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Capítulo#3

Capítulo 3

Idiota, engreído, niño perfecto

Y ahí estaba él, con su uniforme de prácticas, era color blanco, una camiseta con los números 09 en su parte trasera, un short a la altura de su cintura hasta el comienzo de sus rodillas, unas medias algo altas color negro, y unas converse blancas. Una vez leí que esos zapatos eran buenos para el básquet, de hecho, fueron creados con ese propósito.

En fin, me he ido del tema.

Su maldito cabello se encontraba húmedo por el sudor, rebotaba la pelota, daba pases a sus compañeros, esquivaba a la perfección los bloqueos, sus pies se movían ágilmente. Carajo, ¿quién era él? ¿Acaso tenía una doble vida y realmente era Barry Allen? Porque sinceramente, en estos momentos era el jodido flash.

Un corrillo de chicas desde más gradas lo animaban.

Deben ser su club de fans.

En una esquina, había unas chicas con blusas y sayas cortitas.

Animadoras

Y una de ellas —bueno, era la que más — se lo comía con la mirada, parecía ser su novia. Se trataba de una chica de cabello rojo, con sus proporciones perfectas. Es como ese tipo de chicas que suelen aparecer en las pelis malas para adolescentes con el mismo cliché, el chico lindo se enamora de la protagonista teniendo una novia hermosa que cualquiera quisiera pero que esta resultaba ser una bruja malvada.

Disculpen mi exagerada imaginación, veo demasiados dramas juveniles de esos que nadie ve.

Aunque bueno, vi Soy Luna, estoy segura que aquí muchos la han visto.

En fin, aún no me creo que ese tipo sea atleta. Aunque, tiene sentido, porque su cuerpo está bien formado, incluso se le notan sus piernas bien trabajadas, y de las mangas de su camiseta sobresalen sus bíceps en sus brazos trabajados, no es una musculatura monumental de esa que dices, ¡Carajo, que exagerado, La Roca 2.0! Pues no. Es más bien una musculatura de esa normalita pero que te alimenta la vista.

¿Me entienden?

En fin, es como decir, un Shawn Mendes pero en versión engreído.

Ok, no lo conozco, pero me sale de mis partes pudendas decir que es engreído. ¿Vale?

— No lo creía si no lo veía antes— oí que dijo mi amiga a un lado mío, la miré— Me dijeron, que es el capitán del equipo de baloncesto de la universidad, y que en preparatoria, ganó todas las ligas con su equipo novato, pero este año, serán presupuestados por esta importante universidad. Y por increíble que parezca, es odioso que sea tan perfecto.

— Ya te digo— dije con cara de asco— Igual, no es algo que deba interesarme— crucé mis brazos sin interés— ¿Por qué no mejor nos vamos a ese sitio donde se supone que está tu hermano?

— Cierto— dijo abriendo sus ojos como si acabara de recordar algo importante. No la culpo por olvidarlo, pero carajo— Vámonos, aquí no hay nada que ver.

De eso no estaría tan segura.

Mejor cállate.

Y nuevamente corríamos como si nuestras almas dependieran de eso. Me detuve en seco ahogándome, necesito aire.

— ¿Por qué te detienes?— me preguntó.

— Pregunta...obvi...a...men...te...tonta— suspiré con pesadez para estabilizar mi respiración. Una vez recuperada hablé nuevamente— Creo que, respirar es más importante que un celular. ¿Por qué seguimos corriendo si nadie nos espera?

— Tienes razón. No pensé en los detalles.

— Ya veo.

Puse los ojos en blanco mientras caminaba al mismo paso que Lucy, subimos al menos dos pisos y ella me guió hacia unas puertas de cristal, entramos por ellas.

Habían algunos alumnos investigando cosas en las computadoras, o simplemente, navegando en Internet. Al final del corredor, en una computadora algo alejada, había un chico, de cabello negro algo ondulado y tez morena, muy similar a la de Lucy.

