Capítulo 35: ¿Victoria?
Benjamín
—Tiene que estar en algún lado —negaba.
Cassiel estaba sentado frente a mí a través de las rejas de mi celda, y no respondió, solo negó con la cabeza. Él sabía que con sus palabras me hería, pero más allá de eso, me decepcionaba.
—¿Entonces qué? ¿Ganaron? ¿Cómo es que lograron llevársela pero lo consideraron una victoria para los ángeles?
—No se la llevaron, Benji. Nosotros detuvimos el ritual, estamos seguros de que no pudieron usarla, pero no sabemos dónde está Teresa.
Eran más o menos las cinco de la tarde cuando Cassiel había podido venir a verme. Y yo, que aún seguía encarcelado, había pasado todo el día preocupado, sin saber nada de lo que estaba pasando. Y a pesar de que su tardanza me había preparado para lo peor, no esperaba algo como aquello.
—No entiendo, no se supone que pueda desaparecer así sin más. Tiene que haber algo que no estemos viendo.
Cassiel volvió a hablar, y siguió relatando cómo habían usado a Rubí para infiltrarse al bote donde iban Santiago y Charmeine. Los ángeles habían logrado predecir a través del don de nuestro padre que Santiago buscaría una manera de paralizar a los humanos para que no interfirieran en su ritual, y fue cuestión de azar y una suerte que Rubí, con su conexión al mundo espiritual, no fuese afectada.
Ella se había quedado quieta justo detrás de ellos mientras se regodeaban de tener a Teresa a su merced. Rubí mantuvo la calma, esperando una señal que llegaría como un destello de luz a sus pies. Cassiel estaba apuntando con un espejo hacia el barco, y cuando Teresa estuvo lo suficientemente cerca como para escuchar a Rubí, la señal llegó, y ella empujó a Charmeine para romper el sello. Teresa cayó al agua inmediatamente, y los ángeles empezaron su propio ritual de limpieza, tomando a los aliados uno a uno.
A partir de ahí, todo se volvió un verdadero caos, miles de ángeles formaban parte de aquella misión, en la que purificaron el alma de todos los implicados. Y aunque habían designado un grupo enorme de ángeles para que tomaran y reasignaran los orbes de luz, había sido imposible tomarlos todos. Eran demasiados, y demasiadas las vidas desperdiciadas.
Charmeine quiso aprovechar aquel descuido en su organización para intentar escapar junto a los ángeles que habían desertado con ella, alzaron vuelo juntos, pero aquel intento había sido en vano, los ángeles los superaban en número y lograron capturarlos.
Ahora, al igual que yo, Charmeine y aliados eran prisioneros del reino angelical, y estaban esperando que su destino fuese dictado.
—¿Y él dónde está? —pregunté, esperando que supiera de quién hablaba, ni siquiera quería pronunciar su nombre.
—Recibió una probadita de lo que tenía preparado para Teresa.
—¿A qué te refieres?
—Según nuestro plan, el debía ser juzgado, porque necesitábamos saber qué lo había llevado a ser parte de eso, pero cuando notamos que eran demasiados los implicados y que aún cuando limpiaramos a todos los presentes, nada nos aseguraba que no había ningún otro por ahí suelto. Se decidió a último momento que se haría el ritual de limpieza sobre él, ahí, justo con los demás.
—¿Y ya?
—Lamentablemente.
Me sentía demasiado frustrado, después de tanto luchar, tanto tiempo queriendo encontrar la forma de acabar con la maldad, quería que el culpable pagara por todas las vidas que se había llevado, no que su final fuese igual al de cualquiera de sus víctimas.
—Aunque créeme, fue difícil, su alma se resistió muchísimo. Y por un momento pensé que iba a poder sobrevivir el ritual.
—¿Fuiste tú quién lo hizo?
—Sí, lo vengé por ti.
Sonreí, impresionado.
—Quién lo diría, sorprendente para un ángel de la muerte.
Él también se rió, satisfecho.
—Gracias, fuiste un buen maestro.
Me sentí nostálgico. Recordar aquel momento en que habíamos decidido intercambiar dones, para mí significaba un antes y un después. Aunque en aquel momento no lo admitiera, lo había hecho por Teresa, y no podía aceptar que ella ya no estuviera.
La expresión de mi cara cambió tan rápido, que Cassiel lo notó enseguida.
—La seguiré buscando, te lo prometo. En realidad, por eso tardé tanto en venir. No quería llegar aquí con malas noticias y me quedé un rato buscándola. Había demasiado trabajo, cuando Santiago cayó, todos sus secuaces cayeron a su lado, tal como un efecto dominó. Y teníamos que recoger todos esos orbes.
Me parecía irreal lo que estaba pasando, lo habían logrado, habíamos ganado, pero yo me sentía derrotado. Para mí, no había victoria si Teresa no estaba ahí para vivirla. Quería salir de ahí, necesitaba buscarla, pero estaba encerrado, y siendo acusado de traición. Yo, que tantas veces me dediqué a ir más allá para salvar a la isla, era considerado un traidor. El mundo estaba de cabeza, y eso no podía considerarse para nada una victoria.
La puerta del pabellón se abrió, un guardia de seguridad se acercó a Cassiel y le susurró algo al oído. Él asintió y luego me habló.
—Tengo que irme, nos veremos mañana en tu juicio.
Suspiré al escuchar aquellas palabras, no podía creerlo aún. Ni siquiera pude responder, y el guardia estaba esperando que él se levantara.
—Trata de descansar, necesitarás energías —me aconsejó, luego se levantó y siguió al guardia fuera de ahí.
Me recosté en la pequeña cama de mi celda, aún observando la silla donde había estado sentado Cassiel. No se la habían llevado. Pasaron unos segundos cuando volví a escuchar la puerta del pabellón abrirse, y pensé que habían venido por ella hasta que escuché una voz que me causó repugnancia.
—¡Ay! Esas no son maneras de tratar a una dama, ten cuidado.
No tuve que esforzarme para saber de quién se trataba, mucho menos cuando pasó delante de mi celda e intentó que el guardia que la escoltaba se cayera con la silla. Sus reflejos fueron tan rápidos, que la que terminó en el piso fue ella, y su larga cabellera rubia le cubrió toda la cara.
Desde el piso, alzó la mirada hacia mí.
—¿Qué me ves? —refunfuñó.
Estaba furiosa, y entre mi carrusel de emociones, aquello a mí me causaba gracia. Me reí, no le dije nada, y eso pareció molestarla aún más. El guardia la tomó por los brazos y la metió a la celda frente a mí.
Qué mala suerte.
No pensaba hablar con ella, así que me recosté hacia la pared, dándole la espalda.
—¿No vas a disculparte? —reclamó Charmeine.
La escuché recostarse bruscamente en su cama, estaba frustrada y pretendía molestarme. Aunque con ese comentario, fue difícil no responderle, ¿disculparme por qué? ¿Por reírme de ella? Después de todo el daño que ella me había causado, las disculpas no deberían venir de mí. Y no hacía falta rebuscar razones, no olvidaba que gracias a ella yo me encontraba ahí.
—Tampoco olvides que puedo leer tu mente, Benji. Aún tengo control sobre ti, ¿o acaso olvidaste aquella noche?
No había volteado a verla, aún me encontraba recostado hacia la pared, pero no hizo falta observarla para adivinar el gesto que había hecho, había lanzado un beso al aire.
Y yo le respondí con otro, ella se rió.
—Te lo dije, aún te tengo.
Me odié internamente, ya no podía librarme de ella ni en mis propios pensamientos. Mi pecho se encogió, temía que ella pudiese sabotear mi juicio, tal como lo había hecho antes. Ahora que sabía que Charmeine aún podía controlarme. No tenía muchas esperanzas de poder librarme de esta.
Decidí que no le daría el gusto de martirizarme con esos pensamientos, así que pasaría el tiempo durmiendo hasta que me llamaran, necesitaba que llegara el momento del juicio rápido. Y Cassiel me había dicho que necesitaría mucha energía.
Pensé en Teresa antes de dormir, deseaba verla, quería que todo acabara pronto. Aunque ahora que sabía lo que sentía por ella, era consciente de que estaba perdido, si Charmeine no me hundía, mis sentimientos por Teresa lo harían.
