Es difícil dejar ir cuando el recuerdo de alguien, y su voz, te persiguen.

Ya no sé como me siento hacia ti. Me duele no tenerte, pero no tanto como ayer. Me duele que estés sufriendo sin mí para consolarte, pero me estoy levantando del suelo con mis débiles manos. Ya no pienso tanto en ti.

La medicación ayuda con eso. Estoy en paz, aunque aún se siente incorrecto abrazar sólo esa vieja camisa de cuadros rojos que dejaste olvidada en mi casa cuando te fuiste.

Ya no estaré nunca al lado de tu cama para cuidarte. No recostaré mi cabeza en tu hombro de nuevo para que sientas mi calor. Decidí que ya no responderé tus llamadas de nuevo. 

No puedo seguirnos haciendo daño.

Ya no veo nada, pero al menos no te veo a ti. Encontraré una meta. Alguna salida debe haber de esta oscuridad.

No hay nada que desharía, aunque me arrepiento de algunas cosas. La lucha es diaria para sentirme importante de nuevo. No importa dónde, como y con quién duerma, siempre estás allí. Y dónde quiera que tú estés, ahí estaré aunque no lo sepa.

Son las siluetas bailando sobre mi pecho, las que no me dejan dormir. La medicación no ayuda con eso.

Todas las horas de sueño no me hacen menos indiferente o me llenan el hueco que tengo en el pecho.