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Psicópata inofensivo

Entonces, dijeron que tenían ganas de leer más... así que acá hay más. A ver qué resulta de esto. Van a empezar a conocer mejor a Dimitri y con el tiempo se van a acostumbrar a su forma de ser. Denle tiempo xDD


Capítulo II: Psicópata inofensivo

—¿Crees que los convencimos, Dimo?

Presioné el botón del elevador con fuerza, esperando que nos llevara lo más rápido y lejos posible de ese piso de oficinas. La reunión no había salido específicamente como lo habíamos anticipado. Los alemanes eran algo reacios a dejarnos manejar su producto, pero mi jefe quería esta cuenta tanto o quizá más de lo que quería a su esposa. Seguramente más, si tengo que aventurar hipótesis al respecto. El problema era que debíamos competir contra agencias nacionales, agencias que manejaban el alemán mucho mejor de lo que yo pudiese fingir hacerlo. Y no es como si Cole fuese de ayuda, preguntándome cada quince segundos qué dijo ese o qué dijo aquel.

—Creo que la jodimos.

—Yo también lo creo —murmuró con un leve suspiro de derrota.

—Ánimo, tendremos otra oportunidad el jueves... podremos practicar nuestra fluidez con el alemán. —Intenté inyectarle algo de optimismo a todo el asunto, tal y como Evan me pedía que hiciera en cada oportunidad que se me presentase. No era simple, eso de ser positivo en realidad no era lo mío. Para mí siempre las cosas eran blancas o negras, y ahora a pesar de que mi mente quería ver negro, estaba en la obligación de correr una cortina blanca.

La psicología apesta, ya uno ni siquiera puede ser miserable en paz.

—No creo que sea cuestión de fluidez, Dimo, simplemente no les agradan nuestras caras. Tú te ves muy ruso para ellos. —Me apuntó con un ademan con el que supuse pretendía hacerme sentir culpable y frente a mi consternado silencio, él sintió la necesidad de explicarse—: Ya sabes... ustedes los cambiaron por los aliados tiempo atrás, los alemanes no olvidan.

Sabía de lo que hablaba y por un segundo sentí el impulso de abofetearlo, duro. Pero luego pensé en que eso devendría en una larga e incomoda sesión de terapia sobre el porque no puedo golpear idiotas siempre que me plazca. Así que puse en práctica lo de contar hasta diez y armé la imagen mental de mí mismo tras las rejas, por haber sucumbido a un instinto primitivo. Eso hizo el trabajo.

—Si mal no recuerdo los sucesos, ellos terminaron rindiéndose ante nosotros, ¿no? —Cole se encogió de hombros en gesto dubitativo, como si en verdad no estuviese seguro de cómo acabó la segunda guerra mundial—. Supongo, Cole, que es nuestro deber hacer del jueves otro Día del Elba.

Mi colega se frotó los antebrazos con las manos y me echó una mirada cautelosa de reojo.

—A veces asusta lo mucho que sabes sobre guerras y genocidio, Dimo. —Las puertas del elevador se abrieron, a tiempo para que él escapara sin darme posibilidad de replicar. ¿Qué tenía de malo que estuviese bien informado sobre las guerras? Me gustaban las guerras, no por las muertes y todo eso, sino como curiosidad histórica.

Dios, ¿eso les sonó tan nerd como a mí?

De todos modos el Día del Elba no era algo malo, fue el primer contacto entre las tropas soviéticas y estadounidenses. Allí, junto al río Elba, se acordó que los aliados lucharían en conjunto hasta la rendición del Tercer Reich. Incluso hubo festejos, así que era un comentario completamente válido y Cole iba a tener que aceptarlo.

—Sólo pretendía decir que tendríamos que unir fuerzas —expliqué, alcanzándolo en el aparcamiento.

Él asintió de modo ausente, sin siquiera detenerse a mirarme y entonces supe que sería un desperdicio de tiempo intentar aclarar mi comentario. De no conocerlo mejor, me atrevería a decir que en ocasiones Cole me tenía miedo. Y no específicamente por lo que pudiera hacerle, sino porque al estar conmigo el muy desgraciado temía que lo tomara como cómplice de mis fechorías. A mí aquello me parecía ridículo, de acuerdo, tal vez sí tenía una actitud de desapego hacia el mundo y el resto de personas sobre él. Y sí, tal vez veía a todos los seres humanos como potenciales compradores, como números, como cifras que debían entrar dentro de alguna de mis categorías de sondeo, pero eso no me hacía un psicópata en potencia. Sólo me hacían un buen publicista.

