Es tu hijo
—¿Qué haces aquí?, ¿cómo me encontraste? —pregunta Arya con el rostro desencajado.
Podría esperar que el presidente acudiera a visitarla, pero nunca Ayden Emory.
—Solo tuve que buscar en el directorio del hospital la información de "Annie Edwards" —confiesa aún agarrado al marco de la puerta—. Buen nombre, por cierto. ¿No me invitarás a pasar?
—Veo que lo acosador no se te quita —remarca con rostro serio—. Además, no me has respondido ¿qué haces aquí?
—Vine a hablar —responde bajando los brazos y dejándolos caer lado a lado.
Ayden mantiene la esperanza de que ella se comporte accesible y puedan tener una conversación madura.
—Lo siento, mi hora de consulta es de ocho a dos, de lunes a viernes —anuncia irreverente.
Arya intenta cerrar la puerta, pero él la detiene.
—¿En serio? ¿No sientes o tienes curiosidad por saber cosas de tu hijo? —cuestiona no creyendo la insensibilidad de Arya. Y luego da un paso hacia ella y está a su vez camina hacia atrás.
—¿Para qué? —responde con desdén—. No tiene caso involucrarme. Váyanse, y haré como que nunca los vi.
Ayden la mira con enojo, pero a la vez recuerda que él la lastimó. Así que cierra los ojos intentando buscar la calma que necesita.
—Él te necesita —declara Ayden intentando apelar su lado materno.
—También te necesita a ti y no te das cuenta. ¿Sabes que no le gusta ese tal William? Es muy reseco con él, lo veo como si fuera un adulto y es solo un nene —refiere Arya con molestia.
Mientras ella cree que le da la contraria, Ayden siente una punzada de ilusión, ya que tan solo verlo una vez le ha bastado para saber lo que él quiere.
—sí, lo sé, pero es bueno cuidándolo —declara haciendo que ella haga un mohín.
—Como siempre, autoritario —bufa entrando completamente a su casa y sentándose en la sala.
Ayden de todas formas ya estaba dentro. Observa su alrededor con cuidado.
—Tienes una hermosa casa —menciona, dándose cuenta de que no tiene nada personal a la vista.
—No es mía, es rentada —declara ella—. No sabía si me quedaría aquí mucho tiempo, planeaba hacerlo, pero ahora que me has encontrado ¿qué caso tiene? Solo buscaré otro lugar donde perderme, de nuevo.
—¿Y qué caso tiene? —pregunta él sentándose frente a ella, en el sofá de enfrente—. Buscar otro lugar, otro nombre... no será mejor...
—Dime que quieres y márchate —exige ella con los brazos cruzados sobre su pecho.
Está enojada, ha interrumpido su paz. Se ha torturado por años pensando en su hijo, en su madre y en lo que pudo ser. Después del tercer año decidió dar vuelta de página. Cuando se graduó, solo estuvieron sus amistades de la carrera, nadie más que festejara su felicidad junto a ella.
Una vez amó con fuerza, terminando con el corazón destrozado y no quería volver a cometer el mismo error.
—Verte... —confiesa él dejando su reticencia y mal humor de lado. Eso no le funcionó en el pasado y no le funcionaría en el futuro—. Te he buscado por estos últimos años. Jamás imaginé que te cambiarías de nombre.
—¿Querías un contrato por otros tres meses? ¿O querías contratarme como niñera de mi propio hijo? ¿Para eso me buscabas? —pregunta ella con sarcasmo.
Ayden siente una golpe en el estómago, sabe que la forma en que lo trata la tiene bien merecida. Él provocó esto.
—Te extraño —declara Ayden Emory haciendo que ella pierda el habla por un momento.
Arya no esperaba escuchar esas palabras. El ambiente se vuelve pesado en el lugar y ella traga duro.
No puede creer que las palabras que tanto anhelaba escuchar, hoy por fin logra oírlas, pero no tienen el mismo impacto que antes. Ahora, le saben tristes.
Ayden espera que ella comprenda sus sentimientos hacia ella en tan solo una frase, pero no lo hace. Está callada y siente tristeza. Un nudo se forma en su garganta.
