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Dueño

Las semanas iban pasando, Arya cada vez sentía una fuerte atracción por Ayden. A veces, se recostaba en la recámara pensando en que tal vez él se enamoraría de ella. Pero había un problema, él no permitía que ella se acercase más de lo debido a él.

—Esta noche saldré a cenar con unas compañeras de trabajo —avisa Arya a Ayden quien la mira de reojo.

—Esta noche tenemos la cita con la ginecóloga... ¿Se te olvidó? —pregunta con desdén.

Arya se queda pasmada por un momento y luego saca su teléfono. Ayden tiene razón.

—Perdón, pensé que era mañana, entonces no hay problema pospondré la cena —asegura ella y vuelve a dejar el móvil en su maleta de trabajo.

Su vientre ya abultado la hace lucir tierna y maternal.

—¿Te ha dejado dormir? —pregunta Ayden al ver sus ojeras.

—Un poco, casi de madrugada, me quedé dormida, cuando menos pensé ya era hora de levantarme —aclara ella pasando su mano por su vientre. Ayden la mira con curiosidad—. ¿Quieres tocarlo?

Él duda un momento, pero eso es demasiado íntimo.

—No... paso por ti a la hora de siempre —asegura cuando se da cuenta de que han llegado al trabajo de Arya.

Está baja sonriendo, pero esta parece más una mueca que una sonrisa.

—Adiós —se despide de John y Ayden para luego entrar

—Bye... —responden ambos hombres y no se marchan hasta que ella cruza el umbral de la entrada.

—Se nota cansada, señor —dice John.

—Lo sé, pero no sé qué más podría hacer para ayudarla —confiesa Ayden, nunca había tenido una experiencia de ese tipo.

—Mi esposa me pedía masaje de pies todas las tardes al llegar del trabajo —cuenta John recordando esa vieja etapa—. Luego tenía esa maldita almohada en forma de u que la ayudaba a dormir... y las cremas... esas lociones para embarazada hacían maravillas en ella cuando se las untaba.

Ayden le regala un gesto extraño, John no tiene idea de que él no puede ser tocado ni tocar a ninguna mujer, así que eso de dar masajes y aplicar lociones está fuera de su alcance.

Ayden hace nota mental de que debe conseguir esa maldita almohada, así como alguien que le masajee los pies a Arya.

Por la tarde, cuando llegan con la doctora, ambos están emocionados, esperan conocer el sexo del bebé.

La doctora hace el debido chequeo y coloca el aparato sobre el vientre de Arya.

—Bien, esperemos que esta vez sí permita que le veamos —comenta la doctora.

Ninguno responde porque están emocionados y muy nerviosos.

—Wow —exclama Arya al ver que el bebé bosteza—. Tiene sueño... ¿Cómo no habría de tenerlo si no me deja dormir?

—Veamos... aquí, ¿lo observan? Muchas felicidades, será un varón —declara la doctora señalando la zona íntima del bebé.

—Tendré un hijo —musita Ayden con lágrimas en los ojos.

Arya no cabía de la felicidad al ver al pequeño en la pantalla. Era algo que pensó nunca viviría y aunque ese hijo nunca sabrá de su existencia, estaba segura de que tendría un padre que lo amara. Ayden se veía muy feliz por ello.

Una vez que salieron de ahí, fueron directo a casa.

—¿Le avisarás a tu padre? —pregunta Arya.

—Por supuesto, ese viejo estará feliz de saber que su línea descendiente no se extinguirá —bufa con sarcasmo, pero con un deje de felicidad que no le pasa desapercibido a Arya—. Mañana se lo haré saber, le enseñaré la ecografía.

—Genial —dice ella entrando al departamento.

—Espera, tengo un par de cosas para ti —declara Ayden.

—¿Para mí? —pregunta incrédula.

No es que él nunca le compre nada, solo que no se acostumbra a ello.

—Bueno, la primera está en tu habitación —señala el pasillo.

Arya lo mira y sonríe emocionada. Aunque él no lo sepa a ella le gustan los regalos.

Al entrar a la recámara encuentra el primer regalo.

—¿Cómo supiste? Hace semanas que quería una —confiesa exaltada abriendo los brazos queriendo abrazarlo.

Ayden se percata de lo que quiere hacer y por inercia se aleja mirándola con enojo.

—¡Perdón, es que estoy emocionada! —dice ella tratando de no bajar los ánimos—. Por fin dejaré de usar tantas almohadas.

