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Cap. 19 Algo que le pasó a una amiga

Después de pensarlo, Ellen decide contarle algo a Caleb.

Siente que le debe una explicación que justifique su comportamiento. Y también siente que puede confiar en él. 

—Creo que es por algo que le pasó a una amiga —empieza a decirle—: Ella quiere olvidarlo, pero yo no puedo hacerlo. 

—¿Buscas venganza? —le pregunta Caleb. Y Ellen tarda unos segundos en responder. 

—Sí.

—La venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible, dijo Goethe. Espero que no creas que vengarte va a hacer que te sientas mejor, porque no lo vas a conseguir. 

—Solo quiero dar una lección, demostrar que... Es una forma de hacer justicia. La venganza es la justicia del hombre salvaje, dijo Epicuro.

—Ya, pero tú no eres salvaje. Por eso, no ibas a conseguir sentirte mejor, sino todo lo contrario. 

Ellen se queda un momento pensando. Puede que Caleb tenga razón, además, ya no tenía tantas ganas de vengarse de lo que le ocurrió a Laia. Ese brote de ira que había sentido, sospechaba que no tenía nada que ver con su amiga, pero decide seguir contándole esa historia a Caleb. Aunque, en realidad, él sospecha que Ellen se está refiriendo a ella misma, y que ha utilizado ese fácil recurso de fingir que está hablando de lo que le pasó a una amiga.

—Lo peor es que mi amiga se siente culpable por lo que le ocurrió, y eso me enfurece todavía más.

—¿Sabes que la sensación de culpabilidad no desaparece con la venganza? —le pregunta Caleb, y sin dejarle responder, añade—: Vengarte por lo que te... por lo que le ocurrió a tu amiga, no hará que se sienta menos culpable, sino todo lo contrario.

Se quedan en silencio y se cruzan sus miradas. Ellen no puede evitar sonrojarse y de inmediato baja la vista hacia el suelo. 

—¿Por qué crees que se siente culpable? —le pregunta Caleb. 

—Porque..., porque ella quería que pasara. No que pasara tal y como ocurrió, pero... Es complicado.

Ellen quiere dar por finalizada la conversación. Se da la vuelta, para ir a por su bolsa y marcharse de allí. Pero una nueva pregunta de Caleb hace que se detenga:

—¿Sabes por qué te confundieron con una prostituta aquella noche? —Ellen se gira, pero no contesta—: Porque siempre que voy acompañado a ese bar es de una prostituta. Y no, no es porque utilizo sus servicios. Es porque me piden ayuda para sacarlas de una situación... complicada.

—¿Qué quieres decir? 

—Algunos hombres creen que pagar por tener sexo con una prostituta les confiere una serie de derechos sobre ella. No las tratan con respeto, porque piensan que no lo merecen, si ofrecen sexo a cambio de dinero. Pero en realidad son ellos mismos quienes se desprecian, y pagan ese desprecio con las prostitutas. Algunos hombres se vuelven violentos, agresivos. En algunos casos, las chicas pueden localizarme y las ayudo a salir de esa situación. 

—Hijos de puta... ¿Les das una paliza?

—No. Eso lo hice una vez. Me ensañé con él. Y te aseguro que eso no hizo que me sintiera mejor. 

—Al menos, conseguirías que se le quitaran las ganas de volver a actuar de esa forma.

—Durante una larga temporada, sí. No podía moverse. Pero no sé si al cabo del tiempo volvió a hacerlo. La satisfacción de haber podido ayudar a aquella mujer se vio eclipsada por la sensación de culpabilidad que tuve durante mucho tiempo por lo que le hice a ese hombre. Por eso, sé que la venganza no es la solución.

Ellen no dice nada, mientras reflexiona sobre lo que le ha contado Caleb. Y él aguarda también en silencio, esperando que ella quiera seguir hablando y contarle, quizás, cuál es la venganza que está buscando realmente y si es por algo que le ocurrió a ella, tal y como sospecha. Aunque también sabe que no es fácil hablar de una situación traumática. El cerebro tiene recursos para evitar el sufrimiento, y si recordar algo le hace sufrir, puede bloquearlo de forma natural, crear una especie de amnesia selectiva. 

