Celos no son celos
Arya yace sentada en su sillón reclinable, con ojos cerrados y AirPods encendidos escuchando "Chasing cars" de Snow Patrol. Concentrada en cada palabra, se imagina un mundo en dónde todo es perfecto, uno dónde el corazón del millonario le corresponde. En dónde le permite acercarse, tocarlo, amarlo. Pero no es así. Su mundo se reduce a una miseria de tiempo compartido, de fingidas sonrisas e interés fundado en un simple negocio.
Canta con el corazón desgarrado en voz baja, pero, aun así, esta se escucha en el pasillo.
Ayden, que espera termine de cantar para acercarse, se queda recargado en la pared cercana. Daniel Cheng tenía razón cuando le dijo que ella se estaba enamorando.
«¿Será eso o es que solo está cantando por cantar?» se pregunta.
—Hola —saluda él al entrar a la recámara ya lista—. No tarda en llegar tu mamá. Vienen con los chicos que elegiste. ¿Segura que ellos te ayudarán?
—Gracias por avisarme —responde sin ánimo—. Qué bueno que ya vienen, anoche estuvieron conmigo un rato y son muy amables y capaces. No te preocupes. Ambos me serán de utilidad, no olvides que soy doctora.
—No digo que no seas capaz, digo por qué con el paso del tiempo tu vientre crecerá más, y será más cansado...
—Dije que no te preocupes, tu hijo estará bien —asegura ella, sabiendo que la preocupación de él es meramente por su vástago. No por ella.
En eso se escucha un alboroto en la entrada.
—Ya están aquí —anuncia Bea acercándoseles.
Arya intenta ponerse de pie y Bea se da cuenta de que se le dificulta levantarse desde la posición en la que esta.
—Yo le ayudo —anuncia y se acerca.
—Gracias, Bea, ya quiero ver como Ayden le explica a mi madre porque no es él quien me ayuda a levantar —comenta sarcásticamente y con una sonrisa fingida.
Bea no dice nada, pues sabe que de nuevo han vuelto a discutir, pero no el por qué.
—No comiences Arya —amenaza entre dientes—. Haré lo mejor que pueda.
Arya, quien ya está de pie, deja los AirPods sobre la mesita cercana y se para frente a él con una mano en la cintura, el vientre empujando su cuerpo hacia atrás y con su otra mano frotando la barriga.
—Si lo haces tal como en la casa de tu padre, dudo que te den un Óscar —declara ella sardónica.
—Ya para, Arya —exclama él, desesperado—. Sigues enojada sin fundamento alguno.
Arya quería escapar de ahí, pero era imposible, escuchó como ya se acercaba la silla de ruedas.
—Que conste —dice finalmente sin dejar que Ayden pregunte a qué se refiere, ya que en eso entran Sebas con el matrimonio Gay que Arya ha elegido como su apoyo.
—Bienvenida, mamá —expresa feliz de verla.
—Hola, hija —saluda ella intentando sonreír felizmente—. Hola, Ayden. Gracias por recibirme en tu casa, es muy linda.
—No agradezca, estamos felices de que esté con nosotros —comenta sonriendo junto a Arya.
Esta se aleja y saluda a los chicos.
—Qué bueno están aquí, ayúdenme a instalar a mamá y luego les mostraré su habitación —declara como si fuese realmente la señora de la casa—. Mamá, primero vamos a acomodarte, para que descanses un poco y más tarde damos una caminata por la casa, para que la conozcas ¿te parece?
—Sí, cariño, está bien, ahorita, estoy cansada —aclara Mirella con tono fatigado.
—¿Quieres agua, té, jugo? —sugiere Arya.
—Té está bien.
—¿Ustedes chicos?
—Té —dicen los dos sonriendo.
—Sebas, nos puedes traer bebidas mientras, por favor —pide cortésmente y Sebas asiente encantado.
—¿Usted quiere algo? —pregunta dirigiéndose a ella.
—Un jugo estaría bien.
En todos sus años como mayordomo de los Emory, nunca le habían tratado con tanta cortesía y familiaridad. Él sale sin preguntarle a Ayden y este se da cuenta. Pero no le reclama, dejará eso para más tarde.
—Mamá, ellos son Sam y Bruno Frey, nos harán compañía este tiempo —les presenta formalmente.
—Pues ya nos había visto, pero considérenos como sus amigos, masajistas, enfermeros —menciona Sam en tono cantarín.
—Doctores, también, cariño —interrumpe Bruno con voz aguda y riéndose, lo que provoca una sonrisa en Mirella.
—Todos unos todólogos —dice Ayden mordaz haciendo que Sam le fulmine con la mirada—. Bueno, yo tengo que retirarme, tengo una reunión de negocios. Nos vemos para cenar —advierte a nadie en particular.
—Oh, es una pena que no nos acompañes para comer —comenta Mirella.
—No mamá, él no puede quedarse. Imposible, la reunión importante es con una tal Cathy y es imprescindible que él falte —informa mordaz—. La mujer esa se pone loca, si no. Creo que está necesitada de atención.
Ayden se traga las ganas de amonestarla y sabe que esto será así por lo que dure el contrato.
—Es cierto, si no asisto, es capaz de venir a almorzar con Arya y eso no lo mande dios —responde con el mismo tono mordaz que ella.
Los presentes se dan cuenta de inmediato que algo pasa, la mirada matadora de Arya junto al rostro enfurecido de Ayden no les pasan desapercibidos.
—No importa, tan segura de que Bea le escupe el almuerzo —sonríe de lado—. Que te vaya bien, cariño. Dios se apiade de tu alma mientras estés en la reunión importante, no vaya a ser que sueltes una carcajada que nadie quiera oír.
Para Ayden Emory, eso ha sido el colmo. Así que hace lo impensable.
—Lo siento, no es digno de nosotros dar este tipo de espectáculos —aclara tomando de los hombros a Arya, quien sigue de pie a su lado. Ella al sentir su toque se sobresalta—. Creo que las hormonas del embarazo están afectando a mi querida novia, los dejaremos un momento. No quiero dejarla enojada, si no, la tomará con ustedes —advierte divertido—. No la conocen, es una fiera cuando quiere.
Mirella suelta la carcajada al notar a su hija roja de la vergüenza.
—Lo sé, no tienes que contármelo —añade su madre.
—¡Mamá! —dice mientras Ayden la empuja con cariño fuera de la habitación.
—Camina... camina —pide Ayden, susurrando al oído de su novia falsa, provocando un escalofrío en ella.
La encamina hasta el otro extremo del pasillo y llegar a una habitación que no conocía.
—Es la recámara de Bea —aclara él—. ¿Me puedes decir que te pasa?
—Nada, ¿no te ibas ya? —dice ella tomándole de la manga del saco y sin tocarlo ver la hora de su reloj—. Ya es tarde.
—Arya... lo de Cathy no es lo que piensas —repite él—. Ella y yo no tenemos nada, es cierto, me coqueteó y también lo hizo con Daniel.
La joven se recarga en la pared y cruza los brazos sobre su abdomen pronunciado.
—En realidad no me interesa lo que hagas o dejes de hacer con ella —dice intentando sonar sería—. Eres soltero, millonario, guapo, prácticamente puedes pedir a cualquier mujer y esta caería a tus pies.
—Dices que no te importa y me montas escenas de celos... es incongruente lo que dices Arya —remarca Ayden.
Arya entrecierra los ojos como si quisiese matarlo.
—Tú, eres incongruente, me pide que no me acerque a Mark, quedaste que no te acerarías a Cathy. Dijiste que me apoyarías, ¿y qué haces a la primera oportunidad que tienes de demostrar que eres un caballero que cumple sus promesas? Te vas de juerga con "Cathy". No jodas con la incongruencia, porque el incongruente no soy yo, eres tú. Y no son celos... ya quisieras.
Ayden la estudia atentamente.
—Como dije, eres una fierecilla cuando te lo propones —se burla Ayden con una sonrisa de lado que deja ver su lado más coqueto—. Quizás tengas razón, pero yo no iba con ella, iba con Daniel y él la invitó. Y perdón por no haberme quedado, estoy cerrando unos contratos y necesitaba revisarlos esa noche. No creí que Daniel llegaría con ella. Lo prometo.
—No hagas promesas en vano...
—No es una promesa decirte que no te mentí, no deberías tener celos de ella, no me interesa —declara haciendo que el corazón de Arya se acelere.
—Te dije que no me interesa, no te creas tan interesante, Ayden —dice Arya con la boca seca—. Por mí puedes irte a tirar a todas las Cathy que conozcas.
«¡Mientes!» le grita en subconsciente.
Oír como ella se refiere a eso le revuelve el estómago de bilis.
—¿Te estás escuchando?, ¿y dices que no son celos? —inquiere el amenazante.
—¡Como quieras creerlo! ¡Ya te dije que me importa un carajo! —exclama ella intentando alejarse, pero Ayden se interpone en su camino quedando muy cerca.
