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Capítulo 22. Promesas rotas.

Teresa.

Benjamín había entrado por la puerta que daba hacia el balcón, y por eso, me pareció gracioso ver que intentara disimular saliendo por la puerta principal esta vez. Aunque, a los pocos segundos, sin explicación lógica, lo vi llegar a la calle.

Toda la zona comenzó a verse aún más concurrida, las personas que iban caminando se quedaban ahí, observando mientras los dos conductores que habían chocado discutían entre sí. Lo que me parecía más extraño, era que el chico que había ocasionado aquel accidente se encontraba paseando entre ellos, quitándoles sus pertenencias de los bolsillos y urgando entre las cosas de sus autos, sin que nadie le dijera nada.

Era como si nadie más pudiese verlo.

En ese momento, recordé la noche anterior, en la que había visto cómo mi cámara no enfocaba a aquella chica, ni a Benjamín. Pero luego, en casa, pude notar que mi brazo sí había quedado registrado en la foto, al igual que las chicas en la playa y la policía.

Entré a la galería de la cámara y pude comprobar mi teoría, aquel chico no estaba realmente ahí. Solo yo podía verlo, sentí que me faltaba el aire. No podía entender por qué estaba viendo cosas que no existían realmente, había perdido la cabeza. Definitivamente, no quedaba nada sano en mí. Y sabía bien que lo que más me afectaba era saber que Benjamín tampoco era real.

Había pasado toda la noche pensando en aquello. Después de enviar el reporte para el periódico, y obviamente, recibir el pago. Me fui a la cama, pero no sin antes buscar en mi cámara, una y otra vez, aquella foto que estaba segura que le había tomado a Benjamín, hasta que muy tristemente, acepté que no estaba ahí.

Y ahí estaba yo ahora, viendo desde la ventana cómo ocurrían dos sucesos totalmente distintos frente a mis ojos. Primero, estaba el que todos los demás expectadores observaban junto conmigo, dos señores discutiendo por el choque que habían tenido. Y luego estaba aquel chico que se paseaba entre los autos haciendo travesuras.

Me preguntaba qué estaba pasando realmente y qué hacía él ahí, así que comencé a observar los alrededores, hasta que noté algo extraño en uno de los callejones cercanos. Desde donde yo estaba, podía ver claramente que había alguien ahí observando todo, y moviéndose de una manera extremadamente extraña, pero que ya conocía bastante bien.

Aunque la luz no era demasiada en la calle, ya que los faroles apuntaban más que todo hacia la calle, era capaz de distinguir aquellos movimientos que tanto me inquietaban, supuse que se trataba de Charmeine. Y sabía que si se estaba moviendo de aquella forma, quería decir que algo malo estaba a punto de pasar.

Pude observar que Benjamín se acercó lentamente al chico que seguía simplemente molestando entre los autos, y lo observó a los ojos. Parecía como si estuviese dudoso de si debía o no hacer algo. Sin embargo, luego de meditarlo un rato, alzó su mano y la puso en su frente. El chico lo miró con una gran sonrisa macabra, y eso fue lo último que pude ver de él. Luego su cuerpo de esfumó como el humo.

Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo, y el miedo de no entender lo que estaba pasando me ponía ansiosa. Fijé mi vista en Benjamín, que no parecía reaccionar, como si aquello fuese algo cotidiano en si vida. Me pregunté en qué me estaba metiendo sin saberlo, temía saber que todo eso parecía perseguirme desde hace tanto tiempo pero solo ahora veía con claridad las cosas que me rodeaban.

Lo que me dejó más desconcertada, fue ver que el chico aparecía de nuevo en la escena del choque. Salía de abajo de uno de los autos, y se dirigía de nuevo hacia el interior de este. Benjamín lo siguió, hasta que notó que su cuerpo no era el único que salía de debajo del auto. Parecía que se hubiese multiplicado, y a partir de ahora, cada uno de sus clones eran personas encapuchadas, que lo ayudaban a urgar entre los autos. Como si estuviesen preparando algo.

Benjamín dudó en acercarse a uno de ellos, se veía nervioso mientras que todos ellos se acercaban a los autos. Y urgaban desde dentro y debajo de ellos. Finalmente lo vi acercarse a una de aquellas figuras, y poner una de sus manos en su cabeza. Aquel ente se esfumó de la misma manera que el anterior. Sin embargo, a los pocos segundos salió de nuevo de debajo de uno de los autos. Junto con dos más de ellos.

