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Capítulo 6

Disparó. La cortó el aire a gran velocidad insertándose de lleno en el cuello del animal y derribando con ello al príncipe. Emir se puso rápidamente de pie para apartarse del cuerpo del animal y comenzó a correr, el peso de la armadura le quitaba agilidad por lo que empezó a liberarse de ella a medida que corría. Podía escuchar a su primo aproximarse por su espalda, el galope de su caballo. Estaba agitado y el aire comenzaba a faltarle, los músculos de sus piernas le ardían, no podría correr mucho más. Se plantó de frente al lado donde se acercaba Ericlian y desenfundo nuevamente su espada; el duque de Faleer intentó evitar el choque tirando de las riendas pero era demasiado tarde. Emir blandió su espada asestando un golpe transversal en una de las patas delanteras del corcel. Ericlian cayó junto al caballo y giró sobre sí para poder ponerse de pie pero la punta de la afilada hoja metálica del arma de su primo puesta en su garganta se lo impidió.

—Últimas palabras antes de morir, Eric. Te concedo eso por ser de mi sangre.

—Nosotros somos el verdadero sol. Tu padre traicionó a la casa Manson al casarse con la hija de los Kraster.

El joven príncipe apartó levemente la punta de la espada para poder darse impulso. De repente, una flecha se insertó en el hombro derecho de Emir produciendo que se tambalease hacia atrás y soltara la empuñadura de su espada. El caballero que había recogido el arco se aproximó y disparó de nuevo, esta vez hiriendo al joven en la parte baja del tórax con la intensidad necesaria para hacerlo caer. El caballero se preparó para disparar nuevamente y esta vez asegurándose de que su tiro fuese mortal. Ericlian se interpuso entre él y el objetivo.

—Detente —ordenó.

El caballero bajo el arco dubitativo.

—Pero mi Señor, estaba a punto de matarlo. Merece morir.

—Y hacer lo mismo no me volverá mejor que él. Lo tomaremos prisionero. Ven en busca de dos caballos y tráelos. Si Killian aún vive dile que está a cargo en mi lugar.

—Mi Señor, pero él es un mercenario.

—¡Solo haz lo que te pido! Ve y apresúrate, corre.

.....

—Majestad, tengo novedades.

Zarek estuvo esperando aquellas palabras una buena parte del día. Su hermano aún no había regresado y tampoco tenía noticias sobre él. Una parte de sí temía por lo que Fermín pudiera decir.

— ¿Es sobre el príncipe?

—Lamentablemente no. Las novedades que tengo son de parte de Lord Yarant. Los mensajeros regresaron hace un momento. Esto es para usted —dijo el joven consejero sacó la carta de su bolsillo para poder tendérsela al rey. Zarek rompió el sello de cera con cuido de no dañar el papel y lo desdoblo para poder leer.

Su Majestad.

Comienzo esta carta enviándole mis condolencias por la repentina muerte de su padre, sé lo que es el dolor de la perdida. Me alegra que el Príncipe le haya hecho saber mis deseos y demás está decir que me halaga con la magnitud de su oferta. Estaré más que complacido en desposar a su hermana y prestar mi ejército para su cometido. Hágame saber cuándo desee llevar a cabo la boda.

Le agradece su sirviente, Lord Isael Yarant.

—Aceptó el compromiso, Fermín. Tenemos de nuestro lado al ejército de Lord Yarant.

—Grandiosas noticias, Majestad. ¿La Princesa tiene conocimiento del asunto?

—No aún, pero aceptará. Debe aceptar. Ahora, mi buen amigo, necesito que le digas a Sir Winston que envíe un grupo de hombres, los que él crea necesarios, para que vayan en busca de mi hermano. Quiero saber qué sucedió con él o si acaso está de regreso. Luego pídele a Sibilia que venga a verme.

.....

—Preparen una de las celdas, límpienlo y cúrenlo. No quiero que lo torturen. Es nuestro prisionero pero sigue siendo mi primo —ordenó Ericlian. -¿Dónde están sus armas?

