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Robin Evans

—Doctor Evans, le llaman de urgencias, un paciente pediátrico presenta un cuadro de abuso físico —informa la enfermera a Robín que iba saliendo de consultar un paciente.

—Avisa que ya voy, llama a la nueva, a Emma, infórmale que la veo en urgencias —pide el cirujano pediatra a su enfermera asistente.

Ruby, la enfermera asignada como asistente, toma el teléfono y llama a la otra enfermera asignada a los casos del doctor Robín Evans. Esta le hace saber sobre la solicitud del doctor y Emma se dirige a urgencias.

Es su primer día, hasta el momento Robín Evans no ha tenido la oportunidad de verla. Se dirige rápidamente donde ella, quien estaba por llegar también.

—Doctor Robín —lo saluda Alana Taylor al verlo—. Me da gusto que viniese, esto es urgente, pero también es confidencial.

Robín siente un aleteo en su estómago al ver a Alana. Es la segunda vez que la observa y no puede dejar de pasar desapercibido lo bien que huele.

—Por supuesto, me han informado que es el caso de un menor con abuso físico —informa a Alana mientras esta lo dirige al cubículo del niño.

—Al parecer el padrastro lo golpeó. La madre está en shock —comenta Alana mirando detalladamente el rostro del doctor que tiene frente a ella. Robín la hace sentir vulnerable.

—¿Entonces que hago aquí? —pregunta Robín.

—El niño tenía un dolor muy fuerte y lloraba, le hemos hecho un ultrasonido y su apéndice está por reventar, por eso te he llamado —informa a Robín.

Alana invita a pasar al doctor Evans al cuarto del infante con su madre.

El pequeño, de a lo mucho siete años, yace recostado sobre su camilla, está con oxígeno y canalizado. Los monitores están conectados a su cuerpo mostrando sus signos vitales.

—Buenas tardes, él es el doctor Robín —informa Alana—. Es el cirujano pediatra, revisará a Johnny.

La madre del pequeño se pone de pie para ver qué es lo que le harán al menor. Este tiene moretones en el cuerpo, la frente abierta que al parecer ya ha sido curada y el labio partido.

A Robín le pesa el alma, al ver al pequeño tan herido.

—Hola, Jhony, soy Robín, soy un pediatra —informa él señalando los emojis de su bata quirúrgica—. ¿Sabes lo que es un pediatra?

El menor asiente con su cabeza adolorida.

—Es un doctor de niños —dice con la voz ronca. Su rostro hinchado es la muestra de lo que ha sucedido.

—Exactamente, mereces un helado, por eso ¿te gusta el helado? —inquiere estableciendo un lazo de confianza con el menor.

Johnny afirma que sí con un brillo de alegría en sus ojos.

Algo bizarro por el estado físico en el que se encuentra.

—Genial, entonces lo pediré —Robín se da cuenta de que llega una enfermera de mirada azul zafiro, pelo rubio y nariz respingada.

Emma y Robín se ven uno al otro, como si una conexión entre ellos se instalara.

—¿Enfermera Emma? —pregunta Robín y ella afirma.

—Bien, la enfermera Emma —señala él hacia la dirección dónde ella está—, se encargará de que te den helado. Pero antes que eso pase, tengo que revisar dónde te duele. ¿Puedes señalarme en que parte es, por favor?

El niño de cabello castaño y rizos alborotados apenas puede mover el brazo y toca la parte baja de su vientre.

—Excelente, Jhony, ahora voy a poner un ultrasonido que sirve como camarita para ver dentro. Tú también vas a poder ver, aunque no entiendas mucho sobre eso, pero es para saber que tienes ¿de acuerdo?

—Sí —murmura el niño con labios secos.

Robín hace lo suyo, es muy dedicado y cuidadoso con el pequeño. Lo examina apropiadamente y en efecto, debe operarlo.

—Gracias, Jhony, hablaré con tu mami y ahorita vuelve, la vas a poder ver a través del vidrio —informa Robín, aunque el niño por el medicamento está un poco desorientado—. Por favor, acompáñeme.

Al salir, Robín toma el archivo del menor para leerlo completo antes de dar un informe. Al parecer, el pequeño lloraba de dolor, mientras estaba su padrastro cuidándolo. Este en un estado de ebriedad lo golpeó. Afortunadamente, su madre iba llegando cuando esto recién comenzaba, aun así, el daño ya estaba hecho.

—El pequeño debe ser operado de urgencia, su apéndice está ya reventada. Sugiero que lo ingresen de inmediato a cirugía, pero antes, que venga un trauma y acomode su hombro, está dislocado.

—¿Cómo sabes? —pregunta Alana regresando su mirada a Johnny.

—Cuando movió el brazo, apenas si pudo sostenerlo, se quejó de dolor cuando lo bajó y se puede ver claramente por cómo está la clavícula —revela Robín.

—Pero no se ha quejado de eso —expresa su madre.

—Es la adrenalina, todo esto no será fácil de procesar, tanto usted, como él, necesitarán apoyo psicológico, pero por el momento esto es lo que tenemos que hacer —informa el doctor Evans.

—De acuerdo, hagan lo que sea necesario —acepta su madre, Dominica Williams.

Alana se acerca a la persona y da instrucciones claras sobre lo que hay que hacer.

—Emma, llama a quirófano para una apendicectomía —pide Robín a su enfermera en turno.

La chica va en busca de lo que solicita y luego vuelve para informarles que será en el quirófano cuatro.

Alana termina de hacer el papeleo y Robín está por marcharse para prepararse cuando esta le llama.

—Eres muy bueno con los niños —afirma Alana con rubor en sus mejillas.

—Gracias... debo irme —responde Robín nervioso—. Preparen a Johnny para la cirugía, en un momento vuelvo por él —informa alejándose de la jefa de urgencias.

Mientras se va, Alana no puede evitar soltar un suspiro al ver el caminado tan varonil de ese hombre que tanto le atrae.

Robín se acerca a la isla de enfermeras, afirmar los permisos de la cirugía, así como las cartas compromiso.

—Hola —saluda Emma a su lado.

—Hey, hola —responde él—. Prepárate, debes asistirme en el procedimiento.

—Lo sé. A eso iba, pero no puedo evitar preguntarte. ¿En verdad no me recuerdas?

Robín la observa extrañado, no cree conocerla. Lo cierto es que mira a muchas personas diariamente, así que no cree que pueda saber quién es,

Emma se da cuenta de que no lo reconoce y suelta una risita.

—Soy Emma Evans, tu hermana.

Robín no puede creer lo que ella dice. ¿Él tiene una hermana?

No que él sepa.

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