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Capítulo 4

Clarisse le informó que Lord Grimm había llegado en la mañana y que ahora la esperaba para hablar en la sala. Sibilia comprobó su aspecto frente al espejo de la habitación y tomó la carta que Zarek le había dado. Estaba nerviosa, era la primera vez que dialogaría con su cuñado fuera de las formalidades. Secó las palmas de sus manos contra la falda de su vestido y tocó la puerta.

—Adelante —dijo una voz gruesa desde el interior.

Sibilia abrió la puerta y la empujó de vuelta cerrándola a sus espaldas. La sala era calidad y en su mayoría revestida con madera. El esposo de su hermana se encontraba de pie tras su escritorio.

—Mi Lord —saludó con una leve reverencia.

—Su alteza, —respondió de igual manera —por favor, tome asiento. Clarisse me contó sobre lo ocurrido en la capital. Dijo que usted tenía algo para mí de parte del Príncipe.

La joven le extendió el papel y espero en silencio a que Markus terminase de leer. Una vez que acabo el hombre arrojó la carta al fuego y se aclaró la voz, adoptando una postura más seria.

—El duque de Faleer, su primo, nos exige que juremos lealtad a su padre.

—Mi hermana me lo dijo. ¿Piensa usted hacerlo, mi Lord?

—Desde luego que no. Son la sangre de mi esposa, y el afecto que tengo hacia ella es grande. Sin embargo, no prestaré fuerzas a su hermano para la recuperación. Neliora se mantendrá imparcial ante la disputa y jurara lealtad cuando los conflictos terminen.

— ¿Cómo dice? Usted ya le juró lealtad a mi padre —respondió la princesa indignada.

—Y su padre posiblemente esté muerto. Entiendo que usted y Clarisse se dejen llevar por sus sentimientos y que vean esto de la peor forma, pero no voy exponer a mi ciudad y su gente, el hogar de mi hijo por una pelea que no es mía. Su majestad, la Reina, es bienvenida a quedarse aquí si así lo desea al igual que usted y quienes les sirvan. Estarán bajo secreto y nadie sabrá de su estadía aquí por su protección. Es lo que puedo ofrecer.

—Agradezco su generosidad, mi Lord —dijo la joven y corrió la silla con brusquedad, poniéndose de pie y abandonando la sala.

....

—Majestad, —saludó Emir en cuanto entró en la tienda donde estaba su hermano reunido con el resto de los miembros del Consejo —quisiera hablar a solas con usted.

—Caballeros, si me disculpan —dijo Zarek indicándole a los hombres que se retiraran. Su hermano se aproximó a sentarse a su lado.

— ¿Has tenido novedades de Neliora?

No aún, pero es pronto para recibir una respuesta.

—Emir asintió y se sirvió un poco de vino.

—Hay algo que no te dije. Cuando regresé a Lithiaj y ordené a Sir Sylas que reclutara hombres bajo tu nombre, Lord Yarant se negó, Sylas me dijo que quería algo a cambio. Su ejército es uno de los más grandes y corremos el riesgo de que nuestro tío lo ponga en nuestra contra.

—Nuestro tío tiene al sur de su lado, los habitantes de Faleer siempre le han sido leal y estaríamos en desventaja si Lord Yarant se le une, a menos que Neliora nos brindara su apoyo, algo que todavía no sabemos. Debemos ofrecerle algo que Irlarius no pueda.

— ¿Tienes algo en mente?

—Podríamos ofrecerle una esposa. Lady Yarant murió poco tiempo de su matrimonio y no llegó a dar a luz a un heredero. Irlarius no tiene hijas mujeres. Por otro lado, Sibilia está en edad de contraer matrimonio, y si tuvieran un hijo sería un aliado asegurado de la corona.

— ¿Y su Majestad cree que la princesa de Handasaj querrá casarse con un hombre tan desagradable?

—Pues no tendrá otra opción más que obedecer. Todos debemos hacer sacrificios.

El príncipe asintió y bebió un poco del jarro.

— ¿Cuándo atacaremos Faleer?

—No pienso atacar Faleer, Emir. Mi plan es directamente recuperar el castillo. No quiero muertes innecesarias.

—Muertes innecesarias es lo que tendrás si llegan a retomar la capital luego de que la recuperes. Nuestro tío aún sigue en Faleer al igual que Ericlian. Sacarlos del poder y poner a alguien que sea leal a la corona. Yo podría ser lord si me lo permitieras.

Zarek esbozó una media risa y negó con la cabeza.

—Cuestionas a tu Rey a causa de tus propias ambiciones.

—Cuestiono a mi hermano porque creo que comete un error.

—El Consejo y yo ya lo hemos decidido, Emir.

— ¿Y acaso mi opinión como príncipe de Handasaj no cuenta?

—Contaría si hubieras aceptado ser mi mano, y aun así, contaría solo si yo estuviera de acuerdo.

— ¡Bien! Pero no olvides que te lo advertí,  Zarek. Te equivocas.

.....

—Sir Blerent, prepare mi caballo y uno para mi dama. Escoja seis de sus y usted también prepárese. Volveremos al campamento.

—Alteza, ¿qué hay de la Reina?

—Mi madre se quedará aquí con el resto de las damas. Ordene a los hombres que no nos acompañen que protejan a su Majestad y estén atentos a los movimientos de Lord Grimm —dijo Sibilia mientras contemplaba más allá del jardín delantero hacia las puertas del palacio. Sir Blerent asintió para luego ponerse en marcha.

Clarisse se acercó con sigilo hasta su hermana y le habló con suavidad a su hermana.

— ¿Nos vas a quedarte con nosotros?

—No puedo quedarme bajo el mismo techo con una persona que traiciona a nuestro padre.

—Tampoco estoy de acuerdo con su decisión pero sé que no es un mal hombre. Él no quiere poner en riesgo a Thaiel.

— ¿Crees que alguno de nosotros lo quiere o lo permitiría?

Ambas hermanas guardaron silencio por un largo he incomodo momento.

— ¿Mamá sabe que volverás?

—Le dije que Zarek me pidió que regresara en cuanto tuviera una respuesta. Te agradecería que mantuvieras esa mentira por mí.

—Haré más que eso, Sibilia. Intentaré persuadir a Markus para que los ayude. Escríbeme las veces que puedas para saber cómo van las cosas. Yo te escribiré si logro algo o recibo una nueva carta de nuestro primo.

—Descuida, Clarisse, te mantendré al tanto lo más que pueda.

.....

— ¿Puedo acompañarlo?

— Desde luego, Fermín. Siéntate.

El joven tomó asiento a unos metros de su alteza y vio que éste estaba con el ceño fruncido y arrancaba pedazos de hierba del suelo.

—Supongo que no está de acuerdo con lo que su Majestad ha decidido —dijo.

—Supongo que tú sí al ser su consejero —respondió Emir.

—De hecho no, su alteza. El Rey estuvo de acuerdo con la propuesta de Sir Winston al igual que el resto del Consejo. Yo opino como usted.

—Bueno, lo que nosotros opinemos creo que carece de importancia.

—La tiene, mi Señor. Podría ser una diferencia notable en un futuro.

El príncipe se volvió para escrutar el rostro de Fermín.

— ¿Sugieres que desobedezca a mi hermano? ¿Pretendes que cometa traición?

—No, su Alteza, jamás sugeriría algo así. Lo que quiero decir es que usted es tanto Príncipe de Handasaj como su Majestad Rey, sin mencionar que si no los hubiese convocado la mayoría de los hombres de este campamento no estarían aquí. Usted puede evitar que su hermano falle, y yo puedo ayudarlo si me lo permite.



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