En total eran alrededor de doce figuras, verlas moverse con total sincronía me asustaba, sin duda se encontraban ahí para hacer algo. Ví que Benjamín comenzó a ver hacia la calle, sobre los edificios, parecía estar buscando algo. En la oscuridad de la noche, era muy difícil para mí adivinar qué era.

Me pregunté si debía bajar a ayudarlo, aunque sabía que no podía hacer gran cosa. Además, recordaba que me había pedido que me quedara ahí, y también pensé en que seguramente, para las personas que en este momento observaban el choque y se quejaban por el trancón que había ocasionado, sería como ver a una loca en medio de la calle, interactuando con cosas que nadie más puede ver.

Me quedé ahí, observando desde la ventana cada uno de sus movimientos, mientras tomaba fotos de algo que sabía que ni siquiera se estaba reflejando en cámara, y esperando que pronto llegara alguien que pudiese ayudarlo.

Noté que Benjamín dejaba de buscar a sus alrededores, y al parecer, decidía ir a buscar aquello que tanto esperaba que llegara por sí mismo. Pero, en el momento en que intentó alejarse de aquella escena. Las figuras encapuchadas se abalanzaron sobre él, imposibilitando su paso. Solté un grito.

Lo tenían tomado de manos y pies, y mientras más se acercaban a él, más luchaba por liberarse. Volteé la mirada hacia el callejón, donde Charmeine aún seguía con sus movimientos extraños, y temí nuevamente que se tratara de un sacrificio.

Decidí que debía bajar. No podía seguir más ahí, aunque me llamaran loca, o rompiera la promesa que le había hecho. No podía dejarlo solo. Corrí hacia la puerta, temiendo por cada segundo en que no podía verlo. Nunca en mi vida había bajado tan rápido unas escaleras, y para cuando llegué abajo, me faltaba el aire.

Todo ocurrió muy rápido, lo último que vi de Benjamín, fue que luchaba por liberarse de aquellas figuras, que de alguna manera lo estaban absorbiendo. Solo podía ver su rostro, levantado hacia el cielo. Una ráfaga muy fuerte de aire hizo que girara la mirada en dirección al callejón, de donde había venido.

Dudaba poder luchar contra aquellas figuras, pero no podía dejar que Charmeine se saliera con la suya, así que avancé corriendo al callejón, intentando alcanzarla, antes de que fuese demasiado tarde.

O eso pretendía, de manera casi instantánea, un par de alas se posicionaron frente a mí y me envolvieron. Batallé por un segundo, hasta que escuché la explosión.

Cerré los ojos y una lágrima corrió por mi mejilla, luego otra, seguida por un centenar más. Rompí en llanto.

—¿Estás bien? —me preguntó una chica que parecía ser parte de los paramédicos.

No respondí. Observé a mi alrededor, siendo consciente de que ella no podía ver que un ángel me había estado rodeando en sus brazos. Y que ahora, se acercaba al fuego, junto a lo que quedaban de los autos. Al parecer, los propietarios de aquellos autos habían no habían sobrevivido a la explosión, y las personas que habían estado chismoseando la escena, habían sido arrojadas por los aires.

En ese momento, todo era un total caos, personas iban y venían rescatando a los pocos sobrevivientes. La chica a mi lado no dejaba de interrogarme, y no la culpaba, yo era la única que había permanecido intacta.

—¿Cómo te llamas? ¿me escuchas? —seguía intentando obtener información.

Yo solo observaba aquel fuego, buscando alguna señal de que él estuviese aún ahí. Pero al ver que el ángel que me había resguardado se dirigía hacia mí, en vez de continuar su búsqueda, perdí un poco las esperanzas.

—Vámonos. Aquí no podremos hablar.

Yo asentí y lo seguí. Dejando atrás a aquella chica que me hacía preguntas. No sabía a dónde me llevaba aquel ángel, pero era la única conexión que me quedaba con Benjamín, si me iba a casa, no sabría dónde buscarlo.

Lo seguí por la calle, como a cualquier otra persona. Esperaba que en cualquier momento encontraramos algún pasadizo secreto, o callejón oculto por el cual nos escabulliríamos al mundo de los ángeles. Pero en su lugar, pude ver un edificio de apariencia extraña, era demasiado moderno, y juraba que nunca antes lo había visto en mi vida.

—¿Acá no había un basurero? —cuestioné.

—Lo hay, mira bien.

Mi cabeza daba vueltas, intentando adivinar qué era lo que quería que viera. Pero tenía razón, logré ver los contenedores de basura, que aún seguían ahí. El edificio solo existía a partir del segundo piso, por primera vez. Podía ver el mundo de los ángeles a través de mis ojos.

—¿Cómo es posible?

—Siempre ha sido posible, solo que ahora eres consciente de ello. Por eso antes no podías verlo, te estás volviendo parte de nuestro mundo.

No tuve tiempo de reaccionar, porque él me tomó del brazo, como si de una niña se tratase, y me guío hacia unas escaleras que se encontraban al costado del basurero. Había una puerta al final de las escaleras, y antes de entrar, me pasó lo que parecía un pequeño malvavisco.

—Toma, cómete esto —me pidió.

—¿Qué es?

—Es lo que usa Benjamín para esconder sus alas, espero que sirva para esconderte a ti.

Eso explicaba por qué solo había podido ver sus alas aquella noche cuando lo vi en la habitación de mi madre. Seguramente esa noche lo tomé desprevenido, de ahí en adelante, nunca volví a ver sus alas. Tomé el malvavisco que me ofreció aquel chico y me lo comí, no tenía mal sabor, era muy similar a uno común y corriente.

—Funcionó —anunció con tono sorprendido y emocionado—. Vamos, sígueme.

Lo seguí a través de la puerta que daba a un recibidor, él saludó a la persona que se encontraba ahí y confirmé que no podían verme. Aquel chico caminaba lentamente, supuse que para que pudiese seguirle el ritmo. Era alto, tenía el pelo más o menos largo, y ojos rasgados. Me pregunté si los ángeles tenían familia, y si él sería algún familiar de Benjamín, aunque no se parecían en nada.

Al llegar al final del pasillo, esperamos por el ascensor. Cuando llegó, bajaron algunas chicas muy risueñas, que saludaron al chico a mi lado, se veía que era muy amigable. Ambos estuvimos solos en el ascensor, aproveché el momento para intentar hablar, no sabía si podría oírme.

—¿Para qué usan ascensores si pueden volar?

Al escuchar mi pregunta, él soltó una risa, que me hizo sonreír. Verlo tan calmado, como si nada estuviera pasando, me hacía creer firmemente que todo estaba bajo control. Él me ayudaría a encontrar a Benjamín.

—Nunca me había cuestionado eso. Para ser seres míticos, al parecer no somos muy inteligentes —opinó.

La puerta del ascensor se abrió, y entró un chico, así que me mantuve en silencio hasta que vi que el chico asiático se bajó. Y lo seguí, se dirigió hacia una de las puertas, la abrió, luego se mantuvo un rato de pie junto a la puerta, yo entendí que estaba esperando que pasara. Una vez que había cerrado la puerta, me habló.

—¿Sí estás ahí?

Asentí, luego me sentí como una tonta, y le respondí.

—Sí.

—Genial, no sé cuánto dure el efecto. Pero aquí estás a salvo.

Comencé a recorrer la estancia con la mirada, imaginando a Benjamín ahí, cómo eran sus días en casa, y sentí un vuelco en el corazón al recordar su rostro mientras era absorbido por aquellas figuras.

—Esto va a ser realmente difícil si no puedo verte —comentó—. De todas maneras, mucho gusto. Me llamo Cassiel.

Dicho eso, estiró su mano. Yo se la tomé.

—Tienes que tener cuidado de no tropezarte con nadie, porque no puedo verte. Pero puedo sentir tu mano.

Esto iba a ser una completa pesadilla, tomando en cuenta lo torpe que era. Aunque no le di importancia por el momento, necesitaba que me explicara qué estaba pasando.

—Necesito saber por qué estás tan tranquilo.

—Te lo explicaré todo justo ahora, sígueme.

—¿A dónde vamos?

—A la cocina.

☁️☁️☁️☁️☁️☁️

Diré hola tímidamente porque sé que acabo de desaparecer al personaje que todas aman. 😶

Pero no mueran, que la calma de Cassiel les dé la seguridad que necesitan para seguir. ✨

Nos leemos pronto,
Ele.

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