Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

43. RPC

La furia se desató en mi interior como el poder de un dragón que llevaba edades dormido. Deslicé la mano en el saco de lágrimas de luna y me alejé antes de que Killian pronunciase mi nombre. Los centinelas arquearon las cejas cuando me negué a responderle. Encontré satisfacción en dejar al Ix Realix en evidencia. Quería aniquilarlo. Quería llevarlo al borde del acantilado y sostenerlo sobre el vacío hasta que pidiese clemencia.

—¡Moira! —exclamó airado.

Pero si alguien tenía derecho a estar enfadada allí era yo. Me sentía ridícula por creer en sus palabras mientras él seguía compartiendo el cuarto con otra persona. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida?

—Quizá no estaría de más escuchar lo que tiene que decir —sugirió Trasno después de que estallase una lágrima esmeralda a mis pies.

—¿Ahora te pones de su parte?

El duende levantó las manos con inocencia y tuvo la precaución de no aparecer al otro lado de portal de enredaderas.

—¡Moira Stone!

En lugar de detenerme, imaginé lo que ocurriría si daba media vuelta y me enfrentaba a Killian. La magia de otra lágrima esmeralda me acarició la piel con palabras de protesta. El frescor del eucalipto se convirtió en el salitre del mar. El suelo se endureció y el bosque al que me dirigía se convirtió en la torre secreta de Adaír.

Las velas se encendieron en cuanto percibieron mi presencia. El fuego de la chimenea reflejó la batalla que se libraba en mi interior. Killian apareció a mi espalda y di un paso atrás para alejarlo de mí. Mi cuerpo chocó contra el escritorio. El sonido de la colisión rebotó en las paredes.

—¿¡Cómo te atreves a traerme aquí a la fuerza!? —bramé colérica.

—¡A lo mejor no tendría que hacerlo si te detuvieses a escucharme!

—¡A lo mejor es que no quiero hablar contigo!

El corazón me latía desbocado. Killian me observó con la mirada oscurecida por la rabia. El furor de su rostro se suavizó en cuanto se pasó una mano por el cabello para serenarse, lo que no hizo más que aumentar mi frustración. ¿Por qué yo no podía hacer lo mismo?

—Es un motivo absurdo por el que estar enfadada, Moira —razonó con la voz en calma.

—¿Ahora también decides por qué puedo enfadarme y por qué no?

—Deja de comportarte como una cría.

Sentí el calor de la ira en las mejillas. Me volví en busca de algo que lanzarle a la cara, pero no quería destrozar ningún objeto valioso, así que grité.

—¡Eres un estulto! —exclamé furiosa.

Killian se rio entre dientes y la indignación me atravesó los huesos. Me volví hacia la puerta. Él dio dos zancadas para detenerme.

—Moira...

—¡Suéltame! —ordené antes de enfrentarlo.

—¿Cuántas veces te tengo que decir que no hay nada entre Elísabet y yo?

—No lo sé. ¿Cuántas veces más vas a poder mirarme a los ojos y decirme que me quieres mientras ella espera en tu cama?

Killian dio un paso atrás, afectado por la ponzoña de mis palabras.

—Llevo lunas sin utilizar ese cuarto, Moira. Hace ciclos que vivo en la Casa Aylerix.

El silencio que reinó en la estancia no hizo más que agravar mi confusión.

—¿Qué? —pregunté—. ¿Por qué?

—No finjas que no lo sabes.

—Entonces ¿por qué permites que Elísabet ocupe el cuarto de los Ix Realix?

—¡Porque no has respondido a mi pregunta!

Su arrebato me pilló por sorpresa y lo miré sin saber qué decir.

—Te quiero, Moira —confesó con una honestidad que me removió por dentro—. Eres impulsiva e insufrible y no sabrías cómo mantener la boca cerrada ni aunque tu vida dependiese de ello.

—Mmm... —murmuró Esen—. ¿Es así como los neis confiesan su amor? Porque menudo despropósito...

—Nunca haces lo que te ordenan y pareces incapaz de respetar los rangos de la Autoridad —prosiguió Killian—. Eres una impertinente con los Ixes de la Fortaleza y-

—Ellos también lo son conmigo —protesté, lo que provocó que Killian me dedicase una sonrisa.

—A pesar de los malos recuerdos que te trae este lugar, no dudaste ni un latido en defender a sus habitantes. Detesto que seas tan temeraria e imprudente y me dan ganas de zarandearte cada vez que desconfías de nosotros, pero luego lo arriesgas todo por hacer lo correcto y siento que podría besar el suelo que pisas. Me asombra la capacidad que tienes para luchar por tus seres queridos sin que te importe cómo te afectarán las consecuencias y te juro por el poder de las gemas que cada luna encuentro nuevos motivos para admirarte.

Sus palabras despertaron un hormigueo que logró deshacerse del miedo que vivía en mi vientre desde hacía ciclos.

—Eli es mi amiga desde que tengo memoria —dijo mientras me tomaba de las manos—. Después de todo lo que ha hecho para ayudarme, no voy a obligarla a dormir en un cuarto de invitados.

Asentí, avergonzada por mi comportamiento irracional.

—Soy el jefe del clan, Moira. Mi principal obligación es con los habitantes del reino. Nunca podré abandonar los muros de esta Fortaleza, ¿entiendes? Siempre tendré reuniones a las que asistir y asuntos que tratar. No voy a pedirte que vivas en un lugar que no te gusta rodeada por personas que te hacen daño.

El pesar que le tiñó la voz se me clavó en las entrañas. Me estaba dando la opción de marcharme, de ser libre de la Fortaleza y de los límites de aquel mundo. Una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla y Killian alzó los dedos para deshacerse de ella.

