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Mentiras

—Chicago... sería una gran oportunidad para mi carrera mamá —comenta la joven y prometedora doctora Arya a su progenitora—. Como me gustaría que me pudieras acompañar.

—A mí también hija, no conozco... pero eso no es lo importante. Tu carrera lo es, vas a salvar muchas vidas —añade con dificultad Mirella.

Nunca tuvo fe en que ella pudiera hacerse de un futuro, pero sabía que no era niña normal. Cualquiera que le viera sabría que tendría un carisma excepcional.

Por la noche, llamó a Daniel para informarle del simposio.

—Bien sabes que eso debes hablarlo con él —comenta Daniel Cheng a la joven—. No sé por qué me lo dices a mí... es claro que ninguno sigue mi consejo.

—Te digo a ti porque Ayden me pidió que te informase a ti.

—Vale, ve a tus conferencias. Ya quiero ver cómo Ayden se vuelve loco de que estés a solas con Mark —se ríe Daniel al pensarlo.

—No estaré a solas con él... vamos más de cuarenta personas —aclara ella con la esperanza de que él se ponga de su lado.

Daniel niega con la cabeza y suplica al cielo que esa agonía de lidiar con ambos se termine pronto.

—Yo no puedo abogar por ti, mejor díselo a ver cómo reacciona —comenta el abogado—. Pagaría por ver su reacción.

Arya que no entiende por qué Ayden estaría loco por dejarla asistir al simposio, siente que Daniel se lo toma como burla cuando para ella es importante. Así que mejor le cuelga.

Tira el teléfono sobre el sofá molesta

—idiota —asevera indignada.

—¿Quién es idiota? —pregunta Ayden al salir del elevador, pues alcanzo a oír claro el insulto.

Arya que no quería pelear, duda de si decirle o no, pero sabe que no puede dejar de perder el tiempo.

—Quería comentarte algo... —comienza diciendo y se sienta en el sofá más amplio y sube los pies a este—. No te preocupes, Sam y Bruno están con mamá cuidándola, está bien. Sebas está en la lavandería y Bea prepara la cena —aclara cuando él observa a todos lados como preguntándose si algo ha pasado.

—Ah vale, entonces soy todo oídos —afirma sentándose frente a ella.

—Hoy me hablaron del hospital, como no he ido, no tenía idea de que había un simposio internacional de primeros auxilios... —explica primeramente esperando que Ayden procese la información—. Los cupos estaban llenos, pero una de las chicas se quebró el pie y no irá. Quiero ir —expresa sus deseos finalmente.

—No —dice él rotundamente y se pone de pie.

—¿Por qué? —Pregunta ella—. ¿En qué te molesta a ti que yo siga avanzando en mi carrera?

—No me molesta —contradice él acercándose a ella, quien ya se ha puesto de pie—. Solo no quiero que estés sola con Mark —aclara a la defensiva.

—Vamos cuarenta personas, ¿crees que estaré sola con él? Además, ¿qué te hace pensar que alguien como él pueda desear pasar la noche con alguien como yo? —balbucea resignada.

Ayden siente un golpe duro en el pecho, tiene gran parte de culpa que ella se sienta de esa manera y recuerda todas las veces que la ha repudiado. Aunque ella no sepa las razones correctas.

—No digas eso, no sabes lo que dices —amonesta intentando no ser tan duro—. No te das cuenta cómo te mira, eres hermosa, inteligente, amable y posees una luz que no todos tienen.

—Deja de burlarte, igual no te estoy pidiendo permiso —dice ella cambiando rápidamente de conversación—. Voy a ir, solo te informo.

El millonario la observa amenazadoramente. Siente cómo su sangre corre por su cuerpo al sentirse perturbado por oírla. Camina a ella acercándose hasta casi tocar su barriga.

—Dije que no, y espero que obedezcas —puntualiza cada palabra.

Arya lo ve con amargura y sus ojos se nublan de desespero. Él nota como esta cambia su semblante y le duele haber sido el causante de eso.

—No entiendes que solo quiero protegerte... que me vuelve loco el saber que estás cerca de alguien tan desequilibrado como Mark —susurra Ayden con más calma.

Admira a la joven intentando transmitirle su preocupación, pero ella se siente dolida.

