Como súperman
—¡Buenos días, campeón! —saluda Ayden a su hijo y acude a su lado para abrazarlo.
—¡Papi! —responde el pequeño de rizos castaños con dorado, levantando sus brazos para que su padre lo sostenga.
—¿Recuerdas a la doctora? —pregunta Ayden
—¡La doctora bonita! —dice el niño sonriendo con ella.
Arya se emociona al escucharlo, él la ha llamado bonita sin saber que es su madre. Ayden sonríe en aprobación.
—No puedo estar más de acuerdo contigo, Ary —dice Ayden en complicidad con su hijo.
—¿Cómo te sientes hoy, Aryehn? —pregunta ella ya sabiendo que el nombre de él es una mezcla de ambos nombres
—Bien, estoy fuerte —responde el niño enseñando su minúsculo brazo en señal de eso.
Esto le arranca una sonrisa a la doctora llena de sentimientos encontrados. Tener a Ayden y su hijo frente a ella no es lo que esperaba que sería.
—Tengo que irme, pero volveré más tarde —declara con un nudo en la garganta—. Cuídate mucho, sí, y cuida a tu papá, a veces es muy torpe —dice dirigiéndose al pequeño que le sonríe con mucha alegría.
Arya sale de ahí cerrando la puerta tras de sí. Nada más sale al pasillo, una lágrima corre por su ojo, intenta respirar para no llorar, pero es casi imposible.
—¡Arya, espera! —pide Ayden detrás de ella sorprendiéndola, ya que no escuchó cuando salió.
Se gira limpiándose la lágrima del ojo.
—¿Qué tienes?, ¿qué pasa? —pregunta él preocupado al ver que limpia su rostro.
—Nada...
—No me puedes decir a mí que no te pasa nada, te conozco —asegura él—. Bueno, tal vez no tanto, pero sé que cuando dices que nada es que pasa mucho por esa cabecita tuya.
Arya se exaspera porque no quiere conversar.
—Solo dime que quieres —exige ella sin paciencia—. Debo ir a consulta.
—Quería agradecerte por venir —dice él, pero ve que pone cara de cansancio—. Y preguntarte sobre todos esos análisis que pediste. ¿Hay algo malo en Aryehn?
—Tengo una teoría, solo quiero descartar cosas, no es nada malo —aclara Arya—. Más tarde volveré con el doctor Evans para revisar los resultados. Deberías descansar, traes una cara...
—No dormí... pensaba en nosotros —confiesa y ella le cree, suena sincero.
—Me voy —anuncia ella dejándolo parado—. Nos vemos más tarde, cuida a mi hijo —agrega unos pasos delante de él haciendo énfasis en "mi hijo".
—¡Nuestro! Es nuestro hijo —corrige él emocionado de oírla decir que es su hijo.
«Quizás si nos dé una oportunidad», medita al regresar a la habitación, donde yacen un par de enfermeras sacando muestras del pequeño.
Arya regresa a las consultas, agobiada. Una por la salud del pequeño y la otra porque no sabe cómo reaccionar a cada gesto que hace. Decide enfocarse en las citas médicas de ese día y despejar su mente.
A las doce su asistente le avisa que tienen los resultados. Ella los revisa a conciencia, se da cuenta de que el doctor Evans incluyó las inmunoglobulinas, lo cual agradece de corazón.
—Doctora, el doctor Evans la busca —anuncia Dalila por el teléfono.
—Hazlo pasar, por favor —pide amablemente.
No tarda mucho cuando el apuesto doctor entra con una carpeta en sus manos.
—¿Los comprobaste? —pregunta él y se sienta frente a ella.
—Lo he hecho. Está desnutrido, tiene alergias y su hemoglobina es baja, lo cual es que tiene una anemia, ligera, pero la tiene, así como sus defensas, ¿cómo no pudieron verlo los demás doctores? ¿Son estúpidos?
—Si solo diagnosticaban una cosa, es seguro que no vieran todo el panorama —afirma él—. Supe que fuiste a verlo, ¿cómo te sientes?
Arya se recarga completamente en su asiento, mira al techo y se queda en silencio por un momento.
—Es impresionante todo lo que ha crecido —dice con una sonrisa en su boca—. Solía imaginarlo muchas veces, pero al verlo, es como "¡Wow, tengo un hijo malditamente hermoso y lindo!"
—Se parece a ti —declara él riéndose—. Aunque se la pasó diciendo que le gusta la doctora que parece ángel. ¿La conoces?
