Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 29. El collar.

Rubí

Saber que el tiempo se acortaba era una tortura, y encontrarme en cama, me hacía sentir atrapada, como si fuese yo la que estuviese atrapada por cadenas. Cada vez que cerraba mis ojos, era imposible no poder imaginar a Teresa, encarcelada. Ya que lo había podido ver todo, aquel momento en que el ángel había caído, y la habían atrapado.

La última ronda de enfermeras de la noche ya había pasado, entregándome medicinas, y entre ellas, pastillas para dormir. Había intentado pedirles tomarlas después, les había dicho que las tomaría cuando hubiese terminado de leer, pero ellas insistieron, así que no abandonaron la habitación hasta que las había tomado.

Cuando se habían ido, yo sabía que tenía que actuar antes de que me quedara dormida. Disponía de muy poco tiempo antes de que las pastillas hicieran efecto, así que saqué mi collar, que normalmente escondía bajo mi camisa, y lo tomé entre mis manos. Su tacto era para mí tan reconfortante como inquietante. Me daba la posibilidad de saber qué iba a ocurrir, aunque aquello no fuese precisamente algo que me gustara, y considerando que no todo el tiempo tenía el poder de hacer algo para cambiar los acontecimientos, a veces deseaba no saber qué iba a ocurrir.

Pero siempre volvía a usarlo, por más que quisiera dejarlo, y permitir que las cosas siguieran su rumbo natural, la incertidumbre podía más. Y en este momento, iba a usarlo para algo más que eso, no iba a ver el futuro, pensaba conectar con otro de mis cristales, y poder despedirme, finalmente.

Cerré los ojos, sujetando el dije de mi collar con fuerza contra mi pecho. Concentré toda mi energía en él, y pude sentir cómo mis manos empezaban a temblar. Temí que aquello alterara mis signos vitales y alarmara a las enfermeras, sin embargo, para cuando pensé que debía parar antes de llamar la atención, ya me encontraba muy lejos de ahí.

El paisaje que se extendía en frente de mí era increíblemente hermoso, y no era de extrañar, ya que me encontraba en un sueño. Aquel era un lugar creado totalmente por mi mente, y me daba la impresión de que a Teresa le encantaría. Me encontraba sentada sobre una manta tendida en el pasto, desde donde estaba, tenía plena vista de un lago en total calma, que fluía junto con la suave brisa. Del otro lado del lago había un bosque lleno de árboles, y podía observar las nubes del cielo reflejarse en el agua. El ambiente me generaba paz, era justo lo que necesitaba, y sabía que Teresa también lo necesitaría.

Nuevamente, tomé mi collar, solo que esta vez usaba una de mis manos para sostenerlo. Pensé en ella, mientras dejaba mi otra mano extendida sobre la manta. Era la primera vez que hacía algo como esto, pero sabía bien que podía hacerlo. Aún si no fuese así, sabía bien que llegado ese punto, haría cualquier cosa por verla una última vez, antes de partir.

Sentí un tacto sobre mi mano, y volteé la mirada, sin dejar de sujetar mi collar, hasta que pude verla ahí, sentada junto a mí. Había funcionado, Teresa estaba justo al lado mío, sujetando mi mano. Le dediqué una sonrisa.

—No sabes cuánto me alegra verte —le dije.

Ella también sonrió. Aunque pude ver en su rostro que había llorado, aquello me rompió el corazón. Me sentía inútil por haber actuado tan tarde, y confiarme de los ángeles como mi última esperanza. Sabía que ya no podía hacer nada, pero le debía una explicación, y por eso estábamos ahí.

—¿Dónde estamos? —preguntó Teresa.

—Estamos en un sueño, mi sueño.

—¿Y yo estoy dormida?

—No, cualquiera que te vea pensará que lo estás, pero tú estás aquí.

—¿Y cómo es esto posible? —cuestionó.

—¿Recuerdas esa tobillera que te dí cuando teníamos doce?

Ella asintió y acercó su zapato hacia nosotras, subió un poco su pantalón para dejar ver aquella tobillera que la había acompañado durante tantos años, y que la mantenía cerca mío.

—Cuando me la diste, me dijiste que siempre que la llevara puesta, tú estarías conmigo —recordó ella.

