Es sorprendente como dos minutos pueden alegrar un día entero que estaba yendo mal.

Lo vi. Lo vi hoy... Me alegraron sus ojos brillantes como esmeraldas, amables.

Vino a verme a la biblioteca de nuevo.

Me hizo sentir bonita cuando me habló. Me hizo sentir azul de nuevo.

Dijo que le gusta el desastre que soy. Dijo algo que convirtió mi mueca en una sonrisa.

Dijo que le gustaban mis rodillas raspadas, y que mis ojeras eran hermosas. Que mis ojos cafés le habían causado insomnio desde el día en que me conoció y que mi forma de hablar lo volvía loco, pero yo ya había escuchado eso antes. Sí, lo escuché de tu voz.

Él es tan diferente a todos, y aún así me recordó a ti. Tal vez porque ambos son distintos al resto. O quizás son tan similares que por eso me gusta.

Sólo que antes tú solías ser azul, y ahora eres gris...

Él es tan peculiar, y extrovertido que no sé si sea correcto dejarlo acercarse mucho. No quiero volver a llorar pronto, me costó demasiado dejar de hacerlo.

Quizás tengo miedo porque me recuerda mucho a ti. Es exactamente como me hacías sentir cuando empezaste a corresponderme. Enamorada...

Ya hemos salido algunas veces, pero nada serio.

¿Debería dejarlo acercarse más? Tengo miedo. Aún sueño contigo a veces, que regresarás a enamorarte de mí otra vez y que pasaremos los años juntos.

Pero hay sueños que no pueden ser, y hay tormentas bajo las cuales no podemos navegar. Tú fuiste la mía, pero no me arrepiento.

Tengo tanto miedo. Él es azul, es azul como tú lo fuiste. Pero con él los colores vuelven a tener brillo por momentos. Tengo tanto miedo de estar equivocada.

Pero parte de amar es dar saltos de fe. Si salto y lo logro, habré vencido el temor a amar que me quedó después de haberte dejado ir.