Además deberían saber que pasé limpio todos mis exámenes psicológicos. Y yo sé muy bien de lo que les hablo, he estado en consultas de psicólogos y psiquiatras desde los cuatro años. Pero, ¡hey! Nada por lo que alarmarse allí, si bien fui mal diagnosticado con asperger por unos seis años, eso al final de cuentas no prosperó. A mis diez años un amable médico tuvo la bondad de decirle a mi madre que yo no entraba dentro de las categorías de un asperger, así que sugirió —con esa amabilidad suya— que en realidad yo podría ser un sociópata.

¡Oh, vamos! No me vean así, él estuvo equivocado con eso. Y mis otros diez médicos confirmaron que no represento una amenaza ni para mí, ni para la sociedad. Sólo soy algo... ¿cómo decirlo? Desinteresado, indiferente, apático y tal vez demasiado poco empático con respecto a las demás personas. Pero completamente inofensivo, no lo olviden.

—Si el jueves nos presentamos con el mismo discurso, puedes olvidarte de la rendición de Alemania porque nos van repatriar de una patada en el culo. —Cole puso en marcha el auto que habíamos alquilado y una música alemana incomprensible comenzó a sonar a todo volumen desde el estéreo. Ambos hicimos una mueca de disgusto—. Dios, música del infierno.

Él la apagó con un gruñido mientras yo sacaba mi móvil del bolsillo, listo para ir sobre el brief de la empresa en la que estábamos trabajando. Pero entonces me di cuenta que no tenía dicho archivo en el móvil y la pequeña parte de mí que se mantenía positiva hasta el momento, voló lejos de ese automóvil junto con la música alemana de mierda.

—¡Esta basura! —Estuve a un impulso de lanzar el odioso móvil por la ventanilla, pero me contuve.

—¿Qué ocurre? —Cole me observó con una ceja enarcada.

—Quería revisar el brief y ver algún sistema de apoyo para el jueves, pero no lo tengo en este móvil. La puta madre.

—Relájate. —Presionó el botón de mi ventanilla hasta bajarla a la mitad y con eso sólo se ganó una mirada adusta por mi parte. Yo no soy bueno leyendo entrelíneas pero eso fue obvio hasta para mí—. Respira un poco, Dimo, puedes pedirle a la irlandesa que te mande el archivo. No es gran cosa.

Hasta que lo mencionó, ni siquiera me acordaba que otro ser vivo tenía mi móvil desde hacía dos días y que no le supondría mucha dificultad reenviar el contenido del brief por un mensaje. ¿Por qué no se me había ocurrido a mí? Maldición.

—Tienes razón. —Con mi calma de regreso en mi cuerpo, me apresuré a escribirle un mensaje.

Hola, Erin, sé que soy un fastidio pero necesito un favor.

Milagrosamente la mujer no me hizo esperar más de un minuto, lo cual era bastante bueno teniendo en cuenta la facilidad que tenían las de su especie en demorar para todo.

Hola, Dimitri. ¿En qué te puedo ayudar?

Hay un archivo en mi móvil, guardado en la carpeta de documentos. Se llama "brief", ¿serías tan amable de reenviármelo en un mensaje?

¿Quieres que revise tu móvil?

¿Tan extraño era que le estuviese dando acceso a mi móvil? Para este momento, ya había asumido que lo había volteado de derecha a izquierda y de regreso. En su lugar, yo lo habría hecho.

¿Me estás diciendo que no lo has hecho aún?

En esa ocasión ella se demoró algunos segundos extra para responder, bien podría estar inventándose una mentira o analizando la posibilidad de salir por la vía honrada.

No, claro que no lo he hecho. El tuyo es el primer mensaje que abro y créeme, tuve muchas oportunidades para hacerlo antes. Este aparato tuyo no deja de recibir mensajes.

Voy a suponer que ganó la honradez.