—Me alegra, pero hay un regalo más... —advierte él saliendo y ella siguiéndole—. En realidad, son dos.

Sobre la mesita de centro de la sala yace una caja envuelta de regalo.

—Has comentado que te duelen mucho los pies, sabes que puedes conseguir el calzado que desees, para eso te he dado una de mis tarjetas de crédito —recuerda con la intención de que ella se sienta cómoda—. Este regalo es para ti, ábrelo.

Arya quita la envoltura y encuentra una tina para pies con masajeador.

—¡Wow, te has lucido! No tengo como agradecerte todo esto —dice conmovida por sus atenciones—. Gracias por las comidas, por el transporte y por hacer que todo esto sea mejor de lo que pensé.

—¿Y cómo no hacerlo? Eres la madre sustituta de mi hijo, y tienes mi tesoro más valioso en tu vientre. Lo mejor que puedo hacer yo es que todo sea mejor para ti, y por eso —Ayden hace una señal a su mayordomo y este se mueve con rapidez abriendo la puerta de la cocina para que salga una joven no mucho mayor a Arya vestida con un uniforme quirúrgico—, ella es Cathy, es fisioterapeuta y masajista profesional.

Arya lo mira con recelo, la chica es guapa y con mucha más presencia que ella. La mira, pero no acaba de entender de a qué se refiere él con la chica.

—No entiendo —confiesa mirándolos a ambos.

—Ella estará acá desde que tú llegues del trabajo, hasta que tú te vayas. Te hará sentir cómoda, te ayudará con masajes, ejercicios para el parto y todo lo que se te ocurra respecto a eso —señala él esperando que Arya sea feliz con ello.

—Esto es mucho —dice y mira a la joven—. No te ofendas, agradezco que estés aquí —se disculpa con ella—, ¿no te parece algo exagerado?

—¡Para nada! Lo mejor para la madre de mi hijo y fin de la discusión, cenaremos en una hora —declara y se marcha dejando a las jóvenes solas.

Arya se deja caer vencida en el sofá de la sala, este la engulle y se siente tan bien.

—No te preocupes por mí —aclara Cathy—. Mírame como una amiga de compañía.

La joven era amable y eso le gustó. Con el tiempo se hicieron amigas y Cathy le ayudó en todo cuanto pudo.

Arya le contó de su familia, y de su ex mejor amiga, de la cual no sabía nada desde hace meses. Lo que la hacía sospechar de que había sido quien la delató ante su hermano Jeff.

—¿Y el señor no se enoja por qué eres amiga de Mark? —pregunta inocentemente Cathy.

—No lo sabe, sabe que es mi jefe y es todo que debe saber. Un día me iré y no volveré —declara con tristeza.

—¿En serio no volverás? —pregunta Cathy.

—No lo haré, es parte del convenio, es más, ni siquiera sé si podré conocer al bebé cuando nazca —confiesa resignada en ello. Lo ha venido pensando desde hace tiempo, pero se anima a hablarlo con Ayden.

—¿Y si un día quiere otro hijo? —pregunta Cathy.

—Pues no sé, quizás se busque otra mamá sustituta —dice riéndose.

—Oh... bueno, en todo caso debo quedarme cerca por si se ofrece —comenta sin malicia, pero Arya siente una punzada de celos.

Para nada le ha gustado que Cathy se imagine como la próxima madre de los hijos de Ayden y por eso hace una cara de mal gusto.

—¡Es broma! —aclara Cathy, riéndose—. Yo no haría tal cosa, no creo poder hacerlo... y además para mí es claro que ustedes se traen algo...

—¿Traernos qué?

—Bueno, tú, se nota que estás enamorada. Si él llega retienes la respiración y te escucho como le hablas, como le ves... estás enamorada.

Arya se queda meditando ello, ella piensa lo mismo de Cathy que siempre observa a su millonario embelesada. Cuando llega a su trabajo finge a todos que está enamorada de Ayden Emory y que esperar un hijo de él es lo mejor que le ha pasado. Aun así, esas mentiras poco a poco se han ido haciendo realidad.

—Hola Arya —saluda Mark cuando la ve entrar al vestíbulo del hospital—. Ven, quiero que conozcas a una nueva paciente.

Arya camina con él hasta el área de neonatos y observa a un pequeño bebé envuelto en una frazada azul.

—¿Es hermoso, no crees? —pregunta observando al bebé.

—Es bellísimo —dice mirando al pequeño de piel apiñada y mejillas rosadas.

