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Mi mundo

Ayden y John se esconden en el departamento de George, ninguno puede continuar la comunicación con los de afuera.

—Señor, está en todos los noticieros —comenta John sin dejar de zapear entre canales.

—Lo sé, ahora será casi imposible el que yo salga. Nadie nos puede ver —asegura Ayden con una idea rondando por su cabeza—. Además, está el hecho de que Daniel está desaparecido. Deberíamos ir a buscarlo.

—Por ahora no, señor, necesitamos escondernos —explica John poniéndose de pie—. Lo mejor es que no regresemos a su casa, al menos hasta que anochezca.

—Pueden quedarse aquí todo el tiempo que gusten —dice George sacando un par de aguas y botana del refri—. Vivo solo, así que nadie sabrá que están aquí.

Tanto John como Ayden se miran con complicidad y aceptan. Después de todo, necesitan descansar un poco antes de volver a salir de casa.

—Vale, después de todo casi no hemos dormido, nos vendrá bien un poco de sueño —expresa Ayden hundiéndose en el sofá.

—Al fondo del pasillo, la puerta a mano derecha es la recámara de invitados. Pueden descansar ahí si lo necesitan —ofrece George y sus invitados aceptan. Luego de beber agua y barras de granola, se retiran a la habitación para descansar.

—En cuanto anochezca tenemos que ir a buscar a Daniel —comenta Ayden cuando se quedan a solas.

—¿Y si George va a buscarlo, con algún pretexto de la oficina? —inquiere John sentándose en la cama.

—Tienes razón, entre más rápido sepamos qué está sucediendo, más rápido podremos tomar decisiones —dice Ayden saliendo a ponerse de acuerdo con George.

El joven acepta y se prepara para ir a buscarlo. Ayden y John se quedan a descansar mientras el George sale a buscar a Daniel.

Cuando llega al edificio de su despacho se encuentra con que está cerrado.

—Disculpe, ¿sabe algo sobre el abogado? —pregunta a la florista que tiene su local justo en el edificio de al lado.

—No tengo idea, estaban haciendo una remodelación y de pronto nada. Ya nadie vino —relata al joven mientras acomoda un ramo de rosas en un florero.

—Gracias —dice este y sube de nuevo a su auto rumbo al hogar de Daniel Cheng.

"Esto es muy extraño" piensa para sí mientras conduce.

Una vez que llega al departamento del abogado toca el timbre, pero nadie sale.

—¡Daniel, soy George! —llama un poco alto, pero nadie responde. Pega su oído a la puerta, pero no escucha nada—. ¡Daniel, soy George! ¿Estás en casa? —grita aún más alto, sin embargo, todo sigue escueto.

—No hay nadie, los Cheng salieron de vacaciones —dice un intendente que sale del final del pasillo.

—¿Hace mucho qué se fueron? —inquiere George.

—Tiene una semana a la mucho, la señora Cheng vino por las maletas y me encargó su departamento —explica el señor de mediana edad.

—Qué desafortunado, Daniel no me responde las llamadas y podemos perder un juicio porque tiene una carpeta en su escritorio con un documento importante —dice George con pesar—. Solo me dijo que no estaría disponible, no que se iría de vacaciones, ya sabe cómo son algunas personas con su privacidad.

El intendente lo ve con lástima.

—Ni modo, creo que nuestros clientes serán desalojados por culpa de este malentendido. Gracias —comenta George de manera dramática.

—Supongo que podría abrirle solo para que saque esa carpeta —dice el señor.

—¿Podría? ¡Eso sería algo genial! El juicio es en una hora y es todo lo que nos hace falta.

—Solo que sea rápido, no quiero que los vecinos piensen que les abro a todo mundo —comenta el intendente abriendo la puerta con una llave especial.

—Claro, claro, será rápido, ¡muchas gracias! —dice George entrando y cerrando la puerta para que el intendente no pase.

El señor se queda abrumado, pues nunca consideró que el desconocido entraría de esa manera tan abrupta y cerraría la puerta.

George camina por el espacio y se da cuenta de que todo está empolvado. Como si tuviera días sin ser limpiado. Revisa todas las habitaciones y las encuentra vacías. Abre los armarios y no parece ser que se fueran de vacaciones, las maletas siguen ahí.

—Qué extraño... —dice mientras camina de vuelta al pasillo para abrir otra puerta, encuentra el estudio de Daniel y revisa su escritorio.

Él no tiene mucho conocimiento de leyes, pero lo que encuentra en la carpeta sobre este lo deja con la sangre helada. Son fotografías de un hombre siendo torturado, su rostro es irreconocible, puede reconocer el lugar, lo ha visto esta mañana... es el cuarto escondido en la casa del hermano de Ayden.

Toma la carpeta en sus manos y abre el primer cajón en busca de más evidencia. Ahí, encuentra un collar, uno parecido al de una de las muñecas de la casa de Mark.

—Pero qué diablos es esto... —musita y lo guarda en su bolsillo.

Sale como alma que lleva el diablo de ese sitio y asegura de dejar todo en su sitio.

—La encontré, mil gracias por esto —dice sacando cien dólares para dárselos al intendente—. Mejor que la señora Cheng no se entere, Daniel estará agradecido, pero ella es otra cosa, espero que guarde discreción.

El intendente sabe que algo pasó para que el desconocido actúe de esa manera, así que solo acepta sin rechistar ese dinero y cierra la puerta para fingir que nada pasó.

George camina deprisa hasta su auto y conduce nervioso al sur por Washington Street, hasta West Village y gira Perry hasta su departamento. El tiempo récord en su recorrido no es nada más que infundado por el temor. Algo en todo esto no le gusta para nada, es un hombre pacífico que evita el conflicto, pero últimamente parece que eso ha quedado atrás.

Cuando llega al departamento va directo a la cocina y toma un vaso de agua. John y Ayden que escuchan que ha llegado se acercan dónde está.

—¿Qué tal te fue? —pregunta Ayden cuando ve lo rojo del rostro de George.

—Esto está jodido —responde luego de terminarse el agua—. Chequen esto.

George les pasa la carpeta que había dejado sobre la encimera y Ayden la toma de inmediato abriéndola.

—¿Qué es esto? —pregunta al ver las fotografías un poco aterrado, también reconoció el cuarto de su hermano.

—No había nadie en casa, el intendente pasó de casualidad y me dijo que la señora Cheng le informo que saldrían de vacaciones. Le mentí sobre un supuesto juicio que teníamos pendiente y que Daniel tenía un documento importante dentro que tenía que tomarlo, lo convencí y me dejó entrar.

—Y, ¿qué pasó? —interrumpe John mirando ahora las fotos.

—Nada, todo estaba empolvado, como si no hubiera ido nadie en días. Entré a su oficina y lo primero que vi fue esa carpeta sobre el escritorio —recuerda el collar y lo saca—. Y esto estaba en el primer cajón.

Ayden toma el collar con el jade y lo analiza. Tiene sentimientos encontrados.

—No puede ser... este es el collar de ella —musita con rabia—. Sea lo que fuere que está sucediendo, es claro que Cathy tiene algo que ver.

—Señor, ¿Y Daniel? Se parece al de las fotos —explica John.

—Es él, esa camisa, yo se la regalé en Año Nuevo —dice recordando el momento en que Arya casi lo obligó a comprarla—. Lo curioso es que está en la misma recámara del terror de mi hermano y que Cathy no nos haya informado de su "desaparición". Lo que la hace sospechosa.

—Tiene que avisarle al detective del caso —comenta John.

—Es un pendejo, si le doy esto, ¿qué crees que hará? —cuestiona a nadie en especial.

—Hay que avisarle a Gabriel —dice John intentando hacer algo más que esperar—. Daniel está en peligro, si no es que muerto.

—¡No lo digas! —refiere Ayden enojado—. ¡Es mi mejor amigo del que hablas, él no puede morir a manos de ese idiota! Mejor llama a Gabriel y que venga lo antes posible —pide a George y este obedece.

Se aparta un poco para hacer la llamada.

—Gabriel, buen día, soy George de la oficina del Señor Emory —explica cuando este descuelga—. Sí, aquí está conmigo... ¿Qué?

Ayden mira la expresión del rostro de George e inmediatamente sabe que algo está mal.

—¿Qué sucede? —pregunta el millonario temiendo por su esposa e hijo.

—Señor... lo siento tanto —dice George aun escuchando a Gabriel por el celular.

Las piernas de Ayden flaquean, un nudo en su estómago se arremolina haciéndolo añicos, como si una patada le hubiesen dado.

—Dame acá —ordena John, pero George no le cede el teléfono.

—Te paso la ubicación vía WhatsApp, hasta pronto —comenta el joven y cuelga.

—¿Qué pasa? ¡Ya dinos! —expresa John desesperado.

—Arya salió de casa con el pretexto de ver aún doctor ganador de un novel...

—¿y? —cuestiona John.

—Mark la tiene —expresa Ayden con el rostro desencajado.

—Sí, la secuestró en un estacionamiento, sus guardaespaldas están muertos —aclara George—. Gabriel viene acá con su colega y el detective.

—¿Y Aryehn, está bien? —pregunta Ayden jalándose el cabello.

—Está en su casa, jefe —explica el joven cibernético—. Se ha quedado con Sebas y Bea.

—Esto es una mierda —dice John sintiendo que todo está saliendo contrario a lo que planearon—. Dame tu teléfono, tengo que marcar a la casa.

George hace caso y se lo da, John se comunica a casa y Henry responde. Le explica que él está a cargo ahora y tienen resguardado todo el perímetro. Mientras él está arreglando eso, Ayden tiene una mejor manera de saber dónde está Arya.

—George, tenemos que irnos, llévenme a la compañía.

John alcanza a oírlo y se despega del teléfono.

—Señor, tiene orden de aprensión —le recuerda—. No podemos irnos de aquí.

—¿Y esperas que me quede sentado mientras Mark tiene a mi esposa? Ni de coña. ¡Nos vamos ya!

Ayden se levanta del sofá donde minutos antes se había sentado al escuchar la mala noticia, sintiendo el desespero que solo una persona en esta situación puede sentir. Sale a las escaleras del edificio y baja casi corriendo con la impotencia de sentirse atado por las circunstancias. John y George le siguen detrás con la carpeta y el collar que había quedado en la barra de la cocina. Cuando lo alcanzan se dan cuenta de que ha subido a un taxi y los ha dejado.

—¡Maldición! —grita John exasperado.

—Aquí está mi auto —George quita la alarma y se sube de inmediato seguido de John.

Ambos intentan seguir el taxi, pero esta va a gran velocidad por las calles de Nueva York hasta llegar al edificio de los Emory.

—Llama a Gabriel, dile que lo vemos aquí —ordena John al joven antes de bajar corriendo para seguir a su jefe.

—¡Señor, espere!

—No puedo esperar, la vida de mi esposa depende de ello, ¿no lo entiendes?

Ambos entran al elevador hasta la oficina de Ayden. John, sabe que nada de lo que diga puedo hacerlo quedarse tranquilo.

—¿Pero ¿qué hacemos aquí? —pregunta John.

—Ten a los hombres listos, Arya tiene un dispositivo de rastreo en su reloj —informa sentándose frente a la computadora—. Ordena las pruebas que tenemos, si me hundo, no me iré solo. Mark pagará todo lo que está haciendo, no importa si para eso tengo que matarlo.

John lo observa muy decidido, llama a Henry y pide que Sebas y Bea se queden con el niño y dos guardaespaldas, todos los demás se movilizaran armados a dónde les ordene.

—Señor, Gabriel ya está abajo con su colega —informa George con falta de aire debido a la carrera que ha dado.

—Bien, quédate aquí y resguarda todas las pruebas, mantén al tanto a Gabriel con todo lo que hicimos y encontramos —explica Ayden poniéndose de pie y sacando un arma de su caja de seguridad.

—¿Qué está pasando? —pregunta George confundido.

—Nos vamos —explica Ayden guardando el arma detrás de espalda—. Está en Red Hook, tomaremos el túnel battery. ¡Ahora!

El millonario sale de aquel lugar con John pisándole los talones mientras llama a Henry para movilizar a todos el séquito de seguridad. Incluidos la mitad de seguridad del edificio.

—Todo estará bien —dice John intentando calmar a su jefe mientras bajan en el elevador.

—Eso espero, si no, estaré perdido sin ella. Es mi vida entera. Mi mundo. 

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