Capítulo 34: Último suspiro.
Teresa
Mi cabeza dolía y mi vista estaba totalmente nublada, no podía ver nada, solo escuchaba gritos y sentía que mi cuerpo estaba siendo agitado, aún no había despertado del todo. Recordaba lo que me había dicho Rubí sobre el agua y aunque no entendía del todo cómo aplicaría aquella técnica, que lo mencionara me había transportado a un recuerdo de la última vez en que me había visitado, recordaba que me había enseñado una forma de intencionar el agua para liberarme de las energías que no me pertenecían.
Recordaba que había hecho aquel ritual mientras me bañaba de manera religiosa durante las dos semanas que ella estuvo de visita, pero luego de que se fue, lo había abandonado. Tenía que encontrar la forma de intencionar el agua del mar para protegerme, aunque sinceramente, esperaba contar con ayuda celestial para poder lograrlo.
Cuando retomé mi vista fue justo como cuando uno se levanta muy rápido y queda cargando por unos segundos. Parpadeé muy fuerte para tratar de adaptarme a la luz. Ya había amanecido y la celda estaba mucho más iluminada de lo que estaba cuando había logrado conectar con Rubí, lo que habían parecido unos minutos para mí, al parecer habían sido horas.
Ya había amanecido, era 8 de septiembre, el día en que planeaban sacrificarme.
Tenía a Santiago en frente, tomándome por los hombros mientras me agitaba una y otra vez, supuse que estaba intentando que volviera en mí.
—¡Por fin te dignaste en despertar! —me reclamó, luego me soltó y se alejó de mí—. Ni creas que haciendo esos truquitos vas a poder escapar, tu cuerpo está aquí, y mientras estés bajo mi posesión, podrás cumplir tu propósito.
Había estado hurgando entre un saco que había en el piso, cuando se acercó a mí nuevamente sostenía una peluca rubia en las manos junto con unos lentes de sol negros.
No pude evitar reírme.
—¿Qué? ¿Ahora soy Hannah Montana?
Obviamente me reía, pero estaba nerviosa. Yo sabía que él no iba a acabar conmigo mientras estuviésemos en aquella celda, necesitaba hacer todo un ritual para eso. Y yo quería conseguir todo el tiempo que fuese posible.
—Ríete todo lo que quieras, Teresa. Igual, hoy es tu último día de vida.
Cuando pronunció aquellas palabras, sentí un peso en el estómago. No porque pensara que fuese a ser así, porque confiaba en que los ángeles podrían salvarme, no tenía ninguna duda de eso. Pero dentro de mí algo me cuestionaba por qué había dejado que una persona así entrara a mi vida, me preguntaba cómo era posible que nunca lo había conocido del todo. Realmente mi confianza estaba destruida, y por eso dudaba tanto de Benjamín.
Pensé en él, estando encerrado por su propia especie, y me sentí impotente. Santiago notó mi silencio.
—¿Estás pensando en tu angelito?
No respondí, seguía observándolo sin decir nada. No quería que hablara de él, no podría soportar que me dijera nada de lo que podrían obligarlo a hacer, saber que la persona que más odiaba tenía el control de él me destruía. Y no quería que Santiago notara en mí aquella debilidad, lo último que quería era que condenara aún más a Benjamín.
—Rubí se divirtió mucho con él, ya sabes, al menos durante las partes que quiso contarme, lo demás era demasiado privado.
Me mordí un labio, no iba a decir nada, pero sabía que mi expresión había cambiado, podía sentir mi cara caliente. Intenté aguantar las ganas de llorar.
—Parece que le gustan las rubias, así que aquí tienes —me lanzó la peluca y los lentes—. Por si decides ser Hannah Montana y finalmente llamar su atención, porque a estas alturas ya debes tener más que claro que todo lo que vivió contigo no fue real.
Santiago supo exactamente qué decir para herirme, y además de eso, humillarme. Tomé aire, sintiendo cómo mi corazón se partía, me había prometido a mí misma que no iba a llorar. Al menos no en frente de él.
Escuché unos pasos venir del pasillo, Santiago se volteó hacia la puerta, por la que entraron dos personas encapuchadas.
—Llevenla —les ordenó Santiago—. Ya saben qué hacer.