—Y así es, me ha ayudado a estar contigo aunque esté lejos. Y ahora, que estás aquí conmigo, tú puedes verlo por tí misma.

Ella me miró con curiosidad.

—Entonces, ¿esto es real?

—Sí.

Ella se restregó los ojos, y temí que quisiera salir del sueño.

—No lo puedo creer, dime algo que solo tú sepas.

Sonreí, claro que sabía qué decirle. Aun si era por un momento, quería hacer que escapara de lo que estaba viviendo, que fuéramos solo nosotras dos, en aquel lugar, lejos de todos nuestros problemas.

—¿Que estás enamorada de un ángel cuenta?

Ambas reímos ante mi respuesta, y supe que había logrado que se relajara un poco.

—Está bien, te creo.

—Gracias, pero eso significa que no lo estás negando.

Ella no respondió ante aquello, solo bajó la mirada y pude ver un pequeño rubor en sus mejillas que me lo confirmaba.

—Tengo muchas preguntas por hacerte, como por ejemplo, el cómo es posible que estemos aquí, y que esto sea un sueño. Pero mi verdadera pregunta es, ¿cómo sabes que él es un ángel? ¿siempre lo supiste?

Supe que era momento de contarle toda la verdad.

—Siempre he tenido una conexión especial con el mundo espiritual, y he tenido que actuar con normalidad ante ello durante toda mi vida. Odio guardarte secretos, pero este es el más grande de todos, y antes de que me reclames, solo quiero decirte que en el mundo existen tantas cosas horribles que los humanos sin estas habilidades no pueden ver, y yo simplemente quise mantenerte alejada de todo eso.

Esperaba que me gritara, que se sintiera traicionada después de tantos años guardando un secreto tan grande de ella. Pero no fue así, ella me acariciaba la mano con total calma mientras procesaba lo que le acababa de decir.

—Lo entiendo, solo querías protegerme. Y ahora que he podido ver qué esconde este mundo, sé que si estuviese en tu lugar, me gustaría poder tomar la misma decisión que tomaste tú —hablaba con plena tranquilidad mientras me miraba a los ojos—. No estoy molesta. Gracias, de verdad.

—De nada, fue un peso durante toda mi vida, pero me alegra que ya no lo sea.

Aquello era un verdadero alivio, pero aún había algo que debía decirle. Ella pareció notar aquel motivo oculto en mis palabras.

—¿Por qué lo dices? —preguntó.

No sabía por dónde empezar, la miraba y luego fijaba la vista en el lago frente a nosotras, pensando de qué manera pronunciar aquellas palabras dolería menos.

—Me queda poco tiempo en este plano —dije finalmente—. Por eso estamos aquí, necesitaba despedirme.

Sentí cómo las lágrimas amenazaban con salir.

—Eso no es verdad —negó ella.

—Me gustaría pensar eso, pero escuché a los doctores, no hay nada que se pueda hacer.

—Pero, alguien fue a ayudarte. ¿No lo sientes?

Cuestioné el por qué me preguntaba aquello. Un ángel había ido a verme, pero no me había ayudado. Él había estado ahí para llevarme con él, lo único que lo detuvo de hacerlo fue mi petición de salvar a Teresa, pero no lo había cumplido.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

—Reconozco ese brillo en tu piel. Ya lo había visto antes en alguien, pero en ese entonces no lo había comprendido. Hasta que una noche me fui a dormir sintiéndome muy pesada, como si mi cuerpo quisiera deshacerse de mí, todo me dolía, era una agonía. Esa noche Benjamín me visitó, fue la primera vez que lo ví, estaba en la habitación de mi madre. Y él salió por ventana cuando notó que podía verlo, luego de eso, mi cuerpo se sentía mucho mejor, como si hubiese recuperado mi vitalidad, y tenía el mismo brillo que tienes tú ahora.

No había podido verme a mí misma en un espejo, y hace tiempo que gracias a la enfermedad, había dejado mis sensaciones de lado, tratando de ignorar el dolor y la pesadez. Por eso no había podido sentir ningún cambio en mí, y hasta ese momento había pensado que el ángel que me había visita lo había hecho para acabar con mi vida, no para devolvérmela.

