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La de la foto

Gerard se dedica a contarle a detalle cosas de su nieto y Arya escucha atentamente. Entre todo destaca que así no lo ve, ya sea por qué Ayden está trabajando o porque está enfermo. Esto le molesta a Arya, pues le hubiera gustado que fuesen más unidos. Al final de cuentas, esa era una de las motivaciones de Gerard cuando pidió a Ayden que tuviera descendencia para poder heredar. La conversación fluye, pues ella quiere ponerse al día en todo lo concerniente a su hijo.

—Creo que ya hemos hablado suficiente de Aryehn —avisa Gerard cortando la charla de tajo. Arya se incomoda un poco, pero sonríe satisfecha, ahora se da cuenta de que su hijo es muy amado—. Me gustaría que me contaras sobre ti. ¿Qué has hecho estos años? Quiero oírte.

—¿Yo? —inquiere con vergüenza.

—Sí, cuéntame qué has hecho, alimenta la curiosidad de este viejo. Anda —insiste Gerard de buen ánimo.

Arya se lo piensa un momento y luego ya sabe por dónde comenzar.

—Luego de terminar las prácticas, presenté mi tesis y me titulé. En Inglaterra hice mi residencia, al terminarla volví a los estados unidos. Hice mi especialidad con la doctora Maya Hart en Chicago. Es una excelente médico y me enseñó mucho de lo que sé. Después estuve en Los Ángeles y finalmente en Miami, que fue donde me encontré con Ayden —informa sin ahondar en el tema.

Gerard comienza a reírse. Arya no comprende mucho del porqué se ríe y se desconcentra.

—Lo siento, mi niña, lo siento —comenta él intentando dejar de reír, pero no puede.

Cuando por fin se calma es que se recompone en su asiento.

—Verás, Ayden recorrió todos esos lugares, me da risa por qué siempre estuviste a un paso delante de él —se ríe—. ¿Estuviste en el Mercy's de Chicago?

—Sí... —comenta ella asombrada.

—Ahí fue el tercer sitio a donde llevó a mi nieto —revela él—. Todos decían que era una simple asma, nunca le hicieron todos los estudios que tu sí. Además, él no estaba dispuesto a que lo trataran de conejillo de indias. Supongo que si no hubieras sido tú quien propuso esos estudios, él no hubiera permitido que los hicieran.

—¿Es sobre protector? —inquiere ella

—No, cuidadoso, que es distinto —aclara el anciano—. Sea como sea, ibas un paso delante de él... ¿Aún no crees en el destino?

—No sabría decirle.

—¿Y cuáles son tus planes ahora que has vuelto? —pregunta Gerard.

Arya toma aire, siente que está siendo interrogada con un propósito, pero no sabe cuál.

—Vine a quedarme en Nueva York, he vuelto a hacer una entrevista dónde Mark y mañana tengo otra en el St. James, ya tengo un departamento y planeamos entre su hijo y yo hablar con Aryehn. Me he estado acercando a él y parece que le caigo bien...

—Caerle bien es poco, me ha dicho Sebas que él ya te ama —interrumpe el viejo emocionado.

Arya sonríe.

—Ayden dice lo mismo...

—Espero que pronto puedan reconciliarse.

—No estamos enojados, nos llevamos bien —aclara ella.

—Si me hubieras hecho caso hace cinco años, yo hubiera hecho que se casaran —recuerda el viejo.

Arya lo mira extrañada.

—Ese no era el caso, quizás él me hubiera repudiado más —añade ella, recordando cómo la odiaba—. Y como dicen, a fuerza, ni los zapatos entran.

—Tendrás razón, él es obstinado, es mejor así, solo prométeme algo Arya —pide el viejo y ella se pone atenta—. Promete que dejarás que te demuestre lo que siente. No te cierres a la idea, el camino sin ti ha sido largo para él y para tu hijo. Contigo aquí, todo mejorará, lo sé. Y no dudes en venir o llamar si necesitas algo, o dile a Sebas y él hará llegar tu mensaje, lo que sea. Yo te aprecio mucho, te veo como parte de mi familia, incluso desde que te conocí. Además, mi nieto te necesita ¿no crees?

Arya asiente con la cabeza.

