Dudas
Sebas y Bea habían estado llamando preguntando qué había pasado y el porqué de su súbita huida. Ayden les había dicho que no se preocuparan de nada, que tenía que ver algo la investigación.
Arya venía sintiéndose aislada desde el veinticuatro cuando el detective le llamó. Era veintisiete de diciembre y Ayden parecía evasivo. Desde que llegaron no había parado en reparar como ella se sentía.
La joven doctora había llegado a un arreglo con su nueva jefa, quien le permitiría ingresar al hospital a partir del siguiente año. Esto le permitía a Arya quedarse en casa con su hijo y así conocerlo más y disfrutar el tiempo con él.
Ambos desayunaban solos y almorzaban juntos. Sebas, Bea, Robín y Daniel con su novia llegarían días después, por lo que Arya estaba decidida a irse unos días a casa con Robín en cuanto este llegara. Poner distancia entre ella y Ayden era lo mejor por ahora, ya que Ayden estaba tan abrumado por lo de la investigación.
Mientras tanto, el apuesto millonario había mandado por George.
—¿Me llamó, señor Emory? —inquiere este al entrar a la oficina de su jefe.
Junto al escritorio del gran señor de Manhattan yace John y Roger en espera de instrucciones.
—Sí, necesito que desactives la alarma del departamento de mi prometida —pide él sin cuestionarse la ética de su subordinado Este se espanta cuando su jefe le pide tal cosa.
—Señor, lo que usted me pide no es posible —declara George.
—No te pregunté si querías o si era posible. Fui yo quien te mandó que pusieras la seguridad de ese departamento y quien pagó, soy yo quien te pide que la desactives —exige el millonario enojado—. ¡Ahora!.
George podrá ser un friki de la computación, pero no es ningún pelele. Es un rico al que le gusta la informática y no se deja sobajar.
—Usted será muy mi jefe, pero si no mal recuerdo, me recomendó a una cliente, ella pagó por el servicio, no usted. Yo le respondo solo a ella y si ella lo pide lo haré con gusto —informa él tomando ventaja en el asunto.
Ayden que no está acostumbrado a que lo contradigan, golpea el escritorio con furia.
—¡El maldito asesino de mi padre puede ser el compañero de mi mujer! —exclama con el rostro enrojecido—. ¡Haz eso o te juro que haré de tu vida un infierno!
George se siente no solo amenazado sino también perturbado por la información. Parpadea rápidamente mientras decide que hacer, finalmente toma la tableta que siempre trae en las manos, hace algunos toques en la pantalla y después suena el teléfono de Ayden. Este lo toma de inmediato.
—Sí, quiere desactivar la alarma del departamento de su prometida, hágalo usted mismo y no me meta en líos legales —anuncia el joven tomando fuertemente el aparato en sus manos y sale de ahí encabronado.
No le gusta sentirse manipulado, la forma en que Ayden trató la situación para que esta fuera a su favor, no le gustó. Pero a la vez pensar qué Robín podría ser el responsable del asesinato de Gerard Emory, le provoca cargo de conciencia, así que mejor envío las claves para que Ayden desactivara las alarmas.
Ayden envía por mensaje la contraseña a John.
—Vayan y revisen todo, cuiden de no alterar nada que haga sospechar que estuvieron ahí —detalla Ayden y estos se marchan.
Ya en el departamento John abre la puerta con una llave maestra y al entrar ingresa la clave en la alarma y esta se desactiva. Roger y él se ponen manos a la obra primeramente en la recámara de Robín.
Comprueban su ropa, documentos, entre los colchones, su laptop, y nada. Verifican por todos lados, pero no logran encontrar nada que dirija a Robín Evans como sospechoso.
Después de ello, revisan las cosas de Arya, encuentran algunos recuerdos de sus viajes por el país, pero de ahí en fuera, nada. Terminaron de examinar el resto del departamento, pero siguieron en las mismas. Al finalizar se fueron directo a ver a su jefe quien ya los esperaba ansioso.
—¿Entonces? —cuestiona Ayden nada más verlos entrar.
—Nada, todo era bastante normal —declara John—. Verificamos ambas recámaras y solo había pertenencias personales. Los documentos de Robín Evans están en completo orden.
—Le tomé algunas fotos para investigarlo —comenta Roger mostrándole las imágenes en su teléfono.
—¿Y el resto del departamento?
—Igual, está todo muy ordenado, comprobamos todo; sin embargo, fue lo mismo, no encontramos nada —informa John con pesar.
—¡Maldición! —golpea enojado Ayden la mesa.
Camina alejándose de esta tocando su barbilla, exasperado. No puede creer que no encontraran nada.
—¡Investígalo, quiero saber hasta cuantas veces va al baño en el día! —ordena con ímpetu a Roger. Este asiente con la cabeza y sale del lugar como alma que lleva el diablo.
Lo que no saben es que Robín tiene la aplicación de la alarma en su teléfono. Esta le avisaría cuando estaba siendo desactivada. Desgraciadamente, venía en el avión y sin datos no pudo recibir ninguna notificación a tiempo.