Esperaba que aquello fuese cierto, como última esperanza.

—Ojalá sí sea así.

—Lo es, estoy segura.

Teresa respiraba con dificultad, como si le costara mucho mantener la calma. Me imaginaba qué era eso que estaba pensando. Y temía que cualquier emoción fuerte la sacara de aquel sueño, decidí continuar hablando.

—Lo siento tanto por haberte escondido mi diagnóstico, cuando lo supimos, ya era demasiado tarde para hacer algo, el cáncer ya estaba demasiado avanzado y yo no había recibido ningún tratamiento para impedirlo, no podían operarme, no tenía ningún sentido. Y simplemente decidí cancelar mi semestre y volver, danzar una última vez y poder despedirme de la vida en el lugar que me vió nacer.

Sabía que no debía dejarme llevar, pero no podía aguantar las lágrimas. Ella no decía nada, solo me escuchaba atentamente.

—De verdad espero con todas mis fuerzas que lo que me dices sea cierto, porque hay tantas cosas que aún quiero hacer. Pero si es así, si yo puedo seguir con mi vida, necesito salir del hospital y salvarte, porque no puedo vivir sin ti.

Tomé su mano con más fuerza. Ella pasaba su pulgar sobre el dorso de mi mano mientras me escuchaba.

—No sé si pueda salir de aquí —dijo Teresa.

—Tiene que haber algo que podamos hacer.

—Santiago tuvo cautivo a Benjamín en el mismo calabozo donde me tiene a mí ahora, de alguna manera lo atrapó y lo dejó salir solo para poder usarlo para atraparme. Mi única esperanza es que puedas conseguir a más ángeles, espero que tengan alguna manera de buscar en sus recuerdos y encontrarme, antes de que sea llegue ese día.

—¿Qué día? ¿Santiago te dijo algo?

—Va a usar la celebración del día de la virgen para sacrificarme, y usar la fé del pueblo para eso. Tienes que averiguar dónde será, y decírselo a los ángeles.

—Es demasiado pronto, pero al menos ya tenemos una pista. Intentaré buscarlos y pedirles ayuda, tengo que escapar de ese hospital.

—¿Recuerdas a el ángel que fue a verte?

No había dejado de pensar en él. Cuando había aparecido, pensé que mi vida había terminado, y no podía dejar de darle vueltas a ese pensamiento. Además, le había confiado algo tan importante para mí, y me había fallado.

—Sí, era un chico alto, de cabello largo, parecía asiático. Me daba la sensación de ser algún tipo de ángel de la muerte, por años los he investigado, y reconocí su presencia de inmediato. Cuando lo ví, le pedí que me concediera un último deseo antes de partir, y le pedí que fuese a buscarte.

Saber que no había ido a buscar a Teresa me confundía, porque no entendía el por qué ese ángel había decidido obrar en contra de su naturaleza y alargar mi vida en vez de arrebatármela. Me sorprendió ver la reacción en la cara de Teresa al escucharme, parecía llena de esperanza.

—Y sí lo hizo, Cassiel llegó justo en el momento en que el hechizo de Santiago se activó, no pudo hacer nada. Pero me alegra escuchar que fue a verte, justo antes de ir al hospital, yo me encontraba con él intentando averiguar cómo podíamos encontrar a Benjamín. Cuando mi madre me llamó, él escuchó la llamada, y ya que yo no pude ayudarte, él fue por mí.

Aquello era increíble.

—¿En serio? —le pregunté, aún impresionada.

—¡Sí! —esta vez, Teresa habló con alegría—. Tienes que buscarlo, él te ayudará. Y tienes que agradecerle por mí, por favor, y espero poder hacerlo yo también en su momento.

—Así será, te lo prometo.

Teresa buscó un palito entre el pasto, y comenzó a dibujar un croquis en la arena, explicándome dónde vivían aquellos ángeles. Yo me sentía emocionada, me llenaba de esperanza saber que podría hacer algo, imaginar que mi vida continuaba, y que existía la posibilidad de que pudiéramos salir de esto.

Y muy, muy en el fondo, debía admitir que sentía emoción por volver a ver a aquel ángel que me había salvado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro