Carcajadas y mentiras
La pareja —no pareja—, había llegado al departamento de Ayden. Arya iba con el corazón y mente destrozados. Mientras tanto, él no sabía qué hacer. Quería consolarla, pero ya había excedido sus límites en otras ocasiones, todas involucraba a su hijo o en favor de este. Sin embargo, en esta ocasión era algo meramente personal de la chica.
Sus divagaciones le distraían de su deber como caballero.
—Señorita Arya, ¿está usted bien? —pregunta Bea cuando la ve llegar con los ojos hinchados.
Para todos era bien sabido las fricciones entre ambos. Incluso murmuraban cuando no estaban sobre la compatibilidad de sus caracteres o el cómo eran tan opuestos que eso les hacía atraerse.
—No —responde Ayden por ella—. No está bien. Llévala a la sala, ya vuelvo.
—Sí, señor —afirma Bea y encamina con paciencia y ternura a Arya.
La joven yace ida en sus cavilaciones, está triste y desesperada.
—Señorita, si hay algo en lo que podamos ayudar, cuente con nosotros —murmura Bea cuando ambas se quedan solas—. Si necesita ayuda...
—No soy yo, Bea —aclara Arya para que no piense erróneamente—. Es mi madre, su corazón está dañado... y —las lágrimas de nuevo comienzan a caer por su rostro—. Ella está muriendo, Bea... tiene cáncer terminal. Ya no hay nada que yo pueda hacer por ella.
Bea la abraza y la joven se recarga en su hombro llorando.
—Lo siento tanto, señorita —dice sinceramente—. Mi madre murió cuando yo era muy joven, también de cáncer, comprendo lo que siente... Lo lamento.
Arya llora desconsoladamente y la señora Bea le brinda el cariño, comprensión y empatía que ella necesita en ese momento. Recibir una noticia así, nunca es fácil. Bea James lo sabe, tenía quince años cuando su madre falleció.
—No sé qué hacer, Bea... no sé —solloza limpiando su nariz con la manga—. Fui egoísta, creí que estaba bien, creí que si la dejaba en ese lugar todo estaría bien. Eso pensé todo este tiempo, cuando en realidad ella estaba muriendo y no me dijo pro que creyó que yo estaba en Alemania... no quería que yo abandonara mi estadía. La decepcioné al engañarla. Soy un fraude, Bea, no la merezco
Ayden que ya había bajado, escucha aquellas palabras sintiendo una gran impotencia.
—No eres un fraude, Arya —declara en voz alta con solemnidad, haciendo que Arya levante el rostro hacia él—. Cuando uno ama en realidad a alguien, hace lo necesario para proteger a esa persona. No importa si esa persona lo entiende o no, mientras tú sepas que lo haces por su bien.
—Pero la engañé —susurra entre lágrimas—. No merece que sufra por mis errores.
—Es cierto, le ocultaste algo que sabías, le iba a lastimar —aclara Ayden, modificando la frase para que ella se sienta menos miserable—. Pero es gracias a ello, que tu madre ha recibido la atención que necesita. No te culpes por ello. No eres un fraude, no ante nuestros ojos —afirma refiriéndose a Bea y Sebas.
Arya no dice nada ante la magnitud de lo que siente, es como si cada palabra dicha por los labios de él, tocaran cada fibra de su cuerpo. Las gotas cristalinas se resbalan por sus ojos hasta sus mejillas y caen en su vientre.
Ayden camina hasta donde ella y se sienta a su lado.
—No puedo prometerte que todo estará bien, pero te dije que me encargaría de ella. Dime que necesitas y lo haré —concreta con sinceridad—. Tus palabras, Arya Harley, son mis órdenes.
Sebas y Bea se miran rápidamente. La forma en que él se dirige a ella, no les pasa desapercibido.
—¿Quieres agua?, ¿té? —pregunta Bea.
—Té, por favor —murmura Arya.
Bea asiente y se aleja para dejarlos a solas, Sebas le sigue hasta la cocina, pero no sin que Ayden se haya dado cuenta de que lo han hecho a propósito para darles intimidad.
—Gracias, Ayden —confiesa ella con tristeza—. En realidad, no sé qué haré, tengo que revisar los documentos que me mandó su doctor a mi correo. Pero... gracias. No sé qué haría sin ti.
—No agradezcas, tú di y Daniel se encargará de todo. Ya le he puesto de sobre aviso. ¿A qué hora irás mañana? —pregunta él recordando la promesa de esta a su madre.
—Temprano, quiero estar allá a las ocho si es posible.
Ayden mira su reloj y se percata de la hora, aún es temprano.
—Bien, tengo una reunión a las ocho y llegaré tarde —informa inclinándose hacia ella—. Lamento sinceramente lo de tu madre, ten la certeza que haremos lo que esté en nuestras posibilidades para ayudarte —vuelve a decir—. Quisiera decirte que no te preocupes, que ella mejorará, pero conozco la crueldad de la vida, así que no te daré esperanzas. Pero si te daré mi apoyo incondicional... tenlo por seguro ca... Arya —aclara rápidamente antes de decir una palabra que no era.
Al sentirse expuesto se pone de pie de inmediato y se aparta de ella. Toma de nuevo su maletín en la mano y vuelve a mirar la hora. Está nervioso.
—Cuando decidas que hacer, llama a Daniel y dile. Te veo mañana —dice sin mirarla fijamente y camina al elevador para irse.
Arya se queda estática mirando cómo se marcha.
—Gracias... —musita con lágrimas en los ojos.
Bea le lleva el té y unas rebanadas de pan de zanahoria. Arya agradece y luego la acompañan a su habitación para que descanse. Pero en realidad ella lo que hace es revisar cada nota médica, análisis, imágenes y recetas solo para darse cuenta de que lo único mejor que puede hacer por su madre es cuidarla en sus últimos días.
—Daniel, buenas noches —saluda mientras escucha como este le responde el saludo después—. Te hablo porque ya sé que es lo que deseo hacer con mi madre.
—Sh... silencio —pide Daniel a quien sea que esté con él—. Disculpa, Arya, dime.
—Sé que será difícil, quizás Ayden no acepte, pero, quisiera traer a mi madre a casa de él —informa nerviosa. Daniel no dice nada, solo hay un silencio escueto—. Lo sé, lo sé, él no querrá, pero ella no tiene tiempo y lo único que pido estar con ella el tiempo que le queda.
—¿Y sobre el tratamiento? —pregunta él, pues Ayden le había avisado previamente.
—Pues necesita... pero
—No tienes que decirlo, Arya —señala Daniel teniendo empatía por ella. Desde que la conoció le cayó inmediatamente bien—. Le haré llegar a Ayden tu solicitud y lo veremos mañana ¿Ok?
—De acuerdo, muchas gracias, Daniel —dice ella esperanzada de que así sea.
—Hasta mañana, entonces. Descansa —se despide amablemente.
—¡Ayden, no seas así, no te burles! —exclama Cathy desde algún lugar cercano a Daniel. Entonces escucha una carcajada.
—Adiós, Arya —dice Daniel nervioso y cuelga.
—Hasta mañana —responde a la nada con un nudo en el pecho.
Él se ha ido en la noche cuando más le necesitaba. Dijo que tenía una cena de negocios y en vez de ser él quien se quedase a negociar con ella sobre lo que necesitaba, ha enviado a Daniel para que se hiciera cargo.
«Eres una tonta, Arya. Todo lo que te dice es para mantenerte tranquila porque tienes a su hijo en el vientre. A él no le importas, solo le importa él mismo. Tonta niña ilusa» se piensa así misma.
Arya toma su almohada y la abraza fuerte.
A la mañana siguiente decide ignorarlo. Se levanta más temprano y se pide un taxi. Decide bajar por las escaleras y la entrada principal y no por el elevador a la cochera.
Ni John ni sus guardaespaldas se percatan de eso. Esperaban que bajase con Ayden como todos los días o la gran parte de estos.
Se dirige directamente a la casa de reposo de su madre y una vez ahí va directo a su recámara. Ella yace plácidamente dormida.
Cuando despierta, ya le han traído el desayuno, así que Arya se ofrece para dárselo.
—Recuerdo cuando eras niña, tu cabello oscuro, largo y lacio. Te decía mi pequeña Blancanieves —murmura su madre con dificultad.
—No me acuerdo —confiesa Arya, pero siente melancolía que su mamá le cuente algo así.
Generalmente, no habla de eso jamás.
Una llamada a su teléfono le interrumpe. Arya comprueba y ve que es Mark.
