Quinta enmienda
—Sabías que no era nada grave —declara Robín a su amiga después de dos días de hospitalización—. No tienes nada de que preocuparte. Aryehn está fuera de peligro y la fiebre está a raya.
Arya se levanta y lo abraza.
—Lo sé, solo es que me preocupé. Ahora me siento como estúpida por exagerar —dice ella volviendo a su asiento junto a su hijo.
Ayden había vuelto a su oficina, tenía muchos asuntos que resolver, principalmente desde que su padre había fallecido. Ahora él llevaba el control total de toda la compañía y aunque tenía gente de confianza bajo sus órdenes, estos no se involucraban con él en las cuestiones de su vida personal.
Si algo sabían todos es que Ayden Emory, era buen jefe, de los mejores, pero era muy malo para relacionarse emocionalmente con cualquiera a su alrededor. «Un paralítico emocional» lo diagnóstico su psiquiatra y muchos otros que lo conocían.
Pero a él no le importaba. Es cierto que no podía procesar las emociones de la misma manera que los demás, pero le valía con que Arya lo supiera. Ella sabía que su hombre la ama sobre todas las cosas y que haría lo que fuera por ella y su hijo.
—Señor —interrumpe su asistente—. Un joven del juzgado viene a verlo. Dice que trae una notificación de la corte.
Ayden se extraña por esa situación, aun así, se pone de pie para recibirlo.
—Que pase —pide acercándose a la puerta.
Su asistente se hace a un lado y entra un joven acompañado por un oficial de la policía.
—¿Ayden Emory? —pregunta este extendiendo un sobre.
—Sí —el empresario toma el sobre y lo abre—. ¿Qué es esto?
—El juez Lautner, ha emitido una orden de cateo en su contra —revela—. Así como su aprehensión inmediata.
Aún no termina de decir esto cuando otros policías entran detrás de este y del oficial que le acompaña.
—¿Usted asesinó a sus padres? ¿Dónde está el rubí? —inquiere un hombre de traje que entra juntamente con los oficiales—. Es momento de que se declare culpable, Emory. Lo tenemos, no podrá escapar ni librarse del asesinato de su padre.
—¿Qué rubí? No sé de lo que estás hablando —refiere Ayden molesto.
Ayden es sometido a la fuerza, no se resiste, pero, aun así, aplican fuerza bruta con él. Su asistente tiembla conmocionada, no sabe lo que está pasando, pero sabe que debe llamar a Daniel Cheng, el mejor amigo de Ayden y quien verá por él. El mismo detective vestido de traje barato y quien le había hecho esas preguntas en espera de que Ayden se autoincriminara, aprovecha lo alterado de los policías y le asesta un golpe en la mejilla.
—Cállate, Laval —dice el abogado del fiscal que lleva la notificación.
—Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal judicial. Tiene derecho a contar con un abogado. Si no puede pagarlo, el tribunal le asignará uno —informa el oficial mayor a cargo.
Ayden es arrastrado por los policías fuera de su oficina.
—¡Llama a Daniel y a Gabriel! —pide a su asistente que lo ve con la mirada aterrada.
Todos a su alrededor lo observan expectantes, algunos murmuran sobre lo sucedido. Otros solo divagan en sus conclusiones, pero solo su asistente sabe por qué lo llevan preso. Sin embargo, no dirá nada, ella le es leal al cien por ciento.
Ayden siente pánico mientras es sacado de su empresa. No tiene ni la menor idea de lo que ha sucedido, y, aun así, se mantiene sereno.
No quiere hacer una escena, él sabe que está limpio, que no asesinó a su padre. Y sobre el rubí, ¿de qué maldito rubí hablan? Se pregunta cuando es subido al auto patrulla.
Mientras tanto, su asistente llama a Daniel Cheng.
—Señor Cheng, se han llevado preso al señor Emory —informa nada más descuelga la llamada.
—¿Qué? ¿Cómo que se lo han llevado? —cuestiona Daniel levantándose de la silla detrás de su escritorio.