Descuida, el 90% son de mi madre y yo también los ignoro.

Jajaja... pobre de ella.

Sonreí, poniendo los ojos en blanco. Bastarían cinco minutos con mamá para que ella cambiara de opinión sobre eso. Y no porque ella fuese malvada, sino por todo lo contrario. Mamá era demasiado buena, demasiado buena en todo y demasiado consciente de que yo no era como ella en lo absoluto. Así que se había puesto como meta en la vida, el salvar mi alma. Ella estaba segura de que podría hacerme ser un hombre correcto, hacerme apreciar el mundo a través de sus ojos y los de Dios. O la mierda que fuera. La verdad es que nunca la escuchaba al punto de poder retener nada de lo que dijese.

Tienes mi permiso para revisar el móvil y si en el proceso te encuentras con este archivo, me lo mandas. ¿Te parece?

Tienes un centenar de aplicaciones, ¿cómo encuentras nada aquí?

Al parecer ella ya había iniciado la búsqueda, así que decidí darle algo de tiempo para que se ubicara. Sabía muy bien que no era fácil encontrar archivos en mi teléfono, sobre todo si no estabas familiarizado con él.

—¿Y qué te dijo?

—Está buscando —le respondí a Cole, arrellanándome un tanto en los asientos de cuero.

—¿Qué te parece si vamos a comer algo? Me contaron de un mercadillo en Munich que venden las mejores brühwurst. —Me reí entre dientes al escuchar su patética pronunciación.

—Supongo que acabas de decir "salchicha".

Él agitó una mano para restarle importancia al detalle.

—Oye, cuando bebas un poco de glühwein, lo que menos te va a importar es mi pronunciación.

—Oh, Dios, para. —Me cubrí las orejas con un gesto doloroso—. Iré a comer contigo si prometes dejar de deformar el idioma de ese modo.

—Tenemos un trato de caballeros, Dimo.

***

El archivo ya fue enviado, lamento la demora :)

¿No era ella dulce? Acababa de enviarme una carita sonriente, junto con el archivo e incluso se había disculpado. Si lo siguiente que me decía era que sabía cocinar ternera, iba a tener que robársela al taxista y hacerla mi mujer.

Empujé los restos de brühwurst a mi boca y luego de limpiarme los dedos con la servilleta, tecleé mi respuesta.

¡Erin, eres mi salvadora!

Nada de salvadora, amigo, hice la mitad del trabajo así que quiero un porcentaje.

Fue imposible no reírme con eso, lo cual llamó la atención de Cole que se encontraba intentando coquetear con la chica del puesto de salchichas. El hecho de que no supiese decir ni media palabra en alemán, parecía encantar a la chica que se divertía enseñándole a decir "beso" y "abrazo".

Estoy de acuerdo, si el negocio este sale bien voy a darte un porcentaje. El 2% por haber buscado un archivo me parece más que aceptable.

¡¿2%?! ¿Me pasé una hora entre tus vídeos porno, por un 2%?

Oh, Dios, ella los había encontrado. Diablos. No era el fin del mundo, debía mantener la calma al respecto.

Eso explica porque te demoraste tanto...

LOL! ¿En verdad tienes vídeos porno?

Suspiré en alivio, ella no los había encontrado sólo había estado blofeando. Maldito sarcasmo, lo que daría por ser bueno en identificar estas cosas al vuelo.

No estoy seguro de que exista una respuesta adecuada para esa pregunta, Erin.

Voy a tener que dilucidar el misterio por mí misma, y en vista de que tengo tu permiso. Hasta más tarde, socio.

Sólo admite que me quieres ver en acción, socia, y no tendrás que buscar nada. Te lo envío gratis y actualizado.

Por un segundo temí haberme pasado de la línea con eso, porque ella no me respondió al instante y eso bien podría significa que estaba intentando serle fiel a su esposo el taxista. Lo cual estaba perfectamente bien para mí, porque sólo planeaba obtener de ella mi teléfono y nada más que mi teléfono.

¿Eres una especie de adicto al Instagram?

¿Encontraste mis fotos?

Estoy empezando a pensar que eres un tanto narcisista.

Pero salgo bien, ¿verdad?

Uhh... ¿qué te ocurrió en el hombro?