—Bobo —se burla ella—. Volviendo al tema —declara y se sienta recta mirando a su amigo de frente—, le hablaré a la pediatra endocrinóloga Leblanc. Quiero saber qué opina.
—Te dirá lo que yo en este momento, con una dieta balanceada, nutrimentos necesarios y muchos cuidados, ese niño en seis meses no tendrá nada —afirma él dándole un golpecito al escritorio para reafirmar su punto—. A excepción de las alergias, las podremos controlar, pero jamás se irán del todo.
Arya lo mira y pone los ojos en blanco, toma la tableta y manda un correo con la información a la endocrinóloga.
—No importa, quiero saber —dice ella y se pone de pie—. Ahora, bien, si no te importa mi buen amigo, tengo una consulta. ¿Te veo a las dos en su cuarto?
Evans se ríe, es una mujer obstinada.
—Vale, como diga y ordene —se ríe poniéndose de pie—. A las dos con el mini tú.
—¡Adiós! —dice ella sonriendo.
El doctor sale de consulta y entra el paciente de once años con su madre que atraviesa la reciente adolescencia y está asustado de los cambios en su cuerpo.
Arya atiende a sus siguientes tres pacientes y después de eso se dirige dónde su pequeño. La doctora le ha respondido y ha completado el diagnóstico, así como su valoración. La doctora entra junto al doctor Evans a su lado. Ambos venían charlando sobre el posible tratamiento a elegir y que este era bueno para el pequeño.
Cuando Ayden los ve entrar tan familiares y cercanos, no puede dejar de sentir una punzada de celos. Sin embargo, cuando Arya se percata de quien está en la habitación, se emociona.
—¡Seb, Bea! —expresa emocionada y corre a abrazarlos.
Estos se acercan a ella y la abrazan fuertemente.
—¡Te extrañamos! —dice Bea con lágrimas en los ojos. Sebas dice que también, pero sin lágrimas—. No te hagas el fuerte, que bien que lloraste cuando el señor Emory te dijo que la había encontrado.
—Es imposible no hacerlo, nada es igual sin ti —declara Sebas y vuelve a abrazarla.
—También los he extrañado, chicos —dice ella limpiándose una lágrima—. Sus charlas, regaños y tardes de té.
Bea sonríe más animada y le pasa la vista por todo el cuerpo. La toma de la mano y la hace girar.
—Mírate, estás guapísima, ya toda una mujer sexi, y adulta —alaga haciendo que Arya se sonroje.
—Es lo que le he dicho y me ha tirado la puerta en la cara —confiesa Ayden.
Arya pone los ojos en blanco haciendo que Sebas y Bea se rían.
—Al menos sigues plantándole cara al jefe, eso no ha cambiado —dice Sebas por lo bajo, pero Ayden al escucharlo lo tira a loco.
Está emocionado de que ella vea a sus amigos, porque nunca fueron ni los vio como empleados. Por su parte, William se siente lejos de la intimidad de ese momento, no comprende del todo la historia detrás de toda esa parafernalia.
—Bueno, a lo que he venido —dice ella y vuelve junto a su amigo—. A él ya lo conocen, es el doctor Evans, es amigo y mi prometido.
Suelta sin más haciendo que el rostro de Ayden se desencaje completamente. El doctor la mira extrañado, pero decide seguirle el juego.
—Un gusto conocerlos —dice él con amabilidad.
Bea y Sebas la miran y no pueden creerse lo que pasa. Ayden por fin la encuentra y ella está comprometida. Eso no pinta nada bien.
—¿Podemos hablar en privado? —inquiere Ayden.
—Por supuesto, pero ya que termine —anuncia ella y él pone cara de pocos amigos—. Hemos hecho algunos estudios, ambos los revisamos, por obvias razones yo no me involucraré directamente, pero él sí. Tiene mi confianza y mi autorización para hacerlo —aclara antes de que Ayden reniegue y le cede la palabra a Evans.
—Como lo comentaba la doctora Edwards, hemos hecho ciertos estudios, los cotejamos con una endocrinóloga y bueno, los resultados son mejor de lo que esperábamos —explica con buen ánimo—. Aryehn es alérgico a ciertos alimentos, no es una alergia severa, no obstante le provocan irritaciones estomacales. Según su expediente, se enferma del estómago con demasiada frecuencia. Esto, aunado a los vómitos, hace que su cuerpo no reciba los suficientes nutrientes. Además, presenta un cuadro anímico ligero, no obstante necesario de abatir. Sus defensas son bajas y su sistema linfático está comprometido. Nuestra recomendación —dice y Ayden al oír "nuestra" siente como si le dieran una patada en las bolas—, es que se derive a un especialista en nutrición para que le dé una dieta balanceada, nosotros estaremos monitoreándole y viendo que haya mejoría.
