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Capítulo 2

No reclutó tantos hombres como hubiera querido, solo unos cuatrocientos, ya que no sabía cuántos podría llegar a necesitar Zarek para dirigirse a Gladen. Hacía tan solo una hora que habían dejado Lithiaj y a su regreso podían ver a su distancia árboles y parte de la muralla del castillo se encontraban en llamas, el estandarte de su tío con el gran sol rojo colgaba del otro lado. Habían llegado tarde.

—Sir Sylas —llamó Emir a uno de sus mejores caballeros. Éste, obediente, se acercó a él.

— ¿Si, mi príncipe?

—Escoja a cinco de sus hombres, quítense sus armaduras y escondan sus armas. Busquen a aquellos lores que sean aun leales a la casa eclipsada y convóquelos a pelear. Regresen al campamento al caer la noche y sean discretos, no quiero conducirlos hasta mi hermanos.

—Como ordene, alteza.

Emir se posicionó ante el resto del pequeño ejército y aclaró su voz para poder hablar.

—Nuestra ciudad ha sido tomada por Irlarius Manson, mi tío y un traidor a la corona. Varios de sus compañeros han sido masacrados, otros tomados como prisioneros y muchos no podrán ver a sus familias hasta que recuperemos Lithiaj. Lamentablemente hoy no será ese día, pero como su príncipe es mí deber ir en busca de mi padre e intentar negociar con mi tío. Regresen al Bosque de Cobre y díganle a mi hermano cuáles han sido mis órdenes.

—Pero mi señor, usted solo...

—No cuestiones a tu príncipe y obedece. Quiero que todos regresen, no nos podemos dar el lujo de perder más hombre.

El joven tiró de las riendas de su caballo para hacerlo girar para luego hincar levemente con la espuela al animal y hacerlo galopar hacia la capital. Volteo una sola vez para asegurarse si sus soldados lo obedecían. A medida que iba acercándose al castillo pudo ver cuerpos de ambos bandos esparcidos en el suelo; a la mayoría únicamente los conocía de vista, con unos pocos había tenido la oportunidad de hablar. Se detuvo a mirar hacia las casas de los lores y el resto del pueblo, unos cuantos metros más alejadas de la enorme estructura. Las calles parecían desiertas y las casas se encontraban cerradas y calmas. Su tío siempre fue un hombre inteligente, no iba a atacar al pueblo que deseaba ganarse y gobernar, y eso, por el momento, era un alivio. Desmontó su caballo y lo ató a un poste de madera cercano. Acarició la empuñadura de su espada, aquella de un par de gemelas que había mandado a fabricar su padre para él y Zarek, ambas con un sol y una luna grabados, diferentes únicamente en su color. Dudo en dejarla pero finalmente la dejó en su vaina y se quitó el cinturón de armas, quedando armado solo con un pequeño cuchillo de tiro por si le era necesario. Se acercó a pie con las manos en alto hasta las puertas del castillo y a medida que se aproximaba pudo ver a un par de soldados que lo seguían con sus ballestas cargadas a punto de disparar. Unos cuantos guardias flanqueaban la entrada dispuestos a atacar a cualquier intruso.

—Soy Emir, de la casa Manson, hijo de Arednet III, Rey de Handasaj.

—Rey muerto querrás decir —replicó uno de los guardias haciendo que el resto se mofara.

El joven príncipe sabía que si Lithiaj había sido tomada su padre no estaría con vida, pero no estaba preparado para escuchar aquellas palabras fuera de su mente. Inspiro profundamente y luego exhaló para poder continuar.

—Como verán mi intención no es recuperar el castillo hoy, no vengo con mis hombres, no estoy armado. He venido a dialogar con mi tío, el Príncipe Irlarius.

—El Rey Irlarius no se encuentre aquí. ¿Qué es lo que quieres?

—Vine a pedir una sepultura digna para los soldados leales a mi familia y...

—Serán cremados —lo interrumpió otro guardia.

—Y exijo —prosiguió Emir elevando la voz ante la interrupción pero manteniéndose calmo —que se me entregue el cuerpo de mi padre y su espada. Merece que le demos un entierro apropiado.