Daniel, después de la boda, había iniciado la habilitación del edificio que su amigo le había regalado para que se independizara de su padre. Ayden siempre quiso ayudarlo, pero no había encontrado la manera. Ahora Daniel podía tener su propio despacho de abogados y trabajar en la compañía de Ayden como su asesor personal.
—Sí, señor, dijeron algo sobre que él asesinó a su padre —revela su asistente en voz baja—. Y algo sobre un rubí. También, me pidió el señor Emory que se le avisara a Gabriel.
—¿Sabes a donde lo han llevado? —pregunta el abogado saliendo de su edificio y rumbo a su auto.
—No, señor, solo sé que se lo llevaron apresado, pero no dijeron dónde.
—De acuerdo, tú no digas nada, intentaré sacarlo hoy mismo —explica Daniel—. Te tengo que colgar. Adiós.
—Adiós —dice y cuelga.
Su asistente ahora llama a Gabriel Specter y le dice lo mismo. Mientras tanto, Daniel realiza unas llamadas a sus contactos para averiguar el sitio donde su mejor amigo ha sido encerrado.
Daniel llama a Gabriel y este le dice que ya sabe en qué comisaría esta. Ambos se dirigen ahí y una vez que llegan son trasladados a hablar con su cliente.
Los ponen en una habitación de interrogatorios para que puedan hablar.
—¿Y bien? —inquiere Ayden al verlos
—Ya hablé con el detective y recibieron pruebas que apuntan a ti como el responsable de la muerte de tu padre —declara Gabriel sentándose frente a él—. Y algo sobre un rubí. ¿De qué rubí hablan?
—No tengo ni puta idea —dice Ayden esposado llevándose las manos al rostro—. ¿Ya sabe Arya? —inquiere inmediatamente.
—No —dice Daniel—. Hemos preguntado por tu fianza, es por un millón de dólares.
Un millón de dólares resuena en la habitación. Eso es mucho para algunos, pero nada para un multimillonario de Manhattan.
—Ellos usaron la fuerza conmigo, luego entró un tipo de traje interrogándome... no sé mucho de leyes, pero sé que no deben de interrogarme sin leerme mis derechos —dice vagamente—. Si ocupas, en mi despacho hay una cámara oculta. Busca a George, es el técnico de mi empresa. Él te puede ayudar.
—De acuerdo, y sobre lo otro, tienes razón, esto lo arreglaré ahora —declara Gabriel poniéndose de pie—. No digas nada a nadie, aunque seas inocente, las pruebas no me las han dado, así que hay alguien detrás que está manipulando las cosas. Ten cuidado —anuncia el abogado más exitoso de Manhattan caminando hacia la puerta—. Ah, y ve pensando de qué rubí hablan, porque tampoco me han dicho nada.
Gabriel sale de ahí, dejando a Daniel con Ayden y va en búsqueda del fiscal.
—Esto es una cagada —dice Daniel—. Tenemos que avisarle a Arya, antes de que se entere por los medios.
—Hazlo, yo estaré bien... no es como si me fuera a escapar —dice Ayden acongojado.
—Vale, volveremos. Por cierto, ¿ya sabes de qué rubí hablan?
Ayden siente que comienza a perder la paciencia.
—¡Que no! Yo nunca he visto un... —las imágenes comienzan a agolparse en su mente.
Todas y cada una de ellas llegan como si de un tsunami se tratase. Arremeten contra las paredes de su memoria. La madre de Mark, una mujer mitad china, mitad estadounidense. Tenía un collar de oro con un rubí. Ayden lo recuerda, porque ella nunca se lo quitaba. Incluso las veces que le hizo daño, jamás se lo quitó.
Cuando ella murió, ese collar desapareció. O al menos Ayden creía eso. Pensó que tal vez su padre lo guardó junto con algunas de sus pertenencias o que ella fue enterrada con él. Era algo que no le importaba, él se había librado de ella para siempre.
—¿Qué tienes? —pregunta Daniel cuando lo ve ido en sus pensamientos.