Arya puede sentir como el calor de este se desprende, puede oler su colonia al mismo tiempo que el magnetismo de sus cuerpos les atraen.
—¡Aléjate! —dice ella intentando empujarlo, pero él le toma de las muñecas y cerrando la puerta la empuja delicadamente contra esta—. ¿Qué jodidos te pasa?
—¿Qué me pasa?, ¿preguntas que me pasa, cuando eres tú quien se la pasa, jodiéndome con Cathy, cuando no hay nada entre ella y yo? —dice soltándola y poniendo sus brazos a cada lado de ella acorralándola. Arya se mantiene callada ante sus reclamos—. No me digas que no te importa que me tire a todas las Cathy, cuando noto que una sola te afecta.
—No es... —intenta desmentir aquello, pero el dedo índice de Ayden le calla la boca.
—Dime que quieres Arya, dímelo por qué no entiendo —solicita con el corazón latiéndole a mil. Arya siente su aliento cerca al de ella. La atracción es innegable entre ellos. Sus miradas se conectan, sus labios se reclaman uno a otros, pero ninguno dice nada.
«¡Díselo!» se piensa a sí misma.
—Dime, Arya... dímelo —pide de nuevo, sus bocas cada vez acercándose más. El pecho de ambos subiendo descontroladamente con cada palpitar de sus corazones y las manos temblorosas.
—Bésame —susurra ella finalmente.
Ayden retiene el aire que respira y lo suelta quedamente. Él también lo quería, no sabía por qué, pero lo quería.
Arya cierra los ojos esperando que sus labios se toquen. El palpitar se vuelve frenético. Siente el aliento de Ayden tan cerca que puede olerlo, huele a menta y fruta.
—Señor, Emory, Daniel Cheng y Cathy le esperan en la entrada —dice Sebas desde el otro lado de la puerta rompiendo con ello la magia del momento.
—Maldición —susurra Ayden alejándose. Arya abre los ojos y se da cuenta de su error.
—Como dije, ve cógete a todas las Cathy que conozcas, empezando con la puta de la entrada —reta Arya saliendo a pasos largos de ahí. El rostro enrojecido y las fosas nasales dilatadas.
Cuando pasa por la entrada observa a Daniel sonriente y a Cathy admirando el lugar como queriendo ser la primera señora Emory.
—Hola, Arya —saluda ella hipócritamente al verla.
—Que te jodan, Cathy —responde Arya sin siquiera mirarla.
Ayden aparece detrás de ella persiguiéndola.
—Hey, te estamos esperando —avisa Daniel al verlo.
—Que te jodan, Daniel —responde Ayden—. Arya, espera.
Daniel y Cathy se quedan mirando uno al otro sin saber qué demonios pasó.
—Creo que el señor Emory no irá con ustedes hoy, la señorita Arya está indispuesta —anuncia Sebas, esperando que con eso comprendan que su jefe le pondrá atención a ella.
—Oh... está bien —dice Daniel—. Ya que se calmen las aguas, dile que le enviaré todo al correo. Nos vamos.
—Pero mejor esperémoslos —sugiere Cathy—. Quizás él decida ignorarla e irse con nosotros a comer.
—No comprende, señorita —dice Sebas apretando el botón del ascensor para que se marchen—. Arya es la prioridad del señor Emory.
—Entendemos, Sebas —asegura Daniel al darse cuenta de que interrumpen alguna discusión importante—. No vamos.
Toma el brazo a Cathy y la saca a la fuerza, pues esta no está muy dispuesta de entrar al elevador.
—Arya... —llama una vez Ayden, pero esta lo ignora, entrando a su habitación.
Los chicos ya han acomodado a su madre y le están dando el té que pidió.
—Disculpen la tardanza —dice ella y cierra la puerta tras de sí.
Al mismo tiempo, Ayden la abre intentando encontrar la paciencia que sabe tiene guardada en algún lado.
—Oh, Ayden, no te has ido —comenta Mirella al verlo entrar haciendo un mohín.
—No, la reunión la han cancelado —dice refiriéndose a la invitación que ambos le hicieron a Cathy y Daniel de que los jodieran.
—Mejor aún, podremos almorzar juntos.
—Sí, eso es genial, ¿no? —refiere Arya alterada aún y sentándose junto a su madre.
Ayden camina hasta ella y toma su mano. La joven alza la vista preguntándose qué mosco le ha picado.
—Lo es, es bueno tener a las dos en casa —sonríe con ternura ganándose así el corazón de la madre de la mujer que logra descontrolarlo.
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