— Lukas— habló ella para llamar la atención del muchacho, que sinceramente, no tiene pinta de ser un cerebrito típico de esas películas donde los nerds tienen lentes, son bajitos y etcétera, etcétera, etcétera. Era todo lo contrario.

Cabello con ondas, ojos verdes, unos lentes algo grandes con armadura simple y nada exagerada, —le quedan impresionantemente bien— un gorrito negro que dejaba sobresalir un poco sus rizos, vestía completo de negro, una sudadera con capucha que no usaba en ese momento, delante de la sudadera había un símbolo, parecía el de Avicii. 

Oh por Dios.

¿Acaso todos los malditos chicos de esta escuela están buenos o qué?

— Lu— sonrió dejando ver su dentadura completamente blanca. Diosmioooooo. Me miró por unos segundos y sonrió saludando— Lamento no haberte ido a ver ayer, estuve ocupado intentando socializar.

¿Y encima socializa?

Hollywood, Disney, k-dramas... ustedes arruinaron lo que es el concepto de nerds.

¡No se parecen en nada a los que he visto en películas!

— No te preocupes, también hice una amiga— me atrajo hacia ella apretujándome con un brazo— Su nombre es Irene.

— Un placer— me sonrió y regresó la vista a su hermana— Estoy seguro que necesitas algo de mí, porque odias los sitios con computadoras.

— Estás en lo correcto— afirmó. Y mientras tanto yo soy invisible, soy el papelito de la pared, sí, soy un tapiz.

— ¿Para que soy bueno?

— Para todo lo que tiene que ver con robótica, quería preguntarte si podrías arreglar este teléfono — lo levantó agitándolo en el aire. No es un pañuelo, ¿por qué lo agita?

— ¿Origen de la muerte?— preguntó tomándolo en sus manos.

— Ella te explicará mejor, es suyo— me acercó a él. Pestañeó varias veces, yo hice lo mismo. Aclaré mi garganta avergonzada y con los huevos —que no tengo— hablé.

— Un idiota anoche, chocó conmigo y lo tiró, dio varios giros épicos y luego no prendía— él asintió poniendo rostro serio.

— Lo revisaré— sonrió de lado— Veré cuál fue el origen del problema y si la solución está en mis manos, te ayudaré.

— Gracias, de verdad. Me dices cuánto costaría y yo te...

— No, no, no— me interrumpió agitando sus manos en señal de no darle nada de importancia al asunto del dinero— No es necesario, solo lo hago porque eres amiga de mi hermana. Eres a la primera que veo vestida— le dio un toque divertido a su comentario. Yo me reí y Lucy puso rostro de obviedad.

— Pues haber tocado la puerta las veces anteriores— dijo elevando sus hombros— Ella es heterosexual — le dijo, o más bien, le informó.

— Comprendo— asintió— Bien, tengo clase de Robótica en unos minutos— habló poniéndose de pie— Debería irme— tomó su mochila y guardó mi celular dentro de un bolsillo— Nos vemos— se despidió de su hermana— Hasta...la vista...emm...Irene.

Le hice un ademán de despedida y él se fue.

— Bueeeeno...

— ¿Bueno qué?— inquirí enarcando una de mis cejas.

— Nada, no, nada.

— Lucy.

— Bueno, es que...¿Qué te pareció? Suele ser más sociable, y no anda tan despeinado siempre. Solo que...

— Eyeyey, ¿por qué preguntas? No es algo relevante.

— ¿Me vas a negar que mi hermano no es el prototipo de nerd que esperabas? Admítelo.

— Eso te lo admito, está bueno, pero no entiendo por qué te da curiosidad.

— ¿Cómo que por qué?— inquirió divertida— Porque es evidente que le llamaste la atención. O es eso, o que tal vez le sacas un ojo con uno de esos pezones.

Bajé la vista a ellos avergonzada, es cierto, había olvidado que no traía sostén.

— Que vergüenza— dije cubriendo esa parte de mi cuerpo.