—Su cuerpo ha sido llevado a Faleer por órdenes de nuestro Rey. Te daremos su espada. Adviértele a tu gente que quien vuela a Lithiaj y no sea para jurar lealtad morirá, sea plebeyo, caballero o príncipe.

.....

Le habían llevado de comer pero tenía el estómago completamente cerrado a causa de los nervios. Sus pensamientos rondaban en su cabeza sin parar. Había despedido a su madre y a Sibilia y esperaba que llegaran a salvo y cuanto antes a Neliora, sin mencionar que también le preocupaba que su hermano marchara de nuevo hacia la capital. El estruendo de caballos aproximarse lo hizo salirse de sus preocupación y meterse en una peor. ¿Los estaban atacando? Salió con rapidez de su tienda no sin antes tomar su espada. Para su suerte solo se trataba del grupo de soldados que Emir se había llevado. No veía a sus hermanos por ningún lado. Sir Winston Darren, uno de los caballeros más antiguos de su padre y comandante de la guardia real, se aproximaba hacia él a paso veloz.

— ¿Dónde está mi hermano? —preguntó Zarek antes de que el caballero pudiera hablar.

—Su alteza, el Príncipe Emir nos ordenó regresar sin él. Él junto a Sir Sylas y unos pocos hombres están en Lithiaj.

— ¿Qué se supone que fue a hacer?

—Ordenó a Sir Sylas reclutar otras casas para recuperar la capital. El Príncipe Emir iría a negociar con su tío.

Maldición, pensó Zarek.

—Gracias, Sir Winston. Dígale a Fermín que esté alerta por si mi hermano regresa.

Winston asintió y se marchó en busca del muchacho.

.....

Nunca le había gustado viajar en carruaje, era lo mismo que estar metido en una caja, prefería montar, claro que debido las circunstancias nadie iba a permitírselo. Su madre se encontraba mirando el exterior a través de las pequeñas ranuras caladas de la ventana. No contemplaba el paisaje, afuera solo había montículos de tierra y alguna que otra hierva silvestre seca.

—Estarán bien, madre, los tres lo estarán.

La mujer se volvió para verla y le ofreció una media sonrisa. Parecía cansada. La mayoría de ellos había heredado sus ojos verdes, a excepción de Emir que contaba con los ojos marrones de su padre.

—No pude despedirme de tu hermano —dijo refiriéndose a éste último.

—Él siempre sabe lo que hace, y no fue solo. Zarek tampoco está solo.

—Mi brillante estrella, ojalá tengas razón.

Sibilia tomó la mano de Emeliza con afecto.

—Conoceremos por fin al pequeño Thaiel. ¿No estás feliz por verlos a él y a Clarisse?

—Lo estoy a pesar de las circunstancias. No sabes cuánto he extrañado a tu hermana

—También la he extrañado. ¿Crees que Lord Grimm nos ayude?

—No lo sé, Markus Grimm nunca fue de mi agrado pero tu padre aseguraba que era bueno tener como aliado al lord de Neliora.

—Debería ayudarnos. Clarisse es su esposa y princesa de Lithiaj, su hijo también pertenece a esas tierras.

El carruaje daba tumbos a causa del desnivel de camino, deseaba llegar cuanto antes ya que dudaba que su espalda resistiera por mucho tiempo.

—Si todo fuese como debería —soltó Emeliza después de un cansado suspiro —las cosas serían mucho menos complicadas.

.....

De vez en cuando le gustaba sentarse junto al ventanal y mirar hacia el oeste mientras toma el té. Le gustaba pensar en cómo estaría su familia. Aquel día no podía ver el horizonte, la niebla era espesa y estaba baja. Dio un pequeño sorbo a su taza antes de que tocaran la puerta.

—Adelante.

—Princesa Clarisse, —una de sus criadas entró con un pequeño pergamino sellado –le envían esto desde Lithiaj.

Clarisse tomó el rollo de papel y para desenrollarlo y leer de qué se trataba.

Clarisse Manson, Lady de Neliora:

Se le informa que la casa eclipsada ha sido derrotada y desterrada de la capital. El Rey Irlarius solicita que tanto su sobrina como la casa Grimm juren lealtad al nuevo sol, de lo contrario serán considerados traidores de la corona.

Ericlian Manson, Príncipe de Handasaj, Duque de Faleer.

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