Cuando abrí los ojos de nuevo, no reconocí aquel lugar de inmediato, pero luego de ver a mi alrededor, entendí que estaba en casa de Teresa. Me había quedado dormido pensando en ella, y mi mente me había traído ahí. Me levanté de aquel sillón y busqué una salida, si no podía buscarla físicamente, intentaría buscar alguna pista en mi sueño.
Al abrir la puerta para salir, escuché un llanto desesperado y mi corazón se encogió. Sabía de quién era, pero no sabía de dónde venía.
—¿Teresa? ¿Dónde estás? —exclamé.
Su llanto no paraba, alcé vuelo, y la ví. Estaba en el patio, sentada en el suelo, mientras cubría sus ojos con sus manos. A su lado se encontraba su madre sentada en una silla, con la mirada perdida.
Descendí a su lado, y me senté junto a ella, pero no dije nada, solo puse mi mano sobre la parte alta de su espalda. Quería que supiera que no estaba sola, ella tardó un poco en reaccionar, y cuando vió que se trataba de mí, me dió un gran abrazo.
—¡Benji! Dios, pensé que no iba a poder hablar con nadie.
—¿Por qué lo dices? Cassiel lleva todo el día buscándote.
—Lo sé, lo ví, pero él no podía verme. No sé qué me pasa, incluso ví a Rubí, y ella no pudo verme, ¿cómo es que tú sí puedes?
—La verdad no lo sé, me dormí y aparecí en tu casa. Realmente no estoy aquí, estoy en una celda, mi juicio es mañana.
Ella volvió a estallar en llanto.
—¡Todo es una locura!
—Tranquila, todo está bien. Te encontré.
Volví a abrazarla, ella respiraba agitadamente. Le pasé la mano por el pelo y fue calmando su respiración.
—Siempre encuentras la forma.
La apreté más fuerte, no quería irme de ahí, quería quedarme justo en ese momento y escapar de todo. Pero no todo estaba bien, su mamá estaba ahí, totalmente desesperanzada. En sus piernas tenía un periódico. Intenté ver qué era lo que estaba leyendo, se había detenido en la sección de personas desaparecidas, eran tantas personas, y entre ellas estaba la foto de Teresa.
En la isla habían tantas personas desaparecidas, entre los poseídos por la maldad y sus víctimas, que realmente sería imposible que fijaran su atención en Teresa. Entendía por qué su madre estaba así, y Teresa estaba desesperada por no poder decirle que estaba justo al lado de ella.
Su madre finalmente se levantó de aquella silla y se fue al interior de la casa. Sabía que Teresa quería ir tras ella, pero debía tranquilizarla antes de eso.
—Estoy seguro de que los ángeles deben saber qué hacer, voy a decirles sobre esto durante el juicio. Ellos harán algo y te traerán de vuelta.
—Es tu juicio, Benji. No tienes que arruinarlo por mí, estarán juzgándote y podrían condenarte por mí.
—No importa, Tess. Yo ni siquiera debería estar aquí, soy el último sobreviviente de una tragedia angelical, ya salvaron mi vida una vez, déjame salvar la tuya ahora.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué no te preocupas por ti?
—Porque tú me importas. Durante muchos años anhelé conocer el significado del amor, y por fin lo sé con certeza. Desde que tú apareciste, no he parado de pensar en ti, y eso me hace tomar decisiones que puedan beneficiarte a ti antes que a mí. Si para salvarte debo condenarme, estaré dispuesto a hacerlo.
Ella me observó con los ojos vidriosos, aún así, nunca dejaba de verse hermosa. Su cara se iluminó por mis palabras y sentí que me sonrojaba al notar su efecto en ella.
—¿Me amas? —preguntó.
Me tomó por sorpresa, no pensé que fuese a preguntarme aquello directamente. Reí mientras la tenía entre mis brazos, me sentía avergonzado, pero poder decirlo también me hacía sentir libre.
—Sí, Teresa. Te amo, y estoy dispuesto a renunciar a todo por ti.
Nuestros labios se encontraron en un tierno beso que fue capaz de borrar toda la angustia, incertidumbre y tristeza del aquel momento. Al fin sentía que podía declarar victoria.
☁️☁️☁️
Qué viva el amoooooooor ♥️♥️♥️
Me encantó, ¿qué tal les pareció?
Nos leemos pronto,
Ele.
💫
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