Eso podría ser lo que le ocurre a Ellen,  que su cerebro ha bloqueado ese recuerdo y por eso ella no puede compartirlo. Sin embargo, remover ciertas emociones, puede hacer que reaccione de la forma que lo ha hecho.

A Caleb le gustaría preguntarle, ofrecerle la confianza suficiente como para que ella se sincerara. Pero a su vez, no se atreve a seguir indagando, primero porque sabe que puede abrir una herida muy dolorosa, y segundo porque sabe que estaría cruzando un límite que él mismo se había marcado con su alumna. 

Sin embargo, al verla allí callada, con la cabeza agachada, mirando al suelo y mordiéndose el labio inferior, se despierta una gran ternura por ella, una necesidad de ayudarla, de protegerla.

Se acerca hasta ella para decirle que puede confiar en él, que le cuente qué le atormenta, para que él intente ayudarla. Le enseñará defensa personal, si con eso va a sentirte más segura, pero quiere convencerla de que abandone la venganza.

Cuando está frente a ella, baja el tono de voz y le dice:

—Ellen, quiero que sepas que puedes conf... —el sonido del móvil indicando la entrada de una llamada, hace que se calle.

—Disculpa —le dice Ellen, antes de responder la llamada. 

Caleb se aparta para dejarle su espacio, pero aun así, escucha parte de la conversación:

—Hola, Dan, dime.

—Hola, hermanita. Oye, ¿has ido alguna vez al Luna de Mar con tu amiga Laia? 

—¿Luna de Mar...? Puede ser, ¿por qué lo preguntas? —al decir ese nombre, Caleb se pone algo tenso. Intenta prestar más atención y ser más disimulado, para evitar que Ellen se dé cuenta de que está escuchando.

—¿Recuerdas que te comenté que una de las empresas del padre de tu amiga aparecía en el caso que se está investigando?

—Sí, ¿vais a llevar su defensa? 

—Seguro, pero aún no. Escucha, parece que hay algo más. Ese lugar podría ser la tapadera de un prostíbulo de lujo, con operaciones poco claras. Y lo mejor; el padre de tu amiga podría ser el propietario.

—¿¡Qué!?¿Su padre el propietario...? —pregunta Ellen sorprendida.

—Por eso te preguntaba si habías ido con ella y te había contado algo, o habíais entrado gratis, no sé...

—Pues no, no he ido con ella. Y no creo que...

—¿Y te ha contado si ha ido ella alguna vez? ¿Quizás ha ido acompañando a alguien...?

—No insinuarás que es una prostituta de lujo, ¿verdad?

—Yo no insinúo nada, Ellen, solo investigo. Es posible que el padre de Laia contrate a nuestro bufete para su defensa. Ya sabemos que este tipo de clientes nunca cuenta toda la verdad, ni siquiera a sus propios abogados. Por eso quiero empezar a saber qué se mueve detrás de todo esto. ¿Podrías preguntarle a tu amiga dónde ha...?

—Para un momento, Dan —le interrumpe Ellen—: No pienso investigar a mi amiga.

—No te pido que la investigues, solo que le hagas unas preguntas...

—Me da igual. No pienso hacer nada de eso. Primero, porque no creo que mi amiga esté metida en esto. Segundo, porque ni siquiera sabes si su padre es el propietario del local. Y tercero, porque ni siquiera te han dado el caso.  Solo están investigando sus empresas, si no encuentran nada ilegal, no hay caso.

—Bueno, esperaré. Es cuestión de tiempo que nos contrate y ya sabes que si el río suena, agua lleva, así que, cuando tenga más información, te volveré a llamar. Un beso, hermanita.

Ellen cuelga la llamada y resopla. Le da mucha rabia que su hermano solo la llame cuando quiere conseguir algo de ella, y que cuelgue la llamada sin darle tiempo a despedirse. 

—¿Todo bien? —le pregunta Caleb.

—Era mi hermano. Quería preguntarme por un sitio y bueno... 

—¿Es policía?

—No, es abogado y...

—¿El sitio es Luna de Mar? —pregunta Caleb—: Te he oído nombrarlo.

—Sí, ¿lo conoces? 

