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Vistas y tarjetas

La llegada de Jeffrey Harley a casa del arrogante y poco amistoso Ayden Emory, ha supuesto una cantidad sobrehumana de paciencia para no sacarlo de inmediato.

El millonario observaba a Arya y como está a pesar de la preocupación le gustaba ver a su madre feliz. Pero él no, él sabía lo que en realidad había sucedido en el pasado de Arya. Todo porque Jeff, su hermano le había confesado a sus guardaespaldas.

Al terminar de cenar, tanto Sam como Bruno se retiraron a dormir al igual que Daniel a su casa, dejando así a las parejas en la sala.

—Dime Arya, dónde harán el tratamiento a tu madre —dice su padre en tono exigente.

Jeffrey nunca había sido un hombre de muchas palabras, era arisco y parecía que le costase mostrar, aunque sea un poco de afecto a cualquiera que no fuera Jeff.

—En el hospital donde hago mis prácticas —contesta ella con tal solemnidad que parece como si estuviese frente a un tribunal.

—¿Estas segura que tu mamá se salvara? —inquiere haciendo que Mirella lo observe con estupefacción—. Digo, que no sufra solo porque a ti se te ocurre.

Arya toma aire para contestar, pero Ayden le toma de la mano interrumpiéndola.

—Creo que no son las maneras de decirlo, señor Harley —refuta Ayden con cortesía—. Arya ha hecho lo mejor que puede por la señora Mirella —afirma haciendo que una vez más la joven lo vea con admiración—. Este tratamiento no es la excepción. Créalo. Y no, no es una decisión que ella haya tomado sola, lo ha compartido con sus superiores y comparten con ella tal decisión.

—¿Y contigo? ¿te ha pedido permiso? Debes meterla en cintura, si no, después se va a querer colgar de ti y ni siquiera te dejará salir a tomar una copa —declara dejando en claro su posición machista—. Ya sabes cómo son las mujeres, quieren domesticarnos.

Mirella mira apenada tanto a su hija como a Ayden, quien a estas alturas quisiera sacarlo a patadas de su hogar.

—Yo no tengo por qué pedir permiso, papá —aclara Arya con molestia en su voz—. Soy una mujer adulta, una doctora y sé lo que es mejor para mamá.

—Ves, es lo que te digo —comenta ignorando a su hija y refiriéndose a Ayden—.Es igualita a su madre.

—Creo que se equivoca, ella es mi pareja, no mi esclava. Es una persona independiente con decisiones propias —refiere Ayden enojado, suelta la mano de Arya y se pone de pie—. Y quizás sí, se parezca a su madre, pero en su fortaleza y su valentía. No cualquiera sale de entre la mierda y se hace de un nombre sola, como ella.

El rostro de Jeffrey se desencaja al oír a Ayden. No esperaba que este lo tratara con tal desprecio. Pensó que compartiría con él las mismas ideas que sus compinches de apuestas, pero se equivocaba.

—Estoy cansada, lo mejor es que vayamos a la cama —dice Mirella poniéndose de pie.

Arya camina hasta dónde ella, dispuesta avanzar hacia la habitación. A su padre le daría un tendido para que durmiese en el suelo.

—¿Dónde crees que vas, Arya? —pregunta su padre.

—A dormir... con mamá —dice ella—. Te han preparado un colchón inflable para que duermas junto a nosotras —aclara la joven.

Mirella quien no le había importado eso sigue caminando.

—No, quiero dormir con tu madre, tengo mucho que no la veo y quiero hablar algunas cosas con ella —expresa tajante, Mirella la observa con cierta tristeza y temor, pero Arya no logra comprender del todo las emociones de su mamá—. ¿Te lo repito? Quiero privacidad con tu madre. Vete a dormir con tu hombre, no deberías dejar que su cama se enfríe tanto.

Ayden estaba por soltar un sermón junto a un golpe, pero Arya reacciona rápido y se pone a su lado tomando su mano.

—Entiendo, descansen —dice llevándose consigo a Ayden casi a la fuerza.

Cuando llegan al pasillo superior Arya lo suelta del saco y se aleja.

—Lo siento, yo... es que él —divaga sin saber cómo acomodar todo lo que siente en las palabras.

