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La llamada

«Es la peor cena a la que he asistido» fueron las palabras que dijo Ayden nada más salir de la casa de su padre.

Arya siente que eso ha sido por causa de ella y aunque sube al auto siente cómo su corazón se va haciendo más y más pequeño.

—¿Todo bien? —pregunta Ayden al ingresar a su departamento.

La joven le mira acongojada, pero no dice más. Solo observa su rostro perfecto, tallado por los dioses del olimpo. Es tan jodidamente guapo que hace que su desprecio le duela más.

—Sí, buenas noches —se despide finalmente y avanza hasta su habitación.

—Espera, sé que algo tienes, has estado esquiva y con cara de animal moribundo —echa en cara el adonis.

Arya toma un respiro, pues su mente y estado de ánimo no están conectadas a sus fuerzas.

—Nada, solo estoy cansada —responde e intenta irse de nuevo.

—Te dije que esperaras —gruñe Ayden con un marcado tono de voz molesto.

—¡¿Para qué?! No comprendo que tienes contra mí, seré la madre de tu bebé, al menos deberías de tratar de ser amable, y no comportarte como un idiota conmigo todo el tiempo —suelta la joven finalmente.

Ayden se sorprende de la respuesta, pero más aún del carácter de Arya, no es tan dócil como aparenta ser.

—He sido amable y para nada soy idiota —contradice con marcada molestia—. En cambio, tú, ¿qué ha sido eso de que ya estamos esperando un hijo? No estás tomando en cuenta los riesgos, das por hecho de que si podremos salir embarazados...

—¡No! No hables como si hubiera un nosotros, es un tú, solo tú —refiere ella al darse cuenta del error de él—. Es tu hijo, solo soy el recipiente, uno al que al parecer le tienes asco.

—No es asco, solo es... es... —Ayden no sabe qué decir, nunca antes tuvo que tener que dar alguna explicación a alguien.

—Si buscas la palabra correcta no la encontrarás, lo que es, es. Dejemos esto neutral, seré la mamá, tú el papá, tendrás a tu hijo o hija y luego yo me marcharé, y con fortuna de no volverte a ver ¡nunca más!.

Arya camina directo a su habitación dónde se refugia de sus demonios que le dicen que no es nadie importante, donde la acechan diciéndole que nunca será suficiente para nadie.

Ayden, sin embargo, se siente aliviado de no verse obligado a decir más, no quiere enfrentarse a ella de esa manera. Se da una ducha caliente antes de dormir, creyendo que con eso sacará de su mente lo hermosa que ella se veía esta noche.

Antes de irse a la oficina Ayden va en búsqueda de Arya, debe inyectarse.

Toca su puerta, pero esta no abre, intenta de nuevo, pero no abre, por lo que decide entrar.

—¿Arya? —pregunta, pero esta no responde.

La cama yace destendida, su falta de respuesta hace que comience a ponerse nervioso.

«¿Y si se ha arrepentido?» piensa con ansiedad. Comienza a llamarla, no obstante sigue sin responder.

Se acerca a la puerta de baño y toca, pero no hay respuesta. Escucha cómo cae el agua del otro lado y eso le da calma

«Solo se está bañando» eso le calma.

—¡Arya, tengo que irme, debo inyectarte las hormonas! —llama por encima del ruido de la ducha.

Sin embargo, una vez más ella no responde.

—¡Arya!

Preocupado decide entrar, siente un nudo en el estómago y las manos le tiemblan. Lo que ve le aterra hasta cierta manera. Encuentra a Arya desmayada junto a la ducha, aun en su albornoz.

Tener que cargarla era algo que tiene que hacer, pero le aterra.

—¡Arya, Arya, reacciona! —pide desesperado. Al ver que no reaccionaba se agacha y la toma entre sus brazos llevándola hasta la cama.

Al sostenerla, se da cuenta de que es muy ligera, su peso es muy bajo para alguien de su estatura. Cuando la deja sobre el colchón, corre hasta el botiquín y busca un hisopo con alcohol. Vuelve pasando sobre su nariz el hisopo para que esta lo huela.

—Hey, tranquila... estás bien, tranquila —dice calmándola cuando ella comienza a reaccionar.

—¿Qué pasó? —pregunta Arya con voz rasposa.

—Estabas desmayada en el baño, ¿te duele algo? —pregunta aún preocupado.

—La cabeza... un poco, pero mi teléfono, ¿dónde está?

Que preguntara por el teléfono le parecía un poco extraño, pero, aun así, lo buscó. Lo encontró en la encimera del lavamanos en el baño.

—Toma —dice entregándoselo y de nuevo tomando su distancia—. Debo inyectarte las hormonas, por favor, come algo cuando me vaya. Estás muy delgada y débil.

Ayden sale yendo por todo lo que necesita para inyectarla, una vez que lo hace se despide con un escueto adiós y se marcha.