—La madre de Mark tenía un collar con un rubí. Yo no tengo ni idea de que pasó con esa cosa —declara arrugando la frente—. Ahora, más que nunca supongo que Mark tiene algo que ver con esto.
—Le das mucho crédito, es un idiota —dice con desdén Daniel—. Lo sabes, apenas si puede organizar ese hospital. Si no fuera por su asistente, colapsaría.
Ayden lo mira de mala gana. Subestima la maldad de Mark.
—Llama a Arya, dile que estaré bien, que no se preocupe —pide—. No, mejor no, mejor ve a verla. Díselo personalmente, no quiero que sobrepiense las cosas, suficiente ha tenido con lo del acosador y lo de nuestro hijo.
—¿Aryehn? ¿Qué ha pasado con él? —pregunta su amigo ignorando la situación.
—Enfermó y lleva dos días hospitalizado. Sus plaquetas bajaron, pero hasta hoy ya está fuera de peligro, pronto irá a casa.
—Lamento eso, no te preocupes, yo me encargaré de decírselo en persona y traerla acá —anuncia su amigo.
—Por favor, sé cauteloso cuando se lo informes, no quiero que nuestro hijo se entere.
—Como digas, verás que todo estará bien —dice Daniel poniéndose de pie y caminando a la salida—. Más tarde vuelvo.
Ayden se queda esperando solo a que sea trasladado de nuevo a la celda dónde lo tenían. El abogado del fiscal no ha vuelto a parecer para interrogarlo, lo cual lo agradece, porque estaba tan nervioso que no quería decir nada imprudente. Ahora que su abogado le ha dicho que no hable, que él lo solucionará, este le cree.
Además, está el hecho de que no hay mucho que pueda hacer estando encerrado. Puede llamar a Arya, pero hasta hoy le negaron su llamada. Cosa que falta anunciar a Specter.
Mientras tanto, Daniel sale de la comisaría directo a su despacho, pues tiene un asunto que resolver. Gabriel fue directo a la compañía buscando a George. Juntos observado el video de ese día y efectivamente los oficiales rompieron la ley.
—¿Me puedes enviar eso a mi correo? —inquiere al joven.
—Sí, solo ponga la dirección aquí —le entrega su dispositivo móvil—. Y se lo mandaré inmediatamente.
Gabriel toma el teléfono y escribe su correo.
—¿El señor Emory, estará bien? —pregunta George.
—Sí, esto no es nada. Gracias, me tengo que ir —dice guardando su móvil en el pantalón.
—De nada, ojalá que todo se solucione —dice el chico.
Gabriel conduce directamente a la corte buscando al fiscal, que una vez fue su mejor amigo en la universidad.
—¿Me puedes decir por qué diablos tienes a mi cliente preso sin pruebas fidedignas? —cuestiona Gabriel con mirada y tono amenazante a Charlie Rodríguez, el fiscal del distrito.
—La evidencia es contundente y tan buena es que el juez mandó por él —dice Charlie pasándole, por un lado. Gabriel le sigue a su paso.
—¿Qué malditas pruebas, Charlie?, deja de jugar conmigo —exige Gabriel con la mirada inquisitiva y vestido de uno de sus tantos trajes que lo hacen lucir, apuesto, pero también adinerado.
Charlie abre su maletín y le entrega un folder.
—Revisa esto y dime si no fue tu famoso cliente —refiere Charlie mientras Gabriel abre la carpeta dejando ver una serie de fotografías—. Te veo en la corte.
Gabriel cierra de una la carpeta, tiene que estudiar las evidencias, pero por el momento hay algo que debe arreglar con su excompañero de universidad y amigo.
—Dudo mucho que sea así —contradice, Gabriel. Charlie se frena y se gira a verlo con curiosidad. El abogado de Ayden saca su móvil y enciende la pantalla solo para dejar correr el video del arresto.
El rostro de Charlie se desencaja, sabe que Gabriel tiene razón. El caso va a ser desestimado, porque el detective y los policías no siguieron el proceso como debía.