Ambos asintieron, él salió de la celda y se fue por el pasillo. Aquellas personas se quitaron la capucha y pude verlos directamente, sus ojos brillaban de un color rojo brillante. Aquello me hizo temblar de pánico, así que cuando empezaron a acercarse a mí, lo menos que quería era que ellos me tocaran, pero al ver que aún llevaba la peluca en las manos, uno de ellos hizo el intento de quitarmela.
—Tranquilo, yo lo hago —le aseguré.
Él asintió, muy serio. Se veía como si no tuviese ningún tipo de emoción, parecía un ente, vacío totalmente.
Cuando me puse la peluca y los lentes, ellos desataron una de las cadenas que unía mis esposas a la pared. Pensé que iban a liberar ambas, pero antes de liberar mi mano derecha, el otro tomó la esposa y la unió a una cadena que llevaba de la cintura. Luego su compañero lo imitó. Al parecer iba a estar encadenada a esos dos, lo cual me hacía mucha gracia porque si llevaba aquella peluca, era porque me iban a hacer pasar por una turista, pero aquellos dos con sus togas y capuchas no iban a disimular para nada.
Una vez que se aseguraron de tenerme bien amarrada a ellos, empezaron a caminar, y yo, tal como un perrito con correa lo haría, caminaba al frente de ellos, sin saber a dónde estaba yendo.
Me hicieron bajar unas escaleras en espiral en las que me sentía como en toda una película de cavernas, realmente, ¿dónde estaba ubicado ese lugar? Era muy extraño. Cuando llegamos al final de aquellas escaleras, me sorprendió ver a una gran multitud de personas con togas y capuchas también. Santiago estaba hablándoles desde una plataforma elevada, y cuando me vió, sonrió, orgulloso.
—Dediquemosle un aplauso a nuestro sacrificio, la persona que hará todo esto posible.
Todos ellos voltearon a verme, e incluso los dos chicos que iban a mi lado, que eran los únicos que no llevaban capuchas, estaban aplaudiendo. No podía decir que se veían contentos, la verdad es que no podía ver la expresión de los demás, pero imaginaba que era igual de vacía que la de los dos al lado mío.
Santiago no tardó en volver a hablar.
—A partir del día de hoy, ya nunca más tendremos que escondernos. Hoy podemos dejar de lados nuestras vestimentas, y mostrar nuestros rostros, a partir de hoy seremos venerados y nuestros rostros serán motivo de orgullo.
Uno a uno, todos fueron retirándose aquellas togas y capuchas y dejándolas en el suelo. Me sorprendió ver que bajo aquellas prendas que pretendían esconderlos, llevaban ropa playera, estaban preparados para el paseo en lancha. Había una chica que estaba muy cerca mío, podría decir que era un poco menor que yo, y en ella aquellos ojos rojos se veían cansados.
Me preguntaba si todas aquellas personas realmente pretendían estar ahí, o como Benjamín, eran esclavos controlados por su propia voluntad. Aquello me pareció aún más triste, porque quizás habían madres, esposas o hasta hijos esperándolos, y ellos no habían regresado.
—Recuerden bien sus posiciones, y no olviden los lentes. Oculten sus ojos hasta que todo haya acabado. ¡En marcha!
Tras aquella orden, tal como robots lo hubiesen hecho, la gran multitud empezó a salir por las puertas. Los dos chicos que me llevaban también avanzaron, ahora con sus nuevos atuendos, cualquiera que no notara la cercanía con la que caminábamos hubiese pensado que éramos simples amigos.
El tiempo estaba avanzando demasiado rápido, y ni siquiera entendía cómo habían hecho los otros para llegar hasta ahí, siendo tantas personas. A mí me habían llevado en el mismo auto en que había subido el día que había tenido el encargo en el faro y durante todo el trayecto estuve pensando en aquel día, en el tiempo que pasé con Benjamín en el faro, antes de que Charmeine destruyera aquella paz.
Realmente había aparecido en mi vida para destruirla, la primera vez que la ví, aquel día de la mano con Santiago, nunca pensé que la cosa fuese más allá de una infidelidad, pero estaba muy equivocada, al parecer las cosas siempre pueden ser peor de lo que uno se las imagina.
Viendo todo en retrospectiva, llegué a la conclusión de que quizás sí era mi culpa. Me preguntaba si había algo que hubiese podido hacer diferente para no encontrarme en esa situación justo en ese momento, mientras me llevaban al lugar en que todo acabaría. Yo solo me culpaba, me reclamaba internamente pensando en que debí haber prestado más atención a las señales, que seguramente habían habido muchas, pero gracias a que yo quería convencerme de que aquello era amor, no había visto.