Ala joven recorre la casa y la conoce, se da cuenta de que él le ha provisto de todo lo necesario, incluso cuando llega a la cocina, se encuentra con una caja negra y lazo rojo destinada a ella.

Cuando revisa la tarjetita sobre ella, la saca y lee.

"Espero que tu estancia conmigo sea llevadera. Sé que extrañas a los tuyos, espero que con esto te sea leve" A.E.

Arya siente una punzada de ilusión en el pecho, le emociona saber que se interesa por ella. De alguna manera, aunque sea así.

Luego de desayunar, termina de recorrer la casa de Ayden. Sube al primer piso y se encuentra con un gimnasio, así como con la amplia habitación de colores grises y azules de su anfitrión.

—¿Dónde irá a estar la habitación de su futuro hijo? —pregunta a nadie en particular, pues está sola.

Sale de aquel lugar por el mismo pasillo y llega hasta una habitación llena de espejos. Por un momento se pregunta qué diablos tienen que hacer tantos espejos en un solo sitio. Al entrar observa su reflejo por donde mire, voluntaria e involuntariamente. El piso alfombrado la invita a sentarse, por alguna extraña razón lo hace y luego se recuesta descubriendo así que el techo también yace cubierto de espejos.

Tendida en el suelo, no deja de preguntarse por qué él tiene tantos.

«Es tan extraño como siniestro» piensa poniéndose de pie para salir de ahí inmediatamente.

Cuando intenta volver al piso de abajo se da cuenta de que hay otra puerta, la abre y es un despacho, pero un pizarrón con su foto pinchada en él llaman su atención. Lee todo detenidamente enterándose así que Ayden Emory la investigó también como le dijo.

—Es un maldito obseso —murmura tomando los recortes con su información en ellos. Quitando así todo lo que con ella tenía que ver.

Los llevo al fregadero y les prendió fuego hasta que se hicieron ceniza. Deshaciéndose de la evidencia, regreso a su recámara

Espero que todo el día a que Ayden volviera, no sabía cómo es que le iba a decir que no le gustaba que investigara sobre ella, así como que los regalos le parecían excesivos. Ya tenía un teléfono, no ocupaba otro.

Reflexionaba en ello cuando una llamada le interrumpe, el número es desconocido y pensando en que quizás es Ayden responde.

—Hola, hermanita —el sonido de la voz de su hermano le llega a través del altavoz y siente enojo.

—¡Maldito seas, Jeff! ¿Cómo pudiste robarme el dinero de la beca? —refiere enojada Arya apuñando las manos, encajándose las uñas en las palmas.

—Como si en verdad tú lo necesitaras —se ríe de ella—. Además... me he enterado de que te has ido finalmente —él chasquea haciendo que su hermana le repudie más, es un sonido que le ha desagradado siempre.

—Tú no sabes nada —dice enojada, quisiera tenerlo enfrente para plantarle una cachetada—. ¿Has tenido la decencia de ir a visitar a mamá? ¿O es que no te importa ya nada?

La risa burlona de Jeff solo la encoleriza más.

—¡Deja de reírte maldito capullo! —ruega en voz alta.

—Me río por lo idiota que eres, ¿quién crees que me dijo que te fuiste dejándola sola?

Escuchar aquello es como si le clavaran una daga en el corazón.

—No esperabas eso, idiotita... como siempre, eres una boba que considera que mamá verá por ella. Nunca fue así, pero tú siempre viste solo lo que querías ver. En fin, te hablo porque necesito dinero.

—¿Qué? ¿No te bastó lo que me robaste? —pregunta ella indignada.

—Tenía deudas que pagar, pero ocupo más si no quieres que mamá se entere de que la dejaste por un hombre trajeado con helicóptero —resopla chantajeándola.

—¡Mientes! No sabes nada, Jeff —refiere intentando convencerlo de lo contrario—. ¡Déjame en paz! Ya mucho daño nos has hecho.

—¡Te haré pagar, por lo que acabas de decir, maldita puta! —amenaza siseando de odio—. Te encontraré y vas a ver lo que soy capaz de hacer contigo.

Arya asustada cuelga el teléfono, en eso se escucha un portazo. Ayden ya había llegado y escuchó la amenaza.

—Arya —la llama fríamente—. ¿Quién dice que te encontrará para hacerte pagar?

Ella lo observa con temor, no por él, sino Jeff.

—Mi hermano.

Ayden asiente y camina directo a ella. Estrella el viejo cacharro contra el suelo haciéndolo añicos, Arya se sobresalta ante aquella acción, pero sabe que es lo mejor.

—No te encontrará —advierte él con un primitivo instinto de protección.

—¿Y sí lo hace? —pregunta ella con temor, sus manos están temblorosas.

—No lo hará, de eso, me encargo yo.

Él se marcha escaleras arriba, dejándola de nuevo sola y con un manojo de nervios.

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