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Capítulo 5

— ¿Con cuántos hombres se fue?

Zarek caminaba frenético de un lugar al otro, pareciéndose más a un león encerrado en una jaula que a un rey. Su furia se reflejaba en sus ojos y en su andar más aun intentaba mantener su voz calma.

—Al menos unos doscientos, Majestad. Creo que eran los mismos hombres con los que fue a la capital.

Maldito imbécil, pensó.

—Puede retirarse, Sir Winston, puede retirarse —respondió después de un cansado suspiro. —Me encargaré de mi hermano y el resto cuando regresen. Fermín, ¿ya fue enviada la carta a Lord Yarant?

—Sí, mi Rey. Un mensajero ya fue enviado a Lithiaj en compañía de dos guardias. Les pedí que no regresaran hasta que no tuviesen una respuesta.

—Excelente, ahora busca a otro mensajero para que parta a Neliora a entregarle mi carta a Sibilia.

—Creo que eso no será necesario, Majestad, la Princesa ha sido vista al otro lado del bosque por las praderas. Se dirige hacia acá.

Zarek hizo un ademan con su mano indicándole al joven consejero que se retirara. Si su hermana se encontraba de vuelta las noticias que traía no eran favorables.

.....

Sabía que los estarían esperando antes de llegar a Faleer. A lo largo del camino por el angosto valle puedo ver algunos centinelas saliéndose de sus posiciones para ir a alertar a sus señores. No le importó. Sentía algo de cansancio y el cuerpo entumecido; habían viajado de noche y no tuvieron el tiempo necesario para descansar lo suficiente como para reponerse, solo en pequeños intervalos, pero según Emir no debían perder más tiempo del que su hermano ya había perdido. Su esfuerzo serviría de algo.

El duque de Faleer se encontraba en la frontera acompañado con parte de su ejército casi igualando el número del propio. Su primo había enviado a un mensajero hasta su posición al otro lado.

—Nuestro Señor, Ericlian Manson, solicita hablar con usted en medio campo. Sus términos son sin armas y terceros involucrados.

—Dile a mi primo que acepto sus términos —respondió Emir mientras comenzaba a desmontar su caballo. El mensajero tiró de las riendas de su caballo para dirigirse de regreso con el duque. El joven príncipe dejó su espada y el pequeño cuchillo de tiro que siempre lo acompañaba.

Ambos empezaron a encaminarse hasta el centro bajo los términos acordados: ninguno estaba armado y ambos bandos mantenían sus líneas de formación.

—Duque de Faleer —saludó Emir haciendo una leve reverencia sin dejarlo de mirar a los ojos.

—No hacen falta las formalidades entre nosotros, primo. Tampoco hace falta que esto termine en una pelea. Tus hombres están cansados... tú lo estás —concluyó después de observarlo.

El príncipe esbozó una sonrisa burlesca y negó con la cabeza. El viento hizo que el ondulado cabello se le alborotara.

—Se volvió una pelea cuando atacaron nuestro castillo y mataste a mi padre. Sí, mis hombres y yo tal vez estemos cansados, pero preferimos pelear por lo nuestro.

—Por lo tuyo. No hemos invadido a al pueblo, y sabes muy bien por qué los hemos atacado. Tienes dos opciones, Emir: jura lealtad a mi padre, su Majestad Irlarius, vive y deja que tus hombres vivan, o sigue adelante con tu plan de querer invadir Faleer pero ten en cuenta que no los dejaremos avanzar.

—Entonces, si me disculpa el duque... 

.....

—Se negó a prestarnos su apoyo— respondió Sibilia ante la pregunta de su hermano. Habían regresado al campamento antes de lo esperado y apenas pudieron estar a solas, su hermano, ahora el nuevo rey, le hizo saber lo ocurrido hasta el momento. —Sin embargo, tampoco le jurará lealtad a nuestro tío —añadió.

— ¿Qué hay de la Reina?

—Permanecerá en Neliora resguarda. Es lo único que ofreció Lord Grimm y lo único dispuesto a cumplir.

Zarek parecía alterado.

—No, me refiero a si está al tanto de la decisión de Lord Grimm —dijo con impaciencia.

—La tendrías justo enfrente tuyo si supiera la verdad. No quise decirle nada hasta saber tu opinión al respecto.

—Bien, al fin alguien que cree relevante mi opinión.

Sibilia se puso de pie y se condujo hasta donde estaba su hermano.

—Zarek, no te preocupes —le habló suavemente y le tomó de las manos. —Mírame, todo estará bien, Emir volverá y seguro se arrepentirá de su error.

Espero tener razón, se dijo así misma más como un deseo que como un pensamiento.

.....

—Arqueros, preparados —ordenó Sir Sylas. —Caballería al frente.

Cada hombre iba tomando su posición. Ambos bandos parecían fichas de ajedrez moviéndose, preparándose para la batalla.

—Cuando usted ordene, Alteza.

—Ahora.

El caballero hizo eco la orden del príncipe haciendo que la vanguardia a caballo avanzara en el campo. El duque de Faleer dio la señal y sus hombres se movilizaron de igual forma hasta el punto de encuentro.

—Apunten, —ordenó Emir a los arqueros que ya se hallaban en sus puestos — ¡fuego!

Las flechas volaron por el cielo como una bandada de aves cortando el aire para luego caer y enterrarse en las carnes de varios enemigos, pero no eran los únicos y los caballeros de Faleer respondieron de igual modos. Ambas vanguardias se entremezclaron provocando un ruido ensordecedor: gritos de animales y hombres se alzaban entre los choques y chirridos que provocaban las armas y armadura; la sangre se derramaba como agua y se homogeneizaba con el suelo, cuerpos empezaban a yacer sobre la hierba.

— ¿Doy la orden de avanzar?

—Aún no, Sir Sylas. Quiero esperar un poco más —respondió Emir sin saber que su primo tenía otros planes.

Ericlian comenzó a dirigirse en compañía de su ejército hasta el núcleo de la batalla provocando la furia del príncipe. Emir montó con prisa su caballo y desenvainó su espada.

— ¡AVANCEN! —gritó mientras tiraba de las riendas.

Todo pareció ralentizarse a su alrededor: el ruido ya no era estrepitoso sino como un molesto zumbido; las imágenes, los movimientos ya no eran claros ni tan nítidos pero aun así el instinto de guerra lo impulsaba a atacar y esquivar cuando era necesario. Buscaba a su primo con la vista pero no alcanzaba verlo entre el gentío. Solo una cosa lo motivaba y era demostrarle a su hermano, el rey, que esa era la forma correcta de recuperar Lithiaj. Que él fue quien recupero Lithiaj. Llegaría a las puertas de Faleer de cualquier forma, costara lo que costara. Vivo o muerto.

.....

—Mi Señor, —uno de los caballeros lo retuvo tomándolo de la hombrera de su armadura —mi Señor, mire, su primo ha tomado un caballo y se dirige al pueblo.

—Iré a detenerlo, tú sigue luchando —respondió Ericlian mientras sacaba su espada de uno de los cuerpos y buscaba con la mirada un caballo que pudiese montar.

El joven duque salió corriendo mientras esquivaba oponentes en cuanto encontró un animal disponible. El caballero lo siguió con la mirada cuando éste salió galopando tras Emir.

No lo alcanzará.

El hombre le arrebato el arco y el carcaj a uno de los cadáveres y se alejó de la batalla con rapidez mientras comenzaba a enganchar una de las flechas e iba tensando el arco. Cuando finalmente llegó al claro, apuntó al príncipe y disparó.



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