—Lo único que veo, es a un hombre posesivo, que intenta controlarme a su gusto —refuta con ansiado agobio—. ¿Has pensado que la medicina es lo único que me quedará después de ti? Si no construyo mi futuro, seré una ruina de mí. No quiero tener que depender de ti... nunca.

Ayden no deja de reflexionar en qué momento ella se hizo la idea de que es un controlador.

—¡No soy un controlador! —refuta escandalizado.

—¿No?... No, no eres... ¿Cómo crees? —comenta con ironía.

Arya da un paso hacia atrás y se aleja de él.

—¿Dónde supones que vas? —inquiere Ayden ofuscado.

—Me largo a descansar... Buenas noches, "señor, yo no soy controlador" —dice ella riéndose en tono de burla.

El millonario no tiene otra más que aguantarse e irse a descansar. Arya logra sacarlo de las casillas en cuestión de nada. Al día siguiente él sale sin que ella aparezca y decide dejarlo por la paz. No quiere otra pelea con ella y menos innecesaria.

A media tarde, mientras almuerza con Daniel, una llamada de su asistente lo interrumpe.

—Señor, Ayden. Disculpe que lo moleste, sé que es su hora de comida, pero es urgente —dice ella con desespero.

—¿Qué pasó Katty? —pregunta él sintiendo ansiedad y desespero en cada parte de su cuerpo.

—Hablan de su casa, que la señora Mirella es llevada con urgencia al hospital —cuenta sin saber quién es Mirella

—Gracias —cuelga y marca a Arya, pero esta no responde—. Maldita sea, marca a Sebas por favor —pide a Daniel y mira la cara de confusión de este—. Su madre se puso mal, la llevan al hospital.

—Vale.

Ayden vuelve a intentar llamar a Arya, pero es imposible, su número manda directo a buzón de voz.

—Sí, dime —dice Daniel cuando Sebas le contesta la llamada—. Entiendo... uf... esto está mal... ¿Han hablado con ella?

Ayden observa a su amigo con desespero, no obstante este le pide que se calme con una señal, sin embargo, es imposible. Está ansioso.

—De acuerdo, vamos para allá. Gracias —cuelga y mira a Ayden con resignación.

—¿Entonces? —inquiere su amigo desesperado.

—Por favor, contrólate, ¿vale? —advierte Daniel—. No le dejas opciones a Arya...

—¿De qué diablos hablas? —pregunta sospechando que algo ha hecho.

Daniel busca las palabras, pero no las hay.

—Arya se ha ido al simposio con los de la clínica, por eso no responde —Ayden siente como siente un golpe en el pecho, ella le ha desobedecido—. Su madre ya está en la clínica, tenemos que ir.

—¡Vamos! —dice Ayden poniéndose de pie y tomando su móvil en el camino—. Pero antes, Mark me va a oír.

—Ayden, no es momento —sugiere Daniel.

—Alguien tiene que avisarle a Arya... —dice y luego Mark responde.

—Sabía que me reclamarías cuando vi a Arya llegar esta madrugada con maleta en mano —contesta burlándose—. Hola, hermanito.

—Escucha pedazo de mierda, no te hablo porque me guste saludarte —asegura Ayden con desdén—. Avísale a mi hermosa novia que su madre está grave, que me marque. ¡Idiota! —y cuelga.

Ayden camina por delante de Daniel y saliendo del edificio se le unen sus guardaespaldas. Cuando sube a la todoterreno amonesta a John.

—Vamos a la clínica, la madre de Arya se puso grave —avisa y este enciende el motor para ponerlo en marcha—. ¿Sabías que ella está ahora en Chicago? —inquiere haciendo que su conductor le vea por el retrovisor con temor—. Lo sé, ella es una mujer muy astuta... quiero que pongas guardias a cuidarla noche y día. Los quiero en la entrada del ascensor, fuera, en la entrada del edificio, por todos lados.

—Lo siento, señor, no tenía ni idea...

—No importa, es mi culpa —acepta finalmente—. Si yo me hubiera ofrecido a llevarla, ella no me retaría como lo hace.

John intenta no involucrarse, así que no dice más. Ayden metida en silencio sobre sus acciones y sobre lo que siente hacia ella. Es cierto que le molesta que se acerque a Mark, pero porque sabe lo que realmente es.