—Hola —saluda Mark.
—Hola, Mark —dice con una sonrisa en los labios—. Iba a llamarte.
—No es necesario, ¿cómo sigue tu madre? —pregunta, inquieto.
—Te he mandado un email, ¿lo has revisado? —inquiere ella.
—No, apenas voy llegando al hospital.
—Lo puedes revisar y hacerme saber tu opinión, ¿por favor?
—Por supuesto —dice él con entusiasmo—. Lo que ocupes, tú dime, padre y yo estamos preocupados por ti y tu madre.
—¿Lo sabe Gerard? —pregunta desconcertada.
Mark se toma un momento para hablar, pero al final lo hace, aunque eso haga quedar mejor a su hermano que a él.
—Ayden habló ayer con él. Le explicó la situación, pidió unos días para acompañarte. Yo supe por ti y mi padre se imaginó, me habló para externar su preocupación. Sabe que Ayden no te dirá nada.
—Ah... ya entiendo, agradécele de mi parte —señala ella—. Tengo que dejarte, estoy dándole desayuno a mi mamá. Hazme saber cuándo podemos hablar.
—Ok, hasta entonces. Un abrazo —dice él.
—Igualmente, adiós —cuelga Arya.
Después de esa llamada le siguieron varias más de Ayden, pero ninguna respondió. No eran ni las ocho treinta cuando llegó dónde ellas con rosas para la madre de esta. Arya lo ignoró lo mejor que pudo.
—Arya, cariño, ¿podemos hablar fuera un momento? —inquiere él forzándola a salir para tener privacidad.
—Más tarde, estoy ocupada —responde ella sin mirarlo.
—Ve, sal a desayunar algo hija —pide su madre—. Yo no me moveré de aquí. Anda, no te hagas del rogar.
Ella no tiene otra opción más que aceptar. Así que se levanta y sale con él.
—¿Qué quieres? —pregunta ella nada más salir.
—Déjame explicarte —dice él.
Pero Arya no quiere hablar con él, se siente traicionada, dolida, decepcionada.
—No tienes que explicarme nada, dime solo si te dijo Daniel mi petición —averigua desesperada.
—Sí, si me dijo, no te preocupes. Daniel ya está tratando el traslado con el doctor, solo que tenemos un problema de la habitación —informa él.
—No es problema, yo tengo una recámara, ella puede estar ahí conmigo —aclara Arya aún con la sangre hirviendo en sus venas.
—Se supone que somos pareja...
—No finjas, Ayden Emory. Tú, más que yo, estás agradecido de que no tengamos que dormir en la misma habitación. Ella lo único que necesita saber es que estaré con ella, no se va a poner a averiguar si recién duermo en esa recámara o no —aclara tajante.
Ayden hace una mueca, intentando no reír y ella se da cuenta.
—¿Qué? ¿Ahora también soy tu payaso? —pregunta enojada.
—No, pero siempre haces eso cuando estás enojada. Te pones mandona.
Arya decide no responder a eso.
—En fin, si tú crees conveniente, pueden hacer el traslado mañana o ahora. Como quieras.
—Mañana, así arreglo la habitación —dice ella.
Ayden la mira como si estuviera loca.
—Para eso está Sebas y Bea —recuerda.
—Ok, ¿es todo? Por qué debo volver con mi madre.
—No, tengo que explicarte lo de ayer —dice una vez más, pero Arya sigue esquivando su mirada.
—Te dije que no tienes nada que explicarme, así como yo no tengo nada que explicarte cuando aparezca Mark en un par de horas —confiesa demasiado enojada—. Tú elegiste a "la arrastrada, Cathy" por encima de mis sentimientos. Sabías que ayer necesitaba compañía, que estaba triste, y te fuiste con ella... no tienes que explicarme nada, Ayden. Tendrás a tu hijo y yo me marcharé para siempre. Así que me importa un puto carajo con quien decidas pasar tu noche, riéndote a carcajadas, mientras yo decido el futuro de mi madre.
—No...
—¡Cállate! No quiero volver a oír una mentira más de tus labios —exclama ella mirándolo con rencor.
—Arya, deja...
Pero Arya se gira caminando en dirección contraria a él, huyendo de su presencia hasta llegar a un baño de damas para encerrarse a llorar.
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