—Lo quiero adoptar —declara él de la nada tomando por sorpresa a la joven doctora.

—¿Qué? —pregunta ella incrédula.

—Su madre murió cuando nació, ella no tenía familia y ahora él está solo en el mundo.

Arya se tomó aquello como una confesión inocente.

—Pues, tú sabes... eso deberías de pensarlo.

—Lo sé, lo he estado haciendo estos días —dice él.

—No pensé que estuvieras buscando adoptar.

—Es algo que mi madre me inculcó —informa logrando su cometido de llamar la atención de Arya—. Ella adoptó a Ayden.

«Es adoptado...» se queda pensando ella mientras Mark se pone a contarle varios detalles del bebé.

Están tan sumergidos en la conversación que ella no nota como este se va acercando poco a poco.

—¿Interrumpo? —la voz de Ayden resuena en todo el sitio.

Mark, que le gusta molestarle, toma de la cintura a Arya, pero esta se aleja en cuanto siente su tacto.

—¡Jamás!, le mostraba a mi cuñada favorita el hijo que quiero adoptar, ¿te parece familiar? Quiero hacer lo mismo que mi madre hizo contigo, ¿recuerdas? —murmura con veneno, hacía su hermano.

—¡Eres un maldito idiota, Mark! —exclama Ayden tomando de las solapas a su hermano, lanzándolo contra la pared más cercana—. Quiero ver que le pongas un maldito dedo encima de nuevo a Arya y te arranco la mano —advierte aplastando con el antebrazo el pecho de su hermano contra la pared—. Y sobre tu puta madre no tienes ni mierda de idea de lo que hizo, así que deja de santificarla que seguro está ardiendo en el infierno.

Mark al oírlo se lanza a los puños contra Ayden y terminan en una lucha en el pasillo frente a neonatos. Arya que no sabe si irse o quedarse, decide llamar a los guardias quienes entrar para separarlos.

—¡Eres un perdedor, Ayden! —escupe Mark al ver como lo alejan de su agarre.

Arya sale humillada de aquel lugar, mientras Ayden es escoltado por seguridad hasta fuera del hospital.

—¡Arya, ven acá! —llama Ayden, pero no le hace caso.

Esta sigue caminando con maleta en mano y se sube a la camioneta.

Ayden se sube echando pestes.

—¡Si tanto te gusta deberías de adoptar con él! —dice Ayden hiriéndola.

—¡Estás loco, Ayden! —recrimina ella enojada—. ¿De todas formas que haces aquí? Además de arruinarme las prácticas

John pone el todoterreno en marcha.

—Solo quería... que importa —susurra—. No creí que caerías en sus juegos, Arya. Fue lo único que te pedí.

—¿Lo único? ¡Ja! —dice con ironía—. ¡Qué te quede claro algo Ayden, yo puedo tener los amigos o amigas que quiera! ¡No eres mi puto dueño!

Ayden la mira como si de un reto se tratara.

En cuanto llegan al estacionamiento del edificio, Arya se baja intentando huir de su presencia.

—Alto, Arya Harley —grita, pero esta lo ignora—. ¿Por qué cojones no haces caso nunca?. ¡Dios estoy tan harto!

Al oír eso ella se regresa para pelearle.

—si tan harto estas, ¿entonces por qué no me mandas de vuelta a Boston? Si tanto me odias, ¿por qué quisiste seguir con este maldito juego? —expresa enfurecida, las venas de su sien palpitan.

—No te odio —refuta él.

—No nos hagamos tontos, soy un contrato firmado en tu escritorio —refiere ella—. Solo soy un maldito contrato que debes de conseguir, no te agrado.

—¡Esto, el drama! Estoy harto —refiere igual o peor de enojado.

La mira amenazante y ella a él, pero ninguno doblega su voluntad.

—Si tanto odias el drama, ve, anda, cógete a la sumisa de Cathy que fácilmente te abriría las piernas para darte un hijo y asunto arreglado —ofrece ella con celos escondidos en sus palabras.

—¿Por qué haría eso si te tengo a ti? —pregunta él sin percatarse de que ella le ha ofrecido a Cathy.

—¡Que no eres mi dueño!

—¡Lo soy! —declara abiertamente haciendo que Arya se sulfure aún más. Enojada, esta vuelve a alejarse de él y camina de vuelta al elevador—. ¡Soy tu maldito dueño, Arya Harley! Lo creas o no. 

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