—Aquí están, mi Señor. Solo llevaba con sí una espada y un cuchillo de tiro —respondió uno de los caballero mientas le entregaba ambas cosas.

El resto de los hombres se llevaron a un Emir débil a través del estrecho corredor hasta bajar a las mazmorras. Ericlian le pasó el juego de armas a una de las criadas de camino a la gran sala, pidiéndole que una vez limpias las llevara a su alcoba. Su padre se hallaba contemplando por la ventana. La habitación, iluminada de forma lúgubre por la luz que entraba desde el exterior, se encontraba fría y silenciosa, a excepción del eco de sus pisadas al caminar. Le costaba pensar que tiempo atrás hermosos bailes habían tenido lugar allí. Ya nada era igual, ni siquiera su padre al cual desconocía tristemente en su accionar.

—Majestad —dijo el joven duque haciendo una leve reverencia.

—Veo que tuviste éxito defendiendo tú tierra. Has traído varios soldados como prisioneros, incluido a mi sobrino. Emir siempre fue un niño tonto e impulsivo. ¿Vino para celebrar?

—Te lo agradezco, pero prefiero no beber ahora. Padre, ¿no hay otra manera de llegar a un acuerdo y que conserves tu poder?

—La hay gracias a ti, hijo mío. Ahora que Emir es nuestro prisionero negociaremos con tu querido primo Zarek. Acordaremos la abdicación de los hijos y descendientes de la casa eclipsada a nuestro favor a cambio de la vida de su hermano y su liberación.

— ¿Crees que estará de acuerdo?

— ¿Crees que dejará morir a su hermano?

—Mandaste a asesinar a tu propio...

—Y él lo hizo primero —lo interrumpió bruscamente Irlarius. —Las cosas son diferentes cuando te vuelves viejo, aprendes que lo único que te mantiene con vida es la ambición, querer vivir mejor, en cambio todos ustedes, jóvenes y estúpidos, perecen en sus sentimientos. Zarek aceptará, es la mejor opción que tiene y la única que tendrá si quiere que su hermano siga respirando.

.....

Siempre se sentía nervioso en presencia de las princesas. Nunca había logrado la familiaridad que tenía hacia el rey o el príncipe con ellas. Recorrió buena parte del campamento antes de encontrarla sentada en la hierba en compañía de su dama quien le adornaba el dorado cabello con flores silvestres.

—Alteza, —dijo seguido de una reverencia —lamento molestarla, pero su Majestad la espera en su tienda.

—Lord Ivannorv, no hacen falta las reverencias conmigo. No son de mi agrado —respondió Sibilia mientras intentaba ponerse de pie. Danae sostenía parte de las telas de su vestido para que la princesa no se tropezase.

—Princesa, si me permite ayudarla —dijo Fermín tomándola de la mano, ayudándola a pararse.

—Gracias, mi Lord. ¿Podría conducirme hasta la tienda de mi hermano?

—No hará falta —dijo Zarek, quien acababa de llegar. —Fermín, señorita Danae, pueden retirarse.

—Danae, espérame en mi tienda —dijo Sibilia a su dama.

Ambos jóvenes hicieron caso omiso y desaparecieron entre el resto de las personas.

—Majestad —saludó a su hermano en tono burlón.

—Ven, nos apartemos un poco. Tengo que decirte algo.

La seriedad de Zarek la había incomodado. Lo siguió en silencio unos cuantos pasos entre los arboles del bosque hasta que paró.

— ¿Tiene que ver con Emir?

—No, no es eso. Aún no sé nada de él, desafortunadamente. Es otra cosa.

—Pues dilo de una vez, Zarek.

—Te casaras con Lord Yarant, y lo harás lo antes posible.

Las palabras de su hermano la tomaron totalmente por sorpresa. Como si un montón de agua helada hubiese caído sobre ella de repente. Recordaba a Lord Yarant. Un hombre de unos cuarenta y tantos de edad con un rostro amargo y para nada agradable, viudo y sin descendencia. Reconocido no solo por su ejército y victorias, sino también por sus excursiones en tabernas y burdeles. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Preferiría mil veces que la desposase Sir Blerent.


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