Había sido una tonta, ¿por qué no había luchado? ¿Por qué durante la misa, en la que habían miles de personas, no había gritado, pedido ayuda, armado un escándalo? ¿Por qué había parado de mirar al cielo, buscando a los ángeles que habían jurado protegerme?
¿Cuándo había decidido rendirme?
En ese punto, sentía que quizás para eso había sido traída al mundo, y aunque fuese un propósito que no me gustara, que seguro afectaría a miles de personas, si yo fuese diferente, más fuerte, más valiente, quizás ni siquiera estuviese aquí, en este momento, mirando mi reflejo en el agua. Sin poder siquiera levantar la mirada.
Habiendo aceptado mi destino.
Pensé en mi madre, que posiblemente no sabía dónde estaba, y me la imaginé sola en casa, me dolía herirla, pero sabía que ella sería capaz de reconstruir su vida.
Yo no.
Ver el agua fluyendo bajo la lancha me recordó a Rubí y su amor por la danza. Sabía que al menos ahora, cuando yo no estuviera, ella podría vivir una vida plena, ya que su enfermedad se había ido. Rubí había abandonado su carrera a mitad de semestre solo para venir a salvarme, y ahí estaba yo, incapaz de hacer lo único que me había pedido.
Usar el agua.
Tenía el mar frente a mí, tan inmenso y poderoso, capaz de tragarse hasta el último de nuestros barcos. ¿Y pensaba que yo, siendo tan insignificante, podría usar su poder? Ni siquiera los ángeles estaban ahí para ayudarme, me habían abandonado, estaba completamente sola. Y no me quedaba más que aceptar mi destino, que llegaría en cualquier momento.
Justo como si lo hubiese pedido, la señal que no sabía que existía llegó. Los botes pararon, y sobre ellos, cada uno de los aliados de Santiago se levantaron, incluídos los dos a mi lado. En el momento en que levantaron sus brazos al cielo, fue como si el tiempo se parara.
Ya no podía sentir la fuerte brisa que había estado moviendo mi peluca hasta ahora, no se escuchaba nada, podría decir que hasta el mar se había quedado quieto. Observé a la multitud en los barcos, todas las demás personas se habían quedado quietas, como pausadas en el tiempo. Mientras que los aliados se mantenían como estatuas hacia el cielo.
Ubiqué a Santiago y Charmeine en uno de los primeros botes, estaban bastante apartados de mí, pero él no dejaba de mirarme. En el momento en que Charmeine levantó los brazos, mi cuerpo empezó a irradiar la misma luz roja que ví en los ojos en los chicos a mi lado. Mi respiración se aceleró, estaba pasando.
Nadie iba a venir por mí.
Todo había acabado.
Mi cuerpo empezó a elevarse, de la misma manera en que había ocurrido en la rueda de la fortuna. Había perdido totalmente el control, no podía moverme, solo observar mi final.
Mi cuerpo flotaba hacia el centro de los botes, y aunque no podía verlo, suponía que iba hacia donde estaba Charmeine, y mi sangre hervía solo de pensarlo.
Había llegado mi fin, yo lo había esperado, no había hecho absolutamente nada, y ya era demasiado tarde.
Cuando estuve frente al bote donde estaban ella y Santiago, mi cuerpo se posicionó verticalmente, así que pude verlos fijamente. Santiago me observaba con malicia, pero una sonrisa de pura satisfacción. Charmeine se veía demoníaca, con sus manos alzadas y su pelo alborotado por toda la energía que salía de ella.
Aquello no podía ser lo último que yo iba a ver.
Me pareció ver que algo detrás de ellos se movió, y para cuando supe que era, aquella figura anaranjada había empujado a Charmeine, rompiendo el aro de energía que ella había formado. Y a partir de ahí todo ocurrió muy lento.
Rubí me gritó.
—¡Tess, al agua!
Y no tenía más opción, había dejado de flotar justo en medio de los botes. Así que tomé mi último suspiro y caí al agua.
Ya no sentía nada.
☁️☁️☁️
¡Holaaaaa! Hace años no publicaba, pero aquí estoy de nuevo, esta historia no pasa de este año, lo prometo 😅
Espero que todavía quede alguien por ahí para leer esto, y que le haya gustado.
Nos leemos pronto,
Ele.
✨
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