—No te buscaba para que fueses empleada, o niñera, o un contrato. Si no para que estuviéramos juntos, te extraño, Arya. Cada puto minuto sin ti han sido una tortura. Ver a nuestro hijo creciendo sin ti a su lado, es el peor de los castigos que nos hice a los tres. No debí apartarte, debí cuidarte y protegerte, pero no entendía esto —declara abiertamente y aprieta un puño llevándolo a su corazón—. No sabía lo que sentía, hasta que te fuiste y fue demasiado tarde.
Arya aspira tomando aire y luego lo saca lentamente. Las palabras de Ayden resuenan en su pecho con el mismo fervor con el que él ha hablado. Se siente abrumada, confundida. Esos sentimientos los reconoce, siempre que estaba a su lado podía sentirse así.
—No me gusta cómo me siento cuando estoy contigo —informa ella con voz quieta.
Ayden lo toma como si a ella le diese asco o fuera molesto estar junto a él.
—Entiendo, te causé mucho daño —dice apenado poniéndose de pie—. Solo quería... olvídalo. Adiós.
Ayden camina hasta la puerta y cuando este la abre para salir Arya se pone de pie.
—Es que —comienza a explicar y Ayden se detiene antes de salir—, me siento abrumada con tu presencia. Siempre has sido muy... no sé cómo decirlo. Tu presencia se impone a dónde llegas y no me gusta cómo me hace sentir.
—Perdón, Arya. Solo debes saber que el hombre que fui hace cinco años, ya no lo soy —responde volteando a verla—. Tu ausencia y la llegada de nuestro hijo me dieron la más grande de las lecciones. Su estado de salud, me ha hecho apreciar cada momento.
Arya observa la devoción que él tiene por el pequeño.
—Te ama —dice ella—. Se le nota.
—Yo le amo más, es un buen niño, tiene tu corazón bondadoso y amigable —sonríe con pena y cierto orgullo.
Arya siente como su pecho se inflama de emoción al escuchar como habla del pequeño.
—Ayer me contó que pensó que eras un ángel —revela ante ella y esta sonríe—. Dijo que eras hermosa. No se equivocó.
—Ayden yo...
—No lo digas, te acabo de encontrar. Por favor, lo que sea que pienses decir, no lo digas, él te necesita, a ti, como Arya Emory, su madre y a la doctora Annie Edwards —aclara esperanzado—. Hemos buscado los mejores doctores, siempre le dan lo mismo, vitaminas y lo mandan a casa esperando que mejore, pero no lo hace.
Arya hace una pausa, ella solo iba a decir que se sentía halagada por el comentario.
—Ayden... esto es muy repentino. Yo no sé qué es lo que quieres, no has sido directo conmigo —aclara ella—. Y sobre Aryehn... ¿Sí se llama así?
—Sí, junté nuestros nombres —expone y ella lo comprende de inmediato. Ayden lo nota en su rostro y sonríe—. Ary por Arya... quería que tuviera algo de ti. Algo más significativo.
Arya siente un nudo en la garganta, definitivamente ya no lo verá con los mismos ojos.
—¿Él lo sabe? —pregunta.
—No... apenas te vi hoy, ¿recuerdas?
—Cierto... mañana tengo que trabajar, debo dormir —comenta ella esperando que él se vaya.
Ayden entiende y sale de su casa por completo.
—¿Lo seguirás atendiendo? —pregunta él con mirada angustiada.
—No puedo, no es ético —declara ella—. El doctor Evans es el mejor de la ciudad. Le di instrucciones, es uno de los mejores pediatras.
—¿Él y tú?... —pregunta al aire sin ser concreto.
Arya lo pone mala cara y él se ríe.
—Lo siento, no me incumbe, me voy... ¿Volveré a verte?
—Sí, mañana iré a ver a Aryehn. Si no te importa claro.
Ayden sonríe emocionado.
—Por supuesto, ve, él querrá verte.
—No le dirás ¿verdad? —pregunta y Ayden no comprende—. Que soy su incubadora.
—Eres su madre, Arya —corrige él con cierta molestia—. Lo sabes. Y no se lo diré si no quieres, no estás obligada a decirle si tampoco deseas hacerlo. Y si no quieres verlo nunca más, solo dime y desapareceremos.