—Quinta enmienda, amigo... —comenta Gabriel con desdén.
—Maldito seas, Specter —dice Charlie volviendo dónde el juez Lautner—. Encontraré la manera de refundir en la cárcel a Ayden Emory.
Charlie camina encabronado a los juzgados y Gabriel regresa victorioso a su auto. Estaba seguro de que obtendría esa pequeña victoria.
Ahora debía buscar a la mujer de Ayden y llevarla consigo a la comisaría como Daniel le ha pedido que haga siguiendo las instrucciones de su amigo. Gabriel no entendía por qué no fue él, pero no tenía tiempo para averiguar.
Esta descansaba un poco recostada en el sofá frente a la camilla de su hijo.
—Arya —llama Robín—. Amiga, despierta —pide sacudiéndola con cuidado.
Arya que no ha pegado el ojo en esos dos días.
—¿Qué pasa? —pregunta adormilada.
—Te busca el abogado de Ayden, despierta —pide de nuevo Robín empujándola a sentarse.
Arya se sienta finalmente y mira a Gabriel Specter parado frente a ella. Este toma la otra silla sola y se sienta acercándose.
—Hola, Gabriel, ¿qué puedo hacer por ti? —pregunta Arya risueña.
—Arya, seré sincero y directo —advierte Gabriel. Esto de alguna manera pone en alerta a ella quien comienza a pensar lo peor—. Ayden está preso, lo han incriminado.
—¡¿Qué?! ¡¿quién hizo tal cosa?! —cuestiona Arya sintiendo vértigo—. Dios santo... esto no puede estar pasando.
—No sabemos quién proporcionó esas pruebas, afortunadamente, la fiscalía cometió un error y dejarán salir a Ayden. Tenemos que ir por él —informa Gabriel.
Arya se pone de pie y ve a su hijo.
—No puedo, yo no... Aryehn está apenas recuperándose —dice sin pensar del todo claro.
—Ve, yo me quedaré acá, hablaré con Bea y Sebas para que se vengan y tú puedas ir a ver a Ayden —sugiere Robín tomando el bolso y saco de amiga.
Arya se pone el saco y toma el bolso mientras agradece —Gracias, Robín, te ganarás el cielo, lo prometo —dice Arya acercándose a su hijo y le da un beso en la frente—. Volveré en cuanto pueda. Llama a Olivia, dile que mañana Aryehn ya estará en casa. La voy a necesitar.
—Vale —dice Robín comprobando el estado de salud de su sobrinito postizo.
Arya sale con el abogado directamente al estacionamiento. Durante el trayecto, este la pone al tanto sobre lo que ha acontecido en el trayecto de esa mañana. La joven doctora no puede creer todo lo que escucha y cuando Gabriel le señala las famosas pruebas, ella las ve y queda horrorizada.
—Es imposible —declara ella—. Ese día Ayden estaba conmigo y Daniel. Estábamos hablando sobre lo que pasaba con los Moore. Es imposible que él haya hecho esto. Es imposible —repetía Arya una y otra vez.
—Tranquila, vamos a entrar y tienes que mantener la calma —pide Gabriel—. Recuerda que Ayden necesita que estés serena, ¿de acuerdo?
—Sí —musita ella y baja al mismo tiempo que Gabriel.
Ambos entran al edificio, el abogado llama a su asistente de nuevo, debería de estar ahí con unas cosas que le pidió para proteger a Ayden de las cámaras que ya estaban plagadas por todo el lugar.
—¿Dónde estás? —pregunta este a Lily.
—Llegando, señor, aquí atrás —la asistente que parece desgarbada y un poco atolondrada llega con los paraguas, gorra y lentes para proteger a Ayden.
—Gracias —dice Gabriel—. Puedes volver a la oficina, llévate mi auto.
Gabriel le entrega sus llaves, pues ella había llegado en taxi y luego camina junto a Arya hacia dentro de la comisaría. Pero una gran explosión sacude el recinto.
Su auto ha explotado y Lily no se ve por ningún lado.
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