—Algo... —Caleb no añade nada más, pero entonces Ellen empieza a divagar. Su hermano le ha dicho que ese sitio podría ser un prostíbulo ilegal encubierto, y Caleb ofrecía su protección a prostitutas en apuros. ¿Tal vez había alguna relación entre ambas cosas?

—Parece que podría ser un sitio donde... se sirven algo más que copas —dice Ellen, esperando que Caleb añada algo más.  Pero no lo hace, así que Ellen sigue hablando—: Parece un lugar exclusivo, pero no me pareció que se hiciera nada ilegal allí...

—¿Es que tú sueles ir?

—Solo he ido una vez, pero no para... ¿Tú has ido? 

—He ido. Pero no he entrado. 

—¿Y sabes qué tipo de fiestas se organizan allí? —sigue preguntando Ellen, con cautela. 

—Tengo una idea. ¿Tú sí lo sabes? —pregunta Caleb, también con cautela.

—Algo sé. En realidad, fui porque..., no fui para... Yo no quería...

—¿Tener sexo con dos hombres a la vez? —pregunta de pronto Caleb. 

—Así que, sabes qué tipo de fiestas son... —le contesta Ellen, enarcando una ceja

—Parece que tú también...

—Algo tenía entendido, aunque yo no fui para eso.

—Entonces, ¿para qué fuiste? 

—Quería encontrarme con alguien. 

—¿Encontrarte? —pregunta Caleb, y ahora es él quien enarca una ceja—: Querías encontrarte con alguien, pero resulta que te encontraste entre dos, ¿es eso?

—¡No! Fui a ver a un chico, un... compañero de la universidad. Trabaja allí. Yo no tenía ni idea de que allí se iba para... bueno, eso. 

Ellen quiere justificarse. Y no entiende por qué. Sabe que no tiene que hacerlo, sabe que no tiene que darle explicaciones a su entrenador, ni que probablemente, él las quiera, sin embargo se ve con la necesidad de hacerlo. 

—En realidad, ese chico no me invitó para participar en ese tipo de encuentros. Él se encarga de organizar fiestas y eventos, y... —Caleb hace una leve mueca que a Ellen no pasa desapercibida. No sabe cómo interpretarla, pero sabe que algo de lo que ha dicho le ha hecho reaccionar. Así que, le pregunta—: ¿Tú sabes algo?

—No —es la escueta respuesta de Caleb—: ¿Y tú?

—No mucho, la verdad.

—Pero algo quieres averiguar sobre ello, ¿no? 

Ellen tarda unos segundos en responder. Caleb parece demasiado interesado en su relación con ese lugar. Pero en lugar de responder, le pregunta:

—¿Y tú? Dices que has ido, pero no has entrado. ¿Para qué fuiste?

—Tenía curiosidad. 

—¿Ese sitio está relacionado con algo de lo que tú haces para proteger a las chicas...? —sigue preguntando Ellen.

—Ya hemos terminado por hoy —la interrumpe Caleb con sequedad—: Te espero mañana.

Se dirige hacia la puerta y la abre, esperando a que Ellen le acompañe a la salida. Ella deja la conversación y se despide hasta el día siguiente, con la certeza de que Caleb sabe más de lo que demuestra.

En cuanto Ellen sale, Caleb se aleja de la puerta, para ir a buscar su teléfono:

—¿Podemos quedar? —le pregunta a su interlocutor.

—Sí, claro, ¿cuándo te viene bien?

—Ahora.

—¿Ahora? Estoy en La Luna, si quieres...

—De eso precisamente quiero que hablemos —le interrumpe Caleb—: ¿Qué acuerdo tienes con el dueño del local?

—Mmmm, ¿qué pasa, hermano? 

—Contéstame.

—Pues... un acuerdo comercial. Tenemos un contrato de arrendamiento puntual, no sé el término exacto para...

—¿Quién firma ese contrato? —insiste Caleb.

—Una empresa, no sé, no recuerdo su nombre ahora... Pero, ¿a qué vienen esas preguntas?

—¿Es todo legal? ¿Está todo en orden? 

—Caleb, dime qué pasa. ¿Qué sabes? 

—Contéstame.

—Sí, claro... Lo lleva todo la gestoría, todo legal, por supuesto. Tenemos un acuerdo de arrendamiento y reparto de ganancias, cada vez que organizo un evento. Lo normal. 