Arya siente amargura en ese momento, claro que quiere ver a su hijo, pero él piensa que es una insensible.
—Quiero verlo, no me creas tan desalmada para alejarme sin más, no cuando se trata de él. Buenas noches.
Arya cierra la puerta y pone seguro. Vigila por la mirilla hasta que él se marcha en un todoterreno café. Camina hasta su habitación, saca una vieja fotografía que tenía guardad de cuando fueron la primera vez a casa de Gerard y la observa.
—Cuantas cosas han pasado después de esta noche, y aun después de tanto tiempo, Ayden Emory logra desestabilizar el mundo bajo mis píes —dice en voz alta para sí misma.
Esa noche ella llora abrazando su almohada y pensando en la salud de su pequeño. Si algo anhela, es que él mejore y ella hará todo lo posible por conseguirlo. Para eso estudió medicina, para ayudar a los más necesitados. No pudo salvar a su madre, pero intentará salvar a su pequeño.
Al día siguiente despierta temprano y va a hacer sus rondas, luego antes de ir a consulta visita a su hijo. Al entrar a la habitación con su traje quirúrgico de gatitos con muletas o parches y su bata de médico encima de color rosa, el estetoscopio sobre el cuello, se encuentra con William parado junto a la ventana. Ayden yace sentado en una silla recargado en la camilla. Aryehn está dormido.
—Buenos días, doctora —saluda William.
—Buen día, volveré más tarde —dice al ver que están dormidos.
Ayden escucha el murmullo y se despierta sobresaltado. Tiene el cabello todo revuelto.
—Arya, viniste... —se levanta de inmediato y camina hasta ella tomándola en un abrazo que la deja helada—. Sé que no lo merezco, pero gracias, gracias por venir a verlo.
Sentir el calor de Ayden tan cerca de su cuerpo hace que se pregunte que diablos pasó. Siente un cosquilleo en cada parte de su ser que hasta le dan ganas de abrazarlo también, pero se detiene. Recuerda que le incomodaba que lo tocasen, si lo hace quizás pase lo mismo.
William los mira completamente extrañado. No entiende nada.
—No agradezcas, es por él —afirma y Ayden la suelta—. ¿Has dormido aquí?
—Sí, no podría alejarme a menos que me obliguen.
—Es cierto —afirma William.
—¿Y Sebas? —pregunta ella con curiosidad.
—En casa —declara.
Ella se acerca a su hijo y revisa los monitores, su respiración y los medicamentos.
—¿Bea sigue contigo? —cuestiona.
—No, ha abierto su propio restaurante.
—¿Quién cocina?
Ayden la mira con curiosidad. No sabe por qué le pregunta tales cosas.
—¿Quién le da de comer a Aryehn?
—Todos, a veces cocina, Sebas, otra yo, otras William... ¿Por qué? —inquiere Ayden mirándola con misterio.
Arya toma nota mental de eso y revisa en su tableta los últimos estudios. Camina a la salida y llama a la enfermera.
—¿Ha venido el doctor Evans? —cuestiona.
—Vino en la noche pro no ha vuelto, no tarda en venir —informa la enfermera.
Arya ignora a Ayden. Este es su territorio.
—He ordenado unos nuevos estudios, hagan pruebas de alergenos, hemograma, proteínas totales y fraccionadas, índice de creatinina/talla, hierro, porcentaje de saturación, transferrina, calcio, fósforo, magnesio, fosfatasa alcalina, pruebas de funcionalismo renal, electrolitos, perfil lipídico e inmunológico humoral, coproanálisis y uroanálisis. Los quiero para medio día —anuncia y la enfermera revisa la tableta que la doctora le pasa para comprobar todo—. No ha desayunado, ¿verdad?
Ayden niega totalmente maravillado por la mujer que tiene frente a él. Verla en su estado y en su lugar de trabajo es asombroso. Una vez que sale la enfermera y cierra la puerta se acerca a Arya.
—¿Crees que te abrumo? Mujer, lo que acabo de ver, es... no eres la misma —anuncia y ella sonríe—. ¡Eres mandona!
Arya suelta una carcajada que hace que el pequeño despierte.
—Digamos que tuve un buen maestro —confiesa y Ayden Emory "el millonario apuesto", se sonroja.
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