Ayden no tiene más remedio más que esperar a que encontraran algo, enojado se marcha a casa. John le pasa el turno a uno de sus compañeros para que custodien la casa de los Emory.
Arya que estaba esperando a Ayden para cenar, cuando vio que no llegaba le preparó la cena a su pequeño y lo llevó a dormir. Para cuando el millonario llegó, la doctora le contaba un cuento a su hijo, quien pronto se quedó dormido.
Ayden no quiso molestarlos y a cambio de eso se quedó parado fuera junto a la puerta escuchando a Arya. Cuando esta salió del cuarto se asustó al encontrarlo ahí.
—¡Me asustaste! —reclama pegándole un manazo.
Ayden la sostiene de la cintura y la pega a su cuerpo, besándola profundamente. Intenta calmar sus demonios internos, pero siente que todo su ser se agita con la sola presencia de ella.
Arya y él se separan un momento solo para alcanzar a respirar. El apuesto hombre pega su frente a la de la hermosa joven, cerrando los ojos toma un largo respiro.
—¿Me dirás lo que pasa? —pregunta ella con voz tenue.
Lo último que quiere es alterarlo. Ayden suelta el aire de exasperación.
—Lo siento, no quiero involucrarte —confiesa el hombre finalmente cansado, abriendo los ojos y alejándose para mirarla de frente—. Esto es mucho que procesar... lo único que deseo es que tú y nuestro hijo estén bien —concluye sin ahondar en el tema como ella quiere.
—Me preguntaste si Robín fumaba, ¿esta nueva pista tiene que ver con él? —inquiere y ve la duda en los ojos de Ayden—. Si tiene algo que ver con él, ¿me lo dirías?
Ayden aprieta la mandíbula, no sabe realmente si eso es lo que quiere hacer.
—Confía en mí, entre menos sepas, es mejor —pide tomando el rostro de su prometida y dándole un beso en la frente—. Mejor acompáñame a cenar, tengo hambre.
Arya acepta y caminan rumbo al piso inferior, a la cocina. Ella había preparado macarrones con queso y una ensalada.
—Esto esta riquísimo —comenta Ayden luego de probar la comida.
—Eso de vivir sola te hace una experta en cocina —determina ella en voz alta—. Hay algo de lo que deseo hablarte.
—Claro, dime.
Ayden se lleva la copa de vino a los labios y toma un trago. Arya había pensado mucho en lo que deseaba hacer y cómo hacerlo, así que envalentonándose comienza a hablar.
—Esto no tiene nada que ver contigo, es todo lo contrario —advierte, primeramente, Ayden la mira con curiosidad e impaciencia, toma otro sorbo de vino porque siente que esta por romper con el compromiso—. Durante estos años, he vivido sola, aprendí a ser independiente y me gustó no tener que dar cuentas a nadie —explica para dar una perspectiva antes de decir finalmente lo que quiere decir, Ayden termina de desajustar su corbata porque siente que se va a ahogar con cada palabra que ella dice—. Luego nos encontramos y me he estado quedando aquí, pero tú y yo no somos una pareja normal, debemos aceptarlo, esto que tenemos no es convencional. No me permites conocer eso que te lastima y no puedo ayudar a alguien que no desea ser ayudado, no le veo el caso estar viviendo en la misma casa. Es claro que ocupas tu espacio y yo el mío. Por eso, decidí que cuando Robín vuelva me iré a casa.
Ayden cierra los ojos intentando calmar a su yo encabronado. Pero es imposible, Arya se da cuenta de cómo aprieta la mandíbula.
—Quédate —pide Ayden—. Vive aquí con nosotros, ten tu propia recámara si eso quieres, pero quédate.
—Ayden... sería lo mismo, yo seguiría dependiendo de ti y no quiero eso —anuncia ella—. Luego, tenemos la boda, dime que va a pasar cuando nos casemos ¿seguiremos teniendo hijos vía inseminación? ¿Esperas que sea una mujer casada pero célibe? Piénsalo.
—¿Crees que no lo he intentado? —inquiere él—. No puedo ni siquiera tocarme porque entro en pánico. Esto es una tortura... yo, prometo arreglarlo...
Ayden se comienza a desesperar.
—No se trata de que lo arregles, no estás desarreglado, ni descompuesto —asegura Arya tomándolo de las manos—. Solo que es algo que debes trabajar, si no quieres mi apoyo, lo entiendo y no te voy a forzar. Por eso necesitamos distancia.
—Lo sé, te prometí que iría a terapia, ya agendé, pero solo no nos dejes —pide de nuevo, ya rogando.
—No los estoy dejando, Ayden... compréndeme —solicita ella con tristeza—. No estoy dispuesta a vivir bajo tu sombra, si no soy tu igual.
Al millonario que está acostumbrado que todos le digan que sí, Arya siempre supone un reto para su vida. Finalmente, acepta, de mala gana.
—Vale... pero tenemos que verte diario —demanda él y Arya sabe que no es opcional.
—Eso no lo dudes —dice levantándose para sentarse en su regazo mientras lo abraza por encima de los hombros.
Ayden la abraza y juntos terminan de cenar tan cerca del otro como sea posible.
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