Ella era buenísima cambiando de tema, pero me gustaba el hecho de que no estuviese intentando ponerme en mi lugar o que se pusiera en plan mojigata. Además estaba mirando mis fotos, fuese cual fuese el motivo, ella jodidamente me estaba chequeando. «Dios, Dimitri, ni siquiera sabes cuántos años tiene». Sería terriblemente decepcionante que me dijera que tenía quince, u ochenta. Hasta setenta y nueve me podía estirar; es decir, siempre y cuando fuese menor que mi abuela y ya hubiese pasado la edad parar beber legamente, podía adaptarme.

Un accidente de esquí, me lo fracturé y un buen amigo me hizo ese estupendo dibujo en la escayola.

Pero de todas formas, no saber su edad o su apariencia o estado civil, para el caso, no me detuvieron de continuar con la conversación.

Tienes algunos comentarios en Instagram preguntado si estás bien y qué tal te recibió Alemania.

Antes de que pudiera responder, ella agregó:

¿Estás en Alemania? Creo que voy a tener que exigir más del 2% en esto, socio.

Solté una carcajada alejándome del puesto de salchicha, hasta detenerme al costado de una calle para darle mi perfil a la cámara y tomar una muy estúpida selfie. Sin pensármelo dos veces, se la envié.

Súbela en Instagram, por favor, y explica brevemente la situación. Van a dejar de molestarte con los mensajes.

Tal vez sí soy un tanto narcisista, ¿pero ya vieron que no les mentí con lo de mi seguidores? Ellos eran fieles a rabiar y también mi relación más larga con otros seres humanos hasta la fecha. Aunque Evan le quitaba crédito al asunto porque en realidad no interactuaba con ellos, si no que sólo los dejaba admirarme como el buen casi sociópata que soy.

¿Este es tu modo de mostrarme que te ves bien de perfil también?

No, es el modo que utilizo para que las mujeres admitan que me veo bien. Gracias por corroborarlo.

¡Vaya bobo!, ¿estás intentando coquetear conmigo?

¿Eres casada? ¿Mayor de dieciocho y menor de ochenta?

No soy casada. Y sí soy mayor de dieciocho y menor de ochenta.

Entonces, totalmente estoy intentando coquetear contigo.

Jajaja, tal vez no sea casada pero puedo estar en una relación, ¿sabes?

Si no dijiste que tienes un novio, es porque esa "relación" no significa mucho para ti. Así que no me preocupo.

De acuerdo, no tengo ningún tipo de relación. Pero puede que sea fea.

Eso me tocaría juzgarlo a mí, la gente no es objetiva sobre su propia belleza. Además tienes una conversación agradable, eso compensaría cualquier falta que podrías llegar a creer que tienes.

Que "podría llegar a creer". ¿Qué significa eso? ¿Estás diciendo que la gente se imagina sus carencias estéticas?

Reí, presintiendo que acababa de hacerla picar el anzuelo.

No, la gente no.

¿Entonces?

Las mujeres.

Como sea...

¿Se había enfadado? Diablos, justo cuando esto comenzaba a ponerse bueno.

¿Por cuánto tiempo más tendré que atender a tus seguidores?

Solté un resoplido al leer su último mensaje, notando por el rabillo del ojo a Cole haciéndome señas desde el otro lado del puesto de salchichas. Suspiré, recordando amargamente que estaba allí para trabajar y que por mucho que me gustase la idea de documentar Alemania en fotografía o averiguar si la irlandesa estaba en realidad molesta, iba a tener que ponerme manos a la obra.

El viernes regreso y nos encontramos para el intercambio.

Le escribí a toda prisa, permaneciendo un largo minuto viendo la pantalla como estúpido en espera de su respuesta. No la hubo. Maldita sea, tal vez era otra cosa que enfado, tal vez la había asustado un poco al ser tan directo. Bueno, al demonio, todavía me quedaba el viernes para demostrarle cuán inofensivo podía ser cara a cara.

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En el multimedia la foto que se sacó Dimitri. Y bueno más allá de todo, ¿qué les parece? De momento, sólo estoy presentándoles a Dimitri para que se vayan acostumbrando a él.  Espero les haya gustado ^_^

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