— Que aguafiestas, a la próxima no te lo digo— torció sus ojos— Era una buena vista.

Reí por su comentario, ella hizo lo mismo.

— Y bien, ¿Merendamos algo antes de ir a clases? Muero de hambre, tanto correr acabó con mi inexistencia existente— bromeó.


***


Luego de una larga tarde de clases, por fin, fui a la segunda planta, ahí estaban todos los clubes de manualidades y cosas así. Quería inscribirme en pintura. Me atraen esas artes.

Si claro, como si ese sexy profesor no te hubiera gustado.

Ignoré a mi conciencia y bajé, busqué el salón de pintura, cuando lo hallé, abrí la puerta, pedí permiso y entré. El profesor me echó una ojeada rápida y me dijo:

— Adelante, toma asiento, señorita...

— Acosta, soy Irene Acosta— me presenté.

— Bien, toma asiento, ahí detrás, es el único espacio libre.

Asentí con la cabeza y caminé hasta llegar ahí. Los demás me observaban como un bicho raro, solo espero que no se hayan dado cuenta de mis pezones, jejeje.

Me senté en una de las banquetas del final —la única libre que había— y me dediqué a prestarle atención al profesor. Pero bueno, el mundo que siempre lo verás en mi contra, cuando giré mi cabeza hacia el lado derecho, me topé a ese ser tan desagradable para mí.

Oh no, él no.

Estaba mirándome, como si analizara algo de mí, y entonces, fue cuando caí en cuenta que no traigo sostén y que puede que mire eso. Pero bueno, nunca me achanto frente a nada ni nadie y este tonto, no es la excepción.

— ¿Qué miras? ¿Me está pasando un desfile de monos por la cara o qué?— intenté sonar lo más intimidante posible. Sin embargo, él solo me dedicó una corta sonrisa, una sonrisa muy sarcástica.

— Lo dice la que me miró primero.

— Solo lo hice para orientarme— me defendí.

— Aún no me dices el precio de tu celular.

— ¿Y a tí que te importa?

— De hecho, no me interesa, pero se rompió por mi culpa, así que es lo menos que puedo hacer. ¿No crees?

— No lo creo.

— Si no me dice del precio, te compraré uno cualquiera, y seguramente será más caro que el tuyo actual. ¿Me dirás el precio o debo pasarme por las tiendas de Smartphones?

¿Qué, qué?

Este chico está loco.

— ¿Un smartphone?— abrí mis ojos enormes— Mi celular no era tan caro.

— Entonces, dime el precio.

— ¡Allá al final!— el profesor nos regañó— Señorita Acosta, ya que se lo sabe todo aparentemente, ¿me puede decir de que obra estaba hablando?

¿Eh?

Improvisa tonta, no puedes dejar que ese bombón sepa que eres idiota.

Es que técnicamente, lo soy.

— El cuadro de La última cena, dibujado por Da Vinci.

— Correcto, señor Poe— sonrió complacido. Me miró nuevamente — Si va a dedicarse a distraerse— me dijo severo— debería de irse, o al menos, aprender de su compañero, estaba escuchándola y aún así, supo responderme.

Maldije en mis más interiores y profundos quejidos internos queriendo asesinar a ese imbécil. Míralo, en su rostro hay una sonrisa de idiota plantada.

Lo observé queriendo asesinarlo. Volví la vista al profesor y respondí, tragándome mi orgullo con la respuesta.

— Lo lamento, no volverá a suceder, profesor Núñez.

Fantástico, ahora nos odia, deberías estar feliz, tonta.

Ay, ya basta. Cállate.

Este tonto, me las pagará.




(•••)




Con toda la paciencia —que no tengo— me encontraba mirando hacia un punto específico, ¿es que este chico está en todas las malditas partes? Ya sé, es un alien que se clona o algo así, o puede tratarse de una especie de Flashpoint y esto sea una línea temporal rota y eso significaría que hay más de un idiota de esos, y quien sabe, tal vez ni siquiera debería conocerlo. Sería maravilloso.