—Te quiero, Moira, pero dirigir un clan es un trabajo arduo y no puedo hacerlo solo. Elísabet sigue aquí porque, a pesar de mis deseos, si tú decides irte, rechazar el vínculo nywïth sería actuar contra los habitantes de mi propio reino.

El peso de sus palabras cayó sobre mis hombros como una losa. Killian entrelazó nuestros dedos y me dedicó una sonrisa triste.

—Apuesto a que ahora sí te sientes ridícula —murmuró Trasno desde la butaca.

—Oh, cierra la boca —protesté.

Killian depositó un beso sobre mis dedos y lo miré con el pecho en carne viva.

—No tienes que decidir ahora —prometió con voz suave—. Quizá si-

—No tengo un poder afín, Killian.

—Lo sé.

—Veo cosas que no existen —dije mientras señalaba a Trasno.

—También lo sé.

—El Consejo no lo permitirá.

—No me importa.

—Encontrarán mil formas de obligarte a cumplir sus deseos.

—Sigue sin importarme.

—¡Killian! —exclamé frustrada.

—Te quiero.

Aquella vez, las palabras sonaron más reales. Como si su familiaridad me ayudase a confiar en ellas. Como si, al repetirlas, se convirtiesen en un océano profundo y lleno de vida.

Killian aguardó en silencio y lo miré impotente. No sabía cómo lidiar con los sentimientos que me ardían en el pecho. Una segunda lágrima se deslizó por mis mejillas. Quería decirle que sentía lo mismo por él, que no había podido pensar en otra cosa desde que me lo había confesado aquella noche en el bosque, pero el nudo que me quemaba la garganta me asfixió y las palabras se convirtieron en cenizas en mi interior.

No sabía cómo hacerlo. No sabía cómo deshacerme del muro de cristal que me había protegido durante helios. No sabía cómo confesar mis sentimientos sin miedo a ser vulnerable.

Luché contra las lágrimas que amenazaban con humedecerme la piel. La sonrisa de Killian calmó la tormenta que agitaba el mar de sus iris. El aqua se acercó a mí. El aroma de la lluvia me acarició los sentidos. Sus ojos se posaron en mi boca, pero no me besó. Killian se detuvo a escasos centímetros de mis labios, esperando una respuesta.

Me estaba dando la oportunidad de expresarme sin palabras porque sabía que no podía hacerlo de otra forma; porque hacía ciclos que no necesitaba más que una mirada para comprenderme.

Las lágrimas me supieron a sal cuando le puse fin a la distancia que nos separaba. El primer roce de sus labios bastó para acelerarme el pulso. Killian me atrajo hacia él, pero la cercanía no pareció ser suficiente y las llamas de mi vientre ardieron con necesidad de más.

El jefe del clan se inclinó sobre mí hasta que chocamos contra la pared. Nuestras lenguas se encontraron y le tiré de la túnica para pegarme más a él. Su aliento me rozó el cuello mientras sus dedos se deslizaban entre mi ropa y me acariciaban la clavícula.

La estancia se llenó con el sonido de nuestras respiraciones. Killian se detuvo y me miró a los ojos con una pregunta a la que respondí buscando los botones que le recorrían el pecho. Sus labios dejaron un camino de besos húmedos por mi cuello y la ropa que nos separaba desapareció con una caricia del océano.

El jefe del clan deslizó las manos por mi vientre. Sus dedos me apretaron los muslos y me levantaron contra la pared. Le rodeé la cintura con las piernas y su boca se perdió entre mis pechos mientras nos llevaba al otro lado de la estancia. La suavidad de la alfombra me hizo cosquillas en la espalda. Killian me posó sobre el suelo y jadeó cuando lo acaricié. Sus dedos se deslizaron por mi cabello y sus labios enrojecidos buscaron los míos con deseo.

El poder elemental cambió y la magia materializó un pequeño frasco sobre su mano. Era de cristal y contenía un líquido púrpura que centelleaba bajo la luz de las velas. Killian se incorporó para descorcharlo y beber la pócima de un trago. Me dejé caer sobre la alfombra mientras lo admiraba. El rostro del jefe del clan se transformó en una mueca desagradable que me robó una carcajada.

—¿Sabe mal?

—¿Nunca la has probado? —preguntó sorprendido.

—Los simples humanos utilizamos métodos más antiguos para controlar nuestra descendencia.

—¿Como cuáles? —inquirió mientras trazaba un camino de besos por mi vientre.

—Quizá te los muestre otro atardecer.

La picardía con la que me miró me hizo reír. Las manos de Killian acariciaron mis cuerdas hasta que despertaron una nueva melodía en mi interior. Me dejé caer sobre él y sus labios me buscaron con deseo. El jefe del clan me acarició el antebrazo y señaló las cicatrices que brillaban sobre mi piel.

—¿Y esto? —preguntó con el ceño fruncido.

Me volví en busca de Trasno, recordando todo lo que habíamos vivido en el desierto. Killian deslizó los dedos por mi cuello y me obligó a descender hasta sus labios.

—¿No estamos solos? —preguntó tras quemarme la piel con sus besos.

Levanté la mirada para analizar la estancia y descubrí que mis fieles acompañantes habían desaparecido. Asentí y Killian me dedicó un suspiro exagerado.

—Qué lástima... —me susurró al oído—. Tenía un plan para hacerme con toda tu atención...

—Ahora que lo dices, creo que todavía veo a un estúpido ogro ignorante.

Su carcajada me acarició la piel mientras nos trasladábamos al diván que descansaba junto al fuego. Las llamas ardieron durante toda la noche, y con los jadeos y las caricias, elaboramos el idioma de un hogar en el que ambos encontramos refugio, perdición y calma.

🏁 : 100👀, 60🌟 y 42 ✍

😏😏😏😏😏

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro