Ofensas
Todos los Emory, más los agregados que son Arya, Robín, Sebas y Bea, se sientan a la mesa. Es un hecho insólito si se puede decir.
Aryehn comió un poco y después se quedó dormido en los brazos de Arya. Esta no quiso soltarlo ni un solo momento, para ella era sublime cada momento que pasaba con su hijo. Aunque le dolieran los brazos y la espalda por el peso, valía cada minuto.
La conversación era algo trivial, hasta que Ayden recibió una llamada que lo alejó de la mesa.
—No sabía que tu regreso había sido tan formal —desdeña Mark con molestia—. Mírate, toda una madre... solo ten cuidado de no parecer demasiado...—él hace una pausa como buscando la palabra correcta—, necesitada de dinero, ya sabes, la prensa puede hacer parecer que estás aquí solo por los millones de mi hermano.
El silencio se hace presente en el lugar, Arya siente esa ofensa debido a sus orígenes.
Gerard Emory está por hablar cuando Arya le interrumpe.
—Qué tú hayas dependido siempre de tu padre, hasta para acomodarte en un hospital no significa que ese sea mi caso —aclara Arya con todo el porte de una dama de sociedad—. He fraguado mi camino por mí misma, y si bien recuerdo, tengo unos cuantos miles de dólares en mi cuenta que lo confirman. No serán millones, pero es dinero ganado por mí, no por mi padre.
Gerard Emory suelta una sonora carcajada mientras golpea la mesa, efusivo. Mark se enfurece tanto por el comentario de Arya como por la reacción de su padre.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Ayden al volver.
Nadie dice nada. Mark guarda su furia para sí mismo y Gerard intenta contenerse. Al final de cuentas, el hijo menor de los Emory no soporta más y se pone de pie de manera estrepitosa.
—Me voy, no pienso tolerar un insulto de tu parte después de toda la ayuda que te brindé —anuncia Mark.
Arya suelta un bufido cuando este se gira y se marcha echo un demonio.
—¡Que conste que me ofendiste primero! —exclama Arya en voz alta para que él la alcance a oír.
—¿Cómo que te ofendió primero? ¿Qué te ha dicho? —cuestiona caldeándose de ánimos.
Todos conociendo su mal humor cuando se trata de Mark deciden callar, Robín, sin embargo, sabe por Arya sobre la mala relación entre hermanos, pero no le importa.
—En resumen, le insinuó que era una vividora y que estaba aquí por tus millones —declara Robín.
Ayden hace el intento de marchar tras su hermano, pero Gerard le detiene.
—Espera, déjalo así, unas pocas palabras de Arya han bastado para que él se sienta ofendido —aclara Gerard—. No hagas que tu hermano arruine esta hermosa velada. Por cierto, Bea, cocinas mejor que tu madre.
Bea se emociona al escuchar eso, ella siempre ha considerado a su madre como la mejor cocinera y a Gerard Emory, el paladar más difícil que jamás haya conocido. El que le diga eso es un elogio que no puede simplemente pasar por alto.
—Muchas gracias, señor Emory —dice ella sin nada de timidez—. Sería un gusto recibirlo en mi restaurante cuando guste.
—¿Y a mí no piensas recibirme? —inquiere Robín perdiendo la vergüenza y tomando confianza en el grupo.
—¡Por supuesto! Todos son bien recibidos cuando deseen ir, pero solo al señor Emory, no pagará —aclara Bea riéndose e intentando subir los ánimos.
—Gracias al cielo tengo una amiga que tiene sus miles en el banco y nos puede permitir una comida deliciosa en un restaurante decente —refiere Robín al comentario anterior de Arya.
Esta suelta la risa, dejando de lado lo tensa que se sentía luego del espectáculo de Mark.
Todos comienzan a reír y a comentar lo sucedido de manera más amena. Ayden se traga el orgullo por defender a su amada y decide pasar el rato de mejor forma por el bien de la compañía. En algún momento de la conversación, Robín se pone de pie y levanta su copa.
—Brindemos porque nuestro pequeño Aryehn está bien —declara y todos brindan. Cuando no se sienta todos lo miran con curiosidad. Luego este se dirige a Arya y pone su mano sobre el hombro—. Y por Arya, mi mejor amiga, quien me ha traído de trotamundos, que ha sido mi familia y ahora me ha arrastrado, como siempre, a un lugar que me ha hecho sumamente feliz.
—¡Por Arya! —dicen todos y brindan.
Arya siente el corazón rebosante de alegría. La velada es amena y todos comienzan a hablar sobre lo que harán en las próximas vacaciones. Después de despedirse, Gerard y Robín se marchan. Bea se queda esa noche a pasar la velada con Sebas mientras que los enamorados suben a su recámara.
Luego de acomodar a Aryehn en la suya, se van a su alcoba.
—Nunca me has contado cómo es que Robín y tú se conocieron —comenta Ayden mientras se pone la pijama.
Arya que yace cambiándose a espaldas de él se ríe.
—Es cómico si lo piensas —refiere ella—. Ambos habíamos terminado la especialidad, estábamos compitiendo por un puesto en una clínica en Alemania. Sin embargo, él se quedó con el puesto y yo me fui donde la competencia. Luego de un par de meses me lo encontré en el aeropuerto, venía a Estados unidos, le habían ofrecido un puesto igual que a mí. Él dijo que lo obtendría y apostamos.
Le gané la apuesta, sin embargo, hubo algo en él que me gustó. No es una persona que me mire como inferior ni superior. Siempre me vio como su igual y en vez de hacerme caer, o desearme mal, me incentivaba a mejorar.
Eso y que no tenía feria para un café, me hicieron hablarle como amigos. Me encantó su forma de ser y en una sola tarde me contó todo sobre él. En realidad, tenemos más parecido de lo que te imaginas. Nos comenzamos a llamar hermanitos y hasta el día de hoy se puede decir que nos adoptamos como familia.
Ha sido más que un hermano para mí durante todo este tiempo. Pero me gustaría saber ¿No te molesta su compañía?
—Curiosamente no, es un hombre que ha mostrado que te respeta y con eso es más que suficiente.
—Bien, porque ahora mismo quiero besarte.
Dicho esto, Arya se acerca a Ayden y tomándolo del cuello lo atrae a ella y lo besa. Un beso profundo y necesitado.
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