—Es un maldito bastardo —responde Ayden por ella—. Créeme que, si no fuera por tu mamá, yo lo hubiera sacado de aquí. Ese hombre no merece estar junto a ti, ni respirar el mismo aire que tú.

—Perdón por cómo te habló, me siento tan apenada —confiesa ella llevando su rostro a las manos.

—No digas eso, tú no eres él, no debes disculparte —advierte Ayden.

—Lo siento, en serio —responde ella alejándose de él.

—¿Dónde vas?

—A dormir, iré a por mí almohada y la llevaré al cuarto de spa —comenta sin siquiera mirarlo, dispuesta a alejarse de él.

—Por supuesto que no —dice el—. Duerme en mi habitación, yo... la cama es muy grande, te presto alguna de mis pijamas.

Ayden camina hasta su recámara y Arya le sigue, saca un pantalón de chándal y una playera interior para ella.

—¿Te vienen bien?

—No sé, quizás parezca tamal envuelto, pero no hay problema —dice ella.

—Vale, iré por tu almohada, ¿algo más que ocupes? —pregunta él.

—Mis pantuflas... y puedes traerme el medicamento que está sobre mi buró. Son las vitaminas.

—Vale, como diga y mande —dice sonriendo.

Arya se cambia mientras él no está y deja su ropa doblada sobre una silla junto a la ventana. Se queda mirando por un momento el amplio horizonte, la ciudad de Nueva York alzándose sobre ellos y la gran manzana imponente como cada día.

—Es hermoso —murmura.

—Lo es, más cuando llueve —responde Ayden sobresaltándola—. No quise asustarte.

—No te oí entrar.

—¿Pensativa?

—Sí... me alegra ver a mi padre, pero es mentira que ha cambiado, es el mismo de siempre. Me entristece ver como mamá esta ciega de amor por él —confiesa en voz alta—. No quiero ser así ¿sabes?

Ayden la mira con suma curiosidad, son muy pocas las veces que intiman de esa manera.

—¿Al amor ciego? —pregunta él.

—No —aclara ella y deja de verlo. Se abraza así misma y vuelve su vista al paisaje nocturno de la ciudad—. A quedarme con alguien que me trate mal, a mendigar amor, a esperar que la otra persona te ame y decida cambiar por ti cuando en el fondo de tu ser sabes que nunca será de esa manera. Quiero amarme lo suficiente como para poder ver esas red flags, y no quedarme en una relación dónde el único que importe sea él.

Ayden queda cautivado de su ferocidad, la forma tan decidida con la que dice las cosas y a la vez, dolido con la realidad. Él jamás le dará lo que ella necesita.

Necesita que un hombre la ame, él jamás podría amarla. Ocupa se adorada, tocada, seducida y valorada, él sabe que nunca podría ser ese hombre.

—No lo serás, Arya —afirma él—. Por la forma en que lo dices, sé que nunca serás tu madre. Eres Arya, eres mejor que ellos.

—Gracias —musita ella con una tierna sonrisa en los labios.

También pensaba en él. Sabe que lo que Ayden le ha dado son migajas que la llevan a ningún camino. Piensa en él al dormir, y cuando se despierta y ya no está.

—Migajas... —repite y va dónde su madre para verla—. Buenos días, mamá —saluda al entrar.

Mirella, yace recostada boca abajo, su rostro parece hinchado desde dónde está.

—¡Mamá, mamá! —exclama asustada y camina hasta su lado.

Sebas al oírla, al igual que Sam y Bruno llegan de inmediato.

Mirella yace golpeada del rostro, el labio partido, desnuda y con moratones en el cuerpo. Arya la vuelve a cubrir imaginándose lo peor. Bea se acerca y ve, sacando a todos del cuarto.

—Sebas, llama al señor y a John.

—Dios mío... —susurran Sam y Bruno—. Debemos llevarla a un hospital.

—No... no... —dice entre quejidos Mirella.

—Salgan todos, salgan —pide Arya con un nudo en la garganta.

No se sabe cuánto tiempo pasa, pero Ayden no logra despegar a Arya de su madre.

Mirella yace dormida, limpia y abrazada a su hija. Arya se ha hecho cargo de ella y le ha limpiado completamente, dado analgésicos y comida.

Arya no llora, está en trance.