No entiende cómo es que es médico, siendo un sádico como es. Intentando aparentar algo que no es.

Una vez que llegan a la clínica, se encuentra con Sam en la entrada.

—Bruno está cuidándola. No permiten a nadie más —afirma—. Empezó a dolerle más el pecho y tenía mucho dolor de cabeza, no sabíamos qué hacer.

—no te preocupes, hicieron bien, que bueno que la trajeron —dice Ayden y se acerca a la asistente—. Soy familiar de Mirella Harley.

—Señor, Emory —saluda coquetamente la asistente de no más de veinticinco años—. Sabemos quién es, no se preocupe. El cardiólogo de la señora Harley quiere hablar antes con usted, pase por ahí —señala el pasillo hacia un doctor de mediana edad y canas abundantes—. Él los espera.

—Gracias.

Ayden camina hasta el doctor y se presenta.

—Lo conocemos, señor Emory —asegura el médico—. La señora Harley, esta delicada de salud, ha tenido un infarto cerebrovascular, en otras palabras, un derrame cerebral. La hemos estabilizado, el neurólogo está con ella en este momento y evaluaremos las secuelas.

—Santo cielo... —murmura Ayden—. Supongo que no podrá entrar al tratamiento que iba a comenzar.

—Creo que no, en su estado no es posible —advierte el doctor mirándolo con pena—. Como le dije a Arya, lo mejor es mantenerla sedada para que el dolor sea lo menos intenso posible y que viva en paz sus últimos días.

—Entiendo... Arya tenía muchas esperanzas en ese tratamiento —señala Ayden con pesar—. Hasta ya lo había pagado, se va a desilusionar tanto...

Comenta él pensando en todo lo que su joven madre sustituta ha tenido que pasar y ahora tener que soportar esto.

—No comprendo, el tratamiento aún no se cobra... —añade el doctor mirándolo con curiosidad—. Quizás solo es un malentendido.

Ayden toma aire, definitivamente ella tiene que explicarle eso. Pasan las horas él permanece al lado de Mirella en lo que llega Arya. Esta le ha marcado en múltiples ocasiones, pero él no le responde. Quiere darle una cucharada de su propia medicina.

Sam y Bruno han sido despachados a su casa, ya que dadas las circunstancias y por el momento ya no tienen nada que hacer ahí.

Son pasadas las diez cuando Arya llega al hospital.

—Mamá... —susurra y comienza a llorar.

Ayden la mira y sabe que ha estado llorando, pero no le dice nada.

—Dicen que...

—¡No digas nada! —pide ella callándolo—. Ya lo sé.

—¿Tu noviecito te avisó? —inquiere con coraje a Arya.

Esta lo ve y no le cabe en la cabeza que él le critique en esos momentos.

—¡Eres un maldito idiota, Ayden Emory! —insulta con enojo—. Te estuve marcando y no respondiste.

—¿En serio? Al menos ahora ya sabes que siento cuando no me contestas el maldito teléfono —apunta Ayden sintiéndose poderoso.

Arya que yace a unos cuantos pasos de él, no puede creer lo que escucha de sus labios.

—Eres un hombre tan desgraciado que lo único que le importa es sentirse superior a los demás, no importando los sentimientos de ellos —echa en cara con lágrimas en el rostro—. ¿Cómo supones que esto es igualdad de circunstancias? Mi madre está al borde de la muerte y lo único que te importa es imponerte ¿Tan frágil es tu hombría?

Ayden siente cómo sus muros caen a su alrededor uno a uno. La ha cagado.

—Me mentiste de nuevo —le refiere—. No pagaste el tratamiento. Sabía que solo intentabas sacarme dinero, pero no lo quería creer.

Arya lo mira sin concebir que siga peleando con ella cuando su madre está grave. Triste, decepcionada y señalada hace lo que una mujer desesperada haría. Asesta una cachetada en el bello rostro del millonario. Este no puede creer que ella hiciera eso.

—Eres un idiota, Ayden. ¡Lárgate! —exclama llorando.

Los guardias llegan, Mark llega y lo sacan de ahí. Arya se queda sentada al lado de su madre, abrazando el cuerpo casi frío de ella. Rogándole al cielo por un milagro.

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