—Vale, lo prometo —dice ella no por resignación sino porque el viejo le ha mostrado que se preocupa por ella—. Pero a cambio, me gustaría que visitara más seguido a su nieto o que me permita traerlo. Sé que Ayden es un poco reacio y usted también, pero a mí me gustaría que fuesen más unidos, ambos lo necesitan.

—Gracias, hija —comenta Gerard conmovido—. Sabía que tu regreso era una bendición para todos.

Después de eso, Arya se despide, Gerard ofrece a su chofer para llevarla, pero ella lo desestima.

—No se preocupe, iré en taxi —declara poniéndose de pie.

—Venga, entonces deja que te acompañe a la entrada.

Arya se acerca a él y tomándolo del brazo dónde no lleva el bastón, le ayuda a recorrer el espacio entre la sala y la salida.

—Me dio mucho gusto que vinieras, ven más seguido, este viejo solo tiene como propósito despertar, ya viví todo lo que pude, solo espero la muerte —comenta trágico.

—¿Y por qué no se queda en un hogar de retiro? —pregunta ella y él la mira como si se hubiera vuelto loca—. No, espere, no me malentienda —comenta divertida—. Sé que puede parecer aburrido estar aquí todo el día, pero hay lugares muy bonitos en dónde los adultos deciden pasar su retiro en compañía de otros adultos. He conocido partes en donde sin duda me gustaría ir de vacaciones.

—Disculpa que pareciera que molesté, pero no, realmente lo he pensado a veces —explica él—. Pero, no he conocido un sitio así, la mayoría de mis amigos ya murieron o están confinados en sus casas. Como vez, yo me siento fuerte, solo un poco débil para caminar —dice divertido—. Para la próxima vez que vengas tráeme algo de información de esos lugares en donde a ti te gustaría ir de vacaciones. Quizás me guste uno.

Arya sonríe y le da una palmadita en el brazo.

—Vale, muchas gracias, Gerard —se despide y le da un beso en la mejilla—. Volveré pronto con Aryehn. Me dio mucho gusto verte, especialmente sin pleitos de hermanos.

Gerard se ríe. Antes de abrir la puerta, ella gira con curiosidad.

—Por cierto, ¿cómo han estado ellos estos años? ¿Siguen con los pleitos?

—Hasta donde sé, no —comenta él—. Al irte, Mark era infeliz tanto como Ayden. Creo, hija mía, que ellos te aman. Los dos.

Arya lo mira extrañado.

—No creo, Mark y yo somos buenos amigos, solo eso.

—Estoy seguro, tu corazón ha elegido y no es al menor —dice esto abriendo la puerta—. Oh, hijo, qué alegría verte.

Arya que miraba descifrando aún los comentarios del anciano se sorprende al encontrarse a Ayden al pie de las escaleras.

—Ayden... —por mero instinto se ruboriza al verlo y su corazón se acelera.

—Padre, buenas noches —saluda el millonario con respeto.

Gerard se acerca Arya antes de que esta se separe y le murmura.

—Como dije, tu corazón ya ha elegido —susurra y ella lo ve para luego negar convencida de ello—. Hijo, que bueno que has venido, ¿gustas pasar un rato? —invita esperando que Ayden pase.

Este termina de recorrer las escaleras que quedan entre ellos y abraza a su padre.

—Gracias, padre, en otro momento —declara un poco más animado de lo normal—. He venido por Arya, se ha quedado sin teléfono.

—Entiendo, en otra ocasión será —comenta un poco desilusionado, se le nota en la cara.

—¿Estarás desocupado el sábado? —pregunta Arya.

—Por supuesto.

—Pasaré por ti para ir a cenar a mi casa, ¿te parece? —pregunta ella esperando que acepte.

La cara del viejo Gerard se ilumina al escuchar a su casi nuera.

—¡Claro, estaré listo! —asegura sonriendo.

—Vale a las cinco pasaré, para tener tiempo de tomarnos un té y charlar —dice ella con la idea de que él pueda estar con su nieto un momento.

—¿Yo no estoy invitado? —inquiere Ayden con el ceño fruncido.

Arya lo ve y hace cara como de estarlo pensando.

—Veremos cómo te comportas de aquí al viernes y ya te aviso —dice ella riéndose—. Nos vemos Gerard, que tengas una linda noche.

Ella se acerca de nuevo para despedirse de un beso en la mejilla, cuando se endereza es Ayden quien le ofrece la mano para ayudarla a bajar las escaleras. Arya toma su mano sintiendo el cosquilleo en su piel.

—Nos vemos el sábado padre —asegura Ayden despidiéndose con un movimiento de cabeza y comienza a bajar las escaleras junto a Arya.

El viejo permanece parado en la entrada de la casa, con su ama de llaves cerca para ayudarlo a regresar a su asiento.

—Pórtate bien y te veré el sábado. Si no, no —se burla su padre.

Ayden sonríe sin que este lo vea. Cuando ayuda a Arya a subir al auto, su padre ya ha vuelto dentro y el ama de llaves cierra la puerta. Una vez que él sube, John conduce a su casa.

—Yo voy a mi casa, John, informa Arya —notando que ha tomado la ruta a casa de Ayden.

—No creo, tu casa aún no tiene instalado el sistema de seguridad, además Sebas ha dicho que Aryehn quiere verte —informa muy seguro de que con lo último que ha dicho ella accederá a ir a su casa.

—¿Me estás manipulando con nuestro hijo? Porque eso parece —comenta ella con tono molesto, aunque no lo está.

—No... yo no...

—¡Es broma! —confiesa—. Quiero ver a mi hijo, necesito verlo, le he extrañado, pero también necesito llegar al departamento rápido. Mañana tengo cosas que hacer y debo ponerme de acuerdo con Robín.

—¿Y por qué no le llamas?

—No he oído por un teléfono, eso lo haré mañana —asegura, pero entonces Ayden saca del saco de su traje un teléfono nuevo.

—Es para ti, ya tiene tu número y puedes configurarlo a tu antojo —explica él.

Arya no está muy contenta.

—Sabes, me hubiera gustado elegir mi propio teléfono, no todos estamos acostumbrados a que nuestros empleados elijan o decidan por nosotros —refiere ella mirando el cacharro de varios miles de dólares en su mano.

Ayden reprime una sonrisa y luego toma su mano.

—Yo lo elegí para ti, no mi empleado —aclara—. A la hora del almuerzo fui a buscar cada equipo para ti, él los mejoró en cuanto a seguridad, es cierto, pero fui yo quien los eligió pensando en ti. Perdona si te hice molestar, solo quería que no te preocuparas por nimiedades.

Arya se queda sin palabras, reflexionando en que decir, pero no dice más. Pasando unas calles voltea a verlo con la mirada enternecida.

—Gracias... —musita.

—¿Qué tienes? No llores... —dice él al darse cuenta de que sus ojos se llenan de lágrimas—. Solo son cosas...

—No es eso —corrige ella mientras Ayden la abraza y ella se recarga en su hombro, luego de un momento decide hablar—. Hubo un tiempo, en el que no tenía un teléfono, tener uno me pareció lejano, casi imposible. Me debatía en sí, debía comer o guardar ese dinero para el pasaje porque iba a llover. Algunas veces tuve gripe por mojarme en la lluvia, pro que no soportaba el hambre y me gastaba el dinero en un emparedado.

Las lágrimas al recordar aquella época salen por si solas. Ayden la sostiene a su lado y la sosteniendo con mayor fuerza y cariño. Él quería escucharla, sentir cada palabra y poder consolarla por aquellas veces que se negó a hacerlo.

—Desde que llegaste a mi vida, todo fue un caos, mis emociones, planes, metas, incluso la comida que antes me negaba, ahora estaba a mi alcance, solo tenía que pedir a Bea y ella lo preparaba —sonríe sintiendo el sabor agridulce del recuerdo—. Ahora, todo de nuevo es distinto, yo puedo comprar mi teléfono, no tengo que esperar a que tú lo hagas por mí, y, aun así, el hecho de que digas que lo elegiste para mí me hizo sentir apreciada. Sé que solo son aparatos, pero reconozco que siempre te has ocupado de mis necesidades, ahora entiendo que no se trata de sí, yo tenía para suplirlas o no, porque ahora tengo con qué pagar y te sigue importando lo mismo que antes. Así que gracias.

Ayden se desabrocha el cinturón un poco para acercarse a ella y abrazarla completamente. John siente ganas de llorar, pero no dice nada, deja que ese momento sea solo para ambos y guarda silencio.

Arya esconde su rostro en el pecho de Ayden, sollozando.

