense. Tenía la piel pálida como una perla y grandes ojos oscuros. Su cabello largo era de color castaño y parecía liso en la parte superior, sin embargo, este comenzaba a ondularse después de llegar al rostro. Sky se sorprendió al ver como las puntas del cabello de la mujer cambiaban de color púrpura a un tono rosado en menos de un segundo.
-¡Finalmente están aquí! -exclamó la mujer, sujetándose de la barandilla y bajando los escalones. Cuando llegó al final de la escalera les ofreció a todos una cálida sonrisa. De su oído derecho colgaba un pendiente dorado con forma de sol, y en el izquierdo colgaba uno plateado con forma de luna. Ambos parecían centellar por la luz de los orbes-. Los he esperado durante muchos soles y muchas lunas. Me alegra que todos hayan podido llegar a salvo. ¡Sean bienvenidos a la Biblioteca de Almas!
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