Sonreía medianamente siempre, se encontraba en un grupo no tan grande de personas en una mesa de la misma cafetería donde había estado la noche anterior, solo que esta vez, estaba sola. Lucy tuvo que atender a su novia quien fue a divertirse con ella al apartamento, por supuesto, no me apareceré en dos horas, esas fueron mis indicaciones.

Sin embargo, me ha dado mucho en que pensar este tal chico Poe.

Achiné mi vista un poco, mis brazos estaban cruzados. Solo intento comprender cómo es que puede estar en todas partes. Esta mañana en el descanso estaba en la cancha de básquet, luego, en la tarde, en pintura, y ahora en la maldita cafetería a donde solamente vine a buscar la paz.

El mesero de la noche anterior caminó hacia mí con una sonrisa y preguntó:

— ¿Qué desea hoy, linda señorita?— ni siquiera le presté mucha atención pero intenté ser cordial.

— Lo mismo de anoche, gracias.

Él, anotó en una pequeña libretita mi pedido y se marchó.

Yo, por otra parte, me dispuse a ir al lavabo unos escasos segundos, necesitaba lavar mis manos. Lo había olvidado, como fui prácticamente expulsada del apartamento durante dos horas enteras. Manda huevos.

Lavé mis manos, me miré al espejo, mi cabello para nada peinado, estaba suelto, desde esta mañana, no lo había desenredado, lo olvidé completamente. Con una liga para el cabello me hice una cola de caballo no tan alta y salí de ahí, hacia el oscuro pasillo donde había un chico aparentemente esperando por mí. Pero seguí de largo, solo que me detuvo.

— Oye— tomó mi brazo y me acercó un poco a él sin llegar a pegarme a su cuerpo— Por favor, dime el precio de tu teléfono.

— Aish, eres tan intenso— dije cansada de él.

— Prefiero llamarlo, perseguidor de sueños.

— Toca huevos es lo que eres, aish Dios, déjame en paz. Tienes novia, una vida de envidia. Deja a los demás ser, Poe.

Él colocó un rostro severo.

— No me digas así.

— ¿Y cómo carajos quieres que te llame? Ese es tu apellido, zangolotino.

— Si, pero tengo nombre.

— ¿Y ese es?— él me miró confundido. Era una mirada que expresaba la máxima duda capaz de ser expresada. Es como si le sorprendiera que no me sé su nombre.

— Alexander.

— Genial, Alexi, escúchame, déjame en paz, no me interesa ni tu maldito dinero,  ni tu maldita forma de hablar como si fueras un maldito Playboy. ¿Me entiendes? Te dije que no pagaras mi teléfono, así que déjame en paz, imbécil.

— ¿Y esto de insultar te sale natural?— mi rostro se desfiguró por la confusión. Lo miré— Si, porque, te la pasas ofendiendo a mi persona, y ni siquiera sabías mi nombre. No me conoces, ¿Por qué me insultas?

Me la tiró dura.

— Insultar se me da de maravilla, lo sé — sonreí con ironía y avancé unos cortos pasos, luego me volteé para volverlo a encarar.

»Lo que sucede, es que desde que te chocaste conmigo, en lugar de pedir disculpas, preguntaste el precio de mi teléfono para pagarlo. ¿Los ricos no conocen otra forma de disculparse? La gente normal solo pide perdón.

— ¿Para qué?— inquirió. Mi rostro volvió a desfigurarse por la confusión.

—¿Qué?

— Para que pedir perdón si ya el mal está hecho. La idea es repararlo. No creo que estés en lo cierto, la gente normal se disculpa porque no me alcanza para pagarte el teléfono, yo no me disculpo, por dos motivos— elevó el dedo índice de su derecha— Uno: porque tengo como reparar las cosas;— elevó otro dedo— y dos: porque nunca pido perdón, eso es de tontos— sonrió ladinamente.

»De tontos, y de perdedores. 

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