—Nena, nunca se trató de mi hijo, si no de ti... solo quiero lo mejor para ti —dice él acariciando su espalda—. Como me gustaría que pudieras comprender lo que siento por ti. Sé que me pediste tiempo, pero mi corazón se desborda de alegría cada que te tengo cerca. No importa dónde estés, con quien, pienso en ti siempre.

Arya permaneces callada hasta que llegan a la casa de Ayden.

—Gracias... por todo, por entender —resuelve finalmente y se aleja abriendo la puerta y desabrochándose el cinturón, para bajar rápido.

Sube las escaleras de la entrada y toca la puerta, Sebas le abre de inmediato.

—¿Y Aryehn? —inquiera ella entrando.

—Está cambiándose, ha salido de la ducha —informa y ella agradece para subir las escaleras.

—¿Qué tiene? —pregunta a Ayden cuando este entra.

—Nada —dice escuetamente y va tras ella.

Luego entra John y Sebas le pregunta a él.

—¿Qué tienen? —cuestiona ahora refiriéndose a ambos.

—Ella, creo que está huyendo de lo que siente por él —explica John caminando a la cocina, quiere un café—. Él, está persiguiéndola.

El par de chismosos se ponen a conversar en la cocina. Mientras tanto, Arya estaba ya con su hijo.

—Yo te ayudo —dice desde la puerta de su recámara.

—¡Arya! —saluda el niño con la playera en su cabeza y corre a ella. Arya se agacha y lo abraza.

—¿Cómo estás, campeón? —pregunta ella con el niño recargado en su hombro.

—Bien, ya hice mi tarea —explica emocionado.

Arya lo baja parándolo sobre la cama para ayudarle con la playera.

—¿Qué te dejaron de tarea? —pregunta ella.

Aryehn le comienza a explicar que era dibujar un sueño. Ella se pregunta por qué le dejarían tal cosa. Una vez que él ya está cambiado, el niño va a su mochila y saca un bloc de dibujo y le enseña.

Ella observa el dibujo y se siente emocionada.

—Es muy hermoso —dice y el niño se siente feliz—. ¿Es tu mamita? —pregunta ella.

—Eres tú —declara el pequeño.

Ayden aparece finalmente frente a ellos. Arya lo ve y le enseña el dibujo.

—¡Papi, ¿verdad que Arya es un ángel?!

Ayden se agacha frente a él y le regresa el dibujo sin dejar de ver a Arya decide decir la verdad.

—Ven acá, Aryehn —pide su padre y este se para frente a él—. ¿Recuerdas que te dije que mamita tenía pelo negro y una sonrisa bonita?

El niño asiente recordando sus palabras, él voltea su cuaderno de dibujos y va hasta uno dónde yacen dibujados sus padres.

—Sí, aquí esta mamita —señala él a una mujer de pelo largo.

Cabe señalar que los dibujos son infantiles, dibujados por un pequeño de cinco años con un concepto abstracto, pero se comprende perfecto la idea.

—Y si te digo que mamita ya no tiene le pelo negro, sino rubio, ¿te gustaría? —pregunta Ayden mirando a Arya.

La joven doctora se queda helada por un momento, no esperaba que Ayden decidiera decirle la verdad al niño.

—¿Cómo el de Arya? —pregunta el niño.

—Sí, como ella, ¿te gusta? —pregunta Ayden

Y el niño dice que sí.

—¿Tú quieres ser mi mamita? —cuestiona el niño con voz tierna.

—Hijo —llama Ayden—. Es que Arya, es tu mamita. Ella es tu mamá, es de quien te he hablado estos años. Es la de la foto.

El niño yace sorprendido, corre hasta su cama y saca de debajo de su almohada una foto de su madre con un vestido azul claro abrazada de su padre. Ambos a juego con el color. Él vuelve con la foto y se la enseña a Arya.

—¡¿Tú eres mi mamá?! —pregunta emocionado, con la mirada exaltada.

Arya solo asiente una vez cuando este se lanza a sus brazos. Ella lo sostiene como si fuera la primera vez que lo ve y por instinto llora.

Ayden se acerca a ellos, he hincado los abraza. No está dispuesto a perderla, así que jugará todas las cartas que tiene. Tiene que volverla a enamorar y para eso desea que ella se dé cuenta de que ahora tiene una familia que la ama, no solo un hijo, sino también un hombre que está dispuesto a todo solo por verla feliz. 

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