—Necesito que averigües de quién es la propiedad de ese local.

—Vale, buscaré un contrato. Pero, ¿puedes decirme para qué quieres saberlo? ¿Tengo que preocuparme?

—Tú sólo preocúpate de que todo sea legal. Podrían estar investigando las actividades que se llevan a cabo en La Luna. 

—¿Qué tipo de investigación? 

—No puedo decirte más —le aclara Caleb—: Aunque espero que esos eventos que organizas sean legales.

—Ya sabes que sí, bro. Yo solamente ayudo a hacer realidad algunas fantasías.

Se quedan un momento en silencio, que Caleb aprovecha para lanzarle una nueva pregunta:

—¿Has conocido a alguien últimamente, que no haya querido participar en ese tipo de encuentros?

—¿Cómo? —pregunta Jared extrañado—: Todas las personas vienen a...

—Y todas acceden a mantener relaciones por voluntad propia, ¿verdad? A nadie se fuerza a...

—¡Pues claro que no! Ya te digo que es todo legal, con consentimiento, con naturalidad. 

—¿Y no ha habido nadie que se haya podido quejar o que no supiera lo que se iba a encontrar? —insiste Caleb.

—A ver, hace poco, hubo un tío que se sobrepasó un poco con una chica. Se puso un poco agresivo, pero el compañero dio aviso y lo echamos del local. Nada más. 

—¿Y alguna mujer?

—¿Alguna mujer? —pregunta Jared—: ¿Te refieres a si alguna mujer no sabía a lo que venía? No, ya te digo que... Bueno, hay una chica a la que conocí, pero... Sí, vale, ella no sabía nada, pero porque creo que le gastaron una broma. Quedó allí con alguien que no acudió, nada más. Pero esa chica es... Bueno, ya te contaré. Es... diferente. A ver si podemos vernos mañana y hablamos, ¿te parece?

—Vale, y tráete un contrato, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Me paso por tu casa por la tarde. 

Caleb se despide de su hermano y se queda pensando. Conocía perfectamente la actividad a la que se dedicaba su hermano. No es que le pareciera la mejor de las profesiones, pero Jared le había asegurado que él se encargaba de organizar fiestas y eventos donde se frecuentaban encuentros sexuales. Como él mismo decía: "como en todas las fiestas y eventos, solo que, en estas, quien acude sabe que es para que una mujer tenga sexo con dos hombres".

También le había asegurado que nunca había presenciado ningún altercado, hasta que esa noche le había mencionado lo de ese tío que se sobrepasó. El mismo tío del que Caleb sospechaba que había dado una paliza a una prostituta del barrio, por lo que había decidido seguirle hasta aquella fiesta. Aunque no tenía datos suficientes como para asegurarlo.

Cuando vio a Ellen salir aquella noche del evento, se quedó muy sorprendido, pues no habría imaginado que a ella le gustara participar en ese tipo de encuentros. 

Ahora, después de las conversaciones con ella y con Jared, sospechaba que Ellen era esa chica a la que su hermano se refería, aunque todavía le faltaba información para poder atar cabos y pasar a algo más que conjeturas. 

Le preocupaba la relación que había entre el hecho de que Ellen fuera abogada, de que hubiera contratado sus servicios, de que tuviera una amiga con algún tipo de relación con el Luna de Mar y de que conociera a Jared. Y si además sumaba el episodio de ira descontrolada que había tenido esa tarde, Caleb sospechaba que había algo que se estaba perdiendo. 

Y una idea que no había barajado hasta el momento, le crea una molesta inquietud. Pensar que Ellen le estaba utilizando para acercarse a su hermano, por algún motivo que mantuviera oculto, le provoca una punzada de dolor en el pecho.

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Nosotros sabemos cuáles son las intenciones de Ellen, y que no tiene ni idea de que Jared y Caleb son hermanos (a no ser que nos haya estado engañando).

Pero Caleb tiene motivos para sospechar de ella, ¿no creéis? 

¿Hará eso que cambie su relación? ¿Querrá Caleb poner más distancia entre ellos o, por el contrario, intentará acercarse más para sonsacarle información?

Lo veremos en el próximo capítulo. ¡Os espero!

Cavaliere

unjovenromantico

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