—¿Es todo?, ¿dieta? —pregunta Ayden con ironía—. ¿Para eso vinimos hasta acá?
El pequeño observa como su padre se sulfura y cierra los ojos. Ayden se da cuenta y trata de controlarse.
—No es todo —expone Arya—. El niño tiene anemia, Ayden. Eso es importante, tiene desnutrición, sus defensas bajas y, por si fuera poco, el asma. El doctor Evans no ha terminado de explicar el tratamiento, así que cállate y escucha —exige haciendo que un silencio incómodo se instale en la habitación. No grita, pero ordena con autoridad.
Aryehn se queda con la boca abierta al ver cómo la doctora bonita regaña a su papá.
—Nadie regaña a papá, nunca —murmura el niño asombrado.
Arya se enternece y le acaricia el rostro. El pequeño se deja y le regala una sonrisa.
—Yo sí —dice ella haciendo que él ría más.
Arya hace un ademán a su amigo para que prosiga.
—Nuestra recomendación, es que sea medicado diligentemente, llevará un tratamiento para tratar las afecciones, basado en nutrientes que mejoren su sistema inmune, así como bacterias sanas que fortalezcan su flora intestinal. Se estará revisando cada quince días para medir su peso y talla, así como el tratamiento respiratorio, no invasivo. Creemos que, con una adecuada alimentación y el tratamiento medicinal, recibirá los nutrientes que necesita. Veremos su progreso en seis meses y se recomienda que acuda al neumólogo para una serie de vacunas que fortalezcan sus vías respiratorias, se acerca el invierno y debemos estar preparados.
Arya saca de una de las carpetas que traían con una receta médica, así como indicaciones para el cuidado de su hijo. Extiende las hojas a Ayden y este las toma.
—Estas son las indicaciones junto con la receta. He agregado un par de números de especialistas de mi más alta confianza que pueden contactar en Nueva York —explica ella y Ayden no le mira.
Sigue leyendo toda la información y todos los medicamentos que receta.
—Esto es un mundo de medicinas...
—Y tú que creías que era solo dieta...
Sebas y Bea ríen por lo bajo, Ayden les fulmina con la mirada haciendo que aprieten los labios.
—¿Alguna duda? —pregunta el doctor Evans.
Ayden lo mira con disgusto y regresa su mirada a las hojas, viendo toda la información.
—Doctora, ¿me voy a morir? —pregunta el niño un poco asustado.
—No, cariño, por supuesto que no —aclara con cariño y se sienta a su lado en la camilla—. Solo van a cambiar algunas cosas, pero no lo vas a notar, cuando menos pienses estarás más grande y fuerte, ¿quieres ser más grande y fuerte? —pregunta ella y él asiente emocionado.
—¿Así como papá? —pregunta él mirando con admiración a su progenitor.
—¡Más fuerte! Así como Henry Cavill, —el niño hace una cara de no saber a quién se refiere y ella rectifica—. ¡Superman!
El niño abre la boca, asombrado.
—¡Papá voy a ser fuerte como Superman! —exclama el niño eufórico.
—Y más guapo que él —aclara Ayden mirando feo a Arya.
Esta no puede dejar de pensar que lo celoso no se le quita.
—¡Hey, cuidado! —dice ella cuando el pequeño se lanza a sus brazos y la abraza diciéndole gracias—. Ya estás apretando fuerte —finge dolor.
Aryehn se ríe emocionado y se tapa la boca sonriendo.
Ayden olvida todo cuando ve la escena, Arya no puede dejar de sentir cómo su corazón martillea contra su pecho. Apenas es la tercera vez que lo ve, pero no puede negar que la sangre llama y ya lo quiere. Lo quiere más que cuando lo tenía en su vientre.
—Ven acá, creo que necesito otro abrazo para comprobar que si estés fuerte —pide ella y el niño de nuevo se lanza a sus brazos.
Arya siente cómo su ser se une al de su pequeño, unas lágrimas ruedan por su rostro. La emoción de sentirse madre es incomparable. Nunca pudo abrazar a su pequeño cuando nació, y hoy, cinco años después, por fin puede y nadie le va a quitar su momento.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro