Ilusiones agradecidas
Era un viernes soleado, el clima era perfecto para ir caminando a la clínica que no estaba muy lejos de ahí. Solo cinco manzanas.
—Estás loca —difiere Ayden tomando su maletín—. No irás a pie.
—Por favor, si me canso pido un taxi —insiste la joven embarazada—. No he podido ir a caminar a Central Park, oscurece muy temprano.
Ayden se frota la frente con pesadez.
—Te acompañaré, ya que llegues ¿vale? Te daré tu espacio o me quedaré sentado en una banca mientras caminas de un lado a otro —sugiere con la intención de que ella acceda.
—Vale... —dice ella tomando su bolso también.
Ambos bajan en el elevador, pero no se dicen más. Ayden ha cumplido su promesa de guardar distancia.
Cuando llegan hay más personas de lo normal, todas vestidas con traje.
—Buen día, señorita Harley —saluda John.
—Buen día, John, ¿Quiénes son ellos? —le pregunta mejor a él que a Ayden.
—Son tus guardaespaldas —advierte Ayden detrás de ella. Los hombres en cuestión yacen formales de pie ante la joven—. Él es Bill —señala al hombre más alto de los dos—. Y él es Garret. Se quedarán custodiándote todo el tiempo.
—Disculpen, chicos —dice ella fulminando con su mirada a Ayden—. Ven acá —le llama instándolo a tener una charla más privada.
Ayden camina hasta donde ella, pues sabe que no tiene opción.
—¿Qué es esto?
—Tus guardaespaldas
—Ya... pero ¿por qué? No los necesito —asegura ella.
—Por supuesto que sí, en esta semana alguien te pateo el vientre, luego llega la loca de tu amiga y casi te golpea —comenta haciendo que ella se pregunte por cómo se enteró de la patada—. Por lo que yo veo, necesitas guardaespaldas.
—Bien, vale. Ya quiero ver cómo se lo explicas a tu hermano —suena sarcástica, pero lo acepta.
Arya camina hasta el auto y estos suben con ella. John por su parte sube al todoterreno llevando consigo a Ayden.
Cuando llegan a la clínica, Arya solo le regala una mirada irónica y cansada a su jefe millonario. Este camina donde ella y todos los guardaespaldas detrás.
—Suerte con no despedazar el hospital —murmura ella y se dirige al área de casilleros para prepararse para su turno.
Ayden camina hacia la oficina de su hermano, pero no le encuentra, así que pide a sus guardaespaldas que permanezcan alertas.
—Quédense donde no estorben, no quiero más dramas con Mark —advierte con seriedad—. Cuídenla, es mi hijo a quien tiene en su vientre y no quiero que nada malo le pase.
—Sí, señor —responden y Ayden se va.
Arya que yace atendiendo a personas en urgencias solo lo mira con desaprobación.
Las horas transcurren, Ayden se prepara para ir a almorzar cuando una llamada de su padre le interrumpe.
—Hola, Ayden —saluda con ceremonioso.
—Hola, padre, ¿qué pasa? —pregunta ya que su padre no es hombre de muchas palabras y sabe que algo quiere.
—Verás... me acaba de colgar tu hermano, Mark —confiesa contiendo. Sabe que debe ser un buen mediador entre ellos—. Está enojado porque las personas que dejaste en el hospital no se quieren salir. Me puedes explicar, por favor.
Ayden suelta el aire incómodo.
«Maldito Mark, llorón» piensa enojado.
—Pasa que Arya tuvo un incidente en la clínica, un paciente la pateo en el vientre, estaba agresivo y no había suficiente personal para protegerla —informa causando en su padre un sonido de sorpresa—. Y, por si fuera poco, también le atacaron al salir de ahí.
—¡Santo Cielo, Ayden!, ¿por qué no nos habías dicho? —pregunta su padre conmocionado.
En el poco tiempo que tiene de conocer a Arya, le ha tomado cierto cariño especial, por hacer sentar cabeza a su hijo. Si tan solo supiera la verdad, no viviría engañado.
—Son cosas personales de ella, papá —advierte él—. Yo no puedo andarle contando a todos lo que le pasa. Y sobre Mark, hablaré con él en un rato. Le explicaré.
—Está bien, Ayden y por favor... no peleen —pide casi a súplica sabiendo cómo son.
—Hasta luego, padre —corta la llamada y solo escucha un adiós de su progenitor.
Al llegar a la clínica, no encuentra a Arya por ningún lado. Así que les habla a los guardaespaldas y le dicen que están en el comedor de empleados. Una vez que le señalan dónde es, va directo ahí.
Lo que encuentra no es algo que le agrade. Mark yace sentado junto a Arya, almorzando. Pero este se acerca a ella para susurrarle algo al oído y esta sonríe.
—Y dice que no son amigos —murmura abriéndose paso entre la gente—. ¿Interrumpo?
Su sarcasmo no les pasa por alto y se alejan de inmediato.
—Me ha hablado padre, dice que estuviste llorándole por teléfono porque puse protección para Arya ¿Es así? —comenta Ayden atacándole primero.
—Tan exagerado como siempre... —sisea entre dientes con una sonrisa de medio lado a su hermano mayor—. Ya que tú me tienes bloqueadas las putas llamadas, no me has dejado ninguna otra opción más que buscar a Gerard.
—Ok, ya me tienes aquí, ¿ahora qué? —reta Ayden a Mark.
—Quiero que tus gorilas salgan de la clínica, de inmediato —pide escueto y sin emoción alguna en el rostro.
Ayden se pellizca el puente de la nariz para luego inclinarse amenazadoramente.
—¿Qué harás si te digo que no? —inquiere el millonario mayor.
—Si no los sacas, los tendré que sacar con la policía llevándolos esposados —advierte Mark con un tono más mordaz.
Arya que permanece a su lado solo observa el intercambio de palabras esperando que no se vayan a los golpes. Pero no lo ve probable, ya que ha entendido que ellos se odian a muerte.
—Suerte entonces, ellos se quedan —dice finalmente para ponerse de pie.
—¡Por supuesto que no! —difiere Mark poniéndose de pie también y tapando su camino a Ayden—. Llévatelos o si no...
—O si no, ¿qué? —reta Ayden de nuevo—. Vas a decirme que no los necesita verdad. Anda cariño, dile a tu cuñado como es que un paciente estúpido te pateó el vientre.
Mark, así como los comensales de alrededor que yacen admirando el show, giran a ver a la susodicha en cuestión para ver su reacción.
—Arya... ¿Por qué no me dijiste? —pregunta Mark bajando su voz con un tinte de preocupación en ella.
—No quería importunarte... yo.
—Tú no digas más, es claro que en este hospital se necesita más personal de seguridad —expresa Ayden para todos, intentando humillar a su hermano—. Lo necesitan más o en igual urgencia que la de cambiar de presidente.
Mark, que ha intentado guardar la compostura, se acerca con mirada amenazante a su hermano.
—Ayden, lárgate ahora mismo si no, llamo a la policía —advierte él entre dientes—. Ah, y llévate a tus gorilas.
—¿Eres sordo? —pregunta con ironía—. Ya te dije que no. Es claro que Arya no está segura en tu hospital, por lo tanto, ellos se quedan. Si o sí.
—Eres un maldito arrogante —susurra Mark solo para que Ayden le escuche.
—Sí, pero yo tengo lo de maldito lo que tú tienes de hijito llorón de mamá —se burla recordando viejos tiempos.
Mark enojado le da un puñetazo en la cara a Ayden, este se lo regresa dándole en la quijada.
—Lo que faltaba —dice Arya tomando su bolso y apartándose.
Las personas a su alrededor se quitan y otras se arremolinan mientras los hermanos Emory, montan su espectáculo.
Arya enojada por aquella situación, se aleja de ellos y volviendo a urgencias.
—Apártenlos —pide a sus guardaespaldas quienes de inmediato intervienen para intentar separarlos.
Para cuando por fin logran hacerlo, Arya ya no está ahí. Les ha dejado.
—Par de neandertales —susurra mientras prepara un botiquín de sutura.
Y como se imaginaba, ambos hermanos son llevados a urgencias, pero ella por obvias razones atiende a Ayden.
—Si prefieres, puedo pedirle a Mark que te suture —dice ella sonsacándolo. Ayden le mira enojado—. Digo, han demostrado ser unos perfectos y maduros hermanos.
—No me tientes las bolas, Arya —gruñe cuando esta le pasa un hisopo con Isodine en la herida—. Mira, que me prometiste que no te acercarías a él y eso no es lo que vi en el comedor.
—Ayden, Ayden —dicen entonado el nombre, como si de una canción se tratara—. Si no hubieras llegado con tus amenazas, gritos y bailes neandertales hubiera convencido a Mark de dejar a tus hombres. Pero no, tenías que llegar a echarme a perder el plan.
Arya toma la aguja con el hilo y lo alista.
—¿Me vas a cocer? —pregunta el trémulo.
—Solo un par de puntadas en la ceja, te dejaré como nuevo —asegura ella con buen ánimo—. Las chicas ni se dará cuenta de tu herida.
—Vale —dice él al sentir la aguja en su piel—. Duele...
—Es solo un piquete, además lo mereces —se ríe—. Te has portado muy mal hoy, Ayden.
La forma en que lo regaña hace que él sonríe ante su reciente fallo público.
—lo siento, es que él siempre lograr sacar lo peor de mí —asegura.
—Ya veo... supongo que también logro sacar lo peor de ti —dice a manera de broma.
Ayden decide no responder, ya que ella le está cociendo. Ella entiende y se ríe.
—Así me gusta, buen chico —le felicita una vez que termina.
—Gracias... —dice él poniéndose en pie—. Dejaré que sigas trabajando, te veré en casa.
Arya que mira su reloj, se percata que ya solo falta una hora para su salida.
—Espera, me iré contigo —advierte dejando todo en la bandeja de suturas y tirando lo necesario—. Solo recojo mi bolso y nos vamos. Tienes una camina que dar conmigo.
Arya va a por sus cosas y este se queda esperándola. Mientras lo hace, Mark sale también de revisión y se encuentran. Sin embargo, Mark decide ignorarlo y camina como un cobarde hasta su despacho para encerrarse ahí y golpear el escritorio.
Tal como dijo, Arya sale de su trabajo con Ayden a su lado. Está molesta por lo que hicieron él y Mark, pero no lo suficiente para reñirle.
—Gracias por preocuparte por nosotros —dice ella al subir al auto, mientras acaricia su vientre—. Sé que por eso lo has hecho y quiero que sepas que estoy agradecida por ello.
—No tienes por qué, debí haberlo hecho desde un inicio... pero, en fin, —comenta cambiando la conversación—. Eleanor, ¿te ha molestado de nuevo?
—No, no lo ha hecho... Oh, por cierto... tengo cita con la doctora, ¿me pueden dejar ahí? Daniel me estará esperando.
Ayden, que no sabía de la cita acepta, se siente excluido y piensa en si ir con ella o no.
«Qué caso tiene poner reglas y límites si no los cumplo» medita en el trayecto.
Decide hacer caso a su subconsciente y dejan a Arya junto a los guardaespaldas que venían siguiéndoles en el todoterreno.
—Gracias, ¿iremos a caminar como prometiste? —pregunta ella al bajar del auto.
—Sí, te espero en casa —responde él y ella se marcha.
Ya con la doctora, espera que Daniel llegue y a que esta los pase. Cuando por fin es su turno, Daniel Cheng llega justo a tiempo.
—perdón, tenía una audiencia en la corte —dice disculpándose con ella y sentándose frente a la doctora.
—Bien, veamos, vamos al ultrasonido —anuncia la doctora y Arya, que ya sabe qué hacer, se marcha a cambiar—. Soy la doctora Packard, ¿usted es?
—Daniel, Cheng... —saluda él—. Soy el abogado... debo cerciorarme de que todo esté bien con el producto.
—Bebé —aclara la doctora—. Ya es un bebé.
—Sí... el bebé.
—Listo —declara Arya vestida con su batita, luego la doctora le ayuda a subir a la camilla—. Espero que todo esté bien, se mueve mucho.
—Veremos —dice untando el gel en el vientre y poniendo el aparato sobre este—. Veamos... está durmiendo, ¿lo puedes ver? —pregunta la doctora, capturando la imagen del bebé con ojos cerrados y el dedo en la boca.
—Es tan adorable, doctora. Deme esa imagen para mostrarse a Ayden —pide ilusionada.
—Te daré esta y un montón más, el bebé se ve muy bien, tiene buen tamaño, ¿ya han elegido nombre? —pregunta la doctora.
—No creemos que la señorita Arya deba involucrarse en esa decisión —aclara Daniel rompiendo el momento.
La doctora lo mira con molestia y sigue dirigiéndose solo a Arya. Una vez que salen de ahí se despide de Daniel y se marcha acompañada de sus guardaespaldas a casa.
Ayden la esperaba listo para caminar, ella accede, pero está cansada. Él no le pregunta nada sobre el bebé que esperan y ella decide no decir más. Como lo prometió, él se sienta en una banca a leer, mientras ella da unas vueltas a su alrededor, una vez que se ha cansado, piden que vuelvan.
—¿Vas a cenar? —pregunta ella.
—Cene, antes de que llegaras, cena, me daré una ducha y tengo cosas que hacer. Descansa y buenas noches —dice escuetamente.
Ayden camina piso arriba. Al cabo de unos minutos, ella le sigue, se acerca a su recámara y lo escucha del lado de su gimnasio haciendo ejercicio.
Entra a la habitación y sobre la cama deja la imagen del bebe durmiendo y con su dedito en la boca. Después de que cena, se da una ducha y se dispone a dormir cuando un sonido en la puerta le alerta.
—Pase —dice al reconocer la forma en que Ayden toca siempre.
—Gracias —murmura él voz entrecortada—. Esto es... es lo más hermoso que han visto mis ojos. ¿Puedo?
Señala el vientre de Arya a lo que ella solo asiente.
Ayden camina hasta ella y levanta la blusa que esa noche se ha puesto de pijama. Nota su vientre turgente y pone su mano sobre él. Como si el bebé supiese, se mueve debajo de su mano y el millonario siente una felicidad inmensa.
Se inclina hacia ella y deposita un suave beso sobre su pancita.
—Descansa, bebé hermoso —dice besando de nuevo la piel de la joven, pero sin quitar su mano. Luego se pone de pie y se aleja de ella—. Descansa, Arya, gracias por esto. Buenas noches.
Y sale. Arya no dice nada, su corazón estalla en mil pedazos al ver la humanidad con la que él la trata. Sus ilusiones se reconstruyen y comienza a pensar en una posibilidad de tener un futuro al lado del millonario más sexi de Nueva York, Ayden Emory.
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