—Arya, por favor, ven, tenemos que llevar a tu madre al hospital —pide Ayden desesperado.

—Por favor, no. No quiere, se lo pedí y no quiere —responde ella finalmente—. ¿Sabes dónde está?

—No, se ha escapado —dice Ayden—. Pero no te preocupes, no volverá a acercarse, ni me pidan que lo deje entrar de nuevo, por qué no lo haré.

Mirella se empieza a quejar de nuevo y entonces Arya se da cuenta de que quizás ocupa más exámenes.

—Está bien, llevémosla, quiero ver si no tiene algún hueso roto —avisa Arya poniéndose de pie con dificultad.

Su vientre poca movilidad le permite tener, pero poco a poco se adapta.

Trasladan a Mirella a la clínica y los guardaespaldas se quedan con ella. Mientras Arya ordena los estudios que le harán. Sin embargo, Mark se entera y se acerca. Ayden que no quiere que se acerque pide que sea otro doctor.

Como es sabido se alejan para discutir, entonces Arya decide buscar a su doctor de urgencias. Una de las enfermeras le dice que yace fuera fumando un cigarrillo. La joven embarazada camina fuera pero no le ve, sin embargo, es a Eleanor a quien se encuentra.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Arya.

—Solo vine a verte, quería decirte yo misma, que fui yo quien le dijo a tu madre sobre tu embarazo —confiesa riéndose. Su imagen yace desaliñada, está más delgada de lo normal—. También, fui yo quien le dijo a Jeff y a tu padre dónde estaban tú y tu madre.

Arya reciente la traición de la que una vez consideró su amiga.

—¿Cómo pudiste?... —pregunta con lágrimas en los ojos.

—¿Como pude? Tú... te ayudé, te di comida cuando nadie más te dio, sin embargo, te dieron la beca a ti y no a mí, te eligieron para el intercambio y justo cuando logré quitarte del camino con este embarazo, me saboteaste haciendo que te contratarán personalmente y no en la clínica como te dije ¡perdí lo que me faltaba para largarme a Alemania de una vez por todas!

—Eleanor, yo no tenía idea... perdón...

—¿Perdón? —inquiere enfurecida.

Eleanor levanta los brazos y empuja fuertemente a Arya tirándola hacia atrás. Esta cae de espaldas, golpeándose en la cabeza. La que una vez fue su amiga, sale corriendo antes de ser vista.

Ayden que la buscaba, ve como Eleanor corre por la calle, perdiéndose entre los carros de la avenida. Cuando sale, encuentra a Arya tirada en la banqueta.

—Arya, ¡ayuda! —grita y algunos empleados salen del hospital.

Llevan a Arya a revisión, pero esta yace inconsciente.

—Que le hagan todos los estudios que se necesiten, a ella y su madre —exige Ayden y el doctor de guardia se pone a ello.

Mark se ha alejado por petición de Ayden, pero se mantiene en las sombras.

Cuando Arya despierta, le dicen que solo ha sido un golpe, que su madre no está quebrada, solo lastimada. Ambas pueden ir a casa a descansar. Sin embargo, de Ayden no se sabe nada.

Sam y Bruno las acompañan, al igual que John y los guardaespaldas. Arya siente unos piquetes en su vientre, pero decide ignorarlos. Le han dicho que le bebé está bien.

—Dormiré contigo —señala Arya a su madre—. Y no me digas que no.

—Lo siento —interrumpe Sebas—. El señor Emory ha pedido que esa habitación se desaloje. Se les ha asignado una nueva habitación —dice señalando el otro lado del pasillo.

—Gracias, Seb —dice Arya.

Cuando abre, se da cuenta que todas sus cosas importantes yacen ahí, así como una cama nueva y un par de ramos de flores.

Mirella toma el suyo y lee una tarjeta de pronta recuperación. Sin embargo, la de Arya era distinta. Tenía una perfecta caligrafía.

Si pudiera borrar lo de anoche, lo haría, excepto por que dormimos juntos.

He salido con Gerard, volveré en un par de días.

Disfruta la nueva habitación, tiene una hermosa vista. Como la mía, anoche.

Con cariño, Ayden.

Arya anida la tarjeta en su pecho y suspira. ¿Y sí él empieza a quererla?


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