El primero
Al llegar la noche, Arya vuelve a la recámara de Ayden.
Se regaña mentalmente por esa situación. No quiere estar ahí, no quiere provocarlo y que todo se derrumbe. Pero a la vez, no quiere alejarse. Lo necesita. Tanto como el calor al fuego.
—¿Crees que Robín esté tan bien como dice? —inquiere Ayden tomando su pijama.
—No lo sé, pero quiero suponer que así es —responde ella. Sentándose en la orilla de la cama—. Este día ha sido todo un ir y venir. Solo quiero ducharme, acostarme y dormirme. Me mata el dolor de espalda.
Ayden le regala una sonrisa que apenas le llega a los ojos y le cede el tiempo en el baño.
—Pasa primero entonces, para que descanses —sugiere y ella se pone de pie inmediatamente.
—Gracias —dice entrando a la ducha con tan solo una bata de baño en la mano.
Arya se desviste con la puerta encerrada. Abre la regadera y la pone en agua caliente para luego entrar a ella. El agua cala su piel poco a poco enrojecida. Le es agradable, podría quedarse largo tiempo ahí. Toma un poco del champú de Ayden y se lo pone en el pelo. Huele a él, a su hombre sexi y apuesto.
El vidrio que divide la regadera del resto del baño es ahumado. Se puede ver la silueta, pero no es tan claro como para ver completamente la desnudez del otro. Ayden se quita la ropa y decide entrar al baño.
—Arya —llama asustando a la doctora—. Quería preguntarte, si tú quieres y te sientes cómoda con esto...
—Ya dime —advierte Arya con nervios de antelación.
No quiere girarse a verlo, porque no quiere hacerse ilusiones. Unas muy falsas y malditas.
—¿Puedo ducharme contigo? —pregunta él con voz temblorosa. Tiene nervios.
Arya se queda quieta al escuchar su pregunta. Ella está más que encantada de que él entre a la ducha con ella. Pero duda de en como lo pueda tomar o si le da un episodio que no pueda controlar.
—Si estás seguro, pasa —invita ella—. Sabes que por mi encantada, no deberías ni de preguntarme.
Ayden toma el comentario como precaución, pero es algo que quiere. Si no se anima con esto, siente que jamás podrá superar sus traumas y finalmente tener sexo con la mujer que ama.
Ayden se acerca a la puerta corrediza y entrando puede ver la silueta perfecta de Arya. Ella permanece de espaldas y su cabello cae en cascada por enfrente de su cuerpo, dejando su espalda completamente desnuda.
La silueta en forma de reloj no hace más que provocarlo. Su trasero es firme y las estrías de su cadera amplia no hacen más asentar su torneada figura. Él se acerca a ella, el agua cae en su espalda. Ayden pone su mano en su hombro y la desliza por su brazo. Va dejando los rastros de su toque, pues su piel se va erizando al mismo tiempo que sus pezones se endurecen.
—¿Quieres que talle tu espalda? —pregunta él y ella asiente tratando de respirar.
Ayden toma su jabón y la esponja que él usa. Pone un poco del jabón corporal en esta y comienza a tallar la espalda de Arya sin tocar su piel.
Es algo relajante para ella y a la vez demasiado íntimo.
—Me podría acostumbrar a esto—murmura Arya relajándose y sintiendo calor en su centro—. Me encanta.
Ayden suelta una risita nerviosa. Él también se podría acostumbrar a ver el cuerpo desnudo de Arya.
—Listo, la espalda esta limpia —declara con voz temblorosa. Arya se gira dejándose ver completamente cómo Dios le trajo al mundo.
Ayden se queda sin aliento. Es cierto que ya una vez la había visto desnuda en el consultorio de la doctora, pero eso había sido esporádico.
—Wow, eres preciosa —dice el millonario sin aliento.
Arya no quiere ser tan obvia al repasar el cuerpo de Ayden. Aun así, no tolera la curiosidad y lo observa minuciosamente. Ayden sigue sosteniendo la esponja con el jabón, así que comienza tallando los hombros de Arya. Esta permanece completamente quieta. No quiere moverse para no distraerlo.
Ayden recorre el largo cuello blanco de Arya y baja por el medio de sus senos. Arya sostiene su respiración cuando este pasa la esponja por sus pechos, su respiración se acelera y siente el calor en su entrepierna.
—Mejor gírate, te tallaré la espalda —sugiere Arya, pues había comenzado a excitarse.
—Sí, mejor —está de acuerdo él y le entrega la esponja en las manos.
Arya la toma y él se gira de espaldas. Ella pone jabón y talla su espalda hasta la cadera. Pasa su cuello, brazos y piernas. Ayden respira cada vez más pesado. Mantiene los ojos cerrados y se da cuenta de cómo se excita con algo tan simple como bañarse.
—Gírate, amor —dice Arya cariñosamente y este lo hace.
Al quedar frente a ella, esta se da cuenta de la dureza de su miembro. Ayden permanece con los ojos cerrados, intentando concentrarse en el momento.
—Mírame —pide ella con cariño. Ayden abre los ojos y la mira—. Te ves precioso ¿Lo sabes?
—Gracias —responde sonriendo.
Arya se pone de puntillas y le regala un beso rápido en los labios. Ayden la pega a él y por primera vez están cuerpo a cuerpo, piel con piel.
—¿Qué haces? —inquiere Arya mirándolo con temor.
No de él, sino de lo que sienta.
—Lo que debía hacer mucho tiempo...
Ayden la toma del trasero y la sube empotrándola contra la pared. La respiración de ambos se acelera, en cuestión de nada el deseo y la excitación se hace presente.
El millonario aprisiona a su chica besándola fervientemente, Arya siente cómo una humedad crece en su centro, puede sentir la cúspide del miembro de su millonario. Este roza los pliegues de sus carnes y toca el punto más sensible de su cuerpo.
Arya gime contra sus labios, Ayden por mero instinto se restriega contra el cuerpo de ella, quien gime con cada vaivén del millonario.
—Así, Ayden, por favor... no dejes de moverte —implora Arya sintiendo la tensión en su cuerpo.
La piel de Arya abriga el cuerpo y el miembro de Ayden. Él reconocía la sensación, la había vivido en contra de su voluntad, cientos de veces.
—Mírame, Ayden —ruega Arya abrazándolo—. Mírame...
Ayden abre los ojos, observando cómo se rinde a él, regalándole su primer orgasmo.
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